Capítulo 12
Kiara Wilson
10 de septiembre de 2011
RUMBO A PARIS
"A wish" (Un deseo) fue lanzada a medida que el atardecer se asomaba en un ritmo mediano. En un color anaranjado potente que se desplazaba en cada rincón del cielo. Era como contemplar una escena de teatro mientras mi sofocante voz resonaba en cada muro grueso del estudio. No podía resultar tan impactante ese espectáculo, porque la melodía vivaz se oía con claridad sin revuelos, pero todo lo contrario se media en la composición. Las estrofas lo hacían una confusión catastrófica al no coincidir y mis propios admiradores lo decían al borde de analizarla. Lo hacían como si fuesen unos verdaderos filosóficos en frases desarrolladas. Un usuario extraño llamado kiaralover12, logro comentar sus textos estructurados sobre "A wish" en la sutil aplicación de Twitter; "He estado sorprendido con la parte en donde te refieres a la salud mental, lo describes muy bien sin sonar grosera en ningún momento utilizando variedad de prosas; no sé cuándo has sacado tanto ingenio, pero tu capacidad para referirte a enfermedades mediante metáforas me conmueve. Eres una as Kiara". He estado conmovida por la infinidad de comentarios que recibí durante estos días de trabajo y lo nombro de esa manera ya que mi tío Henry me felicito en numerosas ocasiones; es decir, en distintos lugares en la cual me encontraba. Supuse que no se enteró por mi cuenta porque mi mente se enfocaba en cosas importantes por hacer; él lo habrá escuchado por la radio BCC referido al mundo de la música. Los británicos siempre acudían a ese programa sin ruedos y me parecía de lo mejor poder hallar de mi nacionalidad cantidades de votos en cuanto a la canción que fue furor durante toda una tarde. Un orgullo gigantesco sin antes que nada jamás darme por vencida con el tema de los estudios con William. Los libros de geografía que nos hacia memorizar eran difíciles. En muchos de ellos había algunos mapas sin usar con ese hedor que se impregnaba en mi nariz dificultando a mis sensibles pulmones y tenía que marcar con un bolígrafo los puntos cardinales siendo aplicada sin atrever a deslizar la fina punta de mi lapicera; a pesar de los errores me mantenía al tanto con mis aprendizajes. El profesor también era parte de los cambios temporales igualitarios a los Wilson, él nos acompañaría como imán y metal a las cortas vacaciones de Paris. De hecho, nos enseñaría en la hora del desayuno apenas rugiremos como un dragón por un sueño totalmente profundo y adentrándome en el tema de despertar en medio de una madrugada lo tuvimos que efectuar aquel diez de septiembre. Al entrar a esa fecha supuse que tener todo equipado sería una buena suerte de cometer un caos. El tiempo parisino puede ser muy variable; era un mes generalmente soleado, con unas de las menores medias de precipitaciones de todo el año. Por esas razones, escogimos ropas ligeras de algodón, chaquetas de abrigo, jersey para cuando refresque y un paraguas para los ratos de chubascos. No se podrían imaginar el peso de las maletas llevando en su interior tanta vestimenta y necesitamos el apoyo de nuestros asistentes para trasladarlos en la furgoneta de inmediato. De sí que aquel era un vehículo con fortaleza sin temor a hacerse daño; la antigüedad que conllevaba había mejorado en reparaciones profesionales y su color pastel no cayó en el olvido por los arreglos. En este caso íbamos protegidos sobre un techo anciano y conducido por la valentía de mi papa que hacia un decenio que no tenía por delante a un volante, en cuanto a eso era normalizado que David condujera, pero se propuso el reto correcto y despegar con bromas pesadas no sería la solución. Michael se lo hizo complicado en el camino con la inseguridad que aún permanecía en su contra, aunque la protección de guardaespaldas a los costados de las calles era serena para los inconvenientes. Además, si mi perfil tenía la capacidad suficiente para ojear al más allá un Volkswagen Fusca característico de la década de los sesenta se asomaba con su único resplandor bordo. Los rayos ultravioletas me cegaron de inmediato cuando apenas pude reconocerlo y la velocidad atolondro a mi cabeza justo en el preciso tiempo de casi mostrarlo sereno en el asiento de atrás. No logre balancear mi cuerpo porque el cinto me ajustaba bastante y solo halle a su cabeza cubierta por un gorro de lana azul que hacia presionar su frente. Le favorecía muchísimo y no importaba si era a kilómetros, el lucia precioso sin tornados. Posterior a eso en el punto débil de otra vez estar en frente de la nuca de mi hermano, mi abuela me saco de si con una simple pregunta:
―Tesoro ¿A quién observas tanto desde la ventanilla? ―; gesticulo con unas de sus arrugas notorias que de su barbilla y lo hizo con su deber curioso e investigador. La consideraba una abuelita adivinadora y es que de seguro mi semblante se ilumino de una forma trasmitida.
Michael giro con una rapidez enorme si se trata de batallarme en contra y elevo unas de sus cejas rubias de manera provocativa sin callar nada en su interior.
―Ya tú sabes abuela.
―Está usando gorro. Le queda hermoso―palpe mi pecho con un toque eufórico. Ella, también copio el mismo gesto de mi hermano siendo más sumisa y no opinando sobre quien lo llevaba, pero Michael se acaparo de la conversación tomando riendas:
―Ya es normal para mí, hermanita.
No lo elegiría como normal. Lo normal es repetitivo, clásico y aburrido.
―Yo nunca lo he visto de esa forma ¡cállate!
Por mi reclamo, mi madre suspiro sonoramente desde el asiento de acompañante a la derecha y en segundos continuo Michael sin problemas en enfadarla:
― ¿Así son las chicas, no tío? ―; los músculos de mis tobillos se estiraron y un poco pude verlo empujando el codo de Henry. Mi tío se volteo y me regalo un guiño imperfecto:
―Kiara no es el caso.
―Gracias mi querido.
Michael gruño y consiguió que Diana se adormeciera junto a su esponjosa almohada. Era una niña temerosa con un alto riesgo de lagrimear si la encerrarías en alguna casa del árbol y tenía motivos para serlo. No era nuestra hermanastra, ni menos una completa desconocida, teníamos la misma sangre.
Mucho más tarde de la adopción definitiva de los Wilson, en el año 2006, nacía Diana Cooper (apellido anterior). Una beba regordeta que llego a pesar cuatro kilos y la podías identificar con sus visibles pecas en el puente de su nariz. Lo que quizás no sabrías de que ella viviría un calvario al más crecer con mis verdaderos padres y aun no estábamos enterados de su existencia. Asique Henry se encargó de que lo supiéramos lo antes posible para salvarla, y comunicarse con su terco hermano era un conflicto destinado a la violencia. Sin embargo, cumplió con lo correcto: los Wilson aceptaron la propuesta de firmar sin dudarlo ni dos veces; Diana oficialmente ya era parte de la familia.
Para resumir, lo más doloroso de esta historia fue la frialdad humana de abandonar un ser en la cual creaste. Son rasgos de una mentalidad pobre y desequilibrada. Lo que se rescata aquí fue la actitud solidaria de Henry conteniendo en una burbuja sus emociones de montaña rusa. Él es un ejemplo a seguir y esa compostura animada la tuve cuando llegamos al departamento en Paris. Al bajar de la furgoneta, lo abrace liberando toda presión exigida en estos meses. Perder el terror a chocarte con un muro era conmovedor y no existía nada de esa pesadumbre al sentir el calor de sus brazos. Me transportaba en un camino de sanación sin custodiar tanto el pretérito y nunca lo detecte; es que casi habían finalizado esos altibajos de esos años difíciles y con esto no hago una referencia de que mi persona no los tenga, sino de avanzar con pequeños pasos para no hundirme en un agujero. También, mis propios admiradores me han hecho de fierro con esos desafíos que doy por ellos y si tuviera un orgullo errado no hubiese sobrellevado el gran apartado para autografiar papeles, activarles una cámara y perder el simple contacto con la Torre Eiffel a tan solo metros. Mis amigos, al estar a esa altura pudieron moralizar su entusiasmo cuando los guardaespaldas fortachones los corrieron amablemente sin dañarlos. Después, proseguimos entrando en el departamento. La ventaja solio ser buena porque por la cantidad era espacioso―digamos que el hall―y te recibía con unas largas escaleras de mármol conduciéndote a las habitaciones interiores. Las columnas que lo dividían eran pulcras y el contraste de los muebles barrocos, reformaban el ambiente combinándolo con esas cortinas de tela gruesa con borlas; lo demás eran piezas vintage revistiendo a casi todo el depto con un estilo mediterráneo proveniente del sur de Francia o como así dijo mi madre al comprarlo. Los diseños en si eran equiparados en esas contexturas, pero mi sitio en el mundo estaba allí arriba, similar a un rascacielos. Un balcón sacudido por el viento que cruzaba entre las paredes estrechas de los edificios que cada vez se alejaban convirtiéndose en miniaturas y el barandal representaba la fortaleza necesaria para sostenerme en ese espacio; encima los rayos ultravioletas se lanzaron a mi piel en cuanto subí al recuerdo más espeluznante. Los meses que admire la Torre parisina con la idea en miles de coches circulando en miles de calles como lo habitual de las semanas diarias sin descubrir la iniciativa de la fama y por un escaso momento, fantasee con mi chico. No llegue a imaginarme que estaría compartiendo mi vida con Harry y revelar mi privacidad a punto de estar a centímetros de su boca como lo fuimos, y no afectaba si en la cena me repitieran dichos locos: "Kiara concéntrate"; inentendible, nada que chillar contra una nueva artista y en menor ocasión sobre mis conductas extrañas al saborear las chaquetas de patatas que trajo mi abuela ya cocinada desde su casa en Londres. Carol y el profesor William, asimismo lo callaron con risitas mientras me dirigía a mi cuarto. Las cuantas cajas de cartón apelotonadas habitaron toda el área sin relucir el brillo de ese cuadrado y comencé a ordenarlas para no invadir al ventanal que orientaba a un contorno de estrellas amarillentas, combinado con las luces blancas de la ciudad y el reflejo de una sombra lisa dibujando la silueta de mi padre sobre el marco de la puerta.
―Papa... ¿Iremos a pasear por el centro? ―pregunte con un hilo en mi voz.
Mack entreabrió sus labios para responder, pero no alcanzo a hablar por Gisela que lo interrumpió por detrás de sus espaldas:
―Hoy es día de descanso. Recuerda que mañana les enseñara su profesor William y tienes que prepararte para la entrevista a la noche.
Estamos de acuerdo que su temperamento era para enfrentarnos juntas y mi padre continuo en lo suyo sin hacerla enloquecer. ¿Qué le costaba? Acorde a levantarme temprano no es una desventaja, podríamos ir al centro teniendo fama o no. El tema quedo en el olvido cuando unos de mis amigos ocuparon el pasillo con el objetivo de lanzarse a buscarme, aunque lo evite mostrando el coraje de sorprenderlos y relatarles las buenas noticias.
―Estoy muy contenta por ti Kiara, también por lo de tu tío. Recuerdo que mi hermana gemela te admiraba muchísimo―agacho su cabeza sin tapar su cara porque su pelo rubio era recogido en un rodete altísimo.
Olivia Weber, así se llamaba aquella niña que con tan solo once años no pudo batallar ante los relojes. Recuerdo muy bien que un día posterior a su fallecimiento entre las ruinas de sus padres, había encontrado un papel amarillento que me entregaría cuando cumpla mi sueño de cantar en el The X Factor diciendo: "Si tienes las mismas alas que un águila vuela y hazlo".
Freddie le palmeo el hombro con una postura de respeto y añadí en sumo consuelo:
―Esta entrevista será dedicada para ella y para Henry.
A estrella le conmociono mi propuesta con un par de grietas de agua en sus ojos y saque lo mejor para ayudarla sin tensión:
―Además...me siento liberada al decir que pude por fin abrazar al tío Henry. Sentía que necesitaba hacerlo, fue un desahogo y creo que me dices lo mismo con lo de Olivia después de tantos años de no visitarla en el cementerio.
Mi mejor amiga nombra al cementerio como un gran horno caliente que te quema, te hunde y te arrastra, por esa manera me aconseja que la vida es corta para no brindarle amor a los seres queridos y que me sucediera lo mismo con Henry era una culpa innecesaria.
―Lo que importa aquí es la superación de ambos casos―dijo Freddie atascado por sus nudos en la lengua; lo entendía.
―Lo sé―pausa―. Escuche a Henry decir que cuando tu Kiara tuvieras fama no dejes que te supere en todo ¿Sabes a lo que me refiero?
¿Superar? Tal vez. Su dicho no estaba al cien por ciento comprendido por la perspectiva de ello y largue una carcajada honesta.
―Te lo decimos por un bien emocional―me apunto con un dedo Freddie y Estrella mostro su indiferencia en una mueca de resignación.
―Bah, lo se chicos. Quédense tranquilos que no va a pa-sar eso...
Harry intervino a la charla consciente de que mis tartamudeos fueron provocados por su presencia y lo estudie de arriba abajo. Llevaba consigo unos vaqueros negros, una remera blanca y una chaqueta de cuero que lo hacia irresistible. También, en un horario incorrecto tenia su gorro de lana azul marino. Definitivamente, todo le quedaba de diez.
― ¡¡Oh, Harry!! Te favorece muchísimo ese color.
Ese color que observe a la distancia llamaba mi absorto.
― ¿Sí? ¿De veras? Creí que no―respondió tocándose la nuca.
―Te queda bien todo.
No podía estar ocultándolo y menos desperdiciar su parálisis.
―Me alegra oír eso. De hecho, los usas ¿No?
―En días de invierno. No en pleno verano como alguien al frente mío― arrime su pecho con mis puños cerrados y el me freno tomándome de la muñeca. De reojo pude visualizar a mis amigos concentrados en la emocionante situación y en cuanto a mi piel, ella se erizo por el diminuto contacto físico. Inexplicable.
Harry revelo una risita culposa―. A veces eres tan maléfica Kiara.
―Maléfica es peor.
Desde el otro lado del departamento se oyó a la mama de Estrella tratando de invocar a su hija en un tono agridulce y nos encargamos de despedirla.
―Lamento irme. Recuerda lo que te hemos dicho. Te quiero―murmuro muy cerca de mis oídos.
Lo apresuración de Estrella superaba a los limites
―¡¡Yo más!!―le contesto―. ¡¡Hasta mañana chicos!!
Un rato mas tarde...
―ES LA VERDADERA BELLEZA ¿NO CREES? ―; La torre Eiffel se nos lanzaba con el más mínimo parpadeo que incluía a todas esas iluminaciones de la ciudad. Las calles tanto angostas como pequeñas se resumían en multitudes de hormigas humanas que en sus movimientos lentos parecían faroles y los coches lo hacían aún más radiantes; cuando uno de estos aceleraba el motor, sus huellas se convertían en nubes inestables y los sonidos furores de Paris crecían poniéndonos a prueba desde allí arriba. Éramos espectadores de un caos corriente dentro de un balcón oculto. Ese cuadrado solía ser un escape aventurero para una humanidad emblemática; elogiabas con averiguación al mundo siendo importante y nadie lo descubría estando escondida golpeándote en el rostro la brisa descarada.
― ¿Asique...mañana tienes una entrevista? ―me consulto sacándome de foco.
El también apoyo sus brazos sobre el barandal consiguiendo que intercambiáramos miradas. Unas eternas que se desviaron en nuestros labios y al demostrarme semejante referencia le sonreí a mis pies. Nunca se atrevió a tanto juego de por medio y risueña lo empuje con mi codo tomando medidas:
― ¿Como te enteraste?
Harry acudió sacudiendo mi cabello―; Michael.
― ¡¡Lo sabía!! No se le escapa nada.
A centímetros, acomodo uno de mis tantos mechones que distraía a mi vista. Los coloco detrás de mis orejas pacientemente, como si los relojes se pausaran. Como si el ambiente fuera reservado para los dos.
―Me llama la atención como logras tener, aunque sea un poquito de tiempo para todo en general.
Rei a causa de que se separó de mi con suma precaución y quede sumergida en un escenario totalmente ficticio.
― ¿No te pones nerviosa ante todas las situaciones que tienes que enfrentar por la fama? ―; no me lo venia venir esa pregunta, es que nunca lo he detectado. Siempre estaba conforme en todas las situaciones en las que atravieso.; las quejas no existían.
―Ya es costumbre―encogí mis hombros―. No creo que me cansé de esta vida, es la que elegí.
―Debes tener precaución y debes cuidar a tus amigos, porque ellos te cuidan muchísimo―levanto su dedo índice.
―PERO A VECES PUEDO CUIDARME SOLA ¿NO?
No agrego nada solo lo justo para hacerme saber que le importaba y también, para pegar la vista en el emblemático monumento que podría resaltarse dentro de todos los rincones de Paris. Era tan hermoso su perfil y mucho mas cuando el poco viento se estrellaba contra sus rulos. Es una apreciación maravillosa que te envolvía fácilmente sin dudarlo.
― ¿Te puedo apodar como Kiki? ―relamió sus labios con el detalle más secreto que sostenía. El detalle de llamarme de un modo de anhelar que lo hiciera y así fue la creación del apodo más acaramelado que obtuve. Sin duda alguna, aquello me había causado un gran impacto. Tener que sostenerme del barandal de hierro era la opción que quedaba para resurgir a mi pensar.
―Suena muy dulce, por cierto, jamás lo había pensado―; Indague por la zona de abajo hacia arriba logrando la perfección entre sí. No es que simplemente examinando lo material lo formaría, sino que los contrastes eran tentadores y las luciérnagas destellaban en el borde de la cima para despegar en su vuelo.
―No estoy seguro―; sus mejillas se sonrosaron de inmediato, ni llego a mirarme por ese motivo―; Bueno, me marchare. Hasta mañana Kiki.
¿Tan pronto? Es que no quiero que te vayas, reflexione.
―Hasta mañana―lo despedí con una mano mientras el se marchaba con lentitud, con esos ánimos de volverse a mí.
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