➺ Prólogo: Un recuerdo nostálgico y dulce.
Respiró hondo, escuchando las voces a lo lejos, realmente no podía distinguirlas, se sentía un poco desorientado, pero solo hacía falta mirar a los lados para darse cuenta de los hechos, él estaba justo en el lugar donde quería estar.
Estaba en el lugar con olor a sudor, con olor a desesperación, un lugar donde se escuchaban las barras animar y los nervios predominar.
Oikawa se levantó y respiró hondo, inhaló aire frío y lo expulsó caliente, sentía su garganta seca, y sus pulmones no paraban de moverse con rapidez.
—Ten —le tendió Hanamaki una botella de agua fría, que no dudó en arrebatársela de sus manos.
Miró de reojo, y como de costumbre ella ya no estaba ahí, había dejado de estarlo hace mucho tiempo, y eso le generaba un malestar durante el partido.
Aún cuando el partido se reanudó, sentía un vacío, porque él no dejaba de mirar a la barra de Seijoh, no dejaba de mirar al lugar donde ella debería de estar, había desaparecido.
Solo era un sentimiento agrio al que refutaba en su mente que debería de haberse acostumbrado, después de todo ya ni recordaba tan nítidamente la imagen de ella ahí como hacía unos años.
Él debió de haberse acostumbrado a su súbita y silenciosa ausencia, pero no tenía sentimientos malos con respecto a su relación con Harumi, de hecho, solo dejó serlo, dejó que su lazo se deslizara como arena entre los dedos.
Se desplazó y viajó en el aire, el pequeño lazo que aún estaba presente se estiró pero nunca se rompió.
Justo cuando sus manos lo tocaron, la superficie áspera, lo empujó en el aire, tan rápido y elegante con el tacto de sus yemas, con un movimiento de ademán, un tacto efímero.
Y escuchó su voz llamándolo.
Solo lo ignoró por unos instantes, pero Oikawa debió de haber sido tan estúpido como para tan solo dejarlo de lado, porque aún estaba presente.
Una vez que terminó el partido, se abrigó en silencio con la cabeza inclinada y sus ojos pegados al suelo, sin poder mirar a sus compañeros, y tan rápido como el bus terminó de moverse, se levantó y no dudó en salir del lugar, ese ambiente le deprimía.
Oikawa caminó lo más rápido posible, tratando de no encontrarse con alguien y guardó sus manos en los bolsillos de su chaqueta sintiendo con sus dedos el sueva hilo, era una pulsera.
—Pero, ¿Sabes? Sería genial que lo hubiera conservado como un amuleto, ya sabes, siempre creíste en aquellas cosas.
Y ese fue el último pensamiento que tuvo antes de levantar su vista y mirar detenidamente el cielo.
Era un degradado de diferentes tonalidades de rojo, era un arrebol justo como aquellas tardes.
—¡¿Como me veo?! —exclamó el castaño alejándose unos metros del umbral de su casa.
La chica de cabellos cobres solo lo miró por unos determinados segundos antes de reaccionar mal.
Frunció su ceño con un sentimiento de indignación y confusión en su rostro -¿Por qué eres un alien?
Y pudo jurar que le iba a responder a su pregunta, pero ni siquiera tuvo el tiempo correcto como para articular alguna palabra.
—Mejor ni me contestes, creo que ya sé porqué —acto seguido se giró sobre sus talones y comenzó a caminar con la pequeña calabaza vacía balanceándose.
—¡Espérame, Haru-chan! —exclamó el chico algo agitado, y siguió a la chica —¿Estás enojada?
Y ella lo miró de reojo sin ganas de responder a su pregunta, pero no hizo falta de nada más.
—Se supone que íbamos de los cazadores de fantasmas, lo has arruinado, estúpido —una tercera voz hizo acto de presencia y Harumi no tenía que mirar a sus espaldas para darse cuenta que quién era.
—Pero no es nada nuevo, ¿no? Es lo que siempre hace —susurró Harumi moviendo sus pies nuevamente —. De todos modos, —giró su cabeza y miró a Iwaizumi unos minutos, un contacto visual instantáneo, una pequeña sonrisa traviesa apareció entre los labios de la chica —¡El último en llegar a la casa de la señora Izumi es una basura andante!
Y Oikawa debió de prever que esos dos por el fin de los tiempos le llamarían con variantes de basura o perdedor.
—¡Que crueles son, no se vale si me empujan! —pero aunque lo gritara, ya estaban demasiado lejos de él para escucharlo, estaban corriendo a más no poder mientras que él estaba en el suelo.
Oikawa siempre pensó que con el tiempo se olvidarían de ese estúpido apodo, pero ¡que genial! Salieron infinitas variantes de ello y al parecer se divertían a costa de él, no era del todo malo, podía vivir con ello.
Aún podía vivir con ello.
Podía vivir con recuerdos como esos.
Había escuchado hace mucho tiempo que ese tipo de recuerdos atrae a los sentimientos fantasmales del pasado, emociones tristes y melancólicas, pero Oikawa los usaba para subirse el ánimo, le gustaba pensar que aún era un niño de siete años que corría por las calles con sus amigos.
Le gustaba recordar aquellos momentos gratos en que ellos se hablaban, porque ahogaban las grandes ganas que sentía de llorar por una derrota fatal.
No le gustaba mostrarse así, creía que siempre debía de mostrarse bien al mundo, asi que es una forma de apaciguar sus sentimientos, de posponer sus lágrimas en la soledad.
Sonrió de soslayo mirando el cielo de tonalidades rojizas, una mirada que cualquiera diría que denotaba dulzura.
Y es que Oikawa estaba sintiendo un remolino en su interior, pero estaba seguro de algo, y es que cualquier recuerdo que la involucre a ella tenía el mismo sabor, sus recuerdos sobre ella sabían a una mordida de pan de leche.
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[Disclaimer]: Algunos personajes como algunos sucesos que se mencionarán, no son de mi propiedad, son de Haruichi Furudate, sin embargo, otros personajes que interactúan con ellos son de mi creación, así como sus memorias y por supuesto la concepción principal de la historia.
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