
33
A la mañana siguiente, Howie amaneció recostado a mi lado.
Por fortuna no estaba desnudo ni mucho menos no estaba bañado en sudor.
No me imagino lo escandaloso que hubiese sido.
Intenté no moverme, para no alterar el sueño de Howie, sin embargo, él percibió que algo andaba fuera de lugar y terminó por despertarse.
—¿Cómo te sientes?
—Mucho mejor —contesté.
—Me alegra saber eso.
Nos quedamos un rato en silencio, mirando el techo, como si no existiera otra cosa mejor que eso, hasta que Howie por fin se animó a preguntar:
—¿Lo hiciste?
Giró la cabeza y yo hice lo mismo; nuestras miradas se encontraron y en su expresión encontré la calma que le hacía falta a mi existencia.
Howie era la clase de persona que me transmitía paz.
Su presencia me reconfortaba el alma.
—¿Finalmente lo hiciste, Klehr?
—¿Qué cosa?
—Renunciar.
Así que él ya lo sabía.
No sabía si se debía por mi estado anímico o porque igual me iba a pedir que lo hiciera, de todos modos.
La expresión de Howie era total alarma, hacía que pareciera que fuese a gritar en cualquier momento.
Tal vez de alegría o de enojo.
No lo sabía exactamente.
Me froté un par de veces los ojos, conteniendo las lágrimas.
—Sí, lo hice —dije—. Lo hice.
—Gracias, Klehr —murmuró Howie—. Ahora estoy tranquilo.
—¿Por qué lo estarías?
—Me importas mucho. Y cualquier cosa que te pase, también me afectará.
Mi respiración se cortó al instante.
Howie, sin embargo, deslizó por debajo de las sábanas la mano y entrelazó sus dedos con los míos.
Aquel apretón que me dio, fue el impulso suficiente para acercarme más a él.
No había señales de Cooper en ningún lado, de todas maneras, no quería que me viera en aquella situación. Estaba seguro que lo disfrutaría tanto que sería tema de conversación durante todo un mes.
—¿Cómo era trabajar ahí? —inquirió Howie.
Apreté los labios, formulando una buena respuesta.
Sabía que no sería fácil expresar todo el horror que había vivido.
Mi corazón dio un salto y se apretujó en mi pecho. Incluso la tensión, que estaba en su máximo esplendor y se desplazaba en el ambiente, era cada vez más palpable.
—Wayde Connor se hace pasar por una persona, alguien que no es realmente. Pocos son los que conocen su verdadera identidad y saben de la maldad, el odio que lo nutren…
Sacudí la cabeza, eligiendo mejor mis palabras.
—Recuerdo que en aquellos últimos días a mediados del 2010, antes hui de casa, el silencio que la inundaba era terrible. Permanecía encerrado, callado y a la vez pensativo.
Es era cierto.
Que abrumador era abrumador tener tiempo libre y no hacer nada, porque mi mente no dejaba de divagar.
Y eso a mi padre le disgustaba.
—Papá entró a mi habitación casi arrancando la puerta y me sujetó contra la pared. Los gritos de mi madre no tardaron en llegar desde el otro lado.
—¿No hizo nada para ayudarte?
—¿Crees que mi padre lo hubiese permitido?
—No, no creo que lo haya hecho —dijo Howie.
—«Un fracasado como tú no va a logra nada en esta vida», fue lo que dijo mi padre cuando la discusión pasó a los golpes.
—¿Qué fue lo que le respondiste?
—Algo que estoy seguro no te apetece escuchar —contesté.
—¿Qué pasó después?
—Papá me echó de la casa, dijo que me largara y me uniera a los vagos que rondaban por allí.
—¿En serio? ¿Y nadie lo detuvo?
—Lo menos que quería era que mi padre le hiciera daño a mi madre —contesté.
—¿Y luego?
—Las cosas descargables que grité… fue lo que hizo explotar a mi padre. El golpe que recibí me hizo sangrar la nariz. Mi madre nunca pudo intervenir, mucho menos mis hermanos o ellos sufrirían las mismas consecuencias.
—¿Qué pasó con tus hermanos?
—La verdad no te interesa saber eso —repliqué—. Continuando con el tema, no le di mucha importancia, ya que desde hacía mucho tiempo que tenía pensado irme.
Howie aflojó el agarre de nuestras manos; cambió de posición y yo lo imité.
Seguí hablando, esta vez mirándonos directamente.
—¿Se lo dijiste a alguien? —quiso saber Howie.
—Nadie lo sabía, pues luego de reunir el valor de hacerlo, al fin llegó el día. Tomé mis cosas y me dirigí al primer lugar más lejano que se me pudo haber ocurrido.
—Chestown —dijo Howie.
—Fue la primera y única opción. No conocía nada ni a nadie, eso era bueno. Visité sitios que alquilaban habitaciones y encontré una que no fuese muy cara. Sin embargo, poco a poco fui agotando mis ahorros y creí que era momento de trabajar.
—¿No optaste por ninguna plaza?
Negué con la cabeza.
—Nunca llegué a terminar mis estudios. El capricho de mi padre era demasiado, que solo completé algunos años antes de que me obligara a trabajar a temprana edad.
—Lo siento mucho, Klehr —susurró Howie.
Le sonreí de medio lado.
—Tiempo después, conseguí un puesto como ayudante en una bodega. Sin embargo, no fui capaz de permanecer por un par de meses —declaré, sin alterarme por los recuerdos—. En ese lugar parecía que a los nuevos tenían que tratarlos de la peor forma posible, para ver si tenían la cordura y fuerza de quedarse con el empleo, porque exigían demasiado y el pago no justificaba las tareas extras que en ocasiones me asignaban.
Solté un suspiró y seguí hablando.
—Me retiré al poco tiempo y me sentí muy frustrado. Más tarde trabajé limpiando y pintando casas; de hecho me gustaba porque nuestro horario era cómodo, pero la desventaja que encontré fue que a veces tenía que viajar largas distancias y el miedo de sufrir un accidente era constante.
—Ya me imagino lo complicado que ha de haber sido.
—Correcto, porque casi dos años después, renuncié.
—¿Dos años? Vaya, eso es sorprendente.
—Y así fui cambiando de empleo una y otra vez. Trabajé como jardinero, vigilante de una propiedad privada, lo más cercano al éxito que obtuve fue cuando me contrataron temporalmente como mesero en un lujoso restaurante. Pero hasta ese momento, la mala racha siguió haciendo de las suyas.
—¿Cómo es que terminaste… ahí?
—Para lograr distraerme de mis desgracias, acudía a un bar. No era muy popular, pero el ambiente era agradable.
Howie mantenía la frente ceñuda, procesando cada una de mis palabras.
No sabía si la información que le estaba revelando, tenía algún efecto en él.
De cualquier forma, tenía que saberlo.
—La buena música formaba parte del bar, las bebidas que servían eran de otro nivel, nadie se podía perder de una buena plática o bailar en la pequeña pista que estaba en medio del bar.
—Ahí conociste a Cooper —comentó Howie.
—Él trabajaba allí y me aseguró que los pocos que llegaban, lo disfrutaban en grande. Y le creí. Me preguntó de qué lugar provenía y le dije que era mejor no saberlo.
—Claro, los fantasmas no molestan, a menos que tú los hagas enfadar —dijo Howie.
—Cooper me miró, extrañado. Y ya no hizo más preguntas, igual no estaba dispuesto a responderlas.
Me froté los ojos con fuerza.
Tenía rastros de sueño, pero necesitaba desahogarme.
—Empecé a frecuentar el bar y me hice más cercano a Cooper. A veces, cuando nadie se daba cuenta, me servía bebidas gratis. Le preguntaba si no lo regañaban por hacer eso o peor aún, que lo descubrieran y lo despidieran por mi culpa.
—Que valiente fue.
—Así es. Entonces me confesó que su tío era el dueño del bar. Cooper trabajaba y vivía con él, pero últimamente sospechaba que su tía ya no lo quería más en su casa y que sus primos eran muy odiosos. Quería salirse de ahí, pero no quería perder el empleo.
—La peor encrucijada de todas. Me ha pasado alguna vez, pero eso es tema para después. Mejor sigue hablando —sugirió Howie.
—Juntos ideamos la manera y meses después, empacó sus cosas y se instaló en mi apartamento. Ya lo consideraba un gran amigo, por lo que se nos haría más fácil compartir los gastos.
—¿Y aceptó?
—Ni siquiera se lo tuve que preguntar —manifesté.
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