Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

27

El doctor que me atendió no estaba para nada feo.

Se llamaba Belson McQuiston, no me dijo su edad, pero supuse que tenía alrededor de cuarenta años y parecía un buen tipo; vestía un traje azulado con bastante elegancia y su cabello marrón resaltaba al momento de verlo de pies a cabeza.

Hasta podía decir que le tenía cierta envidia, porque ¿cómo lograba ese aspecto tan bien conservado?

Estaba interesado en preguntarle, pero no me atreví.

Su piel tersa, su rostro y sus ojos oscuros permanecían siempre atentos y serenos, el resto de su complexión no era del todo intimidante.

Incluso sus leves gestos y movimientos que realizaba al hablar estaban tan bien coordinados, que a su lado yo parecía, perdido, torpe y lento.

A comparación de él, me sentía fatal y destruido por completo.

Aun así, el doctor McQuiston inspiraba cierto aire de confianza.

Hasta que decidió preguntar acerca de mi historial clínico y mis anteriores diagnósticos.

—Lo siento, eso… no lo recuerdo —contesté.

Era una total mentira.

Porque si le dijera lo que sabía, ¿qué pensaría que era yo? ¿Una persona sin conciencia? ¿Alguien sin humanidad? ?O un ser sin empatía por sí mismo y los demás?

¿Una aberración, tal vez?

Eso era muy probable, entonces preferí mantenerme reservado, era lo mejor, por el momento.

Ya bastante daño había causado y quizá ese era el castigo que me merecía.

—¿Cuándo fue la última vez que tuvo asistencia médica? —preguntó.

—Tampoco lo recuerdo.

El doctor me miró con duda, imaginé que no creía en mis palabra, pero finalmente siguió anotando con paciencia cada una de mis declaraciones.

Luego de eso, declaró que era necesario realizar una exploración física.

—¿Por qué? —le cuestioné.

—Normalmente una enfermedad respiratoria presenta síntomas como fiebre, tos y dolor de garganta, algo que ya ha vivido, ¿verdad? —preguntó.

Asentí.

—Y no solo eso —prosiguió el doctor—, algunos pacientes también presentan síntomas muy habituales como secreción nasal, dolores corporales y lo más común, dolores constantes de cabeza.

—Es justo lo que me pasó ayer —afirmé.

—¿Tuvo diarrea o vómitos anteriormente?

Hice un gesto negativo con la cabeza.

—Eso sucede en casos aislados —comentó el doctor—, pero suele durar pocos días, depende del tratamiento que se asigne —concluyó.

—¿Es normal tener escalofríos, cansancio o sudar demasiado por las noches?

El doctor meditó durante unos segundos.

—¿Cuál será la causa de eso? —le seguí preguntando.

—Existe un grupo de virus que ataca al organismo, algunos pueden ser estacionales y otras no.

—Entiendo —dije, pero no lo hacía realmente.

Dicho eso, el doctor llevó a cabo el proceso para identificar superficialmente la afección que llevaba tiempo molestando mi diario vivir.

Al menos no me tuve que desnudar completamente.

El examen físico y las pruebas que realizó, no tardaron mucho como lo tenía previsto.

Minutos después, el doctor afirmó que se trataba de una gripe común lo que me estaba afectando, por lo que le agradecí su asistencia.

También me hizo algunas recomendaciones y tras despedirme de él, prometiendo que regresaría por cualquier otro malestar que se hiciera presente en el transcurso de los días, abandoné el consultorio acompañado de Howie y la receta médica.

Avanzamos a paso lento hacia el estacionamiento del hospital, donde varias personas entraban y salían de manera despreocupada.

Y por supuesto, nada interesante estaba ocurriendo en ese momento.

Solo el ruido del embotellamiento en las calles alteraba mis sentidos.

—¿Qué tal estuvo? —interrogó Howie.

Tras subirme a su auto, bajé la ventanilla para sentir el aire golpear ligeramente mi rostro para recuperar la tranquilidad.

—Bien, bastante bien —contesté.

Howie encendió el motor de su auto y salió del estacionamiento sin ningún inconveniente.

—¿Qué haremos ahora? Es muy temprano todavía.

—Tengo que guardar reposo —declaré, mientras me acomodaba en el asiento.

El movimiento del vehículo al avanzar relajó mis músculos, algo que ansiaba con desesperación.

Guardé mi celular en la guantera, junto a la receta y ya con las manos libre, froté mis ojos para quitar el sueño y el cansancio.

—¿Estás bien, Klehr?

—Sí, estoy bien —respondí, con los ojos cerrados.

—A mí me parece que no —repuso Howie.

Me puse derecho desde mi asiento y lo observé.

—Eso no es cierto —farfullé.

No sabía cómo explicar lo que estaba sintiendo en ese momento.

En parte se debía al alivio, sabiendo que ya me encontraba fuera de peligro y que el tratamiento ayudaría a sentirme mejor. Sin embargo, también podía experimentar cierto temor y duda por lo que Howie estaba generando en mí.

¿Estaba siendo él amable conmigo y yo solo estoy confundiendo las cosas?

Tal vez así sea, aunque no podía asegurarlo.

Era una profunda decepción la que se aferraba a mí en aquel preciso instante.

—A ti te sucede algo —aseguró Howie, al notar el repentino cambio de mi semblante—. No tengo la menor idea de lo que sea, pero debe ser algo importante.

¿Cómo pudo haber sido capaz de notarlo?

Me pregunté desde cuándo Howie notaba que yo era inexpresivo en cuanto a las emociones, tal vez  porque no se marcaban con facilidad en mi rostro o en la forma que hablaba.

Nunca consideré eso un problema, porque no lo podía controlar.

O al menos reflejar.

—Es algo irrelevante —mentí.

—No es necesario que me lo cuentes, ¿sabes? —agregó Howie, sin mírame—. Lo único que me gustaría es que estuvieras más relajado.

—¿Y por qué no lo estaría?

Howie encogió los hombros.

—No tienes suficiente concentración —giró la cabeza al hablar y pude notar que su mirada estaba llena de preocupación—. Se nota en tu rostro inexpresivo. Solo asientes y respondes de manera automática, pero en realidad pareciera que no entendieras nada de lo que te están diciendo, ¿no es así?

—Sí, puede que sea eso —contesté, sin tratar de mantenerme pensativo—. O también pude que esté cansado.

—No es verdad —objetó Howie. Estreché los ojos para verlo con mayor atención y me percaté que parecía mayor, como un hombre de piel arrugada, su espalda estaba ligeramente encorvada pero eso no era un impedimento para que se viera seguro de sí mismo—. Te siento inquieto y angustiado.

Aparté la vista y sonriendo de medio lado, me centré en los edificios, pero mis ojos vidriosos hacían un esfuerzo en poder proporcionar una vista adecuada.

—No sabes nada —dije y me arrepentí al instante.

El aire revolvió mi cabello y con un gesto vago y ausente, aparté los mechones que se adherían a los lados de mi frente.

Aunque no ignoraba que el pecho empezaba a dolerme.

¿Por qué tenía que elegir las palabras menos adecuadas en un momento tan oportuno como este?

Tenía el don de estropearlo todo, incluso la sensación de rechazo que sentía por mí mismo era desagradable.

—¿Es el lugar… o soy yo, el que te incomoda? Dímelo, Klehr —murmuró Howie, se notaba la derrota en su voz ligeramente apagada—. Porque podríamos ir a otra parte, donde puedas estar tranquilo y menos afligido.

—A casa, llévame a casa —susurré, volviendo a cerrar los ojos.

No pretendía seguir viendo su expresión llena de renuente interés y preocupación.

—De acuerdo.

Howie no me volvió a dirigir la palabra.

Y me odié por eso.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro