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26

Howie me llevó en auto.

El viaje al consultorio el doctor no quedaba lejos.

Cooper, desde luego, me dio la dirección y Howie se encargó de buscar la ruta menos transitada ese día por lo que pronto ya estábamos arribando a la clínica.

No nos llevó mucho tiempo, antes de que dieran las diez de la mañana, ya estaba en la pequeña sala de espera, rodeado de pocos pacientes que tenían cita para ese día.

—¿Qué tal te sientes? —quiso saber Howie.

—Mejor, las pastillas han ayudado —contesté.

Howie me sonrió.

—Me alegro.

Dentro de la clínica no había tanto ruido, sin embargo, me sentía inquieto.

No me gustaba la idea de haber venido, aun así, tenía que hacerlo.

—¿Le dijiste a alguien más lo ocurrido? —cuestionó Howie.

—De hecho…. No.

—¿Ni a tus padres?

—Ellos no merecen saberlo —dije.

—¿Por qué?

—Hace años que perdieron cualquier jurisdicción sobre mí —contesté.

Por fortuna, Howie ya no siguió haciendo más preguntas.

El murmullo de las otras personas me generaba inquietud.

La mezcla de medicamentos y productos de limpieza tampoco ayudaba a mantenerme calmado.

Faltaba casi una hora para que pudiera ingresar y que el doctor me hiciera la revisión y me diera el diagnóstico, sin embargo, ya estaba perdiendo parte de la poca paciencia que me quedaba.

Divagando en el pozo de mis pensamientos, me dije que debía admitir que mi corazón estaba divido.

Además, no podía negar que estaba hundido en la miseria.

Y sufrir luchas internas constantemente no mejoraba mi situación.

Forzaba mis sentidos al límite, algo que resultaba un completo caos.

Era evidente que todos lo sabían, aunque nadie ha intervenido, hasta el momento.

Eso y entre otras cosas, era lo menos que quería de los demás.

No obstante, también necesitaba cambios urgentes en mi vida y muchas personas fuera de ella.

—¿Dónde viven ahora tus padres? —preguntó Howie de pronto.

—¿En serio te interesa saber eso?

—Pues no…

—Lo suponía.

—… bueno sí. Son tus padres, después de todo, ¿no crees?

Respiré hondo y apreté los labios.

—La verdadera pregunta aquí es: ¿por qué estamos hablando de esto? —le espeté—. ¿Y justamente en este sitio?

—Lo siento, no creí que eso te resultaría poco sensible o irritante de mi parte. 

—No es eso —repuse, mi voz no sonaba duro, mucho menos cortante—, de hecho, es raro que me preguntes algo así. Jamás he conocido a alguien que le interese saber de mi vida.

—Esa es la idea, deshacerte de lo malo y reemplazarlo por algo bueno —contestó Howie.

Tal vez tenía razón.

Hice un recuento y caí en cuenta que mi locura y desesperación habían llegado a tal punto que durante un tiempo dejaba la puerta abierta durante las noches y deseaba que alguien, a quien más extrañaba, llegara y reconfortara mi alma.

Pero, eso nunca sucedía y las largas horas nocturnas se volvían un completo martirio.

Ese horror había terminado.

Eso era seguro.

Sin embargo, no estaba preparado para enfrentar otro: letal que el anterior.

—Cuando necesites ayuda, intentaré estar para ti —declaró Howie.

—¿Cómo puedes decir eso? Apenas si nos conocemos —le dije—. Y ni siquiera entiendo por qué estás aquí, en un lugar al que probablemente menos te esperabas.

—Porque adonde tú estás, yo quiero estar.

Antiguos versos de resignación se apoderaron de mis oídos y me recordaban a una vida pasada, una donde todo era prefecto.

Cómo deseaba que todo volviera a ser como antes.

—¿Estás seguro, Howie? —inquirí.

—Totalmente.

Ya no quise seguir con la conversación, así que opté por fingir revisar mi celular, pero en realidad no dejaba de pensar en lo ocurrido.

No entendía muy bien por qué estaba convencido de que eso sería así.

Howie era un buen sujeto, empezaba a confirmarlo con esos pequeños gestos y detalles que muchas veces pasaban inadvertidos para alguien como yo. 

Sin pensarlo demasiado, deseé que no se arrepintiera de su decisión.

Me sentiría culpable si el asunto no acabaría nada bien para él… o para cualquiera que se viera involucrado conmigo, el chico de la mente rota.

Quizá en algún punto he llegado a ser frio, prepotente y egocéntrico.

Que alguien me escuchara decir eso en público probablemente significaría ser la burla.

Eso era seguro.

Sin embargo, lo cierto es que la conexión que lograba compartir con alguien, de algún modo se esfumaba de manera imprevista.

Por más que lo evitaba, nada podía remediar eso.

Hasta ese momento, el cariño desinteresado que llegaba a sentir era escaso, casi invisible.

No recordaba cuándo había sido la última vez que había hablado de algo que fuera de gran importancia, algo que no involucrara mi empleo o personas nada importantes con las que había tenido enredo o hecho cosas…  nada decentes.

Por esas razones y muchas más, prefería estar distanciado.

Nadie parecía notarlo, desde luego.

Mientras me esforzaba en verme normal y agradarle a los demás, buscaba motivos para seguir adelante.

Además, no estaba seguro si mis limitadas habilidades para mantener una conversación equilibrada y armoniosa eran un punto a mi favor.

Odiaba socializar.

Pero eso no podía notarlo en Howie, quien a pesar de su edad, era muy amigable y respetuoso, incluso la idea de un futuro próximo invadido por la soledad y la desesperación no parecía desalentarlo en absoluto.

Quizá él sabía que merecía algo mejor que eso.

Aquella sensibilidad y honestidad que lo diferencia de los otros hombres, era latente y me resultaba cautivador.

Me propuse a mejorar esos aspectos, no lo hacía para tratar de encajar, sino más bien para ser más amistoso y al mismo tiempo ser menos indiferente.

Esperaba que eso funcionara, aunque fuera solo un poco.

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