—Me da gusto volverte a ver, Klehr —afirmó Howie.

Él consiguió atraer mi atención, haciendo un ademán con las manos para saludarme en el interior de su auto rojo.

No llegué a saber si Cooper atendió la llamada, porque en cuestión de segundos se cortó mi respiración.

—¿Qué haces aquí? —demandé saber.

—Me estabas esperando, ¿no?

Negué con la cabeza, aturdido.

—Ay, qué lástima —Howie soltó un resoplido—. De todas formas, ya que estoy aquí, me preguntaba si estabas disponible, ya sabes, para dar una vuelta.

—Será solo en tus sueños, tal vez.

—¿Siempre eres así de testarudo?

—No te pases de inteligente, porque no vas a ganar esta vez.

—Anímate, ¿quieres?

Me crucé de brazos.

—¿Cómo sabías que era yo? —repuse de manera cortante.

—Eres el único en toda esta calle que trae su celular en la mano y tu perfil marca que estás a cero metros de distancia —contestó Howie, sin rastro de preocupación en su voz—. Y además, la otra noche nunca dijiste algo acerca de no crear un perfil falso y pedirte una nueva cita.

—¡Porque era irrelevante mencionarlo a la primera! —declaré, aunque mi voz titubeaba debido a la impresión que seguía generando en mí.

—Oh, cierto.

—¿Por qué no mejor te vas? —le pedí.
Creí que Howie accedería, era evidente la decepción que se marcaba en su mirada, pero en lugar de hacerme caso, simplemente abrió la puerta de su auto y me invitó a entrar, como aquella noche.

Deduje que él era el tipo de hombres que se encaprichaban en algo que se volvía para ellos como un reto.

Sin embargo, yo no era un reto.

Mucho menos un premio al final del partido.
—Súbete, Klehr.

Pude identificar de inmediato la firmeza y seguridad en sus palabras. El entusiasmo y la determinación eran notorios en sus gestos.

Incluso aquel destello audaz que emitía, por más inevitable que fuera, era contagioso.  

—Estás bien menso si crees que lo voy a hacer.
Pero sí que lo deseaba.

Howie apagó el motor de su vehículo y después de unos segundos, ya estaba delante de mí.

La perfecta combinación de prendas casuales que usaba no me permitían respirar con normalidad. Usaba unos jean oscuros, una polo morada, botines de cuero y una chaqueta de cremallera hacía juego con todo.

Su cabello  peinado de un solo lado, el corte fino y bien cuidado de su barba, esos labios suaves y su mirada… esa mirada atractiva me sedujo de una forma tan inesperada.

Howie parpadeó, dejando entrever sus ojos como el color del profundo mar.

Nunca había imaginado que un hombre como él llegara a fascinarme de ese modo.

Lucía increíble en esa apariencia, no podía mantener otro concepto más completo que ese.

—¿Qué sucede? ¿Acaso me veo mal? —preguntó Howie, mirándose a sí mismo.

—No, no, es que te ves perfecto.

—Gracias.

—Tu estilo vanguardista resalta tu supuesta masculinidad —bromeé, evitando reírme.

—No podría decir lo mismo de ti —replicó Howie, mientras me miraba ceñudo.

Se acercó otro poco a mí.

Tuve que retroceder varios pasos por puro instinto.

—Tranquilo, no te haré daño —afirmó Howie.

¿Qué pensó que era yo, al hablarme de esa manera? ¿Acaso imaginó que era su mascota? ¿O una especie de animal exótico?

¡Qué tontería!

Lo aparté de un empujón y emprendí la marcha hacia el apartamento, horrorizado.