10
Abrí los ojos de pronto y la oscuridad me devolvió la mirada.
En ocasiones me costaba conciliar el sueño.
Esta noche no era la excepción, porque cada vez que Nerea se iba, me quedaba llorando hasta quedarme dormido.
Y hoy lloré tanto que la cabeza y los ojos me empezaron a dolor una intensidad feroz, no tuve otra alternativa que tomarme varias pastillas y descansar, lo suficiente para no volver a sentirme mal.
Nerea…
Seguir teniendo una comunicación con ella era muy mal visto, no solo por mí, sino también por Cooper y Tori, aunque ellos no sabían que le pedía de manera frecuente ciertos encuentros casuales.
Accedía con mucha facilidad.
Sabía que la culpa era mía, aunque no podía dejar de insistir en algo que no tenía solución, sobre todo si se trataba de ella.
La seguía amando; sus besos, sus caricias, su cuerpo… todo de ella me enloquecía y no podía olvidar ese amor que le tenía.
Necesitaba ayuda, pero tenía miedo de hallarla en el lugar incorrecto.
—Tienes que tener otras prioridades —me había dicho Tori una vez—. ¿Has pensado en seguir cursos o algo así? Eso te sería de ayuda.
—No soy intelectual ni poseo talento en algo, por simple que sea —contesté.
—Por esa razón existen talleres que te pueden beneficiar.
—Mejor paso, estoy bien así —repuse, casi al margen de la angustia y remordimiento interno dentro de mí—. Además, soy bien torpe.
—No es cierto, porque todos somos buenos en algo —reconoció Tori—. ¿Qué es lo que más te gusta hacer?
—¿Dormir cuenta?
Tori rodó los ojos, aburrida.
—No, Klehr. Tiene que ser alguna actividad que te haga sentir feliz y puedas obtener algo a partir de eso.
—¿Te refieres al dinero?
—Correcto.
Medité unos segundos.
¿En qué podía llegar a ser hábil?
No era muy bueno hablando, pero me podía expresar lo mejor que podía gracias a que Cooper y Tori me estuvieron orientando desde que me mudé. Tampoco podía escribir correctamente, sin embargo, me las arreglaba para que alguien me pudiera entender, incluso con las faltas ortográficas.
No me gustaba bailar, porque daba pena cuando me movía y dar clases de baile o danza era un caso perdido.
¿Y qué tal ser un conductor?
No, gracias.
Quería evitar tanto como podía los accidentes y no me agradaba la idea de conducir largas distancias y que algo me pasara en el camino.
Sin embargo… me atrevía a decir que sabía, por lejos, manejar aparatos como las computadoras y equipos de audio, pero hasta el momento no me interesaba aprender algo acerca de la tecnología porque nunca supe cómo hacerlo.
Aunque… sí llegué a imaginar que algún día lo haría, sin importar las dificultades.
Todos me decían que eso me ayudaría en muchos ámbitos, esperaba que fuera cierto.
Pasaba el tiempo y seguía sin encontrar algún otro trabajo formal.
La mayoría requería de mucha preparación, años de experiencia y sobre todo, paciencia.
Y eso era lo menos que yo tenía.
Volviendo aquella noche, la habitación ahora estaba silenciosa, solo era persistente la suave respiración de Cooper, que dormitaba a unos metros de distancia, para olvidar lo que sucedido, quise meditar en otras cosas importantes, pero no tuve suerte.
Hoy fue un día horrible.
Mis sagradas horas de sueño eran atormentadas por el paseo aburrido con Cooper al Centro Comercial, la visita fallida de Nerea…. eso y también el resto de mis pensamientos no se esclarecían por la conversación reciente que había tenido con Wayde.
Me preguntó si vendría a verlo o no, como un buen padre sustituto comentó que se sentía pesada mi ausencia y por si fuera poco, le preocupaba que yo tuviera conflictos personales que no pudiera resolverlos solos.
No le creí nada, pues sabía que él estaba mintiendo, lo que trataba de hacer era que yo me sintiera miserable por dentro y me arrastrara para pedirle disculpas por algo que relativamente no tenía importancia.
A menudo yo mismo me autorizaba poder gozar varios días de vacaciones, algo que a él siempre le resultaba molesto e incorrecto.
Por eso mismo le prometí que lo visitaría, pero no le dije cuándo, precisamente.
Al escuchar eso, Wayde fingió alegrarse.
Y eso significaba una sola cosa: estaba metido en serios problemas.
Cambié de posición, ignorando esos pensamientos y logrando que mi cuerpo sintiera un alivio.
No obstante, seguía inquieto.
Mi cama estaba alineada en una de las ventanas que dejaba entrever las luces del exterior, no tenía cortinas porque su posición no permitía la entrada directa de los rayos del sol por las mañanas, además, era ideal para una vista del cielo nocturno, a pesar de las sombras que se derramaban por las paredes.
Toda la ciudad dormía, excepto yo.
Inquieto, me hice a un lado de la cama y me pregunté cuál sería la manera adecuada para dejar de pensar tanto.
A tientas busqué mi celular y miré la hora.
Pasaba más de la medianoche.
Era la hora adecuada para hacer cosas divertidas, motivado entré a ver los mensajes que tenía en la aplicación de citas, con la esperanza de encontrar una que otra invitación.
Tenía varios, desde luego, pero al revisar los perfiles, tuve la sensación de que las ofertas ya habían caducado.
Revisando el resto de los perfiles que me habían enviado mensajes, entré por curiosidad al de Howie.
Por fortuna no me había escrito, pues con los que yo tenía cierto contacto normalmente ignorarían eso y terminaban por escribir aunque fuese un saludo corto.
Solo a algunos sí los volvía a contactar, al resto los ignoraba, por supuesto.
Howie había decidido cambiar su nombre por el real y había quitado sus fotos falsas que había publicado y modificó la descripción de su muro, el cual estaba casi vació de información.
Según lo que pude observar, estuvo conectado hacía unos quince minutos.
Y lo más extraño era que su ubicación reciente… era de apenas diez metros de distancia.
Sentí un escalofrío que empezó a recorrer todo mi cuerpo, además, mis manos estaban temblando, apenas si podía sostener el celular por la impresión. ¿Acaso él estuvo rondando cerca donde vivía? ¿Por qué haría algo así? ¿Me estaba fastidiando?
Sacudí la cabeza, demasiado pensativo.
Vaya tipo más raro con el que me había topado.
Dejé a un lado el celular y traté nuevamente en dormir, pero había un detalle.
Era Howie el otro el que estaba clavado en mis pensamientos.
Y en los próximos días, no sabía si debía hablar primero con Wayde o con Howie.
De cualquier manera, no quedaría tranquilo hasta tener que volverlos a ver y aclarar las cosas con uno de ellos.
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