
03
—Perdón —fue lo primero que logré decir—. Creo que hubo un malentendido.
Volvía a sentir la irritación en mi garganta al hablar, pero traté lo mejor que pude disimulando el nerviosismo y la exasperación combinadas.
Deduje que el porcentaje del peligro inminente era elevado.
—Yo…. no… —movías las manos con ineptitud, incluso mis piernas reaccionaban muy lentas a comparación de la adrenalina que se desplazaba directo hasta mis extremidades y llegar a mi corazón.
Mis reflejos parecían estar de vacaciones en ese instante.
Tenía la intención de salir lo más tranquilo y respetuoso como me fuese posible, pero mi cuerpo seguía sin reaccionar.
—Me he equivocado, estaba…
Quise levantarme, pero mi sentido de voluntad no era suficiente para lograrlo.
—… esperando a una mujer.
Estaba clavado en mi asiento como una roca, tenía las manos y las piernas entumecidas, mi cara no se quedaba atrás, pues estaba seguro que tenía la clara expresión de temor impregnada en cada centímetro de piel.
—Tú no pareces ser una mujer —repetí, conteniendo la risa con desacierto.
Previo a sujetar el seguro de la puerta, el hombre por fin habló.
—Vaya, que observador —murmuró—. Pues déjame decirte que tú pareces más feo en persona.
Esa fue, de pronto, una verdadera razón de no volver a mandar una foto mía a ninguna app de citas o encuentros casuales.
—¡Oh, que grosero! —le espeté.
El desconocido parecía no demostrar culpa o remordimiento por lo que acababa de decir.
—Espera —dijo con una calma engañosa—, no te asustes.
¿En serio acaba de hacer ese comentario tan absurdo?
¿Qué clase de broma era esta?, en verdad no tenía nada de gracia.
—¿Asustarme? ¿Por qué no tendría que hacerlo?
—¿Nunca te ha pasado?
—¿Y tú qué crees?
—Los engaños bien disfrazados son los que más genera placer a la gente, ¿no te parece?
—Esto es ridículo —grazné—. Me tengo que ir —repuse, sintiendo un leve escalofrío.
—No te vayas —suplicó—. Todavía, claro.
Lo miré de arriba abajo, tratando de encontrar sentido a esto.
—No traerás algún arma contigo, ¿cierto? —quise saber, cauteloso—. Una muerte pronosticada es más fácil de digerir —le dije en tono filosófico.
El hombre me miró con expresión aburrida.
No tenía la menor idea de quién era ese tipo.
Únicamente tenía en cuenta que en los pocos años que llevo de mi existencia en este mundo, había visto muchas cosas maravillosas y hermosas, también había vivido situaciones terribles y dolorosas.
Sin embargo, nada se comparaba con esto.
Hubo un martilleo rítmico en el interior de mi cabeza y a pesar de ese malestar casi imperceptible que se fue borrando luego de unos segundos, debía reconocer que él se venía bastante bien.
No solía admitir públicamente lo atractivos que me resultaban ciertas personas, sin embargo, él en particular me daba la sensación de ser alguien con el que no me gustaría tener algún conflicto.
Su rostro no reflejaba molestia o descontento, mucho menos furia o descontrol.
—¿Qué me harás? —quise saber, aunque en realidad lo que quería era distraerlo con preguntas rebuscadas mientras buscaba la manera de cómo librarme de él—. No pretendes hacerme daño, ¿o sí?
—¿Acaso eres tonto? —inquirió.
—Gracias por notarlo, en mi casa y en la escuela se esmeraron demasiado en repetírmelo constantemente —dije de forma irónica.
—Lo siento, no pretendía ser grosero.
—Pues yo sí —mascullé.
—Ya, lo siento —repitió el sujeto.
Me estaba impacientando por esta conversación, pues no iba a ningún punto y parecíamos dos niños haciendo berrinche por algo que era completamente insignificante.
Tenía ganas de darme a mí mismo una cachetada y salir corriendo como un completo desquiciado.
—No, yo lo siento —puntualicé, pero no era verdad—. Sea lo que fuere que yo te haya hecho, te pido mil disculpas —seguí diciendo, tratando de hacerme la víctima. No tenía otra opción más que esa.
Era un momento decisivo, si no hacía algo al respecto, no habría buenos resultados.
Todo dependía de las palabras adecuadas que tenía que emitir.
—¿Por qué pedirme disculpas?
—Ejem… no lo sé —comenté, haciendo un gesto vago con la mirada—. Tal vez por haberme acostado con tu mujer, ¿quién sabe? ¿O fue tu novia?
El hombre por fin relajó moderadamente la expresión y dejó asomar una sonrisa curiosa en sus labios.
Sus ojos se ensancharon y mientras me estudiaba en completo silencio, por un momento creí que se abalanzaría sobre mí y me propinaría un puñetazo certero en el rostro.
Pero, afortunadamente, no lo hizo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro