Bebé
Mimi acomodó lo mejor que pudo el ramo de flores que traía entre las manos, intentando que luciera bien y no como si hubiera estado cargándolo por casi dos horas, sin embargo, no logro mucho pues el trayecto al hospital las había marchitado.
Dio un suspiro y se decidió a entrar, a Sora la darían de alta mañana por la mañana y quería que supiera de su apoyo, que se sintiera acompañada. Había sido una temporada muy difícil para su amiga.
Mientras caminaba logró ver una cabellera rubia que se movía en su dirección. Mimi afinó la mirada, y entonces contuvo un grito ahogado con el nombre de la persona que acababa de reconocer sin animarse a hablarle, y fue aún más su recato cuando logro vislumbrar la melena castaña que caminaba detrás. Mimi consideró, que a pesar de que hacia mucho no hablaba con ellos, era mejor evitarlos e ir con Sora.
Yamato entró en la sala y se dejó caer en uno de los tantos asientos que componían el lugar, con aire derrotado. Esto lo estaba superando y realmente no sabía ni cómo, ni porque la vida parecía jugarle en contra.
—Todo va a estar bien —dijo Tai sentándose a su lado pero sin mirarle, de hecho tenía los ojos clavados en el techo y apretaba las manos en puños. Se suponía que estaban ahí para ver a Sora, pero Matt estaba tan deprimido y molesto que Taichi creyó mejor evitar que se vieran.
—Tan bien como puede ir ahora que regresé a Japón y perdí mi semestre —acotó el rubio abatido mientras pasaba su mano derecha por su rostro y cabello.
Un silencio se instaló entre ellos, Yamato tenía ganas de preguntarle tantas cosas a Tai, pero se contenía porque de todas maneras las respuestas solo podrían dañarlo a él y a Taichi.
—Ya te lo dije, para mi es una bendición.... Matt, tendrás un hijo —murmuro después de un rato Tai, sintiendo el escozor en los ojos propios de las lágrimas. Disimuladamente meneo la cabeza para alejar su llanto y se forzó a sonreír antes de decir lo siguiente. —¡Hey! ¿Qué te parece si vamos de compras?
Matt levanto una de sus cejas sin creerse del todo la propuesta de su amigo.
—No me mires así. Estoy casi seguro que no has comprado ropa para el bebé. Dime ¿con que piensas recogerlo mañana temprano? No estarás esperando a que tu suegra haga todo ella sola ¿verdad?
Yamato se ruborizo furiosamente, la verdad ni había pensado en eso hasta ahora. Y debía darle la razón al Yagami, estaba tan ajeno a la situación que cualquiera diría que no le importaba en lo más mínimo. Sin embargo, ver el entusiasmo de Tai le inyectaba cierta emoción por eso...
—Está bien. ¿A dónde vamos?
Taichi sonrió de oreja a oreja, tomo de la mano a Yamato y más feliz que un niño en noche de brujas lo arrastro fuera del hospital.
Al llegar al centro comercial Tai no perdió tiempo en ir directo a las tiendas para bebé. Los colores pastel llenaron de pronto todo el panorama. Anuncios de carriolas, cuneros, biberones entre otros comenzaron a resaltar.
Matt sostuvo entre sus dedos índice y pulgar su nariz, esta situación era completamente ridícula. ¿Qué hacía ahí comprando cosas para bebé junto a Taichi Yagami? Quería dar la vuelta antes de humillarse más de lo estrictamente necesario. "Demasiado tarde" pensó el rubio al escuchar.
—¡Matt mira! —grito Tai todo apasionado cuando encontró un cunero de color amarillo canario que en la parte de arriba lucía un bonito móvil de estrellas en dorado. —¡Es perfecta! No importa si es niño o niña le ira de perlas. ¿Nos la llevamos? —solicitó con entusiasmo colgándose del brazo de su amigo con la mirada suplicante.
Yamato apretó los labios aguantando la risa. Taichi era todo un caso.
—Si están interesados en ese cunero es su día de suerte, tiene un buen descuento —menciono una de las tantas dependientas del lugar sonriendo afablemente a la parejita. —Además, en su compra recibirán una frazada de regalo.
—¡Oh! Matt comprémosla —suplicó tirando de él, hasta que sus ojos se clavaron en otro objeto. —¡Una jirafa! Combina a la perfección. ¿Crees que le gusten las jirafas al bebé? Tal vez deberíamos esperar a ver que lo hace reír para comprarle juguetes.
Matt meneo la cabeza. No lo podía creer, Tai iba de un lado a otro de la tienda mirando todo a su alrededor causándole una risa tierna a la muchacha que los atendía. Era como ver a un niño con varias cargas de azúcar en el sistema. Y la verdad sea dicha, jamás pensó que a Tai le ilusionara tanto la idea de tener un hijo.
"¿Cómo hubiera sido si el niño fuera nuestro?"
—Su esposo está muy entusiasmado. ¿Cuándo le entregan al bebé? —preguntó la empleada sin dejar de observar a Taichi, quien ahora se acercaba a ellos con varios mamelucos de diferentes colores en las manos y hablando hasta por los codos sobre tallas y lo rápido que crecen los niños.
Matt se sobresaltó levemente al escuchar la pregunta, su boca se abrió para negar su relación con el Yagami pero en lugar de eso terminó diciendo.
—Mañana por la tarde.
La dependienta asintió ampliando su sonrisa, Yamato casi pensó que aplaudiría de la emoción.
—Matt.... Yama... mira ¡encontré las tinas de baño! —grito Tai agitando la mano en la que sostenía una esponja en forma de patito. —Ven a ver todo lo que hay...
Yamato sintió en su pecho una punzada de dolor que disimuló. Ya no podía estar soñando con lo que pudo ser, debía concentrarse en el ahora. Con paso calmo llegó hasta donde estaba Taichi solo para ver como abrazaba una toalla lila grabada con peces.
—No estaría mal adquirir el set completo para la hora del baño. —menciono mostrando varios productos, desde jabón, shampoo y un plástico que según le explico el futuro abogado servía para evitar que el niño resbalara. Con cada artículo le daba una breve, o no tan breve, explicación de para que servía, haciendo de vez en cuando mímicas.
Matt sonrió con cariño antes de quitarle las cosas de las manos. —Esta bien, tu ganas —dijo colocando dentro de la pequeña bañera todos los artículos. —Señorita nos llevamos esto y el cunero — dijo a la empleada sin retirar en ningún momento la mirada de los ojos de Tai quien casi daba brinquitos de felicidad.
La mujer con sonrisa resplandeciente tomó el objeto para llevarlo a la caja.
—Creo que es excesivo, pero... bueno no se mucho sobre bebés —comento Matt sintiendo como la felicidad que Tai sentía le era contagiosa, no podía evitar sonreír ante la desbordante dicha de Taichi.
—¿De verdad comprarás todo lo que me gustó? Es decir... yo...
—Hey, si no le gusta al bebé siempre puedo echarte la culpa —bromeó Matt atrapando inconscientemente la mano que rozaba de forma casi imperceptible con la suya.
Taichi negó con la cabeza antes de corresponder el gesto de Matt con un pequeño apretón, vivaz como solo él podía ser, se soltó para correr a recoger sus paquetes.
Con sus compras en las manos y haciendo malabares rumbo al carro Tai no podía negar que estaba más que contento. Era un sol que irradiaba felicidad.
—Lo felicito señor —comentó la empleada al entregarle el ticket de sus compras a Matt. —Tiene un esposo muy lindo, y es admirable el amor que ya demuestra por su hijo.
Matt la miró, se mordió el labio por dentro, si ella supiera... pero tampoco estaba obligado a dar detalles de su vida así que respondió.
—Gracias. Supongo que soy un hombre afortunado.
—Matt... ¡Hey! Matt... date prisa aún tenemos que buscar varias cosas...
Yamato sonrió aún más ampliamente, se estaba mintiendo, él no tenía ningún derecho sobre Yagami, pero le hacía increíblemente feliz pensar que para todos ellos eran PAREJA.
¡ah! Una palabra era la diferencia abismal entre el cielo y el infierno.
Al día siguiente cuando Matt acudió a recoger a Sora, la pelirroja estaba más que sorprendida con el bonito cobertor y el mameluco amarillo pastel que había comprado. Sus ojos casi se llenaron de lágrimas pensando que Yamato había tenido la delicadeza de comprar todo eso para su hijo, el hijo de ambos.
—¿Puedo sujetarlo? —preguntó Matt.
—Claro, eres su padre —respondió ella entregándoselo.
Sora con ayuda de su mamá llego a la recepción en donde los padres de Matt ya comenzaban arreglar el alta de su nuera.
Mimi apenas verla parecer en la recepción se acercó a Sora, esta vez llevaba entre los brazos un hermoso oso de peluche.
—y bien... ¿En dónde está? —cuestiono al no ver nada en los brazos de su amiga.
—Esta con Matt —respondió feliz Sora—Mimi, Matt si quiere a nuestro hijo, él... debiste de haberlo visto... le compro un cobertor hermoso y ropita.... Y...
Sora estaba que no cabía en sí de la emoción. Todo lo que temió se estaba esfumando. Sus miedos más arraigados se desvanecían con la atención que Yamato le prodigaba a su hijo.
Por su parte Mimi frunció de forma disimulada el entrecejo mientras buscaba con la mirada al rubio. No estaba con sus padres y suegra. Se esforzó más en ubicarlo hasta que por fin lo vio. Cerca del vitral que daba vista al jardín del hospital se encontraba el susodicho cargando con cuidado al pequeño bulto que se removía inquieto. Mimi suavizo su gesto por un segundo, luego volvió a endurecerlo pues veía con creciente preocupación como Matt le entregaba el niño a Tai, quien con una sonrisa en los labios lo acunaba con demasiada dulzura.
Matt no podía ocultar su sonrisa radiante, ni la congratulación de ver como el niño sonreía y dejaba de moverse entre los brazos de Tai quien le hacía cariñitos. Lo peor del asunto era ver como la mano de Yamato se había acomodado plácidamente en el costado izquierdo del Yagami, muy cerca de la cadera para dejar de ese modo que su mentón descansara sobre el hombro derecho de su supuesto mejor amigo.
Mimi apretó los labios hasta casi formar una linea recta, ¿era su imaginación o ellos parecían más pareja, y más padres de la criatura de lo que era Sora?
—Mimi... —llamó Sora completamente ausente de lo que su amiga veía.
La mencionada intentó sonreírle lo mejor que podía y entonces, para sorpresa de Mimi, Tai y Matt se acercaron. Tai traía al bebé en brazos y Matt aun no retiraba su mano izquierda, y la verdad sea dicha, eran una pareja encantadora. Una estampa por demás perfecta. Una realidad aplastante era más que evidente.
—Es un bebé precioso. Le decía Matt que se parece mucho a él —menciono Taichi tendiéndole al niño a la madre quien lo recibió sin decir nada.
—Gracias. Sí, es el niño más hermoso del mundo.
Mimi no lo podía creer, ¿acaso su amiga estaba ciega? Sora no podía ser tan tonta como para dejar pasar el hecho de que esos dos eran... bueno siempre lo fueron, de hecho su relación y sentimientos siempre fue algo innegable pero ahora...
—Bueno, debo irme —se disculpó Tai —No sabes la alegría que me da que tú y tu hijo estén sanos. Vendré a verlos en cuanto pueda.
—Gracias por todo Tai —dijo Sora tomando la mano de su amigo, ella sabía, quizás mejor que nadie que fue debido a Taichi que Yamato había aceptado su responsabilidad como padre. Le debía tanto.
—No tienes por qué. Ya sabes, lo que necesites —ofreció elevando su celular para hacerle saber que podía llamarlo a cualquier hora.
—Te veré luego Matt —se despidió recibiendo un fuerte abrazo por parte del rubio.
—¿Te tienes que ir? —cuestiono Matt sin desear soltarlo.
—Sí, lamentablemente sí. Pero descuida, pasado mañana antes de que salga mi vuelo iré a verlos.
Matt lo soltó, pero no retiro su vista de él hasta que lo perdió entre la multitud.
Sora nunca lo diría, pero su corazón fue apuñalado en más de una ocasión en ese día que se suponía debía ser el más feliz de su vida. Después de todo el cobertor que envolvía a su hijo era de un suave color naranja con el estampado de un sol. Una referencia más que evidente de en quien estaba pensando Yamato cuando lo compro. Eran detalles, detalles como ese los que la hacían llorar y lamentarse de su error.
Continuará...
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