Día a día
Dos semanas...
Dos semanas... ese fue el tiempo que Taichi fijó, y si al principio Yamato pensó que dos semanas era mucho tiempo ahora comenzaba aparecerle una eternidad.
Matt dio el quinto suspiro del día mientras iniciaba la tercera hora de clase del lunes...
—Y es lunes... —murmuró aburrido y casi depresivo.
Desde su despedida con Taichi el viernes por la tarde se la había pasado pensando sobre qué asunto estaría ocupando tanto tiempo y dedicación de Yagami. Quizás el examen de un club deportivo... o un problema familiar un tanto bochornoso... o... bueno, Matt se la había pasado pensando razones sin ton ni son, eso sí, cuidándose de no especular ni por asomo que se tratara de un problema de salud.
Taichi era el chico más sano del mundo y por lo tanto esa opción quedaba descartada. Tai estaba bien y a salvo de cualquier riesgo.
Al salir de la escuela pasó por el supermercado, extrañando tener quien le ayudara a llevar el par extra de bolsas que no lograba acomodar. Por la tarde saliendo del club de boxeo no hizo su trote final por el parque, pues solo de pensar en la ausencia de las pisadas de su compañero le quitaron las ganas, quizás por esa semana no iría a correr.
El martes tuvo que renunciar a las últimas dos horas de clase si quería llegar a tiempo a hacer los pagos correspondientes de luz, gas y teléfono. Porque por nada del mundo pensaba quedarse sin esos servicios.
El miércoles acudió a su ensayo individual con la banda, sintiéndose muy solo cuando su vista se posaba en el par extra de audífonos que Tai utilizaba mientras repasaba las materias que más trabajo le costaban.
El jueves se anunció el partido del equipo de soccer, y Matt dedico unos minutos para asomarse a la cancha decepcionándose al ver que sin el capitán apenas si lograban mantener el ritmo del equipo contrario. Por obvias razones perdieron el encuentro.
El viernes Sora insistió en que la acompañara al cine, y se hubiera reusado de no ser porque al saberlo, Mimi, Koushiro y hasta Joe se apuntaron. Llego a eso de las nueve a su casa y al abrir la puerta solo el silencio y la oscuridad lo recibieron.
El fin de semana hizo algo que normalmente no hacía, ponerse a estudiar.
Cuando llegó nuevamente el lunes Yamato sinceramente comenzaba a darse cuenta que compartía gran parte de su vida con Taichi. Sin saber cómo su amigo fue ocupando un lugar cercano, se convirtió en una compañía permanente y eso lo estaba aterrando.
¿Qué pasaría cuando ya no pudieran estar juntos? ¿Cómo lograría sobrevivir el día que sus caminos se separaran? Y entonces le sobrevinieron otro tipo de preguntas... ¿Taichi sentiría lo mismo que él? ¿Pensaría que era alguien importante y necesario? ¿Su compañía le haría tanta falta como a él?
—Quizás no... —murmuró dolido.
Taichi tenía a su familia, a su hermana... personas con las que compartía mucho de su tiempo y que fácilmente ocuparían el hueco que podría dejar si Yamato fuera quien se marchara.
Y tras todos esos pensamientos y añoranzas de tiempos pasados de una manera tonta pensó que ponerse a mirar fotografías le ayudaría a matar el tiempo, siendo que lo único que logró fue corroborar que sin importar cuanto pelearan o que tan grande fuera su discusión inevitablemente se buscaban, eran como dos imanes con carga diferente que se atraen poderosamente.
Las fotos iban desde festivales escolares, su primera salida juntos, su primer concierto, su primera guitarra, su primera pijamada.... La mayor parte, sino es que todas esas primeras veces le pertenecían a Taichi, tanto como las de Tai le pertenecían a él.
—Fui tu primer amigo real, o al menos eso me dijiste. Fui el primero en verte abatido, fui quien te enseño a ceder, quien te hizo demostrar cariño a alguien más que a tu hermana, yo te vi derrumbarte y volverte a levantar, fui el primero en el que confiaste y el primero en tomar tu mano para no dejarte escapar. Soy a quien buscas primero cuando necesitas un hombro en el que llorar. Mi nombre es el primero que grita tu boca cuando requieres ayuda porque sabes que responderé sin importar que tan lejos esté.
Taichi se levantó temprano, como de costumbre se preparó para la escuela, se sentía tan feliz y angustiado, dos sentimientos opuestos que no lograba embonar, pero que eran sin duda una clara muestra de lo que sentía. Quería ver a su mejor amigo y darle una noticia que cambiaría el rumbo de sus vidas esperando desde lo más profundo de su ser que Yamato comprendiera sus razones y lo apoyara.
Bajo las escaleras de dos en dos, montaría su bicicleta para llegar a tiempo al entrenamiento matutino. Lo que sin duda no se espero fue ver a Yamato esperándolo.
Matt al verlo le lanzó un casco, y Taichi sonrió antes de acomodárselo y seguir a Yamato que ya subía a su motoneta.
Tai subió al vehículo sin pronunciar palabra, no hacía falta, en ese momento lo único que importaba era que volvían a ser ellos, volvían a estar completos, volvían a estar juntos.
Tomaron clases con normalidad, saliendo del salón cada cambio de materia para platicar un poco o tomar un refrigerio.
A la hora de la salida realizaron las compras para la despensa de Yamato despidiéndose a eso de las cuatro, muy conscientes de que se encontrarían a las siete y media frente al parque para trotar juntos.
La rutina había regresado, o eso creyó Yamato.
Taichi llegó a casa y Hikari lo miraba inquisidora, con la pregunta bien patente en sus bonitos ojos.
—Aún no se lo he dicho —contesto Tai a la pregunta no formulada en voz alta de su hermanita.
—Pues deberías —acoto ella con tono firme.
—Lo are al rato...
Hikari meneo la cabeza, esperaba que Taichi supiera lo que estaba haciendo.
Taichi salió a eso de las siete, a paso rápido hizo el calentamiento antes de comenzar a trotar, llegando a las 7:30 a la entrada del parque justo para cuando Yamato hacia su aparición en la calle de enfrente. En completo silencio, solo con una sonrisa se adentraron al lugar hombro con hombro.
Sus pasos llevaban buen ritmo y sus respiraciones parecían una copia de la de su compañero, Yamato casi juraría que incluso sus corazones latían a un mismo ritmo.
Por su parte Taichi apenas y podía contener dentro de si todo lo que había estado guardando desde hacía dos semanas. Su hermana tenía razón, era hora de decirle a Matt lo que sucedía.
—Yamato —nombró Tai parando de improviso su carrera, el sudor le perlaba la frente y su respiración agitada hacia su pecho subir y bajar de forma más rápida de lo habitual.
Matt se detuvo unos pasos delante esperando por una explicación y observando de hito en hito a su amigo. El parque a esa hora estaba prácticamente vacío, y las farolas apenas daban la iluminación necesaria haciendo retroceder solo en parte la oscuridad de la noche ya caída.
—Ya sé que es lo que quiero hacer con mi vida —dijo sin previo aviso Taichi.
—Eso es genial —respondió Yamato presintiendo que esa frase ocultaba mucho detrás de sí.
—Voy a estudiar leyes y propondré un reglamento, una ley que proteja... que nos proteja a todos, tanto a Digimons como a humanos. Ya no hay forma de echar para atrás lo que es obvio, la interacción entre ambos mundos debe ser modulada o...
—Terminará en un gran conflicto —concluyó Yamato fascinado con la idea de algún día poder ver al hombre en que se convertiría Taichi Yagami.
Tai asintió con la cabeza. —Pero para eso yo...
—Lo harás bien —apoyó Yamato intentando infundirle confianza, quizás no lo parecía pero Tai siempre dudaba de sí mismo, no mucho, pero si lo suficiente para hacerlo retroceder.
—Debo irme —murmuró Taichi para concluir su oración anterior.
Yamato dio un paso atrás, si creyó que el trote agito su corazón, ahora estaba a punto de sufrir una arritmia, porque lo que acaba de escuchar debió ser obra de su imaginación, pero el ver que el otro no aunaba nada, mató su esperanza de haber escuchado mal.
—¿Cuánto tiempo? —preguntó Matt temblando ligeramente.
—No lo sé...
—¿Estás seguro de lo que harás?
—Sí.
La fría y silenciosa noche los tragó, volviéndolos solo una de sus tantas sombras.
—Hace dos semanas viaje a norte américa para presentar el examen de selección a la Universidad de Yale, que es una de las mejores, mundialmente, en cuanto a leyes. Yo...
—¿Y crees quedarte?
—No lo sé... de lo que si estoy seguro es que si no paso el examen, volveré a intentarlo una y otra vez hasta que lo consiga.
—Entonces está decidido. ¿Así?... ¿sin más?
—Siempre seremos amigos Matty... siempre podrás contar conmigo
—¡Claro! y cuando quiera irme de farra simplemente prenderé la webcam para que bebamos juntos ¿no? ¿Es así de simple? —dramatizo Yamato poniendo énfasis en sus palabras.
—Nada es simple... no lo entiendes, no es tan fácil para mí solo decir: me voy...
—Pues a mí me parece que sí —acoto Yamato con la mirada filosa.
—Eso es porque eres un imbécil.
—¿Qué dijiste?
—Lo que oíste... pero por si no te quedo claro te lo repito. ERES UN IMBECIL.
Yamato tomó impulso antes de descargar con toda su fuerza un derechazo sobre el rostro de Taichi.
Tai se estrelló contra el suelo bastante desorientado, odiaba demostrar debilidad y en este momento debía de verse patético tirado en medio del parque apenas conteniendo el llanto.
Con toda la dignidad que le quedaba se puso en pie dándole la espalda a su mejor amigo. Sólo por esta vez no devolvería el golpe, sólo por esta vez se mostraría maduro... sólo por esta vez le demostraría a Yamato que si bien podía ser un chiquillo tonto que se muere por compartir un helado con él, también había crecido y madurado lo suficiente para tomar decisiones y vivir con las consecuencias de las mismas.
—Me voy terminando el semestre —arguyó sin mirarlo. —Siempre voy a ser tu amigo Yamato, no importa a donde vaya o cuanto pase, puedes contar conmigo para todo —concluyó antes de salir corriendo de ahí.
Yamato se quedó observando la figura de Tai hasta que se perdió de vista por completo. El semestre terminaba en un mes... solo le quedaba un mes para hacer cambiar de opinión a Taichi pero...
"¿De verdad quiero que abandone sus deseos? ¿Seré capaz de soportar mirarlo si le corto las alas y lo ato a este lugar? ¿Qué es lo mejor para él?"
Y la respuesta caía por su propio peso. Taichi debía seguir adelante y él también.
El día había empezado de maravilla y cada minuto con Tai lo disfrutó enormemente, ellos eran, estando juntos, la combinación ideal.
Pero ahora ya no habría más días así, no más tardes de ejercicio juntos, no más maratones de películas de terror, no más escapadas de clases, no más salidas ni aventuras... no más de esos días que él tenía guardados en su mente con tanto cariño, simplemente... no más días perfectos.
Continuará...
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