
Miles de flores crecen en abril
Thomas no se rindió.
Intentó durante meses.
Sería el hombre para Angelica.
Amaría cada fragmento de ella.
Cada herida.
Cada recuerdo.
Cada lágrima.
Cada sonrisa.
Hasta cada bofetada.
Porque él no se daría por vencido.
Tenía tanta oportunidad como cada flor que crecía en primavera.
Y logró algo.
Una simple sonrisa.
Un simple beso.
Un simple abrazo.
Un simple "Thomas, si digo sí, ¿dejarás de molestar?"
Eso era suficiente.
Angelica era suficiente.
¿Qué importaba el dinero?
Nada.
Angelica valía muchísimo más.
Y ella.
Ella sería suficiente.
Ellos.
Estarían satisfechos con el otro.
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