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Calidez en la inocencia

Todos los niños admiraban a los grandes.

A las maestras.

A los policías.

A los buenos.

Los caballeros de brillante armadura que luchaban por mejorar al mundo.

Phillip Hamilton le daría honor a su padre.

Susan Reynols salvaría a su madre.

Angelica Hamilton cuidaría de toda su familia.

Phillip Church sería defensor de los derechos.

Theodosia Burr cambiaría el sistema machista.

Los cinco impresionarían al mundo.

Lo cambiarían.

Lo harían mejor.

Serían maestros, policías, abogados, aventureros, fotógrafos, conferencistas.

Lo serían todo si hacía falta.

Porque arreglarían el mundo.

Porque ellos aún no conocían el frío que invadía las calles de New York.

Aún soñaban con el mañana.

La más realista era la Reynols.

Ella mejor que nadie sabía su misión en el mundo.

Proteger a todas las mujeres de hombres como el ser tan horrible que tenía por padre.

Phillip Hamilton era tan parecido a su padre.

Hablador y algo galán.

Pero jamás cambiaba de parecer.

Impartiría justicia en todo el mundo.

Salvaría a todas las personas indefensas que había en el mundo.

Theodosia tenía una mente brillante.

Superaba a cualquier hombre que se le cruzara en el camino.

Ella estaría junto a Susan cuando defendieran a cada mujer no valorada en el mundo.

Todos tenían exactamente los mismos derechos.

Y ella lo probaría.

Phillip Church jamás conoció a su padre.

Nunca pudo jugar un partido de béisbol, o hablar de cosas privadas con él.

Siempre recurría a su madre ó a su tío Alexander.

Estaba molesto.

Tantos malos hijos que no apreciaban a sus padres.

Él nunca tendría uno.

Y ellos no valoraban tener dos.

Ellos también tenían sentimientos.

Eran humanos y se equivocaban.

Algunos eran demasiado estrictos o muy paranoicos.

Pero tenían un amor infinito por sus hijos.

Y él lucharía por los derechos de los padres.

Porque un hijo que maltrata a sus padres es tan depreciable como un padre que maltrata a su hijo.

Angelica Hamilton no conocía el mal.

Adoraba a su familia.

Eso era ella, hasta que Susan estaba en su hogar casi toda la semana.

Era como su hermana mayor.

No entendía muy bien que era tan terrible para no querer volver a su casa.

Pero al crecer junto a la rizada.

Entendió.

Aunque jamás logró hacerlo del todo.

¿Qué horrible ser era el monstruo que vivía con su mamá y ella?

Lastimaba a su madre.

Su padre jamás haría eso, ni en un millón de años le pondría una mano encima a su mamá.

Por eso.

Angelica sería como su tía.

Cuidaría familias.

Y haría valer a las mujeres.

Ellas no eran simples objetos.

Tenían sentimientos.

Todos los niños conservarían su calidez.

Porque ni el más crudo invierno

Logró si quiera mitigar esa llama de justicia en los cinco niños.

Que pronto serían adultos.





































La esencia de una crítica a las leyes imparciales y la sociedad inconforme se mantuvo, pero esta vez la apliqué en los niños. Tan llenos de vitalidad, tan imaginativos, tan puros, tan... inocentes.

Los niños representan la esperanza y el futuro.

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