Escapas del frio, pero no entiendes que el hielo también tiene el poder de someterte. Idolatran a los ángeles, cuando los demonios te ofrecen la gloria de prender el mechero y traer el mundo a tus pies para que demuestres de que estas hecha.

El fuego y el hielo son una misma fuerza, ambos pueden consumirte, ambos pueden lastimarte, ambos poseen tu vida y que desgracia la tuya si resultaras no ser compatible con su ardor.

No temas en liberar tu espíritu y dar a conocer el poder de tu flama, al que no le importas intentará apagarte, el que te quiere te ayudará a avivarte, pero teme al que te ama, ese será el que te lleve a quemarlo todo, a sanarte las quemaduras, o incluso dejarte en cenizas para que desde tu debilidad vuelvas a resurgir.

«Para el cobarde es más fácil dejarse consumir por el calor de las brasas, a diferencia del valiente que te enseña cómo apagarlas y cómo encenderlas. Te demuestra que no tiene miedo a quemarse, y como si eso fuera insignificante, también te hace arder en ellas. Vos, mujer, prendiste la hoguera y jugaste con fuego, hiciste que el mundo entero conociese tus llamas adueñándote del incendio».