Volvimos otra vez aquí. No me gusta para nada este lugar. No me agrada. Su aspecto y su olorme traen malos recuerdos. Entramos a la morgue y en una de las esquinas de la sala de laentrada vimos a dos personas que llevaban un cuerpo (obviamente tapado por una sábanablanca). A una de estas personas yo la conocía. Tomé la muñeca de Julián y lo arrastré conmigo,para ir a escondernos a la otra punta de la misma sala. Apenas escuchábamos la conversación,ya que a veces hablaban en susurros.—Te dije que tuvieras cuidado. Sabes perfectamente que, si nos descubren, nos matará. Ahoraque es el señor de todos y que tiene mucho poder, nos arrancará la cabeza. Yo no quieroterminar así por tu culpa. Además, sabes que Eva no se puede enterar de esto y espero que eltercero siga con todo lo planeado, porque de lo contrario se lo contaré a...—¡Uff... tranquila! Deja de preocuparte, verás que todo se solucionará. Será mejor que tesalgas por un tiempo de esto y que me encargue solo yo. Sabes que lo más importante de aquí,en este momento, es que tienes que dejar de venir seguido. Estoy segura de que ellos nos estánvigilando y ella también lo puede estar haciendo ahora, en este preciso instante. Así que, poresto, yo puedo correr peligro. Puedo perder mi trabajo.—Bueno, no vendré más entonces. Ahora, ¿pudiste hacer lo que arreglamos? Gracias a ello,lograremos confundirla, porque ese es el objetivo.—Ya me encargué de eso. Lo demás, hay que ir a buscarlo más tarde, pero por ahora solocierra la boca, que te van a escuchar.Luego de tal charla en códigos que tuvieron, desaparecieron y a la única que puede distinguirde esa conversación fue a Alessia. Sin embargo, no alcancé a identificar a la otra chica. Julián yyo estábamos igual de sorprendidos e impactados por lo que habíamos escuchado. Él noentendía bien de qué se trataba todo este lío. Finalmente, aún confundido ante la situación quehabíamos presenciado, fue a ver si encontraba alguna que otra pista del cuerpo de Nick. Pero nolo logró.Volvimos a mi casa y le conté algunas de las cosas importantes que debía saber de midolorosa historia. Para que pudiéramos terminar de entender y resolver este caso.—¿Y nunca te detuviste a pensar que tal vez algunas de tus amigas o parte de tu familiapueden estar metidas en esto?—No, no creo que se metan en este tipo de cosas —contesté.Nos quedamos pensativos con aquella pregunta. Cuando ya casi eran las siete y treinta de latarde, Julián regresó a su casa. Me despedí de él y se marchó. Ya de noche, el cansancio hizoque me sumergiera en un sueño profundo, sin salida.3:00 a. m.—¡Ah! —grité con mucha fuerza.Un encapuchado había entrado en mi habitación, se había balanceado sobre mí ocasionandoque me despertara.—¡Eva, despierta! —anunció.—¡Ah! —volví a gritar—. ¿Qué haces aquí? ¿Quién eres?El muchacho colocó su mano sobre mi boca, para intentar quitarme el habla.—¡Estás loca, te van a escuchar todos los vecinos! Ven conmigo, sígueme.No pude hablar ni responder, ya que todavía no me lo permitía.—¿Qué? Ah, claro, perdón —dijo retirando su mano.—¡Estás loco, te apareces de la nada y para colmo en mi habitación! —expresé—. ¡No te voy aperdonar lo que hiciste! —contesté creyendo que, a lo mejor, no se trataba de ningún ladrón sinode Gabriel que había vuelto.—Ya levántate y vamos —ordenó.—¿A dónde quieres ir a las tres de la mañana? La gente normal como yo duerme a esta hora.—Sabes que no vendría si no fuera algo tan importante. Regresé para mostrarte algo. Ahora,¿vendrás?No supe qué decir. Tampoco sabía por qué debería preocuparme más, por ser las tres de lamadrugada o por la idea de que podría estar hablando con un total desconocido.La luz de mi lámpara, como siempre, cegaba mis ojos al prenderla. Además, provocaba que mivista se nuble, para que no detectara el rostro de la persona que me hablaba. Pero, por su voz,distinguí una cierta parte de quién era.—¿Gabriel?—¿Quién es Gabriel? ¿Estás de broma, no?—¿Quién eres? —expresé asustada.