Capítulo 7:|Él no va a volver|
Me desperté. Me duché y me arreglé un poco. Coloqué unas gafas de sol oscuras para ocultarmis ojeras. Tomé mi desayuno y terminé vistiéndome para ir pronto a la universidad. Me subí a miauto y conduje hasta allí.Llegué y lo único que podía observar en el salón de clases era el asiento vacío de Gabriel. Micabeza, durante el día, se veía obligada a dirigirse en dirección de aquel banco. No podía evitarlo,pero sentía algo raro dentro de mi pecho. Tal vez era un vacío e insatisfecho lugar en mi corazón,que necesitaba su relleno. Sentía que una parte de mí faltaba y que él la completaba, pero seríatorpe si afirmara que estaba empezando a sentir cosas por él por el poco tiempo que habíamosestado juntos.Los días pasaban y él no venía. Una y otra vez su banco estaba vacío. No había rastro y nohabía noticias. No había nada más que la absoluta soledad. En cuanto a las clases, siguieronnormales, tal y como siempre. A nadie le importó la muerte de uno o de muchos más de nuestroscompañeros. Nadie quería saber cómo murió o cuáles fueron las razones, porque solo pensabanen ellos mismos.Desde aquel día, después de lo que pasó con el caso de Nick, se implementó el toque dequeda. Las leyes decían que solo podíamos estar afuera hasta las siete y media de la tarde. Yeso no era todo, porque a partir de ahí las reglas terminaron siendo un testamento de lo quehabía que hacer y de lo que no. Por ejemplo, no nos permitían la utilización de las líneastelefónicas, computadoras y todo lo que tenga que ver con tecnología. Todo esto para no tenercomunicación con los supuestos "vampiros". Sí, cosas locas que solo se le ocurren a la gente y amí también, por creer que Gabriel podía ser un vampiro. Sinceramente, no dejo decuestionármelo todo el tiempo.Según antiguas creencias que rondaban por la ciudad, estos fenómenos nos podrían controlarsolo con oír sus voces. Al igual que bañarse en nuestra propia sangre, que les servía pararejuvenecer su piel y muchas otras cosas. Pero, tiempo después, desmintieron este hecho.Aunque aún hay gente que lo cree.Caminé, caminé y caminé, hasta que por fin llegué al comedor. Busqué mi comida y me sentéen una de las mesas que estaban junto a la de Sasha y Sheila. Sheila era otra de nuestrascompañeras, más bien conocida, a la que no mucho sabía hablarle.Una vez en esa mesa redonda, empecé a comer mi ensalada con demás aderezos que ledaban otro toque. Por lo que veía, mis amigas aún no habían notado que me encontraba en elmismo sitio que ellas. Además, al parecer era tan interesante la conversación que disfrutéescucharlas y que me ignoren. En fin, me lo merecía, me lo merecía porque después de todo noestuvimos muy unidas en estos días.Antes de que pudiera levantarme del banco, para llevar mi bandeja a su respectivo sitio, dedonde la había sacado, sentí la presencia de alguien que se encontraba detrás de mí. Fueentonces cuando unas manos suaves y cálidas tocaron uno de mis hombros. Tuve la esperanzade que fuera él y de poder volver a verlo, pero creo que no era mi día de suerte.—¿Este lugar está ocupado? ¿Puedo sentarme? —disertó un chico bastante joven, de ojosverdes, de cabello castaño, con mechones rubios y de estatura alta. Sentí que lo conocía.—Sí, puedes sentarte... ¿Tú eres Julián, cierto?—Sí, pero puedes llamarme Lían.—OK, ¿y qué te trae por aquí?—Bueno, verás, estoy con el caso de Nick, el chico que fue parte de un homicidio. Queríasaber si tal vez esta tarde tenías algún tiempo libre como para ayudarme a investigar acerca deeste acontecimiento. Además, me serviría de mucho que puedas contarme toda información quesepas o algo que hayas visto. Todo lo que puedas aportar cuenta mucho. ¿Tú has sido sucompañera, cierto? ¿Lo conocías?—Lo conocía, pero no íbamos a las mismas clases, porque era menor que yo. Sin embargo,tengo que ver si puedo ayudarte. Recuerda que hay toque de queda para todos y este también teincluye. Además, las investigaciones llegan a durar más de dos días y no es algo que se resuelvade la noche a la mañana. A lo mejor quién dice y las semanas terminan siendo meses y eso nosllevaría mucho tiempo. —Luego recordé algo que me había olvidado y continúe hablando—: Y noveo que seas una de esas personas de las que me pueda fiar.—Eso no importa, puedes confiar en mí y eso te lo aseguro. Además, tengo contactos con lapolicía y nos dejarán resolver el caso. Todo está perfecto, nada puede salir mal, además de queiré contigo a la salida de la universidad y te estaré acompañando todo el tiempo. —Tomó de mivaso un sorbo del jugo de naranja que tenía con mi comida y luego agregó—: Entonces,quedamos en que vamos a tu casa y de ahí iremos a ver nuestras primeras pistas de la escenadel crimen.Lo miré enfadada por la acción que había realizado. Me había quitado mi jugo, el desdichado.Tampoco le respondí nada de todo lo que había dicho. Quedé en silencio, porque de igual modotodo lo que había respondido pareció no importarle. De hecho, nadie parecía escucharme cuandohablo.—Entonces, te veré cuando toque el último timbre, en la parada de autobuses —dijo y luego seretiró.Al final del día, tal y como lo había indicado Julián, fui hasta allí. Sé que no tendría que estarhaciendo esto, porque aún no estoy de acuerdo con todo lo que pasó hoy, pero se notaba que elchico quería encontrar al culpable.—¿Vamos?—Sí —contesté un poco pensativa.Llegamos a mi casa. Luego le ofrecí algo de beber, pero unos minutos más tarde sucomportamiento era extraño. Parecía un loco husmeando mi casa y, además de eso, laobservaba muy detalladamente.—¿Estás bien? ¿Necesitas algo? ¿Qué haces? —pregunté histérica.—Em... —carraspeó—, estoy viendo y rastreando un posible olor a vampiro. Ten cuidado conquien te juntas, no son fáciles de reconocer y tampoco todos son iguales. De hecho, reafirmo queno todos los vampiros son como piensas. Ellos matan por diversión y para satisfacer susnecesidades, aparentan ser algo que no son. Primero entran a tu vida siendo amables, queriendocompartir su amistad, alimentándote, cuidándote y muchas otras cosas. Ni hablar de las creenciasque dicen que sus pieles son hermosas, jóvenes y pálidas. Pero, en fin, cuando menos te loesperas, atacan. Y te das cuenta de que son unas criaturas ocultas que provienen de laoscuridad, obligadas a seguir su naturaleza.—Yo... no creo que sean así. Tampoco les tengo miedo.—Pues... deberías considerarlo y deberías temerles.Quedé callada nuevamente, para no seguir discutiendo. Rápidamente, miró su reloj en sumuñeca y comentó:—¡Ya es hora, tenemos que irnos!—¿A dónde?—Ya lo verás.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro