Capítulo 5:|Un invitado en la casa|
Después de un agotador y largo día de clases, disfrutaba llegar a mi casa y darme una ducha con agua caliente. Aunque ese de-seo tan preciado que tenía en mente se derrumbó por completo.
Noté llegando a mi casa que las ventanas estaban entreabiertas y un rico olorcito salía de mi cocina. Entonces traté de llamar a mi madre para que viniera y me abriera la puerta, para poder entrar.
Por lo general, mamá había estado viniendo de vez en cuando, para cuidarme y ayudarme con la casa. Pero, al parecer, todavía seguía aquí y tal vez con una visita. Justo en mi casa, lo que es bastante raro, ya que no estoy acostumbrada a recibirlas. En fi n, volví a golpear la puerta para poder entrar y ella salió unos se-gundos después.
—Hija, no me di cuenta de cuando llegaste. Ven, pasa, tene-mos un invitado. —me dijo con alegría, apartándose de la puer-ta, para que pueda seguir avanzando.
Fui entrando poco a poco. Me quité las zapatillas y comencé a caminar descalza, ya que mi mala manía hizo que me acos-tumbrara a dejar las cosas tiradas cuando llegaba a mi hogar. Me saqué el bolso y lo dejé en el sillón. Levanté mi vista muy rápido, para poder observar a nuestro invitado.
—Hola —lo saludé algo sorprendida—. Perdón, pero nos íbamos a juntar a las dos y media de la tarde para hacer el traba-jo. ¿No crees que es un poco temprano? ¿Qué haces aquí? —lo interrogué.
—Oh, bueno, supongo que ya se conocieron. Pero, eso no importa, te lo presento igual —habló mamá.
Fruncí el ceño, tratando de comprender qué era lo que estaba sucediendo.
—Hija, él es Gabriel.
—Sé cómo se llama —formulé.
Mi madre me miró seria y agregó:
—Se quedará aquí a vivir por unos meses. Su madre me en-cargó que lo cuidemos muy bien. Tiempo atrás, ella me hizo un favor y ahora me toca devolverle ese favor. Además, su madre, en este momento, se encuentra de viaje con asuntos muy compli-cados de su familia y sabes lo que eso signif i ca. Durante el cierto tiempo que esté aquí pueden... hacerse muy buenos amigos, ¿qué te parece?
Me dominaba la ira en aquel momento, pero así mismo traté de que aquello se desvaneciera.
—Mira, mamá, yo respeto que le quieras hacer un favor a tu amiga, pero opino que lo mejor sería que se quede en la casa de alguien más. No hay mucho espacio, mi casa es algo chica y no creo que le guste. Después de todo esta es mi casa, soy una chica independiente y yo decido qué hacer aquí.
—Es una falta de educación tratar de echar a tu invitado. Sin embargo, tendrás que hacer lo que yo diga, por más que no quie-ras. Por favor, indícale dónde se podrá quedar —dijo mi mamá.
El chico seguía sin decir una sola palabra, lo que era algo bas-tante incómodo y raro.
—Me disculpo, Gabriel, por mi comportamiento. Deberías seguirme, para que pueda enseñarte tu habitación, donde podrás dejar tus cosas.
Le había insistido con la voz un tanto baja. Considero que, en ese momento, me sentí como una mucama de mi propia casa.
—Por lo que veo, no te caigo bien… —indicó con una son-risa en su rostro y casi una risita burlona—. Lo siento mucho si soy una carga para ti, pero no tenía opción.
Dejó un silencio entre medio y agregó:
—¿Qué te parece si hacemos un trato?
Observó detalladamente la habitación.
—Mira, en realidad no necesitas perder el tiempo en mí ni tampoco preocuparte. Me quedaré lo menos que pueda y evita-ré cruzarme contigo, así no podré molestarte. Además, esta tar-de haremos el trabajo con Sasha. Prometo que, para el fi nal del día y para que estés más cómoda, pasaré la noche en un hotel.
Tranquila, tu madre no se dará cuenta.
—De acuerdo, me parece justo —contesté sin dudar.
Él inclinó una de sus manos hacia mí, como señal de cerrar el trato, y yo hice lo mismo, tomándola. Sentí, en ese momento, una tranquilidad y una especie de electricidad que recorría mi cuerpo. Al terminar de estrechar nuestras manos, comencé a sen-tir el frío de las mismas, su temperatura era demasiado baja para una persona normal, por lo que decidí soltarlo enseguida. Pero seguía observándolo de una forma impropia.
—¿Por qué tus manos están tan frías? —indagué.
Quedó pensativo, mientras volvía a la realidad y fingía un carraspeo.
—Debe ser porque en esta época del año mi sangre no circula bien. Es un problema que he tenido desde que tengo memoria —contestó un poco inseguro.
—¿Estás bien? —le pregunté.
—¡Sí! —contestó y salió rápido al comedor nuevamente, evi-tando mi mirada de preocupación.
—¡Chicos, a comer! —anunció mi madre.
Miré por última vez la habitación de Lucas, a la que venía cuando teníamos nuestras peleas de pareja, y salí de allí.
—Lo siento, señora Martínez, pero ya he comido antes de venir aquí —contestó el muchacho.
—Está bien, Gabriel, si no quieres lo entiendo… —dice mi madre un poco decepcionada porque no iba a poder probar la comida que tanto se había esmerado en preparar—. Pero te pedi-ré que te quedes aquí en la mesa, hasta que acabemos de comer.
Es solo por respeto.
—Sí, no hay problema —expresó.
Mientras tanto, él no dejaba de observarme.
* * *
Gabriel
No pude parar de mirar con el rabillo del ojo a Eva durante todo el almuerzo. Pero, en fi n, eso no debía distraerme para ha-cer mi trabajo. Es decir, terminar el pedido que me ordenaron hacer en esta zona. Después de todo, Lucas no podría hacerle daño, no mientras yo esté cuidándola. Eso era lo que en ocasio-nes me hacía dudar hasta de mí mismo. Él sigue pensando que ella nunca descubrirá la verdad, pero tarde o temprano lo sabrá.
Llegó la hora y Sasha no vino. Supuestamente, no podía ve-nir. Así que terminamos el compromiso para retirarme lo antes posible. Pero frené antes de salir, debido a que algo había sucedi-do y me impedía continuar por mi camino.
—¡No te vayas, por favor, quédate!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro