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💎 Capítulo 7

El Príncipe Edward y la Princesa Lilith se detuvieron frente al Emperador Jaider y ambos hicieron una reverencia.

—Saludos al Emperador Jaider, el Sol radiante del Imperio de Arbezela.—saludo la Princesa llevando su mano a su pecho con una sonrisa dulce.—Es un gran honor para mí y mi hermano mayor estar ante su presencia.

—Para mi igual es un gran gusto mi estimada Princesa Lilith tenerla en Arbezela para forjar alianzas y tratados de paz.—se levanta de su trono y estira ambos brazos con cortesia.—Les doy la mas cordial bienvenida, en algunos días tendremos un gran banquete espero nos disculpen por no hacerlo ahora mismo.

—No se preocupe su Majestad.—responde Edward sonriendo.—Si me permite decirlo, mi hermana y algunos de mis sirvientes venimos exhaustos por el largo viaje y solo queremos descansar un poco. Tampoco queremos que usted se estrese por nuestra llegada.

El Emperador sonríe satisfecho y aliviado ante la respuesta del segundo Príncipe. Esperaba que ambos fueran descorteses dada los malos términos que Arbezela y Gantrick siempre tuvieron por la Luz y la Oscuridad de sus Dioses.

—Tienen toda mi palabra de que serán muy bien atendidos durante su estadía en mi palacio.—expreso el Emperador sonriendo cálidamente.

Una sonrisa adornaba el rostro de Edward y Lilith, por un momento los ojos azules de ambos brillaron con malicia.

—Muchas gracias su alteza, pero antes de que usted continúe...

Se endereza el Príncipe y mira hacia atrás haciendo señas con su mano, tres hombres de avanzada edad vestidos de smoking se acercaron. Ambos hombres tenían cajas de un ligero color carmesí con adornos de flores y ramas doradas. El Emperador se puso rígido por aquellas cajas que portaban los hombres.

—Majestad tranquilo, tiene toda palabra mia, de mi hermana y de mi Hermano mayor el Emperador Zayn de que no tenemos malas intenciones.—garantiza Edward con una sonrisa.—Mi hermano mayor les envía estos regalos a las tres mujeres más importantes de Arbezela como signo de que en verdad el Imperio de Gantrick quiere tener buenos terminos.

Jaider arqueo una ceja perplejo por las palabras de Edward. Esperaba que esas cajas tuvieran algo raro como magia oscura o algo mucho peor. Se había asegurado que todos los soldados estuvieran listos por si ocurría un ataque sorpresa cuando la delegación llegará.

—¿Regalos?

—Asi es su Majestad. Uno es para la Emperatriz Roserice, otro para la Princesa Ariana y el último para la Princesa Luella.—dijo está vez Lilith con una voz dulce.

—Tal vez lo considere un atrevimiento pero de verdad queremos asegurarle que nuestras intenciones de forjar alianzas con Arbezela son sinceras.

El Emperador Jaider parecía dudar por los regalos, no podía sentir nada de magia provenir de aquellos regalos. Parecían ser simples regalos que se les puede dar a alguien de la Realeza.

—Padre acéptalos.—dijo Ariana sonriendo.—Seria de mala educación no aceptarlos.

—Es cierto.—expreso la Emperatriz.—Si queremos empezar una buena relación, hay que ser corteses.

El Emperador suspiro fuertemente, tenían razón su esposa e hija legítima. Si despreciaba los regalos podría haber repercusiones, y tanto como el pueblo de Arbezela y Gantrick lo verían como una falta de respeto al no querer aceptar regalos provenientes de Gantrick. No solo debía haber buenos terminos y buscar la paz, se buscaba también el tener acuerdos comerciales.

—Esta bien, aceptaremos los regalos.—Edward y Lilith sonrieron satisfechos con la decisión del Emperador Jaider.—¿Puedo saber qué clase de Regalos son?

—Son collares creados con diamantes negros y a base de plata.

—Los diamantes negros son muy famosos en Gantrick y dado que somos el único Imperio que los fabrica...

—...el Emperador Zayn decidió que sería una excelente forma de comenzar con buenos terminos. Los diamantes están totalmente libres de magia, tienen nuestra palabra.—continuo Edward.—¿Cree que puedan acercarse ahora mismo para colocarles los collares?

Varios murmullos de sorpresa por parte del pueblo de Arbezela inundaron el palacio, una leve sonrisa apareció en Jaider. Se giro hacia la Emperatriz Roserice y le tendió su mano para que se acercara. Roserice se levantó de su trono y sujeto la mano de su esposo suavemente.

—Les presento a mi esposa, la Emperatriz Roserice.

—Es un gusto conocerlo Príncipe Edward y Princesa Lilith.—saludo la Emperatriz con una sonrisa.

—El placer es nuestro su Majestad, nos habían hablado sobre la gran belleza de la Rosa azul del Imperio de Arbezela.—dijo Lilith sonriendo y haciendo reverencia junto a Edward.—Es mucho mas hermosa de lo que imagine.

Un pequeño sonrojo apareció en Roserice acompañado de una risita. El sirviente se acercó con la caja y la abrió suavemente, un collar plateado con diamantes blancos y negros se encontraba en aquella caja que resultó ser un estuche. El Príncipe Edward lo tomo y se lo dio al Emperador Jaider para poder colocárselo a la Emperatriz alrededor de su cuello.

—Es precioso, se los agradezco mucho.

—El placer es nuestro su Majestad.

La Emperatriz Roserice regreso a su trono y el Emperador Jaider extendió la mano hacia su hija mayor.

—Ella es la Primera Princesa de Arbezela, mi hija Ariana.

—Un gusto.

Edward y Lilith solo sonrieron con cortesía ante el saludo de Ariana. Edward la miro discretamente de arriba a abajo como si la analizará ¿Está era la famosa Princesa Ariana que se había creado un haren? La imagino más hermosa e imponente. Escucho que con tan solo verla a los ojos tu corazón latería, tus mejillas se pondrían rojas y te postrarias ante sus pies. No negaba que era hermosa, pero no le causaba algún efecto. Ariana no le causaba nada, más bien algo le daba mala espina en esta Princesa. Sentía... Un aura oscura desagradable emanando de ella.

La Princesa estaba quieta y educada ante su presencia como una tierna flor, pero en sus ojos púrpuras había algo más. Lo estaba viendo con Lujuria y deseo. En todo sus años siendo perseguido por mujeres, aprendió que mujeres lo observaban con deseo y que otras no, por mas que intentarán disimularlo. Las miradas mentían, pero los ojos jamás.

El segundo sirviente se acercó con el estuche donde se encontraba el collar, al abrirlo un collar plateado con piedras negras en forma de flores se encontraba dentro. Edward lo sujeto con cuidado para pasárselo al Emperador Jaider pero Ariana alzó la mano.

—Quisiera que el Príncipe Edward me colocará el collar.

Edward se sorprendió por aquel pedido de Ariana. Su corazón golpeo con fuerza su pecho, no fue porque estuviera nervioso o ansioso. Fue un golpe de ira e indignación.

—Por supuesto estrellita.—dijo el Emperador Jaider en tono infantil.

Edward sin más remedio se puso atrás de la Princesa Ariana y coloco el collar suavemente en su cuello mientras ella alzaba su largo cabello blanco. Se aseguro de abrocharlo bien y volver a su lugar mientras forzaba una sonrisa.

—Listo su Alteza.

Miro el collar y sonrió dulcemente.

—Muchas gracias alteza.

Si Edward no estuviese atento, ahora mismo se hubiera creado un alboroto por tal atrevimiento de la peli blanca. Ariana estiro su mano para colocarla en su mejilla y plantarle un beso. Él logro hacerse para atrás a tiempo mientras dejaba a Ariana con la mano extendida y completamente perpleja por su huida.

—El collar le queda perfecto su Alteza, espero le guste.—dijo con una sonrisa pero su tono era desdeñoso.

Ariana parpadeo varias veces confundida, bajo su brazo e hizo una pequeña mueca de mal humor. Un fuerte silencio inundó toda la sala, como si fuera la primera vez que el pueblo de Arbezela presenciará un rechazo hacia la Princesa Ariana.

El Emperador Jaider se quedó callado y serio, quería decir algo pero decidió no hacerlo o podría haber problemas políticos y una guerra entre Gantrick y Arbezela estallaría.

—Gracias.—se dio la vuelta y regreso a su asiento mientras hacía muecas como niña berrinchuda.

"Por más hermosa que sea la Princesa Ariana, jamás de los jamases aceptes volverte parte de su Joyero o todo nuestro plan se vendrá abajo."

Las palabras de su hermano mayor lo inundaron por completo. No tenía ninguna intención de formar parte del Haren de Ariana, después de todo... ella era el objetivo.

—Bueno continuemos con los regalos.—hablo el Emperador mientras le hacía una señal a su segunda hija.

Edward observo a Luella levantarse de su asiento con elegancia y cortesía, la expresión de su rostro era seria y firme. Aquella vez que la vio no solo su belleza lo cautivo, fue... esa sonrisa sadica. Había creído que si Luella era tan bella, Ariana debía serlo aún más. Sin embargo fue todo lo contrario. La hermana menor resultó causarle todo lo que se suponía todos sentían con Ariana... No, esto era más intenso. Se ahogaba en un mar de fuego, mientras más profundo, más fuerte era la presión ardiente. Era asfixiante y molesto al mismo tiempo.

Noto que el Emperador Jaider no le ofreció la mano en comparación de la Emperatriz Roserice o la Princesa Ariana. Había demasiada frialdad en el aire, no desprendía calidez como fue con Ariana. Algo raro había aquí.

—Ella es mi segunda hija, la Princesa Luella.

—Es un gusto Príncipe Edward.

—Igualmente Princesa Luella.

El tercer y último sirviente se acercó con el estuche y lo abrió. Era un collar completamente dorado con diamantes negros incrustados. Lo tomo entre sus manos suavemente y se lo mostró a Luella.

—¿Yo mismo sé lo coloco o quiere que su Padre se lo coloque?

—Como usted crea conveniente su Alteza, usted es nuestro invitado tiene mi permiso para decidir.—ladea su cabeza aún lado.

—¿Y como se que no terminara decidiendo usted?

—Siempre cumplo mis promesas su Alteza.

Edward captó la indirecta, tuvo que contenerse bastante para no sonreír y permanecer impasible. Recordaba que le dijo exactamente lo mismo y de que descubriría su identidad tres días después, se lo estaba echando en cara.

Edward se pasa atrás de la segunda Princesa para colocar el collar, ella alza su cabello blanco ondulado y lo coloca alrededor de su cuello. Mientras lo hacía, toda su atención estaba en el color crema de su piel, tenía altas ganas de morderla y saber si adentro saldría miel o mermelada. Sus dedos rozaban ligeramente la piel de su cuello y le resultó suave como los pétalos de una flor, una flor bella y con espinas.

Al terminar, se apartó y tendió su mano hacia Luella quien está aceptó sin dudarlo. Edward depósito un tierno beso en su mano sin apartar sus ojos azules de los ojos rojos de Luella.

—Espero el regalo sea de su agrado alteza.

Todos los invitados hicieron expresiones de asombro por aquella muestra hacia la Princesa Luella, estaban acostumbrados a que vecinos extranjeros siempre expresarán esa clase de muestras ante Ariana pero de Luella eran raras las veces y mas aún con el temido Príncipe Edward.

Una sonrisa pequeña apareció en el rostro de Lilith al presenciar aquella escena de Luella y de su hermano mayor. Le causaba ternura pero a la vez gracia.

—Has mostrado debilidad por primera vez hermanito.

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Tras la llegada del Príncipe Edward y la Princesa Lilith; Luella caminaba por los pasillos. Las yemas de sus dedos recorrían ligeramente el collar que rodeaba su cuello.

—Luella.

Su hermana mayor venía detrás suyo con una sonrisa.

—¿Que?

—¿Como viste al Príncipe?

—¿Sobre qué?

—Luella.—farfullo Ariana con frustración.—¡Te beso la mano! Tengo tanta envidia de ti, ojala hubiera podido sentir los labios deliciosos de ese hombre.

—¡Ariana!

—¿Que? Por favor hermanita no me vas a negar que ese hombre es increíblemente apuesto.—una sonrisa pícara aparece en su rostro.—¡Y desprende atractivo sexual!

Luella se llevó la mano a sus ojos y se los cubrió llena de vergüenza ajena hacia su hermana mayor. Seguía sin comprender como es que Ariana se emocionaba de tal magnitud si se la vivía rodeada de hombres apuestos.

Ariana tenía el rostro completamente rojo y casi en plena hemorragia nasal. Tenía la habilidad de imaginar un hombre completamente desnudo y más aun cuando ese hombre le gustaba. Estaba celosa de su hermana por haber sido besada en la mano, ese beso debió haber sido para ella.

"Luella no merecía ese beso, y en primera, ¿Porque se lo dio a ella y no a mi? Se que no debería tenerle envidia a mi hermana menor pero ¡Que coraje! El Príncipe Edward tiene que ser mío."

Ariana comenzó a imaginar al Príncipe con una camisa desabrochada y sus músculos expuestos. Podía imaginar pasar sus manos en esos pectorales, en ese cabello negro como la noche y... ¡Joder, esos musculosos brazos! Ya podía visualizar al Príncipe encima de su cama, estirando su mano hacia ella e invitarla a jugar en la cama.

Ariana grito de emoción y sostenía su propio rostro.


—¡Puedes controlarte Ariana!—exclamo Luella fastidiada.

—Lo siento.—dijo riendo.—Esque me es imposible no imaginarlo, es increíblemente guapísimo ¡Estoy más que dispuesta a volverlo parte de mi Joyero!

—Entonces controlate, estamos en medio del pasillo y alguien podría escucharte.

Ariana le sacó la lengua a Luella de forma juguetona y siguió caminando a lado de ella mientras sonreía como toda la pervertida que era.

—¿Como son sus labios?

—No te voy a responder eso.

—¡Oh, vamos! Solo dame un detallito ¿Por favor?—entrelazo sus manos e hizo ojitos de perrito.

Luella bufó de rendición y se detuvo a lado de Ariana.

—Son suaves como el mármol ¿Feliz?

Para Luella, los labios de Príncipe Edward le habían resultado mucho más que eso, un simple beso en su mano fue como arder en hielo. Un friolento ardor; los labios de Edward eran suaves como los de un hielo pero tan calientes como el fuego. No planeaba decirle aquello a su hermana porque habrían una de dos: la primera, Ariana podría enfadarse por tener semejante sentimientos hacia el hombre que planeaba volverlo su joya, o dos, Ariana se pondría mucho más intensa de lo que ya está.

Ariana frunció el ceño, la respuesta de su hermana menor no la tenía contenta e hizo un puchero como niña pequeña.

—¿Nada más? ¿No son húmedos? ¿Calientes? ¿Algo?

—Ariana eso fue lo que senti.—exclamo molesta.—No te voy a dar más detalles porque no los hay.

La Primera Princesa de Arbezela, desvío la mirada con un puchero y con su ceño aún más fruncido.

—Eres mala hermana.

—Di lo que quieras hermanita, pero esa será mi única respuesta.

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El Emperador Jaider no había llamado a Luella en lo absoluto para las negociaciones con el Principe Edward y la Princesa Lilith dos días después de su llegada. Había escuchado innumerables veces a su hermana mayor decir que debía tener a Edward como Joya, pero estaba fallando. Ariana estaba tan frustrada que había pedido a sus joyas que le avisarán sobre el Príncipe cuando saliera, pero no recibió respuesta.

El Príncipe se la pasaba encerrado en la oficina con su Hermana y el Emperador junto a todo el Parlamento. Y si salían, solo era para comer, ir al baño e irse a dormir.

No había visto si quiera a su Padre en las cenas que se suponía tanto la Emperatriz, las concubinas y todos los Príncipes y Princesas debían compartir de vez en cuando. Luella tenía la teoría de que las discusiones eran muy tensas para que se la pasen todo el tiempo discutiendo sobre las alianzas con el Imperio Rival. Gantrick era un Imperio de temer y respetar, puesto que la magia oscura los rodeaba.

—Alteza.

La llamo Inés entrando a la habitación y cerrando la puerta suavemente. Luella levanto su mirada del libro que estaba leyendo.

—Ines ¿Que sucede?

—Le han traído esto.—estira su mano y le tiende un sobre.—Es del Reino de Mahira, creo que es de la Princesa Heidi.

Luella cerró su libro algo apresurada y lo dejo sobre su mesita, tomo el sobre y fue hacia su escritorio. Rompió el cello con ambas manos y saco la hoja.

Querida Princesa Luella:

Tu Padre ha enviado una carta para que visitemos Arbezela a festejar nuestra muy reciente alianza. Nos dijo que será un banquete glorioso. Obviamente aceptamos la invitación, pero lastimosamente mis Padres no podrán venir por asuntos de estado, pero no te preocupes, ellos te mandan saludos. Sin embargo no podrás huir de "Los gemelos depredadores", Harchie y yo vamos de camino a Arbezela. Llegaremos dentro de un día. Estamos ansiosos por verte de nuevo, y no te voy a negar que tengo mucha curiosidad por conocer a tu hermana mayor y a su Joyero. Espero no te moleste.

Con cariño:
La Princesa Heidi.

Psdt: Que mi habitación esté cerca de la tuya.

Una risa salió de la garganta de Luella. Heidi siempre ha sido muy espontánea, divertida y un poco torpe en ocasiones. Al principio empezaron siendo frías y serias una con la otra, pero con el tiempo mientras se conocían resultaron por llevarse muy bien. Heidi se había vuelto su única y mejor amiga. Guardo entre sus pertenencias la carta de Heidi junto con las de Ariana sonriendo.

—Ines, asegúrate que la habitación de la Princesa Heidi y del Príncipe Harchie estén cerca de la mía.


—Como ordene su Alteza.

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Luella salió al pasillo y se dirigio a tomar té a solas en el jardín. Se suponía que a estas horas debería tomar té junto a Benela, pero no tenía interes en ser hipócrita con su propia Madre.

Salió al jardín y fue hacia el puente de arco de color blanco. El Príncipe Edward estaba sentado en la mesa del otro lado del jardín especialmente al cruzar el puente de arco. Bebía tranquilamente una taza de té acompañado con unas cuantas galletas. Estaba vestido con un traje de color café, su cabello largo como la noche estaba atado en una coleta. Edward captó la presencia de Luella, dejo su taza de té sobre la mesa con movimientos suaves y elegantes.

—Hola Princesa.—saludo con una sonrisa cortés.

Las mejillas de Luella se pusieron ligeramente rojas que inhaló y exhaló varias veces.

—Hola su Alteza.

—No esperaba verla por aquí.

—A estas horas bebo yo sola té.—expreso con una sonrisa pequeña.

—¡Oh! Disculpe no tenía idea.

Con su mano, hizo una señal para que Luella se acercara. La Princesa obedeció aquella petición y se acercó a Edward con pasos firmes y refinados.

—¿Me haría el honor de beber una taza de té conmigo entonces? Me vendría bien un poco de compañía.

—Claro Príncipe.—se sienta del otro extremo de la mesa redonda frente a Edward. Toma la tetera y se sirve una taza de té. El Pelinegro empujó unas cuantas galletas a Luella.—¿No las va comer usted?

—Ya he comido unas cuantas. No se preocupe.

Por unos minutos ambos se quedaron callados en lo que Luella preparaba su taza de té, mezclando leche y azúcar. Llevo una galleta de vainilla a su boca y dio unos cuantos sorbos a su té y pasarlo por su garganta. De vez en cuando dirige unas cuantas miradas al Príncipe, encontrándose pequeños segundos con sus intensos ojos azules.

—¿Viene de ver a mi Padre?—rompe el silencio abruptamente.

—Si, decidimos darnos unos días y descansar de esas tensas reuniones. Seguiremos hablando pero no tan frecuente como antes; estas cosas requieren tiempo.

Por breves momentos, Luella vio un aura oscura desprendiendo de Edward. Estaba ocultando todo detrás de esa sonrisa cortés ¿Había pasado algo con su Padre? El Emperador Jaider no era fácil de convencer pero tampoco difícil de hacerlo hablar.

—¿Mi Padre lo ofendió?

—No.—niega y da un pequeños sorbo a su taza.—El Emperador Jaider es educado, me resulta impresionante dada su reputación.

Luella solo sonrió educadamente y no menciona nada sobre su Padre. Si fuera Ariana tendría muchas cosas increíbles que contar pero... era Luella y no tenía nada increíble que contar.

—Es buen Emperador.—dice suavemente.

—Tan bueno que no se enfadaría si le digo que usted estaba en el pueblo hace cinco días.

Luella apretó sus puños debajo de la mesa. No se atrevería a decirle a su Padre qué fue ella quien asesino a aquel noble ¿Verdad?

—¿Le va decir?

—No.—niega y toma un pequeño sorbo de té.—No se preocupe, no le dire nada.—Los ojos de Luella se abrieron de sorpresa por el encubrimiento de Edward.

—¿Porque razón?

—Porque usted también tiene algo que pueda usar en mi contra.

Es cierto ¿Como pudo olvidarlo? Si Edward se le ocurría delatarla con su Padre, él igual saldría perjudicado. Se suponía que llegaba a Arbezela en tres días, pero ella lo descubrio antes de tiempo.

—¿Es eso así?—sonrió divertida.—¿Que hacía en mi Imperio?

—Curiosidad.

Luella lo miro fríamente, se veía sospechoso. Lo que muchos harían sería interrogarlo ahora mismo o llamar a los guardias para que lo arresten, pero era el mismo Príncipe Edward apodado "El dragón de la Muerte". Habría un inmenso caos ahora mismo. Decidió fingir ser tonta e investigarlo por su cuenta, tenía que atacarlo con la guardia baja. No debía confiarse, este Príncipe por más guapo que fuese era muy astuto.

Edward conocia muy bien esa clase de miradas, Luella sospechaba de él. Pero ¿Porque le gustaba aquello? Con esta Princesa no se podía jugar ni verle la cara de estúpida. Era todo lo contrario a estúpida.

Los dos se quedaron en silencio mirándose a los ojos de forma retadora, ninguno de los dos dispuesto a darle la victoria al otro. Una batalle entre una tormenta y un océano de sangre.

—Su Madre la Emperatriz Roserice, es una mujer muy bella.—dijo Edward abruptamente.

Luella soltó una carcajada irónica ¿En serio pensaba que Roserice era su Madre? De tan solo escuchar semejante barbaridad le daban tremendas ganas de echarse al suelo a reír.

—La Emperatriz no es mi Madre.

Edward alzó un poco más la cabeza sorprendido.

—¿No es su Madre?

—No.—niega con la cabeza.—Es Madre de mi hermana mayor, la Princesa Ariana. Yo... soy hija ilegítima de mi Padre, soy hija de su primera concubina. Benela Verdi.

Antes de venir a Arbezela, Edward se informo bastante sobre la familia real. Estaba enterado sobre las concubinas y los hijos de estas con el Emperador, pero jamás que Príncipes o Princesas eran legítimos o ilegítimos a excepción de Ariana que era muy conocida por ser la hija legítima favorita del Emperador. Dedujo que Luella era hija de la Emperatriz Roserice por su cabello blanco y ondulado que ambas tenían, pero no esperaba aquello.

—Entonces pido disculpas alteza, pensé que eran Madre e hija por su cabello.

—No se preocupe, no es la primera vez que visitantes extranjeros me confundan como hija de la Emperatriz por mi cabello. Es de este color blanco por parte de la familia de mi Padre. Si conoce a mi Madre, sabrá que me parezco mucho a ella.

Edward solo asiente y la observa detenidamente.

—Entonces, si me permite preguntarle...—picoteo varias veces la mesa con sus dedos.—¿Porque estaba presente ante mi llegada?

—Recientemente... —inhalo profundamente. — ...volvi a Arbezela tras convencer al Reino de Mahira se aliará con nosotros en negociaciones políticas y económicas. Mi Padre me pidió que estuviera presente para ayudar a una alianza con usted y su Reino. Pero creo que ya debió haber cambiado de opinión puesto que no me ha llamado en dos días.

Edward escucho atentamente, la forma de expresarse era increíble. Segura de si misma y firme. El Reino de Mahira era uno de los Reinos más temidos, es casi imposible formar alianza política con ellos sin que una guerra de por medio estalle. Está Princesa era de temer, si tenía el talento de convencer a un Reino muy peligroso ¿Que otras cosas es capaz de hacer?

—Debo confesar... que tiene mis más sinceros respetos Alteza.

El rostro de Luella se suavizó a uno de sorpresa ¿Tenia los respetos del Príncipe Edward? Seguía sin creerlo aún con el Reino de Mahira a su favor. Esta tan acostumbrada a que todos cedan por la belleza de Ariana, que sigue sin creerse la enorme magnitud de sus propias habilidades.

—¿Puedo saber la razón?

Edward asiente y sonríe de lado.

—Porque usted ha demostrado ser muy peligrosa sin llegar a los golpes. Eso es digno de una Emperatriz.—toma una galleta entre sus dedos y la hace girar.—Ha sido más respetuosa con los asuntos de estado que su hermana mayor.

Los ojos de Luella se abren de sorpresa ante la mención de Ariana ¿Ya le pidio ser su joya?

—¿Mi Hermana hizo algo que le ofendió?

—No, pero... cuando salía a tomar un descanso de las reuniones con el Emperador, sus sirvientas siempre estaban detrás de mi para decirme que la Princesa Ariana quería verme en su habitación pero rechace sus invitaciones porque no tenía mucho tiempo.—expreso con un tono ligeramente de fastidio y se traga la galleta.—Mi hermana Lilith tuvo la oportunidad de hablar con ella, pero solo le hizo muchas preguntas sobre mi.

Luella trago saliva nerviosamente, Ariana no estaba siendo nada discreta para volver al Príncipe Edward su joya. En vez de hacer que se interese en ella solo lo ahuyenta con su intensidad de acercarse. Bueno... así cayeron todas sus joyas ante ella al ser muy intensa ¿Y porque con Edward no funciona?

—Y no soy estúpido alteza, me doy cuenta cuando le gustó a una mujer.—afirma en tono serio.

Es muy raro conocer a un hombre que sepa darse cuenta que una mujer está interesada en él. Este Príncipe es mucho más listo de lo que esperaba ¿Que debía hacer? ¿Decirle que Ariana planeaba integrarlo dentro de su haren? ¿Se ofendería?

—Mi hermana es...

—¡Luella! ¡Príncipe Edward!

Y hablando de la Reina de Roma. Luella suspiro fuertemente y vio a su hermana venir sonriendo de oreja a oreja, acompañada de Efrit ¿Porque de todas sus joyas debía venir con el peor de todos? Escucho un ligero gruñido de fastidio venir de Edward.

—Hermana, que alegría verte.—saludo y beso la mejilla de Luella y se giro al Príncipe Edward.—Buen día Príncipe Edward.—hizo una ligera reverencia.

De mala gana Edward se puso de pie e hizo una reverencia respetuosa también.

—Buen día Alteza.

—Que gusto verlo por aquí, él es Efrit Karsia, Segundo Príncipe de Zek.—señalo a Efrit con una sonrisa.

El Príncipe de Zek solo afirmó con la cabeza en señal de saludo, pero sus ojos estaban encendidos en fuego rabioso contra el Príncipe Edward. El Pelinegro noto el resentimiento del peli rojo con él.

"¿Que tanto me ve este imbécil?"

Tenía la actitud de un engreído de mierda, si quería pelear con él que se lo dijera ahora mismo y pueda darle el gusto de acabarlo con un solo golpe.

—Principe Edward hace dos días que he solicitado verlo ¿Porque no ha venido?—interrumpe Ariana en tono inocente.

—No he tenido tiempo de hacerlo alteza, las reuniones con su Padre me dejan exhausto. Espero me disculpe.

—Pero ahora está tomando una taza de té con mi hermana, así que está vez podríamos hablar en privado.—el tono de Ariana cambio a uno coqueto.

Efrit estaba totalmente atontado por su actitud, mientras que Edward estaba impasible y sin reaccionar.

—En realidad ahora no puedo, su hermana menor estaba por guiarme a conocer el castillo.—Luella se sobresalto de sorpresa por las palabras de Edward.—No he tenido la posibilidad de recorrerlo por las reuniones.

Ariana se giro hacia su hermana menor desconcertada y luego hacia Edward.

—Podría hacerlo en otra ocasión.

—Alteza, ya quede con la Princesa. Sería de mala educación cancelar nuestra caminata ¿No es así Luella?

La había llamado por su nombre y no formalmente. Por la forma en como Edward la miraba, estaba claro que no quería estar cerca de Ariana. Lastimosamente no podía hacer nada para ayudar a su hermana, su actitud intensa de acercarse al Príncipe resultaba acosadora e incómoda.

—Ehh... Si claro, yo... Ire con Edward a recorrer el palacio.

Edward pasó de largo a Ariana, se coloco a lado de Luella y le tendió su brazo quien sin dudarlo lo sujeto.

—Espero me disculpe Alteza.

Edward y Luella se fueron de aquel lugar agarrados como una pareja. La segunda Princesa de Arbezela logro escuchar un pequeño susurro de su hermana mayor.

—¿Que estás haciendo?

Luella solo alzó los hombros en señal de "Ni idea" y se fue con Edward. Ariana apretó sus puños a cada lado suyo y Efrit estaba más que satisfecho que ambos se hubieran ido.

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Caminando por los pasillos del palacio en silencio, el corazón de Luella latía con gran velocidad. Es la primera vez que alguien la elegía a ella por encima de Ariana. Todos en el lugar de Edward hubieran deseado irse de inmediato con Ariana sin resistencia alguna ¿Era real lo que acababa de pasar?

—¿No desea a mi hermana?

Rompió el silencio en tono serio. Edward se detuvo y se giro hacia ella confundido.

—¿A qué se refiere?

—Mi hermana ¿Porque no se fue con ella?

—No se me hacia apropiado dejarla sola e irme a hablar con ella.

¿Lo hizo solo por deber y no porque la prefirió a ella? Era de esperarse, todos desean a Ariana y no a ella.

—No debe preocuparse por mi, puede ir con mi hermana ahora mismo.—dijo mientras se soltaba del brazo de Edward.

—¿Que?

—Alteza, puede irse a hablar con mi hermana si así lo desea. No lo considero falta de respeto.

—¿Crees que miento? Luella no quiero hablar con Ariana.—alzo la voz.—¿Porque irme a conversar con ella cuando estoy disfrutando de una buena charla contigo?

Luella estaba desconcertada, nadie la deseaba a ella. Ni siquiera Marker Krytiel que siempre estaba detrás de Ariana. No era posible que alguien la prefería sobre encima de su hermana mayor.

—Esque no entiendo ¿Porque charlar conmigo? Ariana tiene temas de conversación más interesantes que yo y... todos... se van con ella por eso.

Edward se acercó a ella y se agacho a la altura de su rostro. Estaba tan cerca de Luella que podía sentir su respiración golpear su rostro.

—¿Crees que soy un retrasado mental que no sabe controlar lo que le cuelga entre las piernas solo por ver a una mujer atractiva?—estaba furioso, sus ojos azules disparaban tormentas eléctricas.—Ariana es atractiva, pero eso no quiere decir que la ame. Que sus joyas hayan caído son porque no pueden controlar lo que tienen entre las piernas, les falta evolucionar a los pobres.

Se aleja de Luella y da un paso atrás volviendo a su lugar. Luella había crecido con la idea de que si no era bella físicamente jamás la amarían. Ese era el problema con Arbezela, todos se concentraban en ser perfectos y bellos que no se enamoraban genuinamente. En el caso de las Joyas de Ariana, fue más que solo lujuria. No hay amor, solo obsesión y deseo ¿Que es el amor exactamente?

—La vere después alteza.

Edward se despidió, hizo una reverencia y se fue dejando a Luella sola en el pasillo.

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Después de cenar en la biblioteca como acostumbra, Luella iba hacia su habitación sumida en sus pensamientos. Las palabras de Edward se repetían varias veces en su cabeza.

Luella no sabía que era el amor en realidad, empezaba a cuestionar los sentimientos que tenía por el Duque Krytiel ¿Lo amaba en verdad? Le gustaba su actitud y su físico pero... ¿El amor debía incluir físico? Sus Padres no eran el ejemplo perfecto del amor verdadero. El Emperador Jaider amaba tanto a la Emperatriz Roserice que le profesaba amor eterno ¿Y porque tenía concubinas? Había escuchado llorar a Roserice cuando el Emperador tenía que tener relaciones sexuales con alguna concubina y él no se daba cuenta o simplemente no le importaba. Por un tiempo Luella pensó que eso era amor, dejar que la persona que amas se fuese a la cama con cuantas personas quisiera. Su concepto del amor cambio cuando conoció a unos pocos nobles que no tenían parejas de más. Siendo solamente uno del otro, Luella deseo que eso en verdad quería. Amor solo para ella ni para nadie más y ella darle amor solamente a ese ser amado. Sin embargo... la mayoría de los nobles terminaban por tener amantes a espaldas de sus esposas o esposos, algunos terminaban en divorcio u otros cambiaban la dinámica de la relación ¿Eso era amor? ¿Que era el amor realmente? ¿El amor necesariamente debía doler? ¿Necesariamente uno debía sufrir?

Escucho la voz de su hermana dentro de su habitación, estaba hablando con sus joyas. Luella abrió ligeramente la puerta y espió con cuidado.

—¿Que planea hacer ahora Princesa?—pregunto el Duque Phantom a lado de Ariana quién tenía una mirada sería y los brazos cruzados.

Ariana exhaló frustrada y miro a sus joyas.

—Para asegurarme el trono, obviamente necesito una sexta joya. Al Príncipe Edward.

—Ya ha intentado varias veces acercarse a él su Alteza, pero parece no tener interés en usted.—hablo Raymond en tono firme.

—El Príncipe Edward se ve interesado en su hermana.—dijo Jade alejado de todos.—Y la Princesa Luella también se ve interesada ¿Piensa lastimar a su hermana de esa manera?

Ariana rechinó los dientes de frustración y se sobo las cienes.

—¿Como te atreves hablarle a la Princesa de esa forma?—grito Efrit golpeando la mesa.

—¿Que? ¿Dije alguna mentira? Si de verdad la Princesa Ariana amara tanto a su hermana menor la dejaría ser feliz y permitiría que las cosas entre Edward y Luella se dieran.

Efrit se abalanzo contra Jade y lo aferró de su saco y alzó su puño amenazando con golpearlo. El Duque Phantom sostuvo al pelirrojo y lo apartó, mientras Jade era alejado por Haun.

—¡Efrit basta!—ordeno Ariana y se llevó las manos a la cabeza completamente estresada.—Jade tiene razón, pero... De verdad necesito al Príncipe Edward en el joyero. Además... salvo a mi propia hermana de que en algún futuro el Príncipe Edward la vaya a traicionar por mi. Si soy sincera... ella no lo merece, es capaz de ser manipulada por su Madre y hacer que Edward ayude a Benela a propagar más el Escaramujo y que una guerra entre Arbezela y Gantrick estalle. Lo hago por el bien de todos.

—¿Piensa hacer algo con sus hermanos?—pregunta Haun cauteloso.

—Al único que necesito es Haveron por su habilidad con las piedras mágicas. Bavilo, Kamal y Luella no los necesito.—se sienta en la silla y cruza las piernas.— Bavilo es apoyado ciegamente por Benela Verdi que hará lo posible por ponerlo en el trono y gobernar a través de él. Kamal es joven e inexperto. Mientras que Luella, no representa ninguna amenaza, es "La princesa débil" de Arbezela, si ella decidiera entrar en guerra por el trono yo la vencería fácilmente.—inhala y exhala.—Pero cuando me convierta en Emperatriz tendré que expulsar a los hijos de Benela Verdi del Imperio para evitar que una guerra por el trono vuelva a estallar y si lo hacen tendre que acabar con ellos.

Tras terminar la conversación, Luella cerró la puerta con mucho cuidado y sin hacer ruido. Tenía la mirada perdida, sus pies se alejaron de la puerta y se fue a su habitación. Su cuerpo se movía de forma automática, pero sus puños y su mandíbula estaban apretados fuertemente ¿Su propia hermana la creía débil? ¿Iba a expulsarla del Imperio cuando ella fuera Emperatriz? Esas palabras fueron como una puñalada en la espalda.

Fue a su escritorio y grito de rabia tirando sus cosas al suelo. Lágrimas empezaban a inundar sus ojos, sus mejillas ardian en señal de ira. Se jalo el cabello y enterró sus uñas en su cuero cabelludo para infligir dolor a ella misma. Queriendo reemplazar el dolor de la traición con el dolor físico, pero la traición era mucho más dolorosa. Los planes que tenía de irse del palacio a vivir tranquilamente estaban desechos por culpa de Ariana, de todos modos ella la expulsaría del Imperio junto a Bavilo y Kamal ¿Que iba a hacer en otro lugar sin nada? ¿Vivir el resto de su vida como la Princesa que fue despojada de sus títulos por su propia hermana? ¿Como si fuera una delincuente? Ariana ni siquiera le importaba el como se sentiría Luella si llegaba a estar con Edward, la Primera Princesa de Arbezela haría hasta lo imposible para asegurarse el trono aún por encima de la felicidad de su hermana menor.

Inclusive la consideraba débil y no una amenaza. Ya estaba harta de ese maldito apodo de "Princesa Débil". Podia pasarlo si venia de alguien del Imperio o inclusive de sus Padres, pero de su hermana mayor; la persona a la que tanto quería, le dolía como una quemadura de fuego. Recordó toda su niñez, las veces que Ariana sacó mejores notas, gano los incontables combates y su belleza natural... Las lágrimas mojaban sus mejillas y su rabia parecía incrementar con cada segundo. La foto de ella y Ariana cuando eran niñas estaba en el suelo tirada, ya que la tiro por su rabieta. En esa foto ambas sonreían y estaban abrazadas.

Empezó a pisotear una y otra vez la foto. Después de aquellas palabras provenir de su propia hermana mayor, estaba más que segura de que ella no era digna de ser Emperatriz.

—No mereces el trono... no mereces el trono...—repetia y pisoteaba la foto.

Pensaba en su Madre, no sabía que ella estaba detrás de la propagación del Escaramujo. También ella era culpable de todo esto, si jamás hubiera sido la primera concubina del Emperador, Luella no estaría pasando por esto.

Dejo de pisotear la foto y alzó la mirada hacia el frente y tomo su decisión finalmente.

—Yo seré la próxima Emperatriz.


Debía ganar apoyo primero para ser Emperatriz, había ganado buena reputación tras llegar del Reino de Mahira. Su Padre no lo sabía, pero el Rey y la Reina de Mahira le darian todo su apoyo a Luella si tomaba la decisión de tomar el trono de Arbezela. Necesitaría la ayuda de Heidi y Harchie que llegarían pasado mañana, las cosas no se quedarían así.

Si Ariana lo que deseaba era retarla, entonces aceptara con gusto el reto.

Para acabar con su hermana debía destruir a sus joyas, uno por uno. Tenía que "Destruir a las Joyas".

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