
💎 Capítulo 1
Los pajarillos se escuchaban cantar en el Reino de Mahira en un hermoso amanecer que empezaba a inundar todos los edificios. Algunos ciudadanos salían de sus viviendas para comenzar un nuevo día de trabajo. En un enorme castillo, se encontraba sentada en la ventana Luella de Secramise, la segunda Princesa de Arbezela. Sus ojos vagando por los ciudadanos y los animales. Había despertado más temprano de lo habitual para ver el amanecer. Creía que eran producidos por el bastón de alguna hechicera amorosa y gentil. Pero claro, cuando dejo de ser una niña y maduro comprendió muchas cosas que jamás pensó en la lógica. Escucho a alguien del pueblo decir que los Amaneceres eran el renacimiento de un nuevo día y que toda persona tenía una nueva oportunidad de ser feliz. Para Luella, todos sus días eran exactamente lo mismo.
Una Madre que no la amaba y la veía como un error, un Padre que no le prestaba atención, hermanos a los que tenía que proteger y sentirse todo el tiempo opacada por su hermana mayor. Había nacido de la primer concubina del Emperador Jaider de Secramise. Su Madre, Benela Verdi, la Rosa Roja del Imperio no era la definición perfecta de una Mujer amorosa con sus hijos, ni siquiera amaba tanto al Emperador como solia decir. Luella había nacido un año después del nacimiento de Ariana. Benela esperaba un varón, por desgracia de la Rosa Roja su primogenito fue una niña. La había odiado desde el primer momento en que la sostuvo en sus brazos. Una niña no iba a ser suficiente para que fuese mil veces mejor que la estupida hija mayor de la Emperatriz Roserice.
Pasó mayor parte de su infancia en medio de la soledad sin el amor de una Madre. Le preguntaba constantemente a los sirvientes por Benela que solo dedicaban a decir que estaba ocupada trabajando y que no podía verla. Pero a pesar de todo solía escabullirse para visitarla. En vez de que una sonrisa y un cariñoso abrazo estuviese esperándola, palabras que una niña pequeña no debería escuchar, la recibían en su lugar.
"Lárgate de aquí mocosa estúpida. Aquí no me sirves para nada "
"¿Quieres un abrazo? Te lo daré cuando seas un hombre o mejor aún cuando estés en un ataúd."
"Fuiste un error mi niña, siempre grabatelo."
Todos esos insultos los escucho a menudo en su infancia que todavía ahora en su joven adultez la seguían atormentando de vez en cuando. Ser mujer se había convertido en una maldición para si misma, las veces que se veía al espejo por varias horas y se insultaba por ser mujer y no tener el cariño de su Madre, le dolía como si la estuviesen quemando en fuego.
Cuando cumplió los 5 años, Luella empezó con sus clases como toda Princesa. Desde las académicas hasta los que tenían que ver en combate. Se había esforzado hasta el cansancio para demostrarle a su Madre que podría ser igual de buena que Ariana. Pero nada de lo que hacía la complacía ¿Una excelente calificación? Era estúpido y no le ayudaría en nada contra la mente superdotada de Ariana ¿Un buen desempeño con la espada? No le serviría por qué no tenía el talento natural de Ariana ¿Belleza? La belleza natural de Ariana la superaba ¿Tener buena reputación? Ariana tenía la mejor.
¡Todo era Ariana y solo Ariana!
Había llegado al punto en el que le tenía tanta envidia a su hermana mayor que deseaba su muerte como su hermano fallecido, Ares. Estaba mal que le tuviera tanta envidia a su hermana y lo sabía. Se sentía culpable. Amaba mucho a su hermana mayor. Las veces que jugaban, estudiaban y almorzaban juntas era lo más increíble del mundo. Pero ese odio acumulado por Benela, la obligaba a salir.
Su Padre ni siquiera la escuchaba sobre como se sentía al respecto de su Madre y Ariana. Ignoraba sus intentos de hablar o inclusive tener una pequeña convivencia entre Padre e Hija. Pero toda esa atención, todo ese tiempo siempre eran para Ariana. Siempre que se trataba de su hermana mayor, su Padre corría a toda prisa a atender a su pequeña Princesa. Con Luella era frío y cuando debían pasar tiempo como Padre e hija, el emperador era frío y estricto con ella que solo dedicaba a hablar de que tenia que ser una buena Princesa y debía esforzarse más. Con Ariana era distinto. Reía, sonreía y jugueteaba como un niño.
Pensó que por ser mujer su Padre no la apreciaba tampoco. No fue hasta el nacimiento de Bavilo su hermano menor que las cosas cambiaron. Se había sentido feliz de tener un hermanito y que él si podría recibir el amor de su Madre y Padre.
Estaba equivocada.
Bavilo por más que se esforzará tampoco lograba complacer a su Madre. A él le tocaron las cosas difíciles y crueles de Benela, solía golpearlo en la cara y exigirle de mas. Luella solía interponerse para salvar a su hermanito, pero claro Benela al tenerla frente no se detenía y la terminaba golpeando a ella también. Con todas esas golpizas que recibía junto a su hermano entendió que no importaba si nacía siendo hombre, el trato iba ser exactamente lo mismo. Ni siquiera su Padre se encargaba de consolarlo tampoco, todo ese amor y cariño era solo para Ariana.
Bavilo venía llorando a ella para buscar consuelo entre sus brazos y ella sin poner excusas se lo daba.
—¿Porque Mamá y Papá no nos aman?—dijo un pequeño Bavilo con la cabeza sobre el regazo de una pequeña Luella.
—Si nos aman. Solo que ambos no saben cómo demostrarlo.
Fue la unica excusa que se le pudo haber ocurrido por el comportamiento de sus Padres. Luella ya había entendido que Benela no la amaba a ella ni a Bavilo. Su amor por el poder y la perfección eran mucho más grandes. Mientras que su Padre parecía solo verlos como simples inquilinos viviendo bajo el mismo techo.
Cuando su segundo hermano nació, Kamal. Luella hizo hasta lo imposible por tenerlo apartado de su Madre Benela. Resultando que Kamal no sufriera lo que ella y Bavilo sufrían. Kamal resultó ser alegre y risueño. Y eso a Luella le gustaba mucho de su hermanito, aunque era manipulador por su encanto adorable. Siempre se concentraba tanto en cuidarlo que por un momento algunos sirvientes la veían más como la Madre de Kamal y no su hermana. Ella había desarrollado ese instinto maternal que Benela nunca desarrollo.
Luella suspira fuertemente y se levanta de la ventana para ir a la cama a sentarse en lo que llegaba su dama de compañía a ayudarla a vestirse. Era el día en que regresaría a Arbezela, volvería al lugar infernal al que llamaba hogar después de un año. Lo único que ansiaba era ver a sus queridos hermanitos cuanto antes. Su Padre le había dado la tarea de cumplir con las negociaciones políticas en el Reino de Mahira. Luella había desarrollado la capacidad de saber negociar con las personas, que siempre terminaban aceptando todo lo que les proponía. Se sintió orgullosa de si misma, su Padre reconoció sus habilidades por una vez. Había hecho varias negociaciones con el Rey y Reina de Mahira sin descanso hasta lograr su cometido.
El golpeteo de su puerta la sacó de sus pensamientos y levantó la mirada.
—Adelante.—ordeno.
La puerta se abre y entra una mujer de avanzada edad con un traje negro y delantal blanco de sirvienta.
—Buenos días Princesa.—dijo con una reverencia y sonrisa genuina.—Vengo a prepararla para su regreso a Arbezela.
—Lo se Inés. No debes recordármelo.
La expresión de Luella era melancólica y estaba sin ánimos de nada. Había hecho buenos amigos aquí en Mahira que no quería dejarlos. En Arbezela solo tenía a Inés y sus hermanos, pero las noticias que recibió del Imperio no le daban buena espina en lo absoluto.
—No debe preocuparse su Alteza. Debe permanecer siempre fuerte y valiente como siempre lo ha sido.—decia Inés con una sonrisa radiante.—Usted aprendió mucho en su estadía en Mahira, se ha vuelto más habilidosa y más valiente. Regresar a Arbezela no deberia ser un problema.
Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Luella. Su querida Inés era la única que le daba ánimos en todo. Había empezado a ocuparse de ella hace no más de tres años. Y le había tomado un gran cariño.
—Te agradezco mucho Inés. Usted siempre con sus ánimos.
Inés empezó a ayudarla a vestirse con un ligero vestido color verde y atar su cabello blanco en un chongo alto. Luella veía su apariencia en el espejo y se miraba a los ojos. Esos ojos color de la sangre que había heredado de su Madre la ponían de mal humor. Veía los ojos fríos y desalmados de Benela. Apreto sus puños, sus uñas se enterraban en su propia piel que un poco más la harían sangrar. Desde hacia varios años desarrollo odio y asco a la Mujer que le dio la vida. Haber estado apartada de ella por un largo tiempo fue como quitarle un peso de encima, ahora que tenía que volver a verla después era como poner encima nuevamente la gigantesca montaña en la espalda y esperar ser aplastada por esta.
.
.
Luella salió del palacio con su equipaje y vio a ambos hijos gemelos del Rey y la Reina de Mahira esperándola con una sonrisa genuina con algunos regalos sobre sus manos. Heidi era una chica de cabello castaño semi lacio y ojos verdes. De baja estatura con piel blanca. A lado de ella estaba su hermano Harchie, teniendo el mismo cabello café, lo tenía corto y los mismos ojos esmeraldas. Era unos cuantos centímetros más alto que Heidi.
—¡Luella! Espero que tengas un buen viaje.—expreso Heidi mientras la abrazaba y le daba una pequeña cajita de regalo.
—Gracias Heidi.—agradecio con una sonrisa melancólica.
—Promete que nos escribirás.—llego Harchie a lado de Luella mientras le daba un abrazo cálido.
—Se los prometo.
Los tres amigos se abrazaron y rieron. Algunas lágrimas querían salir a mares de los ojos de Luella pero evitaba hacerlo. No quería desapartarse de sus amigos y dejar atrás todas las locuras que hicieron juntos. Harchie y Heidi habían sido como unos hermanos mayores para Luella. Se sintió querida y protegida con ellos.
—¿Estás segura que estarás bien?
La pregunta de Heidi hizo que Luella se callara por unos momentos, la respuesta era clara.
—Estare bien, tengo un plan en mente.—sonrie con tristeza.
Heidi y Harchie evitaron no preguntar sobre el plan de Luella. La habían escuchado hablar con Inés, que cuando obtuviera el dinero suficiente abandonaria el castillo de Arbezela y viviría siendo una buena comerciante de joyas. Estaban dispuestos a apoyarla con lo que fuera necesario pero dada la actitud de la Princesa se negaría y diría que no lo merecía.
—Si así lo deseas, estamos contigo—dijo Harchie sobando la cabeza de Luella con cariño.
Heidi asiente en confirmación sonriendo.
—Evita todo lo que puedas a tu Madre, Padre, y a la Emperatriz. Y especialmente a las joyas de tu hermana.
—Lo dudo mucho, no quiero inmiscuirme con sus joyas. Debe de estar mas concentrada en pasar tiempo con ellos que con la familia.
Luella había recibido una carta de Ariana hace dos meses contándole sobre su colección de hombres que inició. Ariana le había explicado que la ayudarían a ser la próxima Emperatriz de Arbezela y ganarse el favor de su Padre en nombrarla la siguiente heredera ¿Todavía más? La de ojos rojos ya daba por sentado que su Padre nombraría a su hermana por ser su hija favorita. Jamás escucho que tuviera considerado a otro de sus hermanos, que ya daba por sentado que escogería a Ariana por capricho en vez de saber si estaba lo suficientemente preparada o no.
La carta que su hermana mayor le había enviado, decía que todos los Reinos pensaban que tenía un Harem solo por diversión. Pero también lo era para que la ayudarán a mover relaciones públicas y políticas para ganarse aún más el favor del Emperador. Luella se enteró de todos los logros de Ariana que se sintió feliz por ella de que al menos estuviera esforzándose de verdad por ser la próxima Emperatriz. Pero por otra parte... No era correcto la forma en la que lo hacía.
Entendía porque su hermana recurrió a hacer un harem, vivían en una sociedad misógina. Y lamentablemente las mujeres para subir en la sociedad necesitaban la ayuda de un hombre. Entendía porque su hermana opto por crear un harem para asegurar el trono, pero ella misma seguia siendo parte del sistema pero a la inversa. Al tratar a esos hombres como objetos de guerra y sexuales.
Luella también podría entrar en juego y empezar a competir por el trono, pero no tenía la belleza ni la fuerza para conseguir hombres como Ariana.
¿Que podía hacer? No tenía el favor de su Padre, los nobles apenas le prestaban atención. No era fuerte como su hermana, no era perfecta y ni tan hermosa como ella.
Luella finalmente subió al carruaje y una pequeña lágrima se deslizó por su mejilla.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro