Capítulo 35
Observé con fijeza a la mujer frente a mi, una de las amantes con la que duré por bastante tiempo hasta que me casé con Violette.
-¿Qué quieres, Tiffany?
Ella sonrió con coquetería y desenlazó la gabardina que traía encima deslizándola por sus hombros hasta que esta cayó al suelo. Dejando a la vista su espectacular cuerpo desnudo, aparté la vista de ella tratando de no caer en la tentación.
-A ti, te quiero a ti, Alexandre.
Con pasos seductores se acercó a la silla dónde me encontraba sentado, mordió su labio inferior y sentó sobre mis piernas, tomando con su mano mis mejillas acercó su rostro al mío y me besó. Mi cuerpo estaba quieto, no moví mis labios ni hice el intento de quitármela de encima.
-Tócame Alexandre, sé que me deseas como yo te deseo a ti.
Metió sus manos dentro de mi saco tocándome por encima de mi camisa, descendiendo poco a poco pero antes que su mano llegara a la bragueta de mi pantalón la detuve y la aparté de mi. Recordé la promesa que le había hecho a Violette, no me acostaría con Tiffany ni con otra mujer. Si lo hacía, nuestro trato de tener intimidad se acabaría y eso no estaba en mis planes. Esa mujer me hacía desearla tanto hasta perder los estribos.
-No, Tiffany. Vístete y vete de mi oficina y no vuelvas. No te quiero volver a ver.
Ella me miró indignada y con sus ojos lleno de dolor.
-¿Por qué Alex? ¿Es por ella? -no dije nada y me levanté de la silla para hacer más distancia -¡Es por ella!
Lagrimas comenzaron a salir de sus ojos y se acercó más a mi.
-Si, es por ella. Es mi esposa y le debo fidelidad y respeto.
-¿Desde cuando tú ofreces eso? ¡Si cuando estaban comprometidos le pusiste los cuernos conmigo y muchas mujeres más!
-Eso era antes. Ahora por favor Tiffany, vístete y vete no quiero tener problemas con ella.
-¿Qué tiene ella que no te pueda dar yo? Yo te amo, Alexandre. Si te hubieras casado conmigo yo no te exigiera tanto si tan solo estuvieras conmigo me bastaría -lloró mirándome con súplica.
-Ya basta. Tú no me amas, lo que sientes por mí es una obsesión. Olvídate de mí y busca a una persona que te ofrezca el mismo sentimiento. Una vez más Tiffany, vístete.
Me miró una vez más y recogió su gabardina se la puso y salió dando un portazo. Suspiré y volví a mi silla, aliviado por no haberme metido con aquella mujer.
Me sorprendí a mí mismo al haber hecho aquello, en otro tiempo ni siquiera lo hubiera pensado y la hubiese tomado allí mismo. Pero el recuerdo de cierta mujer me detuvo recordándome que no podía fallarle.
Retomé mi trabajo y comencé a leer algunos documentos y a firmarlos. Hoy me iría de la empresa a la hora de almuerzo justamente hoy teníamos que estar en la casa de los abuelos. Mis padres se habían adelantado y se fueron ayer, los demás se fueron hoy en la mañana según me informan mis padres. Sólo faltábamos nosotros, que éramos los más ocupados, ella tenía que dejar todo en orden para la próxima semana y yo también tenía que hacer lo mismo.
Una vez hube terminado y se había llegado la hora del almuerzo salí de la empresa, subí a mi auto y conduje a casa, hoy cada uno había venido en su propio auto. Cuando llegué a casa miré su auto estacionado frente a la casa, bajé del auto y entré a casa yendo directo a la habitación.
Al ingresar a esta pude escuchar el agua de la ducha caer y observé su ropa en la cama. Una idea cruzó por mi mente miré la puerta de baño por unos segundos luego negué con la cabeza y pasé de paso de esa puerta y entré al armario antes de cambiar de opinión.
Terminé de arreglar mi maleta y bajé a mi oficina por mi portátil y mi iPad necesitaba llevar algo con lo cual estar supervisando las empresas, sólo era un fin de semana pero conocía a mis abuelos y sabía con certeza que ellos alargarían los días, probablemente volveríamos como el martes o el miércoles.
Antes de volver a la habitación pasé por la cocina encontrándome con la Señora Vanessa.
-Alexandre -me sonrió con cariño.
-Vanessa ¿qué era lo que querías comunicarme? -dije acomodándome en uno de los taburetes de la barra y tomando una manzana del frutero.
-Te quería pedir permiso para contratar a más personal.
-¿Más? -fruncí el ceño dándole una mordida a la manzana.
-Si, es que varias muchachas han renunciado y nos hemos quedado cortos de personal.
-Siendo así puedes hacerlo, confío en ti Vanessa -dije levantándome y saliendo de la cocina para volver a la habitación encontrándome a una Violette enfundada en uno de sus elegantes vestidos.
Me acerqué a ella tomándola de la cintura con mi mano libre y acercándola para besarla.
-¿Ya estás listo? -pregunta enrollando sus manos alrededor de mi cuello.
-Si, sólo meteré estos aparatos a la maleta. -levanté el portátil y la tableta.
Se apartó y se metió al armario, aproveché y metí los aparatos a la maleta y la cerré.
-¿Dónde almorzaremos?
-En algún restaurante camino al aeropuerto.
-A mi bebé sele han antojado algunos camarones, ¿crees que podremos ir a comer algunos?
Sonreí mirándola salir del armario con su maleta, me miró con suplica y deteniendo su vientre con ambas manos. Me acerqué a ella y coloqué mis manos encima de las suyas.
-Sus deseos son órdenes, princesa -dije hablándole a su vientre aún plano. La escucho reírse y la miro.
-¿Por qué asumes que es una niña?
-Porque sé que lo será.
Rodó los ojos y arrastrando su maleta comenzó a caminar .
-Apresúrate que tenemos mucha hambre.
[...]
Bajamos del Jet privado de Violette. El chofer que nos está esperando junto al auto toma nuestras maletas y las sube al auto.
-No había tenido oportunidad de venir a conocer San Diego, tendrás que darme un recorrido, Adrián -dijo mirándome con una sonrisa en su rostro.
-Si quieres podemos ir a dar una vuelta antes de ir a casa de los abuelos. Mira que está bastante alejada de la ciudad.
-Me encantaría.
La tomé de la mano y la jalé hasta el auto. Subimos y le di las indicaciones al chofer para que este después pusiera en marcha el auto.
La llevé a varios lugares y de último a petición de ella fuimos al centro comercial. Discutiendo que no había traído suficiente zapatos y que quería algunos nuevos.
Me arrastró hasta la zapatería y allí empezó a medirse varios tacones y plataformas.
-Sabes que dentro de poco no podrás usar tacones ¿verdad? -comenté mirándola medirse unos zapatos exageradamente altos.
-Eso lo sé pero no es como si duraré el resto de mi vida embarazada.
-No, pero luego dirás que están pasados de moda.
Ella soltó una carcajada ante mi comentario.
-Tienes toda la razón.
Luego de decidirse por cuales llevar fue a la caja a pagarlos. La esperé en la salida hasta que llegó a mi lado con dos bolsas en mano, tomé algunas para ayudarle y luego entrar a otra tienda.
Pasamos todo el resto de la tarde comprando de tienda en tienda. E incluso hasta salí comprando ropa para mí por la insistencia de ella que comprara algunos trajes o ropa informal.
Había recibido varias llamadas de mi madre y de mi abuela preguntándome a qué horas llegaría. Ya cuando había anochecido llegamos a la mansión de mis abuelos. Los empleados salieron por nuestras maletas y las múltiples bolsas de compras. Mi madre y mi abuela estaban en la entrada esperándonos.
Tomando a Violette de la cintura caminamos hasta estar frente a ellas.
-Madre, Abuela ¿cómo están? -las saludé abrazando a cada una.
-Bien hijo.
-Pensamos que nunca llegarían y conociéndote no me extrañaría -dijo mi abuela mirando Violette con suma atención.
-Abuela te presento a Violette, mi esposa. Violette ella es mi abuela, Victoria.
Violette le sonrió y le tendió la mano con amabilidad.
-Es un placer conocerla, Señora Victoria.
-El placer es mío -mi abuela le tomó la mano y le sonrió abiertamente -Eres muy hermosa, Violette.
-Muchas gracias y usted no se queda atrás Señora, es muy bonita.
Mi abuela río
-Dime Victoria, querida. Vamos entren los estábamos esperando para cenar.
Entramos a la casa dirigiéndonos al comedor. En el cual ya se encontraban todos sentados esperando por la comida. Las miradas de todos se centraron en nosotros, sentí a Violette tensarse.
-Buenas noches -saludamos ambos a lo que todos respondieron.
Tomamos asiento uno cerca del otro. Mis primas le sonrieron con falsedad a Violette.
-¿Cuando les diremos? -preguntó en un susurro.
-Mañana en el almuerzo o el desayuno.
-Es de mala educación susurrarse cuando hay gente a su alrededor, primo -dijo Arthur quien se encontraba frente a nosotros. Sus palabras hicieron que una vez más tuviéramos las miradas de los demás sobre nosotros.
-Son cosas de pareja que no podemos compartir contigo, Arthur.
Narra Violette
En ese momento los empleados entraron a servir la comida, una vez servida se escuchó el tintineo de una copa llamando la atención de todos. Se escuchó el chirrido de una silla ser arrastrada, el señor que se encontraba sentado en la cabecera de la mesa se encontraba de pie.
-Buenas noches familia, como sabrán este fin de semana familiar que hemos organizado es en honor a la nueva integrante de la familia -el señor dirigió una mirada hacia nosotros -hijo por favor presentamos a tu esposa.
Alexandre se puso de pie y me ayudó a que yo también lo hiciese.
-Abuelo te presento a mi esposa, Violette Miller. Cariño él es mi abuelo Frank.
Dibujé una sonrisa y miré al simpático señor.
-¡Bienvenida a la familia, Violette!
-Gracias, aprovechando el momento mi esposo y yo quisiéramos compartir una noticia con ustedes.
Alexandre me apretó la mano reclamándome.
-¿Qué noticia, hijo? -preguntó su padre.
-Violette y yo seremos padres -Soltó sin más sorprendiendo a todos.
Me fijé en los padres de Adrián, los ojos de Marie brillaron empañándose de lágrimas. Su padre igual se le veía alegre y con el mismo brillo en sus ojos.
-¡Eso es estupendo! -exclamó con alegría Victoria.
-¡Vaya querido nieto, nos has sorprendido! Llegué a pensar que nunca conocería tus hijos ¡Felicidades a ambos! -dijo el Señor Frank.
-¡Felicidades! -exclamó uno de sus tíos.
Todos comenzaron a felicitarnos e incluso algunos vinieron a abrazarnos, la reacción que más me gustó fue la de mi suegra, quién se lanzó a los brazos de su hijo sollozando y felicitándolo.
-Felicidades -dijo Arthur acercándose a nosotros quiso abrazarme pero instintivamente me alejé acercándome más al cuerpo de Adrián.
-Gracias
Él se extrañó ante mi comportamiento, era increíble el hecho de que no me reconociera, había sido su novia un año. Alexandre me miró con curiosidad por la reacción que tuve.
-Tú y yo hablaremos más tarde -susurró en mi oído. Sólo asentí en respuesta.
Una vez todos nos felicitaron nos sentamos en la mesa y procedimos a cenar, manteniendo una conversación bastante relajada.
-Dime querida, ¿cómo se conocieron mi nieto y tú? -preguntó su abuela.
-En una reunión de trabajo, buscaba una asociación con él.
-Así que eres empresaria -mencionó Frank.
-Si, soy la dueña de la cadena hotelera VIROMI y de la marca de que lleva el mismo nombre -sonreí con orgullo.
-Por supuesto cómo no te reconocí antes ¡La famosa Violette Miller!
-¿De dónde eres, querida? Me refiero a tu nacionalidad
-Soy española.
-Y ¿quienes son tus padres? -está vez fue una de las tías que preguntó.
Me quedé en silencio ante su pregunta, hacía ya mucho tiempo que no escuchaba esa pregunta. Mi cuerpo se puso tenso y mi sonrisa se borró, Adrián lo notó y sobó mi pierna por debajo de la mesa. No pude evitar recordarlos y llenarme de melancolía.
-Alejandro y Elizabeth Miller
Gracias por leer❤️
Espero les haya gustado y lo hayan disfrutado.
Los quiere,
Jakelin Amaya
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