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Capítulo 20

Holaaa, a leer ricuras 🫠

Reina

No sé si es solo mi imaginación, pero siento que hoy todos me miran más de lo que normalmente, para mi disgusto, me miran; haciéndome sentir expuesta a algo de lo que no  tengo idea.

O eso es lo que quiero fingir.

—¿Por qué la cara de estreñida?—pregunta Mía frunciendo el ceño.

Estamos sentados debajo de las gradas estudiando para el examen de matemáticas que hoy tendremos.

—Es posible que lo esté, así que déjala llevar su proceso en paz—le responde Roy mientras escribe con rapidez en su teléfono.

—¡Oye!—me quejo—No me estás ayudando, amigo.

Ríe sin apartar la mirada del aparato que usa con tanta prisa y luego levanta la mirada para lanzarme un beso.

—Aún eres mi favorita, Reinis—me guiña el ojo.

Hago una mueca y le doy una mordida a mi hamburguesa.

—¿Es mi imaginación o el demonio que te dejó plantada el otro día viene para acá?—pregunta Roy frunciendo el ceño y perdiendo por un momento la concentración en su teléfono.

No sigo su mirada y tampoco el pequeño grito que ha lanzado Mía.

Alzo un poco la vista para ver lo que escribía y enarco una ceja al ver un chat abierto que lleva como nombre "Mi amor".

No digo nada y tampoco leo su conversación, simplemente le dedico una pequeña sonrisa cuando me mira y sigo comiendo.

—¿Podemos hablar?—el peleador de los trillizos del infierno pregunta mirando a mi amiga que parece desear que la tierra la trague y la escupa en un lugar recondito.

Él está todo sudado porque estaba en una práctica que me obligaron a ver a escondidas y no lleva más que una bermuda. La entiendo. Héctor es ese tipo de hombre que tiene una belleza oscura y agresiva que no te deja mirar para ningún otro lado.

Roy y yo miramos a Mía a la espera de una respuesta.

Ella traga saliva y levanta el mentón.

—¿Qué quieres?

—Hablemos en privado—contesta a la vez que pasa una mano por su cabello húmedo por el sudor y arregla la cinturilla de su bermuda.

Mía parece salivar por eso, pero sacude la cabeza y se pone seria. Una pose que nunca la vi tomar. Siempre ha sido relajada, del tipo que toma todo suave y nunca se enoja.

—¿Aquí?—nos señala con la barbilla.

—Son mis amigos. No hay nada que ocultar—aunque parece segura, por un momento flaquea y muestra los nervios que la carcomen por lo que él podría decir.

—Ve, no te preocupes por nosotros—la intensa y Héctor me mira con extrañeza.

Debe pensar que somos unos cotillos que queremos saber lo que dirá a continuación para ponerlo en contra. Se mueve de un pie a otro y coloca las dos manos en su cintura. Le dedica una corta mirada a Roy de desagrado y luego vuelve a mirar a Mía.

Creo que la tensión no puede aumentar más y para salir del paso le doy un manotazo en el brazo.

—Anda.

Parece coger coraje porque lo agarra del brazo y lo guía fuera de nuestra vista quien sabe a dónde.

—Posiblememte esos vayan a follar—Roy hace una mueca asqueado—Si yo fuera ella jamás dejaría que él se acerca tan siquiera a un kilómetro de mí después de lo que le hizo. Mira que dejarla plantada luego de ilusionarla es algo realmente feo. Créeme, tengo experiencia y no se lo desearía ni a mi peor enemigo.

Vuelve su concentración a sus apuntes, sin embargo, no puedo dejar de mirarlo encontrándole sentido a lo que dice.

—¿Cuándo nos invitarás a tu casa?—le pregunto por impulso.

Se queda tieso por un momento y luego suelta una corta risa.

—Cuando quieras, te encantará conocer a mi madre—rueda los ojos con una sonrisa—Le gustaba cocinarle a mis amigos de mi antigua escuela y algunas veces meterse en nuestra conversación. Puede ser molesta cuando quiere, pero de todas maneras se que tú y Claudia se llevarán muy bien.

—Por lo que dices suena interesante—respondo y sonrío.

Luego de unos minutos de no dejar de mirarlo hacer sus apuntes, la hora del almuerzo llega y nos levantamos para botar nuestra basura del desayuno e irnos.

A lejos veo a los chicos de fútbol recogiendo sus cosas para ir a ducharse y mi mirada encuentra al que por todos los infiernos no debería.

Miro su estructura sudada, sus piernas bien definidas, su estómago plano con cuadritos haciéndolo más apetecible y esos labios carnosos y rosados que de un tiempo para acá me tienen en las nubes.

Pensé que había olvidado mi enamoramiento juvenil por Marcus pero al parecer esas mierdas duran más de lo que me gustaría.

Siento mis mejillas ardiendo cuando se ponen como un tómate por la sonrisa ladeada que me recibe y cuando avanzo más arriba me guiña un ojo.

«Benditos sean sus padres y demás familiares por premiarlo con unas facciones tan perfectas»

Tiene barba de algunos días luciendo más maduro y aunque no es tan "amable" como cuando estamos solos, no por voluntad propia cabe decir, pero por lo menos tampoco me mira con odio o asco.

—¿Qué tanto miras?—pregunta Roy buscando con la mirada mi objetivo.

—Nada—acelero mis pasos y salgo de la cancha para dirigirme a la cafetería.

Cuando entramos los meseros van de un lado a otro sirviendo la comida, Mía ya está en nuestra mesa gracias al cielo y Héctor y su grupito a su lado. Soy suertuda por no comerme el piso con la prisa que camino. No me gusta ser el centro de atención por si no ha quedado claro y hoy parece que lo soy.

—¿Por qué nos miran?—Roy mira extrañado a todo el mundo.

De un tiempo para acá ya ni caso nos hacían. Nos ignoraban y evitaban como si tuviéramos lepra por lo que está excesiva atención me disgusta.

Algunos mirando su teléfono boquiabiertos y otros simplemente tratan de disimular.

Roy casi se atraganta con su propia saliva cuando ve a Cristal y su séquito venir hacia nuestra mesa.

Sabe lo que me hizo hace unos días y puede que su lado gallina haya salido a flote.

—A ti te estaba buscando—se cruza de brazos con una ceja enarca cuando se detiene frente a mí.

—¿Necesitas algo?—le pregunto tensa.

Tengo que estar alerta porque de pronto se quiere desquitar por la bofetada del otro día y me agarra con la guardia baja.

—Necesito que dejes a mi hombre en paz y vuelvas a tu puesto de nerd odiada por todos. No trates de competir conmigo porque te aplasto, Reina—dice enojada no sé ni por qué mierda.

«¿De qué hombre habla?»

Enarco una ceja interrogante.

Cuando va a abrir la boca es interrumpida por alguien que se sube a una mesa de forma muy estruendosa. Notablemente quiere llamar la atención de todo el mundo porque dirá algo importante.

—¡Atención todos!—gritan y cierro los ojos al escuchar la voz de la persona protagonista.

«Mierda, esto me huele a que no me gustará»

Antes de continuar me mira y una lenta pero segura sonrisa malvada se forma en sus labios.

Oh no.

—Desde este momento el que se meta con Reina Müller, mi hermana o su amigo se las verá conmigo y ya saben cómo funcionan las cosas—le dice dando vueltas en la mesa y causando diferentes sonidos en la multitud. Unos no tan agradables—Una cosa era meterse con la chica sola que nadie quería ser amigo de ella y otra es meterse con mi chica.

Se baja y viene a paso seguro hacia mi.

Abro la boca para mandarlo al diablo y desmentir cualquier cosa que haya salido por su boca.

Me agarra la mandíbula y propina un beso que me roba el arma.

—¡Quedan advertidos!—es lo último que dice.

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