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Capítulo 2

Reina

Luego de tener que ir de aquí y allá para recibir mis clases, por fin llega mi hora favorita: almuerzo. Por suerte no crucé mirada con los trillizos del infierno. No quiero ningún tipo de enfrentamientos con esos psicópatas. Mi paz no está en juego y sé que si me acerco a uno de ellos algo malo pasaría.

El año pasado colgaron de los pantaloncillos a un nuevo ingresado de un árbol y quemaron todas sus pertenencias solo porque el indefenso chico miró de más a Mía. El más vengativo fue Héctor. No es un secreto para nadie que esos dos siempre se han traído algo.

Dejando los pensamientos desagradables de lado, como de costumbre me siento en la mesa más alejada y saco el almuerzo que Bertha me prepara en casa. No me interesa comer la comida de estos pijos, además nunca será tan buena como la de mi Nana. También traje un libro para matar el tiempo y abandonar esta realidad llena de farsantes aburridos.

Es una costumbre que adquirí, me refiero a leer, en la cuarentena. Mi teléfono me fue quitado por mi maravillosa educación de no quedarme callada cuando se debe y tuve que entretenerme con algo. Ahora no puedo dejar de leer estos libros tan adictivos. A veces lo hago en papel o simplemente directamente de Wattpad. Depende mi estado ánimo. Aunque la experiencia de leer en papel nunca será como la digital.

-¿Y cómo está llendo tu día?-pregunta la pequeña de los Winston sentándose en mi mesa.

Cierro los ojos y abandono mi delicioso pudín.

-Muy bien hasta que tú llegaste.

Ríe como si le hubiera dicho el mejor de los chistes y comienza a devorar sus papas fritas.

-Eres una chistosa a pesar de ser muy poco amable, amiga-recalca la última palabra para molestarme.

-Gracias, es por parte de mi familia que tanto adora a la tuya-sorbo mi leche de chocolate.

Suspira y deja de comer sus papas por un momento.

-¿Ya te he dicho que nadie te juzgará si abandonas este papel de perra?-inquiere.

-Mmm, déjame pensarlo-palmeo el dedo índice en mi barbilla fingiendo que estoy considerándolo-¡Oh, sí lo has hecho! La cosa es que no me importa.

Rueda los ojos como de costumbre y sigue devorando su comida. Mi intento de seguir con la lectura se ve frustrado ya que no puedo concentrarme con ella mirándome fijamente.

-¿Puedes mirar para otro lado o mi belleza no te lo permite?-inquiero de mala gana.

Sonríe malévola pero ésta se tambalea cuando su mirada se desvía a la entrada del patio. Suspiro con pesadez intuyendo lo que se viene. Todos guardan silencio cuando los trillizos del infierno hacen su entrada. Para mi mala suerte quedo justamente frente a ellos y puedo ver todo el egocentrismo que se cargan.

Los demás parecen estar segados por su encanto, pero yo sí los veo. Detrás de esa fachada de tipos malos que tienen se esconden niños deseosos por llamar la atención porque sin ella se sienten apartados. Personas como yo son las que se deben de sentir desplazadas. Todo el mundo se encarga de hacerme saber y no solo a mí, también a los becados que lo único que buscan es una mejor educación, que nunca seremos aceptados por ellos.

Ser parte de los Müller me ha dejado más en la mira porque mi prima adoptiva, Cristal, se ha tomado la molestia de dejarme por el piso como si la única que valiera de la familia es ella. Aún me acuerdo como rompía mis muñecas cuando éramos pequeñas y peleaba por la atención de Marcus.

«Gracias a Dios que ese imbécil a medida que fue creciendo me dejó en paz»

-Miralos, son tan hermoso-una chica que está en la mesa contigua a la mira le susurra a su amigo gay.

Aprieto el puño en mi pantalón de chándal deseando que su pequeño momento de gloria pase para disfrutar de mi almuerzo. Es una verdadera molestia tenerlos tan cerca, lo peor de todo es que el líder de su grupito diabólico es mi vecino y a diario desde mi terraza puedo ver todas las sinvergüenzadas que hacen.

Estoy considerando seriamente cambiar de habitación. Miro fijamente el pudín canalizando mi molestia, pero eso se ve interrumpido cuando escucho un ¡Oh! por parte de todos.

Levanto la mirada y frunzo el ceño al ver a un chico tirado en el suelo junto a su bandeja y a los trillizos del infierno mirándolo como si desearan mandarlo a conocer el mundo de los muertos.

-Lo-lo siento. No vi por donde andaba-dice haciendo el intento por levantarse, sin embargo, sus planes se ven frustrados cuando un pie es clavado en su pierna.

Daniel se inclina poniéndose a su altura y ladea la cabeza.

-¿Crees que con un simple "lo siento" todo se resolverá, idiota?-gruñe.

Al parecer él fue el que se llevó lo peor ya que tiene la camisa del uniforme de la preparatoria manchado con ketchup y lo que parece batido de fresa.

«Maldición, otra víctima»

-Estaba mirando mi teléfono. Nunca fue mi intención...

La sonrisa macabra de Héctor resuena y observo como algunos se estremecen de temor. Héctor O'hara es como el que dicta los castigos en el grupo y puede llegar a ser igual o peor de diabólico que Marcus.

-¿Porque no le enseñamos al nuevo lo que se hace con los torpes que no se fijan en su camino?-pregunta y veo como el chico en el suelo frunce el ceño sin saber de que va todo-Si me permiten, yo podría mostrarle.

-Ese idiota-escucho por lo bajo de Mía.

Por lo menos lo admite.

Estos chicos han arruinado el año escolar de más de uno y hay otros que simplemente no pueden con la presión y abandonan Mannford. Pero claro, no son expulsados porque al consejo no le combiene que tres de los hijos de las personas más influyentes se vean afectados.

Travesuras de niños lo llaman.

-Oigan, no quiero problemas. De verdad lo lamento-dice el chico una vez más tratando de incorporarse.

Daniel pone una mano en su hombro y hace presión efectuando una mueca en la cara de él.

-Oh, lo lamentaras-le da una pequeña sonrisa y se incorpora.

Héctor da un paso hacia él y yo me levanto mandando al suelo mi almuerzo.

-Tócalo quién lo lamentara será otro.

Oh, diablos.

«¿Qué hice?»

«¿No se supone que no quiero sus macabras atenciones en mí?»

Ya es tarde para arrepentirme porque todos los ojos están encima de mí. Para empeorar mi suerte puedo ver claramente el brillo sádico que se prenden en los ojos de los trillizos del infierno y la promesa no dicha de que ahora la que llevará la cruz seré yo.

Para no verme tan débil a paso rápido voy a donde está el chico tirado y lo ayudo a recoger sus cosas para que se levante. Lo agarro de la mano para avanzar a mi mesa sintiendo como la sangre fluye caliente por mis venas. Mi pequeño momento de valentía se ve interrumpido cuando una fuerte mano se posa en mi muñeca.

Miro la mano áspera y venosa apretarse en mi carne y tragó saliva audiblemente reconociendola al instante porque son las mismas que he visto golpear muchas veces a los que no respetan sus reglas.

Marcus Winston.

-Esto no se quedará así, Fleur de loto-dice lo último solo para nosotros dos-Tú sola has cabado tu tumba.

Tiemblo cuando me suelta, sintiendo como esas palabras se filtran en mí y temiendo porque he despertado al demonio que tanto quise mantener alejado.

Sin embargo, tampoco puedo evitar responder:

-Ven por mí. Aquí te estaré esperando.

***
Holaaa

¡Bendito capítulo este!🔥

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Hasta el próximo capítulo

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