Capítulo 19
Aquí leemos el punto de vista de Marcus 🌚
Marcus
Está bien, ya me pasé de los límites.
La sigo como un desquiciado y no sé qué mierda me pasa porque nunca me había puesto así por una chica.
Es a ese parque de nuevo.
Parece ser un lugar especial para ella.
No entiendo por qué porque cuando fui no encontré nada fuera de lugar.
Esta tarea al principio me pareció difícil, pero, desde unos días para acá a resultado más divertido de lo que me imaginé.
Ella creé que soy una maldición en su vida. El motivo de sus males. Lo que ella no sabe es que aún no le llega lo que en realidad debería.
Ese imbécil solo es una parada de las sorpresas que recibirá más adelante.
Al principio pensé en humillarla un poco más en el Colegio o mandar a Cristal y sus perras falderas detrás de ella, pero a la mierda.
El trabajo sale mejor cuando lo haces tu mismo después de todo.
Aparco frente al parque y bajo mirando a todos lados.
No quiero que nadie me vea cerca de ella.
Sé que no lo entenderían y comenzarían a joder lo que con tanto esfuerzo—aunque no se note—he construido.
Me guío de la dirección que me da el punto rojo en mi teléfono y apresuro el paso cuando veo su bolso.
Tiene la barbilla apoyada en las piernas que se agarra con tanta dedicación y aprieto la mandíbula al ver sus hombros sacudirse.
«Esa maldita de Cristal me las pagará»
No pasó más de cinco minutos para que me enterara de la vergüenza que le había hecho pasar delante de todos en el salón de clases.
Desde que comencé a acercarme a Reina le dije a esa estúpida que la dejara tranquila, pero lo único que ella ha sabido hacer es importunarme, olvidando que por mí está en la posición que está en Mannford. De lo contrario ya hace tiempo la hubieran jodido porque nadie quiere a una presumida que lo único que sirve es para chupar polla de novios ajenos.
—¿Ahora te dedicas a llorar?—le pateo la pierna.
Levanta la cabeza y doy un paso atrás ante la mirada de perrito abandonado que lleva. Tiene los ojos rojos de tanto llorar—la muestra está en su mejilla con el rímel corrido—y un puchero que me dan deseo de morder y besar hasta el cansancio.
—¿Y tú ahora te dedicas a perseguirme, puto loco?—pregunta con la voz temblorosa.
Me encojo de hombros despreocupado haciendo caso omiso del insulto.
—Supongo que no tengo nada mejor que hacer—contesto y me siento a su lado sin dejar espacio de por medio.
Hace el amago de alejarse, sin embargo, no se lo permito entrelazando nuestros brazos.
—De aquí no te mueves.
Parece rendirse porque no lo intenta de nuevo.
—Vamos, dime qué te tiene así...
—Como si no lo supieras—se altera—Ella se pudo equivocar en algunas cosas, pero en otras...
—También lo hizo—la callo y tomo su barbilla entre mis dedos—Cristal siempre ha sido una serpiente venenosa, pero esta vez se pasó de la ralla, se merecía más que una cachetada—gruño lo último porque odio que mi linda Fleur haya sido lastimada. El único que puede ser dueño de su sufrimiento soy yo y nadie más y es por eso que añado—A mi pequeña nadie la hace llorar, esto no se quedará así.
El llanto regresa y paso la mano por su cabello sin saber que más hacer.
Cuando Mía lloraba quien la consolaba era mamá estuviera enojada o no. Las únicas veces que lo hice por obligación. Cuando nuestros padres murieron.
—Algunas veces solo quiero morir como ellos lo hicieron, quiero volver a ver a mi mami y papi, Marcus—solloza y sin poder resistirme la traigo a mi regazo.
—Shh, déjalo salir—susurro en su oído.
—Nunca debieron irse—dice sin fuerzas para seguir luchando y es algo que golpea mi puto corazón porque estoy de acuerdo en cada palabra que sale de sus labios—No habríamos sufrido tanto de no ser porque ellos murieron. No lo provocaron y tampoco soy quien para echarles la culpa, pero ¿por qué salir esa mañana y no quedarse con nosotros en casa?
—Son cosas que tenían que pasar.
—No lo acepto—niega frenética con la cabeza—¡No acepto que me abandonaran!
—¡Yo tampoco maldición, pero no puedo hacer nada para volver al pasado y evitarlo. No puedo mágicamente traerlos de nuevo a la vida—le digo con la impotencia y la rabia goteando en mi voz—pero tampoco puedo simplemente quedarme en la mierda. Me levanto, me sacudo y sigo con la cabeza en frente porque si me quedo en el suelo el puto mundo me aplastará
Se mira tan perdida que por un momento me arrepiento de lo dicho. Reina no conoce la crueldad de la gente. Le agradezco malditámente mucho a Morel por cuidar tanto de ella, pero también lo maldigo por ser tan jodidamente protector y no dejar que se de cuenta de la realidad.
—Déjame acariciar tus demonios, cariño—beso tiernamente su hombro.
No sé que me hace esta chica, sin embargo, me gusta. Me gusta tratarla con crudeza y delicadeza a la vez. Me gusta ver cómo se rompe cuando estoy a pocos pasos de ella y se hace la que no me vió para no quedar expuesta y que yo pueda aprovechar para jugar con sus debilidades.
—No puedo—susurra nerviosa.
—¿Por qué?, Solo dame una razón—se estremece ante mi tono brusco.
—Sabes que lo nuestro nunca pasaría por nuestras familias y sus contiendas. Además no me gustas...
—A otro con ese cuento porque ambos sabemos que esas cosas no son barrera para nosotros—le rodeo el cuello con una mano y con la otra agarro los cabellos de su nuca—Dime de frente que si te beso me apartarías y me repudiarias. Prometo que me alejaré de ti y nuca más te buscaré porque soy persiste, pero conozco mis límites y entre ellos está no rogarle a nadie. Ni siquiera a ti, Fleur.
Sus labios tiemblan y por un momento creo que se bajará de mi regazo. Aleguas se le nota que está asustada por lo que podría pasar entre nosotros. Tiene miedo de que su familia se entere y la repudien por estar con un Winston.
Pero estoy total y absolutamente equivocado porque impacta sus labios contra los míos y sin arandelas recorre mi boca con su deliciosa lengua.
Tiene los labios más dulcemente prohibidos que he probado y sé que nunca me cansaré de besar.
Ya entiendo porque Eva se comió la manzana y Adán la siguió sin poner peros.
Que me entierren vivo si suelto a Reina Müller de mis redes.
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