Capítulo 5
Mientras corro detrás de los demás entre los vehículos de la autopista, y exaltado con mi última acción, no puedo evitar preguntarme sobre la última vez que trabajé en equipo con alguien.
Y la respuesta es: Con nadie.
Siempre he sido un tipo solitario y problemático, jamás he tenido un amigo, ni a alguien en quien confiar(...)
— ¿Dónde debemos ir? — Hirano interrumpe mi momento interno al consultar a Takagi.
La chica sabelotodo se toma su tiempo, mientras todos nos reunimos a su alrededor para escucharla hablar.
En tanto observo el paisaje: Vehículos y vehículos de autos abandonados en medio de la carretera. Nadie soportó la idea de esperar en sus autos, así que seguramente decidieron abandonarlo y buscar una zona segura a pie.
Me pregunto cuánto de ellos lo habrá logrado.
— Los puentes seguramente estarán custodiados por militares y policias — Mis ojos se posan en Takagi — Y toda la gente que estaba esperando en sus vehículos tratarán de ir hacia allá. Si queremos cruzar del otro lado del puente Onbetsu, debemos considerar la idea de cruzarlo por el río.
Me parece una idea bastante descabellada de alguien que se dice ser una genio.
— ¡¿Qué?!, ¡¿Cruzar el río?! — Exclama la Señorita Marikawa — ¡Quedaré toda empapada!
Realiza un berrinche como una niña.
— Mi estado físico no es el mejor, no podré cruzar el río a nado — Suspira Hirano con desgano.
— No cruzaremos el río nadando — Los corrige la chica genio — En ésta época del año, el caudal suele estar más bajo, así que podremos caminar por las aguas, tendremos que llegar a un punto alejado del perímetro de las autoridades si queremos pasar al otro lado desapercibidos.
— No parece una mala idea — Comenta Busujima — Tendremos que caminar hasta encontrar una zona alejada en cuanto antes.
En tanto, mis ojos notan que a lo lejos, un grupo de zombies caminan libremente hacía nosotros entre los vehículos.
— Primero tendremos que encargarnos de ellos, si es que queremos cruzar del otro lado — Apunto hacía ellos.
— A la carga — Saeko sostiene su katana con fuerza.
— No hay tiempo que perder — Tomo la delantera con los puños apretados, listo para golpear.
Mi cabeza ya no está conectada a mi cuerpo, ésta me lleva a recuerdos de mi pasado que no quería recordar.
Por sobre todo, mi primer día de clases en el Instituto Fujimi hace tres años atras:
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Recuerdo que aquel día desperté con angustia e irritación.
La idea de ser el chico nuevo en una nueva escuela me causaba repulsión.
Y para el colmo, no podía faltar ni ir a otro lado.
Mi padre, en una actitud controladora, se había ofrecido a llevarme a la escuela en su vehículo de alta gama que había adquirido recientemente.
Sé que a él no le interesaba llevarme a la escuela, estaba más preocupado de lucir su nuevo juguete ante los demás con el pretexto de lucir también su etiqueta de "Buen Padre".
Recuerdo que en esa mañana no vi a Mamá, se encontraba en la oficina, así que yo mismo preparé mi desayuno. Para el colmo, la sirvienta de nuestra casa no había ido para trabajar.
Luego de algunos minutos, subí al nuevo Mercedes azul de Papá, ya resignado a no poder faltar a clases como deseaba.
Papá se subió en él vehículo y manejó en medio de algunas calles secundarias con el fín de alardear de su nuevo juguete.
No nos hablamos durante el trayecto. Su evidente narcisismo lo hacía centrarse en si mismo la mayor parte del tiempo en vez de ser un buen padre para mí.
Por suerte, la música del automóvil nos mantenía distraídos a ambos.
— Detente aquí — Le dije cuando estábamos a casi dos cuadras de la escuela.
— ¿Qué dices?, todavía no hemos llegado al Instituto — Papá me miró con indignación mientras el vehículo se detuvo cerca de la acera.
De las pocas veces en las cuales interactuábamos, siempre había un conflicto entre ambos.
Él, como gerente de una empresa exportadora de alimentos japoneses, siempre creía tener la última palabra de todo, llevando esa lógica empresarial incluso en su rol como "Padre".
— No llegaré en mi primer día de clases en un Mercedes, no seré el "Niño rico" del salón.
— ¡Qué estupideces son esas!, en esta escuela hay estudiantes de todas las clases sociales.
— ¡Eso no es lo importante Papá!. Escúchame, no quiero llegar en un Mercedes, me iré caminando.
Abrí la puerta y salí lo más rápido posible del vehículo.
— Eres un idiota hijo, ¿Lo sabías? — Me dijo en un tono molesto.
— Gracias, hace tiempo que no recibía un cumplido de tu parte — Le dije sarcásticamente — Si tanto me detestas, ¡¿Por qué decidiste traerme a la escuela?! ¡¿Eh?!
Lo miré fijamente a los ojos.
Él me miró también, y no dudó en responder:
— ¿Te dices ser inteligente y me lo preguntas?. Adiós — Aceleró su preciado Mercedes con molestia y se fue, dejándome sólo aquí.
Apreté mi puño con ira.
Papá siempre solía responderme de esa forma, jamás era directo conmigo, era incapaz de decirme las cosas en la cara.
Sé que me odiaba y esta era la forma de desquitarse conmigo por haber arruinado su vida al nacer.
Suspiré y me relajé hasta estar lo suficientemente tranquilo.
Aunque podía escaparme y no ir a clases, preferirí caminar hasta llegar a la escuela.
No podía sacarme de la cabeza las palabras de mi Padre:
"¿Te dices ser inteligente y me lo preguntas?"
De tan solo pensar en ello me mantenía furioso.
Recuerdo que ingresé al salón ubicado en el segundo piso de la escuela, me senté en mi lugar favorito como en todas mis escuelas anteriores: Al final y al centro.
Todos estaban nerviosos, era nuestro primer día. Algunos se hablaban tímidamente entre sí, intentando forjar una posible amistad.
En cambio yo, solo quería pasar lo más desapercibido posible,no quería que nadie me hablara.
Me puse mis auriculares y apoyé mi cabeza en mi pupitre.
Siempre fui un chico bastante conflictivo en mis otras escuelas.
Mis padres solían matricularme en escuelas en las cuales yo pudiera destacar. Y con destacar, me refiero en lo monetario.
Mis compañeros solían envidiarme por ser alguien de clase acomodada. Muchas veces debía defenderme de las golpizas que recibía por solamente ser diferente a ellos.
Escuela tras escuela siempre era la misma historia, nunca dejé una buena impresión en donde iba, seguramente todos me deben recordar como el chico problema del salón.
Así, sin darme cuenta la clase iba a comenzar, y el Maestro ya había llegado para comenzar con su trabajo.
Recuerdo también que el timbre sonó.
Evitando hacer contacto con alguien en la hora del receso, salí inmediatamente del salón y fui a los baños a humedecer mi rostro.
Al salir de allí, di unas cuantas vueltas por la escuela para conocer mejor el lugar.
Pésima decisión.
Fui al primer piso, noté que habían dos chicas de segundo año hablando entre sí sentadas en los peldaños inferiores de la escalera.
Llegué al primer nivel de la escuela con la intención de caminar por el área, pero vi algo que me causó bastante repulsión al instante:
Alejado de las escaleras que llevaban al segundo piso, habían dos estudiantes de gran estatura, uno sostenía una cámara fotográfica y miraba lascivamente a las chicas que había visto hace menos de un minuto.
Me percaté que desde esa posición, se podían ver las piernas de una de las chicas, claro, al estar sentada su falda no cubría la totalidad de su pierna, permitiéndole a esos degenerados deleitarse con aquel descuido.
En ese entonces hice lo que creía era lo correcto: Caminé hacía ellos y decidí encararlos.
— ¿Están disfrutando lo que ven? — Les dije a los dos.
— No es de tu incumbencia idiota — Me dijo el chico de la cámara.
Por su edad y su apariencia, me di cuenta que era de tercer año.
— Métete en tus asuntos novato — El otro chico trataba de alejarme de allí.
— No suelo hacer esto q menudo, créanme, puedo dejar pasar muchas cosas, pero detesto a los enfermos como ustedes. ¡No son más que unos malditos depravados!
Los dos estudiantes, me miraron con odio, y sin pensarlo se abalanzaron sobre mí.
Sin poder reaccionar, me vi sobrepasado por el peso que ejercían.
— Eso te pasa por meterte en nuestros asuntos imbécil — Sentí su pie por sobre mi cabeza.
No podía moverme, estaba inmovilizado sobre mi estómago, con la mirada puesta en el reluciente piso de la escuela.
— Ahora, esto te dará una lección de por vida novato.
Vi como delante de mí, el chico dejó caer su cámara fotográfica, impactando contra el piso y rebotando levemente un par de veces.
— ¡Encontramos a este pervertido fotografiando a unas chicas! — Uno de esos tipos gritó a viva voz.
Para mi mala suerte, el inspector pasaba por aquel lugar, algo que esos dos aprovecharon muy bien a su favor.
— ¿Qué significa esto? — La voz profunda del viejo inspector imponía presencia entre los estudiantes.
— ¿Qué ocurre? — Oí la voz de una de las chicas acercarse a nosotros.
Esto claramente me iba a perjudicar en mi primer día.
Fui derrotado como un imbécil.
— Este idiota de primer año las estaba fotografiando a escondidas — Dijo uno con gran cinismo — Encontramos su cámara, pudimos retenerlo antes de que escapara.
— ¡Eso es horrible! — Gritó la segunda chica con bastante sollozo.
En ese momento, con mi cuerpo inmovilizado, y sin sentir las extremidades, cerré los ojos para liberar mi alma de aquel lugar.
Ya estaba acabado.
Una vez más, no había logrado pasar desapercibido.
En ese entonces mi reputación se pudrió tanto que ya estaba en una cloaca de malas decisiones.
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— ¿(Y/N)?, ¿(Y/N)?, ¡(Y/N)!, ¡Reacciona! — Me interrumpe Takagi moviendo mis hombros hacía adelante y hacía atrás.
Reaccionó con mis mejillas sonrojadas al tenerla en frente de mí y a tan poca distancia.
— Lo siento mucho, ¿Decías?
Intento volver en sí y regresar a la realidad. La percepción del tiempo se me hace muy confuso.
Veo alrededor y me doy cuenta que no estamos en la autopista con todos los vehículos detenidos, ni siquiera veo a los zombies que iban tras nosotros.
Estamos en medio de unas calles en un barrio residencial, lejos de la autopista.
¿Cuándo acabé con ellos?, ¿Y de qué forma?
— ¿Podrías escucharme cuando te hablo? — La mirada de Takagi es de furia.
Sus manos dejan de sostener mis hombros y se aleja un poco de mí, ahora con la mirada desviada.
— Takagi nos ha explicado a todos el plan a seguir — Saeko toca mi hombro por detrás.
Volteo y noto que Hirano y la Señorita Marikawa también están detrás de mí.
— Debes estar agotado (Y/N) — Comenta la Enfermera de cabello rubio — Si no fuera por que acabaste con todos ellos, no habriamos podido desviarnos de nuestra ruta antes de que el otro grupo de zombies nos atrapara.
¿Qué otros zombies?
— ¡Eso fue increíble (Y/N)! — Exclama Hirano con emoción — Te abriste paso entre todos ellos y logramos perderlos en este barrio.
— Fue una acción muy valiente, debo admitir — Saeko sonríe con confianza — Hiciste un gran trabajo (Y/N).
Francamente no entiendo nada de lo que sucede aquí, ni siquiera sé cómo llegamos hasta este lugar.
Todo parece estar más tranquilo, aunque sigo todavía un poco desorientado.
— ¡Bien! — Takagi retoma la palabra — Debemos seguir este camino, nos llevará cerca del río, ¿Están listos?
No parece ser un plan tan difícil y elaborado, es solamente caminar en línea recta por una buena cantidad de minutos.
Una fuerte sensación de amargura aprieta mi pecho al seguir recordando mi primer año en el Instituto.
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¿Por qué no me defendí en ese entonces?
No lo sé.
¿Pude haberle dicho al inspector que esos dos tipos de tercer año estaban equivocados?
Tal vez.
Tan solo guardé silencio y dejé que todo el peso cayera sobre mí.
Ya estaba acostumbrado.
En ese entonces mi vida cambió para siempre en el Instituto Fujimi.
Rápidamente se corrió la voz de que yo era un pervertido, y como era lógico, las chicas evitaban acercarse a mí.
Durante los siguientes meses, ya mis compañeros de salón sabían de mis antecedentes en las otras escuelas a las que asistí.
No fue tan difícil conseguirlas.
En varias ocasiones caí en las provocaciones de aquellos que me llamaban pervertido, muchas veces ganaba aquellos encuentros, pero siempre terminaba en la inspectoría y terminaba siendo el culpable de todo.
Extrañamente, nunca fui suspendido, ni menos expulsado de la escuela, ¿Por qué razón?, nunca lo entendí, pero mi intuición me decía que mis padres donaron una suma considerable con tal de que yo siguiera allí.
Papá y Mamá siempre arreglaban todo con dinero, y no me sorprende que decidieran hacer eso mismo en el Instituto.
Jamás les pregunté de ello, pues la frase
"¿Te dices ser inteligente y me lo preguntas?", me irritaba cada vez que la recordaba.
Además, en reiteradas ocasiones vi como otros chicos de tercer año fotografiaban a chicas de mi salón en los camerinos, o algunos ingresaban a mi salón y robaban cosas de otros.
Por supuesto, yo actuaba por que creía que eso era lo que debía hacerse.
Perdí, y perdí tantas veces que las golpizas ya no me causaban dolor.
Era como si el destino me obligara a estar en el peor momento y lugar.
Claro, podía haber ignorado todo ello, pero algo me decía que debía luchar por lo que yo creía que era lo correcto.
Y como era la costumbre, luego de ser inmovilizado, me inculpaban de cosas que yo no había hecho, obviamente yo era el perdedor.
Mi pasado me condenaba, el determinismo hacía efecto sobre mí.
Ya nada me importaba en ese entonces, ya había caído en un ciclo que se repetía una y otra, y otra vez.
Mi espíritu se fue apagando y mis ganas de vivir se desvanecía mucho más rápido.
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