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Capítulo 0

No sé como pudo ocurrir esto.

Parece un mal sueño...una pesadilla.

Pero...

Esto es real...

Cada extremidad de mi cuerpo esta paralizado.

De tan solo pensar en mover mi cuerpo, se vuelve en una acción casi suicida.

A pesar de tener unas manoplas en mi bolsillo  y un cuchillo guardado en un tahalí que cruza toda mi pierna derecha me rehuso a utilizarla.

Oigo gritos, desesperación, es un verdadero infierno la escuela.

Escondido, en un casillero de mi salón, es lo único que puedo hacer hasta el momento.

Observo, a través de unas pequeñas rejillas como algunos estudiantes devoran a dos chicas en frente de mí.

Sus gritos son devastadores, de tan solo verlo, me dan ganas de vomitar.

Me niego a creer que esto sea real, me rehuso a creer que es así.

Pero, aunque más quiera negarlo, debo afrontar la realidad.

Esto, si está ocurriendo.

Pensar...

Que esta mañana...

Estuve a punto de faltar a clases...

Que mala suerte la mía...

Con los ojos cerrados, y los gritos a lo lejos.

No puedo evitar recordar...

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"Ring, Ring, Ring"

— Ya basta, estoy despierto, estoy despierto — Apagaba el despertador como todas las mañanas.

Siempre detesté la idea de levantarme muy temprano para ir a clases, si fuera por mí, estaría recostado entre las sábanas hasta el mediodía y después salir  a la calle a buscar algo interesante.

Pero no.

La vida es así, y de seguro que más tarde que temprano, recibiría el regaño de mis padres por faltar a la escuela.

En especial, por faltar al primer día de clases de mi último año escolar.

Y lo que más quería, era evitar escuchar sus voces tan desagradables.

Así que, bajo ese motivo, decidí salir de mi cama y abrir las cortinas para ponerme mi uniforme escolar.

Como todas las mañanas, prendía el televisor para tener algo de compañía mientras comía.

Odio admitirlo, pero vivir solo en una habitación reducida, y con pocas comodidades como un animal, me hacían extrañar un poco a mis padres y nuestro antiguo hogar.

Habían días en que deseaba estar con ellos en China, en su nuevo trabajo, viviendo una vida acomodada.

Pero esas ideas se esfumaban de mi cabeza rápidamente.

Al fín y al cabo ya había tomado una decisión. Sería ir contra mis principios y mi orgullo arrepentirme de quedarme en Japón hasta el fín de año.

Ya lo dejé más que claro en la desagradable discusión que tuvimos...

Hace dos meses atrás, cuando se presentó la idea de mudarnos a China por motivos laborales,  tuvimos una fuerte discusión, yo no quería irme de Japón, detestaba la idea de mudarme a otro país, aprender un nuevo idioma y adaptarme a otras costumbres que eran muy ajenas a mí, y que por supuesto, las detestaba en los más profundo de mi ser.

Claro, existía la opción de empezar una nueva vida, sin tantos problemas como las que ya arrastraba conmigo. Posiblemnte habría hecho amigos y estaría despreocupado totalmente de los pensamientos de autodestrucción que me invadían constantemente.

Toda esa vida, toda esa falsa ilusión de un futuro mejor a la cual yo me negué, fue confirmada al oír las palabras de mi madre:

— ¡Bien!, ¡Si así lo quieres!, ¡Buscaremos un lugar para tí!, ¡Puedes quedarte en Japón si deseas!, te enviaremos dinero para que sobrevivas, de seguro que te las arreglarás como sea(...) Hay días en los cuales no sé por que decidí darte a luz.

Como si fuera una maldición, esa discusión resonaba en mi cabeza en los peores momentos.

Y eso era bastante incómodo.

Así, sumergido en mis pensamientos, decidí inconscientemente apagar el televisor para irme a la escuela.

Pero antes de salir, vi un frasco de narcóticos en la cocina.

— Esto me ayudará a soportar este horrible día.

Sostuve el frasco y tomé tres píldoras y las bebí con el agua directamente del grifo.

Las pastillas pasaron por mi garganta sin problemas.

Ahora ya estaba listo para ir a la escuela.

Luego de cerrar la entrada principal y revisar todas mis pertenencias de mi mochila, además de mis armas de defensa personal, salí sin prisa alguna.

Hacía un agradable clima, había bastante sol, incluso, los pájaros cantaban.

Por mi parte, caminaba lentamente, sin intención alguna de llegar a mi destino.

Una parte de mi anhelaba poder desviarme e ir a cualquier otro lado.

Lamentablemente, tampoco tenía a donde ir. Además, la policía ya conocía mi rostro y seguramente me habrían llevado contra mi voluntad a la escuela.

Con la mala fama que ya me había ganado entre los estudiantes, no tenía ganas de seguir aumentarla en mi último año escolar.

Así, caminé hasta llegar a la Preparatoria Fujimi sin ánimo alguno.

— Aquí vamos de nuevo — Me dije con desgano antes de ingresar oficialmente al edificio.

Al llegar a mi salón, ubicado en el tercer piso de la escuela, me senté en mi puesto ya habitual: Al fondo y al centro del salón.

A muchos les agrada la idea de sentarse al fondo, pero a todos, les gusta estar sentados al lado de la ventana. Yo odiaba eso, no podía soportar esa horrible sensación de contemplar el exterior, estando encerrado en esta horrible cárcel.

Ya a esa hora, habían algunas estudiantes platicando entre sí.

No las saludé...al fin y al cabo, yo no les agradaba, ni ellas a mí.

Así que esperé sentado mientras algunas personas ingresaban y conversaban entre sí sobre sus vacaciones, todo esto hasta que el timbre indicara el inicio de las clases.

En ese tiempo muerto para mí, observaba los uniformes escolares: Las chicas, utilizaban camisas de color verde y blanco y una minifalda con los mismos colores, además de medias  largas de color gris oscuros y zapatos blancos.

En tanto los varones, chaqueta y pantalón de color negro, acompañadas de zapatillas blancas.

— Bien, las clases comenzarán, todos a sus lugares — Ingresaba finalmente el maestro de matemáticas a nuestro salón.

— Bien, inicia esta tortura...matemáticas en el primer día — Susurré con hastío.

Durante los primeros minutos de clases, mientras el maestro escribía en la pizarra, se escuchaba al director a través de los altavoces.

Un anuncio que cambiaría el rumbo normal de este día:

— Este anuncio es para todos los estudiantes. Un incidente violento está ocurriendo en este momento en la escuela, todos los estudiantes deben evacuar de acuerdo a las instrucciones de su profesor. Repito, un incidente violento está ocurriendo en este momento en la escuela, todos los estudiantes deben evacuar(...)

El ruido del micrófono se detuvo de golpe, como si algo le hubiera impedido hablar.

Hubo un silencio incómodo en el salón, todos nos encontrábamos expectantes ante lo ocurrido.

—(...)¡Ayúdenme!, ¡Detente! — Se le escuchaba gritar con desesperación, su voz se sentía desde muy lejos del micrófono, algo o alguien lo estaba atacando — ¡Ayuda!, ¡Duele!, ¡Duele!, ¡Duele!...¡Ayúdenme!, ¡Voy a morir!...

Sus gritos de desesperación nos confirmaron lo peor al escuchar como el mensaje se interrumpió forzadamente.

Él ya había muerto.

Todos nos miramos un tanto confundidos, nerviosos, y con ansiedad.

Nadie se atrevió a decir algo...hasta que...

Lo inevitable sucedio...

Se oyeron gritos provenir de los otros salones, y como una avalancha, mis compañeros empezaron a gritar también.

Algunos salieron del salón en una medida desesperada, ignorando completamente las órdenes del maestro y el protocolo.

Yo me quedé atrás, atónito, hasta quedar completamente solo.

No había nadie, incluso el maestro se había marchado.

Me puse de pie y fui a ver en los corredores que sucedía con incredulidad en mi interior.

La puerta del salón estaba abierta.

Afuera había un caos, vi a mucha gente correr de un lado a otro, sin embargo, algo llamó mi atención de inmediato por el otro lado del pasillo.

Vi a alguien, un estudiante, devorar a una chica que estaba en el piso de manera salvaje y sin autocontrol.

Esta horrible escena de canibalismo, fue presenciada por varias personas más, que no dudaron en gritar espantados al verla por sus propios ojos también.

¿Qué estaba ocurriendo aquí?, ¿Acaso había un asesino serial en la escuela?, o peor, ¿Un grupo de asesinos seriales?

Sin pensarlo dos veces, reingresé al salón y cerré la puerta con fuerza.

Mi corazón palpitaba aceleradamente, la razón me nubló, y la única solución que encontré fue esconderme en un casillero de tamaño alto en donde cabría perfectamente allí.

Al ser el primer día de clases, éste se encontraba desocupado, por lo que no me sentiría incómodo allí.

¿En qué estaba pensando?, ¿Esconderme en un lugar como éste?

Dios...

Que patético.

De pronto, oí algunos gritos desesperados.

De inmediato sentí como la puerta se abría y dos chicas ingresaron asustadas a mi salón.

Con una pequeña rejilla a la altura de mis ojos, podía verlo todo.

Parecían ser de segundo año, una tenía el cabello largo y de color anaranjado, mientras que la otra era totalemente diferente: De cabello corto y de color negro.

No hice ningún ruido desde mi lugar, cualquier movimiento podría malinterpretarse y todo podría empeorar. 

A lo que me limité solamente a observar en silencio.

Ambas chicas se veían aterradas, estaban sudadas y agitadas, como si estuvieran escapando de alguien.

—¿Que haremos ahora Yui? — La chica de cabello largo le preguntó a su compañera.

— No lo sé Azami...no lo sé  — Podía sentir la desesperación en sus palabras — Esto no es real...¡NO ES REAL!

Sus gritos desgarradores me partieron el alma.

— ¡Shhh!, ¿Qué haces?, ¡Nos descubrirán!

Inesperadamente, y de golpe, la puerta del salón se abrió y un grupo de siete estudiantes ingresaron con bastante agresividad al lugar.

Pero había algo raro en ellos, todos parecían demacrados, sin vida y bastante pálidos.

Esto no era normal, sus movimientos eran irregulares.

— ¡Aléjense!, ¡Aléjense! — Yui, la chica de cabello corto caminó hacía atrás al ver a esos chicos acercarse.

— ¡Basta!, ¡Basta! — Azumi les gritó también.

Pero los chicos no parecían alejarse, ni siquiera reaccionaron ante sus palabras.

Pero allí...

Sucedió lo peor...

Uno de los chicos se abalanzó en contra de Yui y la devoró como un canibal.

—¡AUXILIO!, ¡AUXILIO! — Fueron sus palabras de socorro.

La mirada de Azumi era de terror, algunas lágrimas brotaron desde sus ojos y no ejerció resistencia alguna ante los otros chicos quienes la devoraron también.

Sentí náuseas al ver como las chicas eran consumidas sin culpa, ni misericordia por un grupo de desquiciados mentales.

Vi ante mis ojos morir a dos jóvenes que no pudieron luchar por sus vidas.

Esto no podía ser real.

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