Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

❛ 004 ─ Locked up with the predator ❜

El depredador 〞

━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━

































































Rhaelys caminaba con pasos nerviosos, sintiendo cómo cada uno resonaba en el silencio de la tarde. Sus manos temblaban ligeramente mientras avanzaba hacia su madre, quien permanecía de espaldas, inmóvil, como si pudiera sentir la carga de lo que estaba a punto de suceder. El cielo, teñido de un melancólico atardecer, parecía reflejar el dolor que ambas compartían.

La joven tragó saliva, sintiendo la tensión en su garganta, como si las palabras que estaban a punto de salir pudieran desgarrarla por dentro. Sabía que esta confrontación era inevitable, pero eso no hacía que fuera menos dolorosa.

──Madre...── Su voz apenas fue un susurro, cargado de una vulnerabilidad que intentó ocultar, pero que terminó filtrándose a través de cada sílaba.

Intentó sonar despreocupada, casi como si fuera una conversación trivial, pero el temblor en su voz la delató. Era imposible disimular el peso de lo que había ocurrido, el hueco que había dejado la muerte de Rhaenys en su corazón.

Rhaenyra se giró de inmediato, y por un momento, el tiempo pareció detenerse. Sus ojos, oscuros y llenos de un dolor contenido, se clavaron en los de su hija. El ceño fruncido de su madre le hizo sentir que todo su ser se encogía. La intensidad de la mirada de Rhaenyra reflejaba no solo seriedad, sino también un enojo profundo, uno que parecía brotar tanto del miedo como de la impotencia.

Y entonces, algo se rompió en ella,sus labios se suavizaron, y sin decir una palabra, cerró la distancia entre ambas, envolviendo a Rhaelys en un abrazo firme, casi desesperado.

──Rhaelys...── La voz de Rhaenyra temblaba, cargada de un alivio tan profundo que parecía querer absorber todo el dolor que las rodeaba.──Mi hija, pensé... pensé que también te había perdido...──Las últimas palabras se apagaron en un susurro, ahogadas por el esfuerzo de contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse. Su dolor era palpable, como una herida abierta que intentaba sanar en vano.

Rhaelys se quedó inmóvil, sintiendo la calidez de su madre rodeándola, protegiéndola como lo había hecho tantas veces en el pasado. Dudó, el miedo y la culpa luchando dentro de ella. No quería aceptar el abrazo, no sentía que lo mereciera, pero al final, sus instintos tomaron el control. Lentamente, sus brazos se alzaron, y sus manos encontraron la espalda de su madre, aferrándose a ella con la desesperación de una niña que teme perder su refugio.

Por un instante, Rhaelys se permitió ser la niña temerosa que había sido, la que se escondía tras las faldas de su madre buscando protección, la que creía que solo ella podría salvarla de los horrores del mundo. El recuerdo de su padre, Daemon, se filtró en su mente, y un amargo resentimiento se agitó en su pecho.

Detestaba que fuera su padre, un hombre duro y frío que, sin embargo, le había mostrado la realidad cruel de la vida. Su carácter, tan feroz y decidido, lo había heredado de él, y en ese momento, no estaba segura de si debía agradecerle por ello o maldecirlo.

──Lo siento, madre.── murmuró Rhaelys, su voz apenas audible, ahogada por la culpa que la consumía.──Perdón por haberte desobedecido.──Sentía que esas palabras eran insuficientes, pero no sabía qué más decir.

Había actuado por impulsos, por la necesidad de demostrar que podía ser útil, que no era una carga. Pero ahora, en los brazos de su madre, todo parecía haber sido un terrible error.

Rhaenyra se apartó un poco, lo suficiente para poder mirarla a los ojos, y con una suavidad que contrastaba con la dureza de sus palabras, tomó el rostro de Rhaelys entre sus manos.

──No vuelvas a hacer algo así nunca más, Rhaelys.── dijo, su voz firme pero teñida de preocupación.──No arriesgues tu vida. No puedo permitirme perder a otro hijo.──La intensidad de sus palabras caló hondo en Rhaelys, haciéndola sentir el peso del miedo que su madre cargaba, el mismo miedo que la había llevado a intentar protegerlos a todos, a veces a costa de sí misma.

──Tenía que hacerlo, madre.── respondió Rhaelys, sintiendo cómo la culpa se mezclaba con la necesidad de justificarse.──Necesitaba ayudar a Rhaenys, pero aun así... fui un estorbo. No tuve el valor de ir a ayudarla, me escapé como una cobarde antes de enfrentar a Aemond.── Su voz se quebró, y la frustración con ella misma se hizo evidente.──Lo siento, madre, te decepcioné.

Rhaenyra la observó con una mezcla de tristeza y comprensión.

──No lo has hecho, Rhaelys── dijo con una ternura que intentaba apaciguar el sufrimiento de su hija──pero no puedo permitirte que hagas cosas sin avisarme primero. Jacaerys, él...

──Jacaerys siempre se mantendrá aquí encerrado por tus órdenes, madre.──la interrumpió Rhaelys, incapaz de contener la ira que sentía al pensar en su hermano, atrapado en una jaula de responsabilidades.──Él quiere luchar igual que yo, pero tú se lo impides.

──Perdón por tratar de proteger a mis hijos.──respondió Rhaenyra, su voz endureciéndose y su ceño fruncido mostrando la lucha interna entre la razón y el amor.

Rhaelys respiró hondo, intentando calmar el torbellino de emociones que la invadía.

──Trato de luchar por ti.── dijo finalmente, su voz volviéndose más suave.──y si no puedo hacerlo en el campo de batalla, entonces al menos dame otras órdenes o tareas, algo para ser de ayuda.

Rhaenyra la miró fijamente, viendo la determinación en los ojos de su hija, esa chispa que la hacía tan parecida a ella misma cuando era más joven. Sabía que Rhaelys estaba lista para enfrentar cualquier desafío, o al menos eso quería demostrar.

──Bien.── dijo con firmeza, aunque en su voz había un atisbo de resignación.──Creo que tengo un asunto que puedes hacer. Es algo sencillo, pero tendrás que mantener tu imagen intacta para esto.── Las palabras eran una concesión, un reconocimiento del deseo de su hija de ser útil, de encontrar su lugar en medio del caos que las rodeaba.

Sin decir más, Rhaenyra se alejó, pero no sin antes deslizar su mano por la mejilla de Rhaelys en una caricia que intentaba transmitirle todo el amor y la preocupación que sentía. Una leve sonrisa, cargada de alivio, se dibujó en sus labios.

──Me alegra que aún estés aquí.── concluyó con voz suave, poniendo fin a la conversación.








━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━









Rhaenyra ya había estado en King's Landing, Sin embargo ella quería saber más, necesitaba estar al tanto de todo lo que ocurría. Cada movimiento, cada susurro, podía ser crucial en aquellos tiempos de guerra.
Además, la frustración que le causaban las constantes quejas de su hija mayor, quien no dejaba de insistir en ayudarla, empezaba a hacer mella en su ánimo. Rhaenyra, en el fondo, sabía que Rhaelys tenía razón, pero el miedo de perderla en el campo de batalla era más fuerte que cualquier otra cosa.

Por su parte, Rhaelys, con el ceño fruncido bajo la sombra de su capucha, estaba a punto de entrar al pueblo. Antes, había conversado con algunos soldados y que ahora actuaban como espías en nombre de su madre. A pesar de las precauciones, su corazón latía con fuerza, sabía que un solo paso en falso podría poner fin a todo. Cuando finalmente ingresó, caminó con una cautela casi instintiva, sus sentidos agudizados a cada sonido, a cada mirada que pudiera cruzarse en su camino. La capa negra que cubría su rostro era como un escudo, un manto que la protegía del peligro de ser reconocida. Para asegurarse de que su cabello platinado no la delatara, llevaba un gorro bajo la capa, que, en conjunto, la hacía parecer un muchacho del pueblo, aunque incluso esa fachada le parecía frágil.

Su objetivo era claro: observar la llegada de los soldados y evaluar si había alguna oportunidad de escabullirse dentro del palacio. Sabía que la seguridad estaría reforzada, pero también sabía que siempre había grietas por donde la astucia podía deslizarse.

De repente, el sonido de cascos resonó en la distancia, acompañado por el estruendo de trompetas que cortaban el aire. El bullicio de la ciudad cambió de tono,las personas comenzaron a murmurar, primero con desconcierto, luego con temor. Algo importante estaba ocurriendo. Rhaelys, con una mirada calculadora, se mezcló con los plebeyos que se agolpaban en las calles para observar más de cerca. Se movía con agilidad, pero con el cuidado de no levantar sospechas, su corazón latiendo con la adrenalina de la incertidumbre.

──¡Observen al dragón de la Traidora, Meleys!.──la voz de un soldado rompió el murmullo con una firmeza que resonó en cada esquina.──¡Derribado en Rook's Rest por su rey, por Aegon!

Rhaelys sintió un nudo formarse en su estómago.
Con un gesto brusco, apartó a algunos plebeyos que estaban frente a ella, necesitaba ver lo que estaba ocurriendo. Cuando finalmente sus ojos se posaron en la escena, frunció el ceño con una mezcla de ira y asco. La cabeza del dragón Meleys, el dragón de Rhaenys, pasaba por las calles como si se tratara de un trofeo grotesco.

──¡Esto es una abominación!──gritó Rhaelys, su voz cargada de furia,tratando de unirse al coro de voces que también expresaban su descontento.

Las palabras se le escapaban sin control, el dolor que sentía era profundo, casi insoportable. La imagen de Meleys, un ser tan majestuoso, reducido a un símbolo de victoria perversa, la llenaba de rabia.

Miró con odio a los soldados que cabalgaban con calma, como si nada de esto fuera más que un desfile triunfal.

──Hijos de perra.── murmuró entre dientes, apretando los puños hasta que los nudillos se le pusieron blancos.

Mientras tanto, Gwayne, junto a Sir Criston, avanzaban al frente de todos los demás, sus rostros imperturbables, como si la masacre de Rook's Rest no fuera más que un simple juego de poder.

──¿No se dan cuenta de que ganamos la batalla?.── preguntó Sir Criston.

──Extraña victoria.──respondió Gwayne, sus palabras teñidas de una indiferencia que solo se rompía por una ligera mueca de desprecio.──Si es que se puede llamar así.──agregó con desdén.

Gwayne desvió su fría mirada hacia los plebeyos, sus ojos barriendo la multitud con una mezcla de desdén y aburrimiento. Para él, esas personas no eran más que insectos bajo sus botas, insignificantes y prescindibles.
Sin embargo, de repente, algo cambió en su expresión. Sus ojos se encontraron con los de una persona que lo miraba fijamente, con una expresión de muerte. El rostro de esa persona estaba lleno de enojo, una furia que parecía capaz de atravesar el acero.

Rhaelys se dio cuenta de que Gwayne le había devuelto la mirada, y por un instante, ambos se mantuvieron así, como dos bestias al acecho, midiendo las distancias.

Ella rompió el contacto visual de inmediato, el peligro era demasiado grande. Se escabulló entre los plebeyos, mezclándose con ellos, perdiéndose en la multitud para evitar la mirada penetrante del lord. No quería que la reconociera, y por suerte, él no pareció darse cuenta de que era ella.

──Tranquila, tranquila.── se repetía a sí misma mientras esperaba pacientemente, oculta en las sombras, hasta que las calles quedaron libres de soldados.

Solo entonces se permitió moverse nuevamente, caminando con pasos ligeros, casi imperceptibles, sin ser vista por ninguno de los guardias.

Pasó un rato recorriendo las calles, sus ojos observando cada detalle, cada gesto, cada rostro. Los plebeyos la miraban con una mezcla de curiosidad, aunque ninguno parecía reconocerla bajo su disfraz.
De vez en cuando, se detenía en los puestos que encontraba a su paso, esperando encontrar algo interesante que pudiera servirle, pero no halló nada. Parecía que el hambre y la desesperación habían tomado el control de la ciudad. Las caras de los plebeyos eran grises, demacradas, sus cuerpos delgados y encorvados por la falta de alimento.

Cuando finalmente intentó entrar al palacio, fue detenida por un soldado que, con un gesto brusco, le bloqueó el paso.

──¿Qué crees que estás haciendo?.── preguntó con molestia, sus ojos escrutándola como si fuera una mosca que acababa de posarse en su comida.──No puedes entrar, regresa por donde viniste, muchacho.

Rhaelys lo miró con cierto nerviosismo, el corazón latiéndole en los oídos. Pero, de repente, algo en la expresión del soldado cambió. Había algo familiar en su rostro, algo que le resultaba conocido. De pronto, lo reconoció, y el alivio la inundó.

──¿Sir Finan?.── dijo, su voz casi temblando, pero llena de esperanza.

──¿Princesa Rhaelys?.──respondió él con confusión, acercándose un poco más para ver mejor su rostro.──No puede estar en King's Landing, si la descubren, la capturarán sin duda.

──Dime algo que no sepa.──respondió ella, recuperando algo de su aplomo y usando un tono firme para ocultar su miedo.

Sir Finan negó con la cabeza, un gesto de cansancio ante su actitud burlona, pero no pudo evitar esbozar una leve sonrisa.

──¿Me dejarás entrar o ya te cambiaste de bando?.── preguntó ella, desafiándolo con la mirada.

──Siempre mantuve mi juramento con la reina legítima y con usted, mi princesa── respondió Sir Finan, y la tomó del brazo para llevarla hacia adentro.──Y si aún estoy aquí es porque soy su espía.── agregó en un susurro, cuidando que nadie más escuchara.

Rhaelys sonrió ante eso, una sonrisa que mezclaba alivio y gratitud. Finalmente, había logrado entrar al castillo, el primer obstáculo superado. Miró el lugar con indiferencia, pero en su interior, sabía que lo que venía sería aún más difícil.

──Tenga cuidado, princesa.── le advirtió Finan, su voz cargada de preocupación genuina.

──Usted también, Sir Finan.──respondió ella, su tono más suave, casi afectuoso, antes de adentrarse en unos pasillos oscuros para no ser vista.






━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━









La noche había caído, envolviendo al castillo en una oscuridad espesa y silenciosa. Rhaelys emergió de su escondite, moviéndose con la agilidad de un gato que acecha a su presa. Sus ojos escrutaban cada rincón, cada sombra, mientras avanzaba sigilosamente, evitando ser detectada por los soldados o sirvientes que aún deambulaban por los pasillos. Sus pasos eran ligeros, casi inaudibles, y su respiración controlada, como si estuviera en completa armonía con la noche.

Al doblar una esquina, el sonido de un susurro la alertó. Se detuvo de golpe, sus músculos tensándose. Frente a ella, una sirvienta apareció de repente, paralizándose al encontrarse cara a cara con la princesa. Los ojos de la mujer se agrandaron por el miedo, y un leve gemido escapó de sus labios antes de que pudiera reaccionar.
Intentó dar media vuelta y huir, pero Rhaelys fue más rápida. Con un movimiento decidido, la atrapó por detrás, sujetando su espalda contra su pecho. Con la otra mano, sacó una daga afilada, cuya hoja fría rozó el delicado cuello de la sirvienta.

──No digas una sola palabra.──susurró Rhaelys en su oído, su voz baja y cortante como el filo de su arma.──Ni un sonido, o te juro que te mataré aquí mismo.── Su tono era gélido, carente de cualquier rastro de piedad, y su mirada se movió frenéticamente a su alrededor, asegurándose de que nadie las observaba.──¿Me has entendido?

La sirvienta comenzó a temblar, sus labios moviéndose apenas en un intento de suplicar. Lágrimas silenciosas rodaron por sus mejillas mientras asentía desesperadamente, temiendo por su vida.

──Solo soy una sirvienta.──balbuceó con la voz quebrada.──No pretendo hacer nada... por favor, no me haga daño.

Rhaelys frunció el ceño al escucharla. Durante un breve momento, una chispa de humanidad se encendió en su interior. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué estaba aterrorizando a una simple sirvienta, una persona inocente que solo cumplía con sus deberes?
Suspiró, un sonido apenas perceptible, y relajó ligeramente su agarre, bajando la daga.

Sin embargo, ese instante de piedad le costó caro. La sirvienta, percibiendo una oportunidad de escapar, abrió la boca para gritar. El sonido que emitió fue agudo, casi ensordecedor en el silencio de la noche, pero fue interrumpido bruscamente. Sin dudarlo, Rhaelys reaccionó, cubriendo con fuerza la boca de la mujer con su mano libre. Con un movimiento veloz, casi mecánico, deslizó la daga a través de su cuello, silenciando el grito antes de que pudiera propagarse.

La sangre brotó rápidamente, manchando las manos y el rostro de Rhaelys. Sintió la calidez del líquido mientras el cuerpo de la sirvienta se desmoronaba entre sus brazos. Respiró hondo, tratando de calmar el tumulto de emociones que se arremolinaba en su pecho. No era momento para lamentarse. Dejó el cuerpo en el suelo con cuidado, casi con una extraña reverencia, y limpió superficialmente la sangre de su rostro con la manga de su vestido. No había tiempo para más. Su misión aún estaba en marcha, y nada la detendría.

Con pasos rápidos y decididos, dejó atrás el cadáver, una advertencia silenciosa para cualquiera que osara interponerse en su camino. La sangre en su rostro le daba una apariencia aún más aterradora, pero no le importaba.

Su objetivo era claro, llegar a la habitación de Aegon y acabar con su vida antes de que el amanecer rompiera el velo de la noche. No tenía órdenes de su madre para esto; era una decisión propia, una que había tomado después de mucho reflexionar. No podía permitirse fracasar ahora.

De repente, sintió una presión brusca en su boca, cortando su respiración. Un brazo fuerte la rodeó, sujetándola con fuerza, mientras era arrastrada hacia atrás. El cuerpo de Rhaelys chocó contra un pecho sólido, y una oleada de pánico la atravesó. Intentó morder la mano que la mantenía en silencio, pero su atacante fue más rápido. La empujó dentro de una habitación cercana y cerró la puerta con un golpe sordo, dejándola atrapada.

Confusión y rabia se apoderaron de ella al girarse y ver a su captor.
Gwayne.

Intentó abalanzarse sobre él y atacarlo con su arma, pero él la sujetó de la mano que sostenía la daga y, con todas sus fuerzas, se la arrebató para luego empujarla bruscamente lejos de él, sin preocuparse por si caía o se lastimaba.

A Gwayne no le importaba si ella se hacía daño por su culpa.

Guardó la daga en un bolsillo de su pecho.

Rhaelys se mantuvo en pie, quedó atónita ante lo ocurrido, sin saber qué hacer. Apretó los puños con fuerza, llena de enojo.

──¿Cómo lograste entrar? ¿Quién te ayudó?.── La voz de Gwayne resonó en la habitación, cargada de una irritación que apenas podía contener.

Sus ojos se clavaron en Rhaelys, tratando de descifrar cada secreto que ella pudiera estar ocultando.

Rhaelys mantuvo su mirada, desafiándolo sin pronunciar palabra. La sangre, que aún estaba fresca en su rostro, contrastaba de manera perturbadora con su pálida piel, y aquello no pasó desapercibido para Gwayne. Una línea profunda se formó en su ceño, mostrando una mezcla de preocupación y repulsión.

──¿A quién dañaste?.──insistió, esta vez su tono era más severo, No le dio tiempo para responder la primera pregunta, su urgencia por saber la verdad era palpable.

──Eso no importa.──replicó Rhaelys, su voz teñida de sarcasmo. Pero la rabia que luchaba por salir a la superficie era evidente en la forma en que sus palabras vibraban en el aire.──No era nadie importante para nadie.

Gwayne apretó la mandíbula, sus labios formando una línea delgada mientras procesaba la respuesta.

──¿Te atreviste a escabullirte aquí?.── Las palabras salieron con una mezcla de asombro y furia.──Eres una pesadilla, estás en todas partes.

Una sonrisa apenas perceptible se dibujó en los labios de Rhaelys. La frialdad en sus ojos contrastaba con el fuego que ardía en su pecho. Se deleitaba en la tormenta que estaba provocando dentro de él.

──¿Te molesta tanto verme aquí, verdad?.── Su voz, suave como una caricia, contenía una amenaza apenas velada mientras daba un paso adelante, cerrando la distancia entre ellos con una confianza que solo un depredador podría tener.

Gwayne no se movió, pero la tensión en su cuerpo hablaba más que cualquier palabra que pudiera pronunciar.

──¿Acaso no es obvio?.──Escupió las palabras con un veneno que casi se podía palpar en el aire.──Te aborrezco y te detesto. Tu maldita presencia es una tormenta para mí.

Rhaelys no solo no se inmutó, sino que pareció disfrutar cada palabra que él arrojaba en su dirección. Como si el odio que emanaba de él fuera la mejor de las melodías.

──En cambio, tu presencia es muy distinta para mí, lord.── respondió con una calma que era más peligrosa que cualquier grito. Dio otro paso hacia adelante, obligando a Gwayne a retroceder, aunque fuera apenas un milímetro.

──Veo que te pongo nervioso con mi cercanía.── se burló, sus ojos brillando con un destello peligroso, como el de un animal que ha encontrado a su presa.

──Ya basta, Rhaelys.── dijo Gwayne, la frustración filtrándose en su voz, haciéndola temblar ligeramente.

La amenaza de perder el control estaba al borde de sus palabras.

──Agradece que no te lleve de inmediato ante el príncipe Aemond, porque él, sin dudarlo, te mataría.

──Entonces, ¿por qué no me envías con él? ¿Mh?.── La pregunta fue lanzada con la frialdad de un cuchillo bien afilado.──Dime la verdad, no quieres verme muerta.

Gwayne exhaló, su respiración pesada y cargada de emociones contenidas.

──No.── murmuró finalmente, la admisión cayendo entre ellos como una piedra en un estanque, creando ondas de tensión en el aire.──No quiero verte muerta a manos de otros. Quiero ser yo quien te mate.

Hubo un silencio espeso, cargado de electricidad, que se extendió entre ellos.

Rhaelys lo miró, sus ojos eran un reflejo de los de Gwayne, aunque llenos de una calma cruel. Una sonrisa pequeña, casi triste, curvó sus labios, mientras intentaba suavizar la atmósfera, aunque el esfuerzo parecía inútil.

Era como si un lobo y una oveja estuvieran encerrados en la misma jaula, y no estaba claro quién era quién.

──Has cambiado de opinión, parece.── dijo, su voz ahora más baja, más controlada, mientras se acercaba aún más, hasta que solo unos centímetros los separaban.──Antes decías que mi ausencia sería notable y triste.

Gwayne levantó una mano con la intención de apartarla, pero ella fue más rápida, sujetándolo con una fuerza que lo sorprendió.
Él intentó retroceder, pero ya era demasiado tarde, su espalda chocó contra la fría piedra de la pared, dejándolo atrapado. Sus ojos, que habían sido tan duros, ahora estaban llenos de algo diferente, algo que él no quería reconocer, pero que Rhaelys ya había visto.

──¿Por qué me miras tanto? ¿Acaso tengo algo que te gusta?.──Su tono era juguetón, pero había una profundidad en su pregunta que lo hizo estremecerse.

Gwayne intentó negar rápidamente, pero su garganta estaba seca, y las palabras no salieron tan seguras como habría querido.

──La sangre…── susurró, como si fuera un secreto compartido.──La sangre en tu rostro.

──¿Qué tiene?.──Rhaelys avanzó un poco más, acercando su rostro al de él, desafiándolo, forzándolo a enfrentar lo que realmente sentía.──¿Te parece atractivo que tenga sangre desconocida en mi rostro?

La cercanía se volvió insoportable, y Rhaelys aprovechó para inclinarse hacia adelante, buscando sus labios. Pero Gwayne giró el rostro a un lado en el último segundo, deteniéndola.

──No te atrevas.── su voz era firme, pero había un temblor en su interior que traicionaba su verdadera vulnerabilidad.

Rhaelys rodó los ojos, como si la situación le resultara divertida, y soltó la mano de Gwayne, dándole un respiro.

──Estoy segura de que el Gwayne que conocí habría aceptado.── dijo, su voz cargada de un desafío que no podía ignorar.

Gwayne la miró con una mezcla de confusión y algo más que no lograba identificar.

──Este es el Gwayne que conoces.── afirmó, como si decirlo en voz alta lo hiciera más cierto.──Yo nunca cambié.

──Sí lo has hecho.──replicó Rhaelys, y esta vez su tono era de reproche, como si le estuviera hablando a un amante que había roto una promesa.──Has cambiado demasiado. El Gwayne que conocía no era así conmigo.

Gwayne, por un momento, no supo qué responder.

──¿Cómo era entonces?.──voz apenas era un susurro, como si temiera la respuesta.

──Amable, incluso diría que eras coqueto conmigo.── Rhaelys lo miró fijamente, sus palabras eran como cuchillos bien afilados, cortando cualquier fachada que él hubiera intentado levantar.──No niegues que te aprovechaste de mi inocencia, sabiendo perfectamente que iba a comprometerme con Daeron.

El silencio que siguió fue pesado. Gwayne no pudo responder, porque sabía que ella estaba diciendo la verdad. La culpa que había intentado enterrar durante tanto tiempo ahora estaba ahí, al descubierto, entre ellos.

──¿Aún recuerdas la frase que me dijiste? ¿O necesitas que te la recuerde?.──Rhaelys no pudo evitar la sonrisa que tironeó de sus labios, pero era una sonrisa amarga, llena de una tristeza que solo ella comprendía.──El sol y la luna se aman tanto. Y cada cierto tiempo hacen eclipse, para olvidar la distancia que los separa y recordar más el amor que los une.

Gwayne tragó saliva, tratando de mantenerse firme, pero la proximidad de Rhaelys lo estaba desmoronando, capa por capa.

──Tú eres mi sol.── dijo ella, esta vez la burla era más evidente, casi cruel──¿Quieres ser mi luna, mi lord?

Esas palabras rompieron el frágil control que Gwayne había mantenido hasta ese momento. La ira, el odio, la atracción, todo se mezcló en un solo impulso incontrolable.

Rápidamente la agarró de los hombros y la empujó contra la pared, cambiando las posiciones. Ahora era Rhaelys quien estaba atrapada, y Gwayne, a solo centímetros de su rostro, respiraba pesadamente, intentando controlarse.

Levantó una de sus manos y la apretó alrededor de las mejillas de Rhaelys.

──Ya basta, Rhaelys.── dijo con voz ronca, cargada de desesperación.──Eres una pesadilla, me estás volviendo loco, déjame en paz.── Su rostro estaba tan cerca del de ella que podía sentir su aliento caliente contra su piel.

──Nunca.──respondió Rhaelys, su voz era suave, pero había una determinación férrea en ella.──Puedes odiarme, pero eso no cambiará lo que siento por ti, Gwayne.── Sus palabras salieron con dificultad, debido a la presión en sus mejillas, pero cada una de ellas llevaba el peso de una verdad que él no podía ignorar.

Gwayne la miró fijamente, sus ojos reflejaban una mezcla de furia y algo más profundo, algo que ni él mismo estaba dispuesto a reconocer. Soltó un suspiro, un sonido cargado de frustración y agotamiento, y aflojó su agarre, permitiendo que Rhaelys recuperara el aliento.
Durante un breve instante, una idea cruzó por su mente besar esos labios que tantas veces lo habían desafiado pero él la desechó con rapidez, como si fuera un pensamiento peligroso que debía ser eliminado de inmediato.

En lugar de ceder a ese impulso, Gwayne dejó caer su cabeza contra el hombro de Rhaelys, como si la cercanía física pudiera ahogar los tumultuosos pensamientos que lo asediaban.
Estaba cansado, cansado de la constante resistencia de la princesa, de su incapacidad para rendirse, de la batalla interminable que libraban entre ellos.

──Nunca te rendirás, ¿verdad?.── susurró en su cuello, su aliento cálido provocando un leve estremecimiento en Rhaelys.

Pero ella no lo apartó, permitiéndole que se apoyara en su hombro, como si en ese gesto hubiera una tregua no declarada, un breve momento de paz en medio de la tormenta que era su relación.

Rhaelys negó con la cabeza lentamente, incapaz de pronunciar palabra alguna. El peso de las emociones era tan grande que parecía que cualquier cosa que dijera podría romper el frágil equilibrio entre ellos.

Gwayne levantó la cabeza con un suspiro que llevaba el peso de todas sus frustraciones y deseos no confesados. Sin embargo, su mirada cambió de repente, endureciéndose, y en un movimiento brusco, la apartó de la pared y la sostuvo por ambos brazos con fuerza, como si quisiera marcar una distancia definitiva entre ellos.

──¿Qué haces?.── preguntó ella, su voz teñida de confusión y una creciente preocupación. Intentó alejarse, pero él no la dejó.

El cambio en la actitud de Gwayne la desconcertó, y una chispa de temor se encendió en su pecho.

Sin previo aviso, él la empujó con una fuerza que la hizo tambalearse, apartándola de sí como si su cercanía quemara. Sin perder un segundo, Gwayne se dirigió hacia la puerta de la habitación, abriéndola con un movimiento decidido, y luego la cerró de golpe detrás de él, dejándola atrapada dentro.

Rhaelys corrió hacia la puerta tan pronto como él la cerró, sus manos temblorosas en el picaporte, tratando de abrirla con desesperación. Pero no cedía. Su frustración creció, transformándose en furia, y comenzó a golpear la puerta con ambas manos, sus puños haciendo eco en la madera.

──¡Abre la maldita puerta!.── gritó, su voz llena de ira y algo más profundo, una herida que no había sanado.──¡Maldito seas, Gwayne! ¡Abre o juro que te mataré con mis propias manos!

Del otro lado de la puerta, Gwayne se detuvo un momento, escuchando su voz, y esbozó una sonrisa amarga que ella no podía ver.

──No creo que puedas hacer eso estando encerrada, princesa.──respondió con un tono burlón que apenas escondía la amargura en sus palabras. La escuchó gruñir de rabia al otro lado, imaginando su expresión de furia impotente.

Rhaelys apretó los dientes con tanta fuerza que le dolió, su cuerpo temblando de pura frustración. Estaba atrapada, encerrada, impotente. Y eso la enfurecía más que cualquier insulto que Gwayne pudiera lanzarle.

──Deberías agradecer que aún no te he acusado con el príncipe Aemond.── fue lo último que dijo Gwayne antes de alejarse, su voz resonando en el pasillo vacío, dejando a la princesa Rhaelys sola con su rabia y su desesperación.

Rhaelys golpeó la puerta una vez más, con la esperanza desesperada de que él regresara, de que cambiara de opinión. Pero después de varios intentos, comprendió la inutilidad de su esfuerzo. Se dejó caer al suelo, con la espalda contra la puerta, su respiración agitada, su mente un torbellino de emociones encontradas. Miró hacia la puerta con odio, deseando con cada fibra de su ser que Gwayne volviera, pero sabiendo que no lo haría. Al menos no esa noche.























































































!no se olviden de comentar y votar! Se lo agradecería mucho.
⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯

escuchen la Playlist que les hice, la acabo de actualizar y hay más canciones que gritan Rhaelys y Gwayne.

No se confíen demasiado con los hightower.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro