❛ 003 ─ The dance of the dragons ❜
〝 perdición 〞
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Gwayne se pasó una tela húmeda por el cuello, limpiando con cuidado la herida que se la había hecho la princesa. Cada vez que la tela tocaba la piel desgarrada, una punzada de dolor lo recorría, y la sensación fría del agua le recordaba la princesa.
Al mirarse en el reflejo distorsionado de un balde de agua, hizo una mueca de disgusto, la herida, aunque ya comenzaba a cicatrizar, dejaría una marca que todos notarían, una cicatriz que contaría una historia que él preferiría olvidar.
──Asquerosa niña.── murmuró con desprecio, apretando la tela contra la carne rota, como si de alguna manera el dolor físico pudiera aliviar el que sentía en su orgullo.
Ser Cristón, que lo había estado observando desde una distancia prudente, se acercó con el ceño fruncido, su expresión una mezcla de preocupación y desaprobación.
──¿Cómo se atrevió a hacer eso?.── murmuró Cristón con evidente molestia, aunque lo suficientemente alto para que Gwayne lo escuchara. Su voz estaba cargada de incredulidad, como si aún no pudiera procesar lo que había presenciado.
Gwayne, sintiendo la mirada crítica de Cristón sobre él, apretó los dientes.
──Solo fue un accidente.──replicó con un tono que intentaba ser despreocupado, pero que no lograba esconder la amargura que sentía.
──¿Accidente?.── La palabra salió de los labios de Cristón cargada de ironía y furia contenida.
Dio un paso hacia Gwayne, inclinándose ligeramente para que no hubiera duda de la seriedad de sus palabras.
──Acabamos de perder a un soldado por una estupidez, y a usted casi lo perdemos también. ¿Llama a eso un accidente?
Gwayne levantó la mirada, enfrentando la acusación con una fría determinación.
──Estamos en guerra, cole.── replicó, su voz baja pero firme. Mientras hablaba, dejó a un lado la tela húmeda y sumergió las manos en el agua para lavar la suciedad y la sangre de su rostro.──Las muertes de soldados ocurren todo el tiempo, es parte de la realidad en la que vivimos.
──¿Por una princesa?.── La voz de Cristón se endureció aún más, su disgusto evidente.──Preferiría que fuera cualquier otra persona antes que... la princesa Rhaelys.── Las palabras se escaparon de sus labios como veneno, y no hizo ningún esfuerzo por ocultar su aversión.
Gwayne respiró hondo, sintiendo la tensión aumentar entre ambos.
──Créame, Ser Cristón.── comenzó, sus palabras calculadas pero sinceras.──Soy el que menos desea que la princesa sea la causante de nuestra derrota.
Sinn embargo, al pronunciar esas palabras, algo en la mirada de Cristón cambió, volviéndose oscura y amenazante. Gwayne, consciente de su error, rápidamente intentó corregirse.
──Si es que llegamos a perder, pero no lo creo.
Cristón no se relajó, pero hizo un esfuerzo por controlar su irritación.
──Dígame, Lord Gwayne, ¿por qué la princesa Rhaelys fue directamente hacia usted? Tuvo la oportunidad de matarnos a todos, de acabar con todo este infierno, pero no lo hizo.──Cristón suspiró, su voz baja, casi como si hablara para sí mismo.──En cambio, fue en busca de usted. Directamente.
Gwayne sintió una presión en el pecho, como si las palabras de Cristón fueran un peso del que no podía escapar.
──No lo sé.──respondió, intentando sonar despreocupado, pero la mirada fija de Cristón le exigía más.──En serio, no lo sé!, pero solamente puedo decir que la conocí cuando fue a Oldtown por unos días.
──¿Oldtown?.──repitió Cristón, como si la palabra tuviera un sabor amargo en su boca.──Ah, cuando ella regresó de ese lugar se había vuelto aún más testaruda y caprichosa. Con su negativa a casarse, siempre la oía discutiendo con su guardián de confianza, Ser Finan.──El desprecio en su voz era inconfundible.
Gwayne asintió lentamente, recordando esos días con una claridad que no deseaba.
──Como sea, esa niña será el mayor problema de este bando.── comentó, intentando desviar la conversación mientras retomaba la limpieza de su herida, aunque sus manos temblaban ligeramente al hacerlo.
Ser Cristón soltó una risa burlona que resonó en el aire cargado de tensión.
──Esa es una cicatriz de por vida, Lord. La princesa Rhaelys le ha dejado un buen recordatorio de ella. Uno que no podrá olvidar fácilmente.
Gwayne frunció el ceño, sintiendo una oleada de rabia impotente. Sabía que Cristón tenía razón, y eso solo hacía que la herida doliera más. Soltó el trapo con un gesto brusco, rindiéndose a la realidad de que no podía borrar lo que había sucedido, ni la marca que le quedaría. Todo lo que podía hacer ahora era tapar la herida, ocultarla del mundo, como si eso pudiera borrar el recuerdo.
Pero en el fondo sabía que nunca podría escapar de lo que había ocurrido. No quería tener ningún recordatorio de esa princesa, y sin embargo, ahí estaba, en su piel, grabada para siempre.
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──No veo otra opción, debemos enviar un dragón.──declaró Jacaerys, su voz quebrando el murmullo que llenaba la sala. Sus palabras eran una sentencia, no una sugerencia, y la determinación en su tono dejó en claro que no aceptaría objeciones.
El silencio que siguió fue denso, cargado de incertidumbre y preocupación. Entonces, una voz firme y autoritaria rompió la tensión.
──¿A dónde?.──preguntó, desde la entrada, una voz que hizo que todos giraran la cabeza al unísono.
La reina Rhaenyra estaba allí, en el umbral del salón, su presencia tan inesperada como imponente. El aire en la sala pareció detenerse por un instante, todos contuvieron la respiración. ¿Dónde había estado? Su paradero era un misterio. Sin embargo, su retorno, aunque sorpresivo, también trajo un alivio palpable. La reina había regresado, aunque el motivo de su ausencia aún quedaba por explicar.
──A apoyar la guerra que sus vasallos han peleado en su ausencia.──respondió Rhaelys, su tono afilado como una daga. No sólo estaba informando, sino que había en sus palabras una acusación implícita, una crítica silenciosa pero penetrante. Al dirigirle la palabra, miró a su madre con frialdad, sus ojos reflejando un resentimiento acumulado.
Jacaerys, a su lado, compartía la misma expresión de desdén. La ira por la desaparición de su madre se había apoderado de él, y ahora que la veía, esos sentimientos reprimidos brotaban a la superficie. Era difícil para él contener la amargura que le carcomía el pecho.
Rhaenyra mantuvo la mirada en sus hijos por un momento, pero no mostró signos de sorpresa ni de culpa. Sabía que su ausencia no había pasado desapercibida, y estaba preparada para enfrentar las consecuencias.
──El ejército de Cole ha crecido desde que partió.──intervino Rhaenys, su tono calmado pero grave, aportando una nota de preocupación al ambiente ya tenso──. Ha sumado a los hombres de Rosby y Stokeworth, y con su fuerza combinada atacaron Duskendale.
Rhaenyra asintió lentamente, procesando la información. Pero antes de que pudiera responder, Jacaerys habló, cambiando abruptamente de tema con una pregunta que había estado esperando hacer desde el momento en que su madre apareció.
──¿Dónde has estado estos últimos días?.──Su voz estaba cargada de reproche, y su mirada penetrante buscaba respuestas que temía no querer oír.── Simplemente desapareciste sin dar aviso.──añadió, su ceño fruncido evidenciando su desaprobación y el dolor que le causaba la incertidumbre. Era una herida abierta que había estado sangrando durante días.
Rhaenyra respiró hondo antes de responder. Podía sentir el peso de la decepción en las palabras de su hijo, pero sabía que su ausencia había sido necesaria.
──Me disculpo por mi ausencia y el secretismo.──comenzó, su voz serena pero teñida de un cansancio que no podía ocultar.──Era necesario, Fui a King's Landing.──explicó, su tono sugería que no admitiría más preguntas sobre el asunto, aunque sabía que eso era pedir demasiado.
La revelación cayó como un balde de agua fría en la sala. Los rostros de sus hijos se congelaron, sus mentes luchando por comprender lo que acababan de oír. Jacaerys fue el primero en reaccionar.
──¿Con qué propósito?.──inquirió, su voz contenida, pero el enojo era evidente. Sus manos temblaban ligeramente, un gesto casi imperceptible, pero que revelaba la tormenta de emociones que lo embargaba.
Temía por su madre, pero también estaba furioso con ella por haber puesto en riesgo su vida.
──Ver a la reina Alicent y buscar la paz.──declaró Rhaenyra, su tono firme, como si las palabras fueran un escudo que pudiera protegerla de las reacciones de sus hijos. Sabía que aquello sería difícil de aceptar, pero estaba convencida de que había hecho lo correcto.
Rhaelys frunció el ceño, su incredulidad creciendo a cada palabra que salía de los labios de su madre. Para ella, la acción de Rhaenyra parecía temeraria, casi suicida, y estaba llena de una ingenuidad que ella no podía comprender.
Cruzó miradas con su hermano, ambos compartiendo la misma confusión y el ceño fruncido de incredulidad.
──¿Viste a Alicent?.──insistió Rhaelys, sus palabras cargadas de preocupación, pero también de una necesidad urgente de entender. ¿Cómo podía su madre haber hecho algo tan arriesgado? ¿Qué la había impulsado a actuar de esa manera?
──Sí, así fue.──respondió Rhaenyra, su tono firme pero cansado. Cada palabra le costaba un esfuerzo enorme, como si estuviera luchando contra una corriente invisible. Sabía que su decisión había sido arriesgada, pero estaba convencida de que no había otra forma.
──Pudiste haber sido arrestada o asesinada.──replicó Jacaerys, su voz elevándose con cada palabra, incapaz de contener la marea de emociones que lo abrumaba.
La tensión en su tono resonó en la sala, aumentando la inquietud de todos los presentes. La posibilidad de haber perdido a su madre en esa misión absurda le llenaba de rabia.
──¿Acaso no te diste cuenta de lo peligroso que fue ir a King's Landing?.──preguntó Rhaelys con frustración, su voz teñida de enojo y desesperación.
No podía comprender cómo su madre había tomado tal riesgo, y el pensamiento de lo que podría haber ocurrido la llenaba de miedo. Apretó levemente su labio inferior, un gesto que denotaba su enojo y la dirección que estaba tomando la conversación.
Rhaenyra se mantuvo firme mientras escuchaba las conversaciones de los lores, consciente del remolino de emociones que se desataba a su alrededor. No era fácil enfrentarse a sus hijos, pero sabía que tenía que hacerlo.
──Hay quienes confunden mi precaución con debilidad.──dijo Rhaenyra, alzando la voz para que todos la escucharan. Su tono era un reflejo de la fuerza que había adquirido en años de desafíos y luchas──. Que sea su perdición. Iré yo misma.
En ese momento, Jacaerys y Rhaelys compartieron una mirada de desesperación. La idea de perder a la reina en una misión peligrosa era impensable, y sus corazones se llenaron de un miedo que los paralizó por un instante.
──No puedes ir.──intentó disuadirla Jacaerys, su voz llena de urgencia.
No podía permitir que su madre se pusiera en tal peligro. La idea de perderla lo aterrorizaba, y el solo pensamiento de lo que podría suceder si fallaba lo llenaba de desesperación.
──No perderé un dragón mientras me escondo en mi castillo.──respondió Rhaenyra, su voz firme, inflexible.
Había tomado su decisión, y no iba a permitir que nadie la disuadiera. Era la reina, y estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para proteger a su familia y su reino.
──Nuestros aliados alzan sus estandartes por ti, madre. Si tú mueres, todo estará perdido.──exclamó el príncipe, alzando las manos en un gesto de desesperación. Su voz temblaba, revelando el profundo miedo que sentía. No podía permitir que su madre se sacrificara de esa manera. Su corazón latía con fuerza, y cada palabra que pronunciaba era una súplica desesperada──. Envíame a mí.
──No.──respondió rápidamente Rhaenyra, su tono cortante, sin dejar lugar a la discusión.
──Entonces envíame a mí, a tu hija mayor.──trató de convencerla Rhaelys, su voz llena de determinación.
No podía quedarse de brazos cruzados mientras su madre se lanzaba a una misión suicida. Estaba dispuesta a tomar el riesgo en su lugar, a demostrar que era digna de la confianza de su madre.
──Claro que no.──replicó Rhaenyra con más firmeza, su decisión era inquebrantable.
No iba a permitir que sus hijos se pusieran en peligro. Los amaba demasiado como para arriesgarlos.
──Quemaré a Cole antes de que puedan dar aviso.──dijo Jacaerys, su tono era una mezcla de desafío y esperanza. Creía que podía hacerlo, que podía proteger a su madre y a su reino, y estaba dispuesto a probarlo.
──Te falta experiencia.──le respondió Rhaenyra con más seguridad y seriedad. Sabía que su hijo tenía valor, pero también sabía que aún no estaba preparado para enfrentar a un enemigo tan peligroso.
──Moonfyre es un guerrero, él puede...
Fue interrumpida por la voz de su madre, que cortó la frase con una determinación que no admitía réplica.
──A ambos les falta experiencia. No voy a arriesgar la vida de mis dos hijos.──habló Rhaenyra con una firmeza que no dejaba espacio para la discusión.
Su mirada era dura, y la tensión en su voz indicaba que la decisión estaba tomada. No iba a permitir que sus hijos se adentraran en una batalla que podría costarles la vida
──No insistas, Rhaelys.──añadió, dirigiendo una mirada penetrante a su hija, tratando de transmitir la gravedad de la situación.
Rhaelys, sin embargo, no era fácil de disuadir. La frustración brillaba en sus ojos, su orgullo herido por la negativa de su madre. Estaba lista para contraargumentar, pero antes de que pudiera abrir la boca, Rhaenys, quien había estado observando en silencio, intervino.
──Debe enviarme a mí, Majestad.──sugirió Rhaenys, su voz serena pero llena de determinación. Mientras hablaba, apoyó las manos en la mesa de piedra con una firmeza──. Meleys es uno de los dragones más grandes y ha estado en batalla. Yo enfrentaré a Cole.
El silencio que siguió a su declaración fue palpable. Rhaenyra contempló a Rhaenys por un largo momento, sus pensamientos claramente luchando por encontrar la mejor solución. Finalmente, asintió levemente, su expresión mostrando una mezcla de resignación y aceptación. Era consciente de que Rhaenys tenía razón.
Rhaelys, al ver la aprobación de su madre, sintió una oleada de ira y frustración. No podía aceptar quedarse atrás mientras otros arriesgaban sus vidas. Sin decir una palabra, se giró abruptamente y salió del salón con pasos rápidos, su expresión mostrando claramente el enojo que sentía. Cada pisada resonaba en los pasillos de piedra, reflejando su creciente frustración. Las paredes parecían cerrarse sobre ella, asfixiándola con la impotencia de la situación.
No iba a quedarse ahí quieta, permitiendo que otros tomaran las decisiones por ella. Con el corazón latiendo con fuerza y la determinación encendiendo su alma, se dirigió a la fosa de dragones.
El aire se volvió más frío mientras se acercaba, y su respiración se volvía más pesada con cada paso. Sabía lo que tenía que hacer, aunque no estuviera segura de las consecuencias.
Al entrar, la vista de Meleys, con su imponente presencia, la detuvo por un momento. Rhaenys estaba apoyada sobre la piel escamosa del dragón, sus manos acariciando suavemente la gruesa piel roja como si estuviera buscando consuelo. Era un vínculo pequeño pero significativo, un momento íntimo entre la jinete y su dragón que hablaba de años de confianza y batallas compartidas.
Rhaelys se acercó con firmeza, su corazón martillando en su pecho. La adrenalina corría por sus venas, dándole el valor que necesitaba.
──Aún no te vayas, iré contigo.──dijo, su voz resonando con la determinación de alguien que no aceptaría un "no" como respuesta. Su tono era firme, decidido, mostrando que estaba preparada para lo que viniera.
Rhaenys levantó la mirada, sorprendida por la resolución de la joven princesa. La pregunta que le hizo a continuación fue directa, deteniéndola en seco.
──¿Te dio la orden tu madre?.──preguntó, su tono era inquisitivo, y su mirada buscaba respuestas en el rostro de la joven.
Sabía que Rhaelys no era alguien que se dejara amedrentar fácilmente, pero también comprendía las responsabilidades y los peligros que enfrentaban.
Rhaelys mordió su labio ante la pregunta, el gesto traicionando la mezcla de emociones que la embargaban. Finalmente, negó con la cabeza, con la sinceridad brillando en sus ojos.
──No, pero sé que mi ayuda te será de mucha utilidad.──respondió, su tono casi suplicante, aunque mantenía su firmeza.
No podía soportar la idea de quedarse atrás, de ser una espectadora mientras otros luchaban y morían por su causa. Quería demostrar su valía, su capacidad para pelear en las batallas que se avecinaban.
Rhaenys, sin embargo, no estaba dispuesta a ceder tan fácilmente.
──No necesito tu ayuda, princesa.──dijo con franqueza, su tono siendo cortés pero severo.
Sabía que la presencia de Rhaelys en el campo de batalla podría complicar las cosas, y no quería llevar la responsabilidad de su seguridad.
Pero Rhaelys no se dejó intimidar.
──Rhaenys, por favor, no quiero estar aquí sin hacer nada.──insistió, su voz rompiéndose ligeramente al final. Las palabras eran una mezcla de desesperación y convicción.
Sabía que era capaz, sabía que podía ayudar, y la idea de quedarse al margen la atormentaba. No estaba dispuesta a ser tratada como una niña, ni a permitir que su destino fuera decidido por otros.
Rhaenys la miró fijamente, su expresión mostrando una lucha interna. Entendía el deseo de la joven, su necesidad de demostrar su valor, pero también conocía el peligro que eso implicaba.
──Sé que no puedo dejar que vayas.──dijo finalmente, su voz más suave, como si estuviera tratando de apaciguar el fuego en los ojos de Rhaelys.── pero también sé que aun así lo harías sin importarte nada.──agregó, resignada ante la determinación de la joven.
Rhaelys respiró aliviada ante la aceptación implícita en las palabras de Rhaenys.
──Bien, entonces, ¿me dejas?.──preguntó, con un tono que dejaba claro que no esperaba un "no" por respuesta. Era una petición que rayaba en la súplica, pero estaba cargada de la determinación que la había llevado hasta allí.
Rhaenys la miró fijamente, su expresión mostrando una mezcla de preocupación y admiración. Finalmente, suspiró, consciente de que no podría detener a la joven princesa.
──Te pareces tanto a tu padre.──dijo, sus palabras cargadas de frialdad.
──Yo no soy como él.──replicó Rhaelys, su tono cortante. Era una respuesta automática, nacida de una necesidad de diferenciarse de un legado que no siempre apreciaba.
──Eres la copia exacta de él.──insistió Rhaenys con firmeza, pero no había juicio en sus palabras, solo una aceptación resignada de lo que veía frente a ella──. Ve detrás de mí y que los dioses te cuiden.──finalizó, su voz casi como una bendición, antes de girarse y subir a la montura de Meleys.
Moonfyre, el dragón de Rhaelys, avanzó hacia ella, sus ojos brillando con una inteligencia que siempre la había impresionado. El dragón parecía sentir su determinación y la esperó pacientemente a que se subiera a su lomo. El vínculo entre jinete y dragón era profundo, y en ese momento, Rhaelys sintió una oleada de confianza al montarse, sabiendo que, aunque el futuro era incierto, estaba lista para enfrentarlo.
La brisa fría acarició su rostro mientras se preparaban para despegar, y Rhaelys cerró los ojos por un momento, sintiendo la adrenalina correr por su cuerpo. No había vuelta atrás. Mientras se elevaban en el aire, detrás de Meleys, un sentimiento de liberación se apoderó de ella. Estaba lista para la guerra, lista para luchar por lo que creía, y nada ni nadie iba a detenerla.
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Mientras tanto, en el otro lado del campo de batalla, los soldados luchaban entre sí, sus gritos y el choque de espadas resonando en el aire, mientras esperaban con ansiedad la llegada de un dragón, tal como se había planeado. La tensión era palpable, y cada movimiento estaba cargado de una mezcla de esperanza y temor.
Gwayne observaba con un creciente nerviosismo cómo algunos cuerpos caían pesadamente a su alrededor, sus expresiones congeladas en un último gesto de dolor. Su inquietud se transformó en una punzada de pánico cuando vio que varios soldados comenzaban a correr, sus rostros desfigurados por el miedo, como si estuvieran escapando de algo más allá de su comprensión.
──¡Dragón!.── Los gritos se elevaron entre las filas, cargados de terror y desesperación, como si la sola mención de la palabra invocara el apocalipsis.
Gwayne levantó la vista justo a tiempo para ver cómo Meleys, emergía majestuosamente entre las nubes, su figura imponente y aterradora, acercándose con una gracia letal.
Apretó las riendas de su caballo con tal fuerza que sus nudillos se tornaron blancos, tirando de ellas con urgencia para acercarse a Sir Criston Cole, quien observaba la escena con una calma que parecía casi inhumana, como si estuviera completamente ajeno al caos que se desataba a su alrededor.
──Por los Siete Infiernos, Cole.──dijo Gwayne con frustración, su voz temblando ligeramente mientras se aproximaba──. ¡Es como si anunciaras con trompetas nuestra llegada!
Sir Criston, imperturbable, apenas giró la cabeza para mirar a Gwayne. Su expresión era fría, sus ojos, oscuros y calculadores, no mostraban ni un atisbo de duda.
──Que las tropas de Darklyn se separen y avancen para distraer al dragón.──ordenó y Ignoró deliberadamente las palabras de Gwayne, quien no dejaba de mirar hacia arriba, con el corazón martilleando en su pecho──. Den la señal.
Gwayne, perplejo y cada vez más confundido, frunció el ceño, su mente tratando de comprender el alcance de lo que estaba ocurriendo.
──¿Qué señal?.──preguntó, su voz impregnada de incertidumbre, como si temiera la respuesta.
──Todo va según el plan.──respondió Cole con una firmeza que no admitía réplica, pero que no ofrecía consuelo alguno.
Gwayne lo miró con desconcierto, sacudiendo la cabeza como si quisiera despejarla de la confusión que la nublaba. Pero la sensación de que algo no estaba bien no lo abandonaba.
──Parece que tendremos que competir con ella también.──comentó Sir Criston de repente, su voz adoptando un tono casi sarcástico mientras desviaba la mirada hacia el cielo, como si la llegada del dragón fuera un mero inconveniente.
Gwayne siguió su mirada con creciente inquietud, y sus ojos se abrieron de par en par al ver lo que se acercaba entre las nubes.
Detrás de Meleys, otro dragón emergía con rapidez, uno que él conocía demasiado bien. Sus alas plateadas y violetas brillaban con una luz casi espectral, y Gwayne sintió un nudo formarse en su estómago. No había duda, se trataba de Moonfyre, el dragón de Rhaelys.
──¿Qué mierda...?──Las palabras salieron de sus labios en un susurro incrédulo mientras espoleaba su caballo hacia adelante, buscando una mejor vista.
Desde la distancia, podía distinguir claramente esa maldita sonrisa burlona y desafiante en el rostro de Rhaelys, como si todo esto fuera un juego para ella, como si ya supiera que la victoria le pertenecía.
Tragó saliva, tratando de ignorar la mezcla de ira y temor que lo invadía.
Pasaron unos minutos de tensión para que luego apareciera otro dragón, casi idéntico a Moonfyre pero de un resplandeciente color dorado, apareciera en el horizonte, su llegada marcando el cielo con un brillo ominoso.
──¿De quién es ese dragón?.──preguntó Gwayne, su voz apenas un susurro mientras intentaba apartar la vista del dragón de Rhaelys, pero sus ojos volvían insistentemente a la figura de la joven princesa, como si la atracción de su presencia fuera demasiado poderosa para resistirla.
──De Su Majestad, el rey.──contestó Cole con una frialdad que hizo que Gwayne sintiera un escalofrío recorrer su espalda.
──¿Este era tu plan secreto, Cole?.──La voz de Gwayne se elevó bruscamente, cargada de incredulidad y una ira que no podía contener──. ¿Que el rey mismo emboscara y tal vez muriera en el intento?
Pero Cole no se inmutó ante la acusación, su atención ya estaba enfocada en la batalla que se desataba a su alrededor. Con un movimiento rápido y decidido, ordenó.
──No. Lancen más flechas de señales.──Sus palabras eran rápidas y autoritarias, mientras se colocaba el casco y avanzaba en su caballo hacia los otros soldados, como si nada más importara.
Gwayne se quedó atrás, frustrado y cada vez más inquieto. Sus ojos volvieron a buscar en el cielo la figura de Moonfyre, pero ya no podía verla.
Miró desesperadamente a su alrededor, el sudor comenzando a perlir su frente mientras trataba de localizar al dragón, pero no encontró rastro alguno.
──¿Dónde estás, maldita?.──murmuró entre dientes, su voz cargada de una mezcla de miedo y desafío.
De repente, un sonido ominoso rompió el silencio, y Gwayne sintió cómo los árboles a su alrededor se movían bruscamente, sacudidos por el viento que provocaban las alas de un dragón que se acercaba rápidamente al campo de batalla.
Ahí estaba Rhaelys, montada en Moonfyre, su figura destacándose como un espectro vengador. Sus ojos violetas brillaban con una intensidad casi sobrenatural, reflejando la determinación feroz y la furia contenida que ardían en su interior, un odio que clamaba por venganza.
──¡Dracarys!.──gritó con una voz que resonó por todo el campo, cargada de poder y autoridad, y Moonfyre obedeció al instante.
Un torrente de fuego emergió de sus fauces, envolviendo a varios soldados enemigos en una infernal tormenta de llamas, sus gritos de agonía se perdieron en el rugido del dragón.
Rhaenys y Rhaelys habían hecho un trato antes de la batalla.
Rhaelys se encargaría únicamente de derrotar a los soldados enemigos. Rhaenys, no quería que Rhaelys enfrentara más peligros de los que ya estaba afrontando.
Pero en lo profundo de su corazón, la joven de cabellos plateados deseaba, más que nada en el mundo, acabar con Aemond y todos los hombres que se interpusieran en su camino, sin la ayuda de nadie.
En ese momento, Gwayne supo que el campo de batalla sería el escenario de una tragedia o de un triunfo, y que en ambos casos, la furia de los dragones sería la última palabra.
El dragón violeta no era estúpido,era astuto y feroz. Tras incinerar a varios soldados con su fuego abrasador, se retiraba sigilosamente hacia los árboles, disimulando su presencia. La confusión y el caos reinaban entre las filas enemigas, que aún no habían asumido la amenaza inminente cuando el dragón reaparecía de manera inesperada, lanzando su fuego mortal y sembrando el pánico.
Mientras tanto, Aegon y Rhaenys se enfrentaban en lo alto, montados en sus majestuosos dragones. Las llamaradas y los rugidos resonaban en el cielo, cuando a lo lejos, Vhagar se acercaba, su enorme sombra proyectándose sobre el campo de batalla como un presagio de destrucción. Rhaelys observaba con el corazón acelerado, sus manos sudorosas aferradas a las riendas de Moonfyre. Sabía que su próximo movimiento podría decidir su destino.
De repente, Moonfyre se lanzó en picado, interceptando a Vhagar en pleno vuelo, y le mordió el ala con furia. Rhaelys sintió el poder de su dragón resonar a través de ella, pero también supo, en lo más profundo de su ser, que había cometido un grave error. No debió desafiar a Vhagar, y mucho menos a Aemond, cuyo control sobre el imponente dragón era tan despiadado como él mismo.
Aemond cruzó una mirada de desesperación con Rhaelys, un brillo oscuro en sus ojos. Ambos sabían que el enfrentamiento estaba a punto de tornarse letal.
Rhaelys trató de mantenerse firme, pero Vhagar no dejó pasar la oportunidad. Con un rugido ensordecedor, Vhagar replicó el ataque, mordiendo a Moonfyre en una de sus alas. La diferencia de tamaño y fuerza era abrumadora, y Moonfyre comenzó a perder altura rápidamente, luchando por mantener el vuelo para proteger a su jinete.
Mientras Moonfyre se debatía en el aire, los soldados enemigos aprovecharon para lanzar una lluvia de flechas. Algunas rozaron el cuerpo del dragón, pero otras se clavaron en su cuello, provocando un grito agónico que resonó en los oídos de Rhaelys. Sintió la angustia de su compañero, y su corazón se encogió al ver las garras de Moonfyre ceder, cayendo agotadas al suelo.
Rhaelys no esperó. Sin pensar en el peligro, saltó de su montura y corrió hacia Moonfyre, arrancando con todas sus fuerzas las flechas que habían penetrado su carne. Cada tirón le dolía tanto como si las heridas fueran suyas.
Cuando finalmente se giró, su mirada se cruzó con la de Gwayne, que la observaba desde la distancia. Sus ojos estaban llenos de odio y miedo, y algo en el rostro de Rhaelys cambió. La fatiga y las quemaduras que marcaban su piel se desvanecieron tras una máscara de enojo puro.
Por primera vez, sentía una furia abrasadora al ver a Gwayne. Tenía unas ganas irresistibles de correr hacia él y matarlo allí mismo.
Pero un soldado se lanzó sobre ella, tratando de apuñalarla en el estómago. Antes de que la hoja la alcanzara, Moonfyre, con su último aliento de energía, lo incineró con un torrente de fuego. El soldado cayó, carbonizado, y Rhaelys, sorprendida, se desplomó junto a él, mirando la escena con inquietud. A pesar del horror de lo que acababa de presenciar, decidió ignorarlo, trepando nuevamente a la montura de su dragón.
──Por favor, Moonfyre... no me falles ahora.── susurró, casi rogando a los dioses por la fortaleza de su compañero.
El vuelo de Moonfyre fue lento, cada aleteo era un esfuerzo titánico. Sin embargo, su presencia seguía siendo intimidante para los soldados, quienes retrocedían, temerosos del fuego que podía aún lanzar.
──¡Dracarys!.──gritó Rhaelys con desesperación, y Moonfyre, fiel a su llamada, liberó una última oleada de llamas antes de alejarse, dejando tras de sí una estela de destrucción.
Rhaelys pensaba que su tarea estaba cumplida cuando, de repente, vio algo que le heló la sangre.
Meleys, la dragona de Rhaenys, caía del cielo como una estrella fugaz, herida de muerte.
──¡No!.── gritó, aferrando las riendas de Moonfyre con fuerza, tratando de detener su vuelo. Sus ojos se abrieron de par en par al ver a Rhaenys precipitarse hacia la muerte, y una impotencia desesperante se apoderó de ella. No pudo hacer nada más que observar, su corazón latiendo con un dolor indescriptible.
Los ojos de Rhaelys reflejaban la pérdida devastadora que acababa de presenciar. Su ceño se frunció en una expresión de rabia contenida mientras obligaba a Moonfyre a continuar su vuelo. Sabía que no podía regresar; enfrentar a Vhagar sería su sentencia de muerte. Moonfyre, tan valiente como era, no tenía la fuerza suficiente para derrotarla.
Las manos de Rhaelys temblaban mientras sostenía las riendas, sus ojos violetas brillaban con lágrimas que apenas podía contener. Su rostro, cansado y manchado de suciedad, mostraba una mezcla de tristeza y odio que la desgarraba por dentro.
En la distancia, Gwayne observó cómo Moonfyre se alejaba, escapando antes de que Vhagar pudiera atraparlo. En el fondo, sintió un alivio inexplicable al saber que Rhaelys se había salvado, aunque una parte de él aún se debatía entre la lealtad y el rencor. Al menos, no había tenido el mismo final que Rhaenys, cayendo del cielo junto a su dragón.
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Ya lo se este capitulo no lo fue lo más interesante, es que no había momentos de Rhaelys y Gwayne.
Pero les prometo que el próximo cap si va a ver momentos de ellos dos juntos.
ACLARO: nuevamente les digo que va a pasar sucesos que nunca pasaron en la serie pero es todo por la trama del fanfic y para que tenga sentido la historia de Gwayne y rhaelys.
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