Capítulo 46 | Logan
-Logan-
Es la noche de la final. Voy a enfrentarme de nuevo a Charles Green, pero ésta vez no voy a permitir que robe lo que me pertenece. Necesito estar concentrado. Necesito tener toda mi atención puesta en el campeonato, pero no puedo alejar a Hannah de mis pensamientos.
No he sabido nada de ella en casi tres semanas. Le he escrito cientos de mensajes distintos, pero no he enviado ni uno solo. Al menos, no hasta anoche. Le envié un texto diciéndole acerca de ésta pelea; le hice saber que verla aquí, sería increíble. No creo que venga, de cualquier forma.
He querido rogarle perdón de rodillas, pero al mismo tiempo, sé que pedir perdón no va a cambiar nada. Nunca quise hacerle daño, y sin embargo lo hice. ¿Con qué cara voy a mirarla a los ojos y pedirle perdón?...
— ¿Estás listo, Logan? —la voz del entrenador llega a mí, trayéndome de vuelta al presente. Asiento, sintiendo un nudo en la boca de mi estómago. Los nervios y la adrenalina se detonan en mi sistema en el momento en el que me pongo de pie.
Soy capaz de escuchar el latido de mi corazón. Todo mi cuerpo zumba de anticipación. Tomo una respiración profunda y la dejo ir lentamente. El entrenador está hablándome, pero no soy capaz de escucharlo.
He estado esperando esto durante mucho tiempo. No voy a dejar que me lo quiten de nuevo. Ruedo mi cabeza en un círculo lento cuando llego al final del pasillo y coloco mis guantes, pidiéndole ayuda al entrenador para fijarlos por las cintas. No puedo llevar nada colgando en el cuello, pero el pequeño guante de plata que me regaló Hannah me acompaña dentro de mi bota derecha.
Estoy tan aturdido, que ni siquiera escucho mi presentación. El entrenador tiene que empujarme para que avance por el pasillo entre las gradas. Soy consciente de que la gente está gritando, pero no soy capaz de escuchar nada más que el latir desbocado de mi corazón.
Trepo al ring, intentando sonreír como de costumbre, pero los nervios están carcomiéndome lentamente. Recorro la mirada por toda la estancia y sé que estoy intentando encontrarla entre la gente. Soy patético por creer que ella va a estar ahí, apoyándome.
— ¡Vamos, Lerman! —grita alguien a mis espaldas, pero ni siquiera me molesto en mirar.
Mi vista se detiene en Charles, quien acaba de subir al ring y me mira como si quisiera matarme. No voy a dejarme amedrentar por su actitud amenazante, ¿cree que puede jugar conmigo?... Bien. Voy a darle con qué jugar.
La campana suena y nos reunimos en el centro del ring. El árbitro hace las señalizaciones pertinentes, pero no estoy escuchando. Aprieto los puños y me pongo en guardia, tomando una respiración profunda y lenta.
La campana vuelve a sonar y atesto un golpe en el pómulo derecho de Charles, quien se tambalea hacia atrás, trastabillando un poco. Aprovecho mi ventaja y golpeo su costado con fuerza. Libero otro golpe contra su barbilla y doy un par de pasos hacia atrás sólo para deleitarme con la vista de él, limpiando la sangre de su boca con el dorso de su guante.
Charles se abalanza en mi contra, atestando una serie de golpes rápidos en mis costados. Me quedo sin aliento por unos instantes, mientras él estrella su puño en mi nariz. El hijo de puta golpea con fuerza.
Intento orientarme, pero otro golpe es atestado en mi mandíbula. El dolor estalla más fuerte de lo que esperaba, haciendo que me incline hacia adelante, debido a la sangre que siento entremezclándose con mí saliva.
Golpeo al aire, intentando alcanzarlo, pero estoy tan mareado y desorientado, que no sé ni siquiera dónde demonios se encuentra.
Mi cabeza está empezando a doler, todos mis sentidos están adormecidos. Apenas soy capaz de registrar el golpe que viene hacia mí, cubriéndome con los antebrazos.
El réferi nos separa, dándome un respiro. Mi vista viaja por la multitud y puedo jurar que ahí está ella. Si no estuviese tan desorientado, podría jurar que pude ver a Hannah entre la multitud.
“Concéntrate, ¡maldita sea!” me reprimo, tomando respiraciones profundas.
Retomamos el ritmo, golpeando y defendiendo sin cesar. Charles me acorrala contra las cuerdas, intentando golpearme en las costillas, pero lo cubro con facilidad. —Esto es por mi hermano —dice entre dientes, atestando un golpe contra mi pómulo—. Esto es por mi mamá… —intenta golpearme de nuevo, pero lo bloqueo. Un gruñido frustrado sale de su garganta.
Aprovecho su momento débil y lo empujo, golpeándolo en la mandíbula. La campana suena, marcando el fin del primer round. La ira comienza a apoderarse de mi cuerpo cuando nombran a Charles como ganador del asalto.
Me dirijo a mi esquina, sintiéndome adolorido, cansado y furioso. Escupo el protector de mi boca, sintiendo la sangre llenándola. Escupo de nuevo, antes de tomar un trago de la botella de agua que me ofrece el entrenador. Paseo mi lengua por toda mi boca, cerciorándome de que no he perdido ningún diente.
Alguien está poniéndome ungüento sobre la ceja derecha. No hay que ser un genio para adivinar que me ha hecho un corte profundo. Mi ojo está empezando a cerrarse por la hinchazón, pero de ahí en más, no siento ninguna clase de dolor intenso.
—Es fuerte pero es lento —dice el entrenador—. Concéntrate en golpear la parte alta de su torso, no defiende bien esa zona. Golpes certeros, Logan. No juegues.
Asiento, medio aturdido. Coloco otro protector dentro de mi boca y me pongo de pie cuando la campana suena. Me coloco en posición, esperando por Charles, quien está mirándome con expresión tranquila y serena. No está en posición de ataque. Sólo está ahí, parado; viéndome a los ojos.
La campana suena de nuevo, pero no se mueve. Mi ceño se frunce en confusión. ¿Qué demonios está haciendo?
—Adelante —dice, asintiendo—. Golpéame como lo golpeaste a él.
Las náuseas me invaden de inmediato. Todo mi cuerpo se tensa ante sus palabras. Sé que está jugando conmigo. Sé que está dándome en mi punto débil, pero no puedo moverme. Estoy congelado con la guardia alta y no sé qué demonios hacer.
—Pelea —digo, sonando más tranquilo que nunca—. No voy a darte lo que quieres.
Una sonrisa se dibuja en sus labios, pero no toca sus ojos. Tiene hinchado el pómulo izquierdo y su labio inferior está reventado; sin embargo, no luce cansado o agitado.
—Golpéame como lo golpeaste a él —repite.
La gente está comenzando a abuchear y gritar en nuestra dirección. —Déjalo ir, Charles —digo, intentando sonar tranquilo, pero mi corazón está latiendo con fuerza.
— ¿Así como tú lo dejaste ir? —escupe. Sus puños se aprietan y sé que está perdiendo la compostura. Quiere golpearme, y eso es precisamente lo que necesito: que me golpeé para así poder golpearlo de vuelta.
—No lo he dejado ir —digo, porque es cierto—. Lo que le hice a tu hermano va conmigo a todos lados. Me atormenta y me persigue a donde quiera que vaya. Nunca voy a olvidarlo. Nunca voy a perdonarme.
Algo se ablanda en su expresión, pero su actitud sigue siendo hostil. —Espero que te pudras en el infierno —odio frío y puro se filtra en su voz.
—Ten por seguro de que lo haré —sonrío, pero no tengo ganas de sonreír—. Ahora pelea.
Se pone en guardia y tira un golpe en mi dirección. Lo esquivo fácilmente, devolviéndole el gesto. Se tambalea hacia atrás debido a la fuerza del impacto, pero no cae al suelo. Golpeo una vez más; ésta vez, atesto contra su quijada.
Una serie de golpes cortos me recibe cuando intento atacar una vez más. Me siento cada vez más desorientado. Mi visión se está oscureciendo por los bordes. Sé que estoy a punto de desmayarme.
No soy capaz de registrar el golpe que estalla en mi mandíbula. Me tambaleo hacia atrás, cayendo sobre mi trasero. Algo no está saliendo como de costumbre. Sé que estoy sufriendo las consecuencias de mi abrupto regreso al torneo, pero no voy a dejar de pelar. No voy a permitirme dejar de intentarlo.
Me pongo de pie antes de que comience el conteo y golpeo con todas mis fuerzas al chico delante de mí. Éste cae al suelo con un ruido sordo y, por un momento, toda la arena queda en silencio. Mi corazón ruge contra mis costillas y lo único que soy capaz de escuchar es mi respiración agitada.
— ¡KNOCKOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOUT! —Grita el animador—, ¡KNOCKOUT, SEÑORAS Y SEÑORES!, ¡LOGAN LERMAN ES EL CAMPEÓN!, ¡LOGAN LERMAN SE LLEVA EL TÍTULO!
Los gritos entusiastas ahogan la voz del animador. Me siento mareado, aturdido y adolorido. Aún no proceso lo que acaba de suceder. ¿Realmente gané?...
Mi mano es alzada al aire y es entonces cuando la verdad me golpea como un tractor demoledor. Acabo de ganar el campeonato nacional de box en peso ligero. ¡Acabo de jodidamente ganar!
Una sonrisa auténtica se dibuja en mis labios y paseo la vista por todo el lugar. Estoy buscándola. Una parte de mí cree que de verdad voy a encontrarla, pero sé que estoy soñando demasiado. Una punzada de dolor me recorre. Esto era lo que quería, ¿no es así?, entonces… ¿Por qué demonios no se siente como debería?... Estoy feliz, estoy satisfecho… y me siento miserable.
Me entregan el pesado cinturón dorado y sonrío, alzándolo en el aire. Una parte de mí quiere gritar de la emoción y la otra sólo quiere gritar porque me siento frustrado.
De pronto, me veo rodeado de gente. El entrenador está abrazándome en un segundo, y al otro Colton está envolviéndome en un abrazo apretado. El árbitro me felicita también y, en medio de todo el alboroto, soy capaz de mirar un familiar rostro pero pasa tan rápido, que no estoy seguro de haberla visto realmente.
“Hannah” me grita mi cabeza “Es Hannah.”
Bajo del cuadrilátero de un salto, ignorando las peticiones de fotografías e intentos de abrazo. Comienzo a empujar a la gente. Intento llegar a Hannah. Podría jurar que acabo de verla...
Unos brazos se envuelven en mi cuello, sacándome de balance. Cabellera color caramelo golpea mi rostro y me toma unos instantes registrar que Alexandra está abrazándome por el cuello, susurrando felicitaciones en mi oído.
La sostengo por la cintura, pero no estoy abrazándola. Sólo quiero apartarla amablemente.
— ¡Estoy tan orgullosa de ti! —exclama, apartándose de mí un poco.
Abro la boca para responder, pero siento sus labios rozando los míos. Me aparto de inmediato, mirándola con incredulidad.
—No —digo con firmeza cuando noto que quiere volver a intentar besarme. Me aparto de ella y vuelvo a decir—: No.
Luce herida, pero no me importa. —L-Lo siento —tartamudea. Doy un paso hacia atrás. Necesito poner distancia entre nosotros.
—No vuelvas a hacer eso —digo. No quiero ser grosero, pero me está costando mucho trabajo mantener a raya la repulsión que siento por ella.
No le doy tiempo de responder, me alejo a paso rápido, buscando a la chica que me vuelve loco con la mirada. Una mano se posa en mi hombro y me giro con brusquedad. La decepción me asalta cuando un hombre vestido de traje me sonríe radiante. Su cabello entrecano lo hace ver más viejo de lo que en realidad es. Extiende su mano libre, dejándome ver una tarjeta de presentación.
—Llámame el lunes de la próxima semana —dice, guiñándome un ojo. Desaparece entre la multitud y miro el pequeño trozo de papel que acaba de darme. Se lee en letras pequeñas un simple: “Stephen Jones. Promotor”.
Mi corazón da un vuelco y mi boca cae con incredulidad. Stephen Jones es el mejor promotor de box que existe en Estados Unidos. Es… ¡Mierda!, ha llevado a un par de boxeadores al campeonato mundial. ¡¿Acaba de darme su tarjeta?!...
Una sonrisa incrédula me asalta, y niego con la cabeza. No puedo creer que esto esté pasando.
Soy acaparado por un grupo de personas ebrias. Una chica me ha ofrecido una noche sin compromisos que no quiero tomar, y un tipo está organizando una fiesta para celebrar; pero lo único que quiero es ir a casa. No me siento de humor para festejar.
Sigo buscándola, pero he perdido toda esperanza de encontrarla. Quizás mi cabeza me ha jugado la peor de las jugadas. Quizás soy un idiota soñador. Un idiota que sólo deseaba verla con todas sus fuerzas, aún sabiendo que le ha fallado una y mil veces…
Trago el nudo que está formándose en mi garganta y hago mi camino hasta los vestidores. Me visto lo más rápido que puedo, y me echo al hombro el pesado cinturón. Debería sentirse mejor. Debería sentirme increíblemente bien, pero no es así.
Salgo a la calle, sin poder pasar desapercibido. — ¡Nos vemos en la fiesta, Logan! —grita una chica, mordiendo su labio inferior de forma sugerente.
Asiento, regalándole una sonrisa, pero no voy a pararme en esa maldita fiesta. Lo único que quiero hacer es ir a casa.
Busco mi auto en el estacionamiento y trepo a él, quedándome quieto durante unos minutos. Tomo el teléfono y tecleo:
“Te extraño, Hannah. Me hubiese encantado que estuvieras aquí.”
Mi dedo baila en el botón de enviar, pero termino borrando el mensaje. Decirle que la extraño es patético. Ella sabe que la extraño.
Cuando llego a mi departamento, lanzo las llaves al sillón y me dejo caer en él. Recargo la cabeza en el reposabrazos y suspiro. Guante salta sobre mi estómago y ronronea, acurrucándose en una bola. Una sonrisa idiota me asalta y paso mis dedos por su suave pelaje. Después de pensarlo detenidamente, tomo el teléfono entre mis manos y escribo:
“Gané.”
Ésta vez, si envío el texto. No pasan más de dos minutos, cuando mi teléfono timbra con la respuesta de Hannah:
“Lo sé. Estuve ahí.”
Me siento de golpe. ¡Lo sabía!, ¡sabía que ella estaba ahí!
Mi primer impulso es tomar las llaves y salir corriendo a buscarla, pero me detengo justo en la puerta con la mano en el pomo. El peso de todo éste tiempo que llevo conociéndola cae sobre mí; todas las discusiones, las inseguridades, los malos ratos, los momentos felices, los apasionados y los aprendizajes... Estar con Hannah es como ponerle un ancla a todos mis impulsos, pero para ella, estar conmigo es un torbellino de emociones incontenibles. Le hice daño de formas impensables. No puedo buscarla. No cuando sé que lo que tenemos es un jodido círculo vicioso. No cuando sé que tengo mucha mierda con la cual lidiar.
Pego mi frente a la puerta y aprieto mis ojos con fuerza. —Necesito ayuda —susurro para mí mismo.
Tomo mi teléfono entre mis dedos y tecleo el número de Lucas. Espero, escuchando el timbre tres veces. — ¿Si? —su voz suena a través del auricular.
Me quedo en silencio unos instantes. Soy consciente de que voy a tener que dejarla ir. Tengo que dejarla ir porque no le hago bien. Tengo que dejarla ir porque no quiero lastimarla. Tengo que acabar con mis demonios antes de intentar retomar mi vida, y no quiero llevarla a ella en ese viaje. Hannah tiene mucho con qué lidiar, también. No es justo para ella y tampoco lo es para mí.
— ¿Logan? —Lucas suena preocupado.
—T-Terminé con Hannah —susurro con la voz entrecortada.
—Oh, mierda. ¿Estás bien?
—L-La lastimé —siento las lágrimas corriendo por mis mejillas, pero no hay sollozos. No hay nudo en mi garganta.
El silencio se apodera de la línea antes de que pregunte—: ¿La golpeaste?
— ¡No!, ¡Dios, no!
No se me escapa su suspiro aliviado. — ¿A qué te refieres?
—Apreté sus muñecas. Le hice marcas y… —trago duro—, lancé un florero muy cerca de su cara. Yo…, t-tengo miedo de la persona en la que me estoy convirtiendo, Lucas. Tengo miedo porque creí que a ella jamás la lastimaría. Creí que… Creí… —golpeo mi frente contra la puerta, intentando detener las lágrimas y la frustración—. Necesito ayuda.
—Vas a tenerla, Logan —afirma—. Lo prometo.
—Q-Quiero ir a terapia —sueno desesperado—. Quiero… Quiero dominar mis impulsos, quiero…
—Lo harás —me interrumpe—. Lo harás, Logan. Lo harás.
—La perdí —ésta vez, siento el dolor desgarrador dentro de mi pecho.
—Ella te ama.
—Pero no va a volver conmigo —digo—. S-Su papá era como yo: violento. Su papá golpeaba a su mamá. Ella no va a aceptarme de vuelta porque soy un maldito monstruo como él.
—No lo eres, Logan.
—Ayúdame, por favor —siento un sollozo construyéndose en mi garganta pero lo reprimo.
—Lo haré, Logan. Todo estará bien.
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