Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 44 | Logan

-Logan-

Me siento perdido. Sabía que Hannah se enojaría; sabía que me metería en problemas con ella, pero jamás imaginé que llegaría a molestarse tanto.

Estoy dividido entre lo que mi corazón quiere y lo que mi cabeza me grita. Lo quiero todo. Quiero a Hannah a mi lado, pero también quiero ganar el campeonato. Una parte de mí me dice que debo seguir hasta alcanzar mi objetivo y otra me dice que debo detenerme.

No he sabido de Hannah en dos días. Ni siquiera la he visto por el campus; es como si estuviese escondiéndose de mí. Me aterroriza la idea de perderla. He estado a punto de echarme a correr al edificio donde vive y rogarle que hablemos, pero no quiero que se sienta presionada. No he podido dormir, no quiero comer, no puedo concentrarme en nada que no sea en ella. ¿Y si me manda a la mierda?...

—Siguiente… —la voz de la cajera me trae al presente. Estoy consiguiendo sushi para cenar. No tengo cabeza para cocinar, así que he optado por algo rápido y sencillo.

Avanzo hasta la caja, sacando mi cartera del bolsillo trasero de mis vaqueros. —Son cinco dólares con sesenta y siete centavos —dice la chica de la caja con voz monótona y aburrida.

Entrego un billete de diez, esperando mi cambio y mi comida. La chica me entrega una bolsa plástica con mi comida y pone en mi mano libre el dinero sobrante. Me giro sobre mis talones, echándome a andar rumbo a la puerta del establecimiento, cuando una voz familiar me llama—: ¡Logan!

Miro en dirección a la voz y me congelo al instante. Una chica de cabello color caramelo y ojos azul intenso camina hacia mí. Mi corazón comienza a latir con fuerza, y mi hambre se ha evaporado por completo, dando paso a las náuseas. Aprieto la mandíbula, pero me echo a andar hacia la puerta.

— ¡Logan, por favor, espera! —Alexandra Daddario habla a mis espaldas.

Me giro sobre mi eje, encarándola. — ¿Qué? —espeto con dureza. Tomo una inspiración profunda, intentando tranquilizarme.

—N-Necesito que hablemos —dice. No puedo pasar por alto su mirada aterrorizada.

—No tengo nada de qué hablar contigo —mi voz es neutral. Carente de emociones y sentimientos.

—Por favor —hay súplica en su mirada.

— ¿Qué es lo que quieres, Alex? —La observo, irritado y exasperado—, ¿no has hecho ya suficiente?

Luce herida, pero no me importa. —Sólo serán unos minutos. Prometo no quitarte mucho tiempo.

—Ni siquiera se supone que deba estar cerca de ti. Van a arrestarme —frunzo el ceño, negando con la cabeza—. ¿Qué no se supone que te habías mudado de todos modos?... sólo déjame en paz.

Camino hacia la puerta, pero el sonido de su voz llega a mí, de nuevo—: Retiré la orden de restricción en tu contra.

No puedo creer lo que está diciéndome. La observo, incrédulo y sorprendido. — ¿Qué?

—La retiré hace unos meses —sus ojos están llenos de lágrimas, pero no me conmueve. Lo que antes sentí por ella, ya no está. No está en lo absoluto.

— ¿Y pretendes que te lo agradezca? —me burlo, riendo sin querer reír.

—No seas así —su expresión es triste—. Lo único que quiero es hablar. Prometo no volver a molestarte después de esto.

Dudo unos instantes, pero termino asintiendo a regañadientes. Nos sentamos en una mesa apartada; uno frente al otro.

— ¿C-Cómo estás? —pregunta, vacilante.

—Al grano, Alexandra —la apresuro—. No tengo tiempo para esto.

Sus grandes ojos azules encuentran los míos. Hay cientos de emociones surcando su expresión, pero no dice nada. Tiene miedo. Aprendí a conocerla lo suficiente como para notar el miedo en su mirada.

Abre la boca para decir algo, pero luego la cierra de golpe, pensándolo mejor. Miro el reloj de mi teléfono, impaciente.

—L-Lo siento mucho, Logan —dice con voz temblorosa—. Por todo lo que pasó. Lo siento muchísimo.

No sé qué responder a eso. No esperaba una disculpa de su parte; no después de todo el tiempo que ha pasado.

—Sé que te hice mucho daño. Sé que provoqué cosas que pudieron haberse evitado si tan sólo hubiese sido honesta contigo… —lágrimas resbalan por sus mejillas—. No era mi intención que todo sucediera de esa manera. Es sólo que estaba tan cansada… Quería ayudarte con tu problema y nunca supe cómo hacerlo —su mirada se pierde en el mar de sus recuerdos—. Entonces apareció Tom, y todo era tan fácil... —sus ojos encuentran los míos—. Te amaba, pero mi relación contigo estaba acabando conmigo.  Thomas no era tú, pero era algo bueno y yo… —se detiene un momento, desviando la mirada—. Fui una idiota. Si pudiera volver el tiempo…

—Pero no puedes —la interrumpo—. No puedes y yo no necesito esto. Estoy intentando con todas mis fuerzas salir adelante. No necesito que vengas a disculparte por algo que no tiene remedio. No me debes nada, Alex.

—Te debo mucho, Logan —solloza—. Destruí tu vida.

—Y alguien más tomó los pedazos y los unió poco a poco —digo, pensando en Hannah.

El silencio se extiende entre nosotros. Lo único que quiero es irme de aquí, pero espero a que diga algo. —Siempre deseé ser yo quien te ayudara —dice con tristeza—, pero me alegra saber que pudiste encontrar a alguien que supiera hacerlo.

Asiento. —Sin rencores, Alex —intento sonreírle, pero estoy seguro de que lo que ha embozado mi boca es más una mueca que una sonrisa.

—Estuve en la pelea que tuviste con Charles —dice—. Intenté detenerlo de entrar al torneo en primer lugar. Jamás en su vida había peleado, pero al parecer la venganza es una gran motivación. Francamente, ni siquiera creí que pasaría su primera eliminatoria. No debiste dejar que te golpeara de esa manera.

—Está en todo su derecho de sentirse molesto conmigo —digo, mirando la mesa—. Maté a su hermano.

—Por mi culpa —dice con amargura—. Lo siento tanto

—No quiero ser esa persona de nuevo —digo, porque es cierto—. No voy a serlo. Una persona me dijo una vez que somos lo que hemos querido ser, pero siempre podemos dejar de ser lo que somos. Estoy intentando dejar de ser lo que soy y ser alguien mejor.

—Ya eres diferente —me regala una pequeña sonrisa—. Lo noté desde la vez que te encontré en la fila de la entrada, con tu novia.

Una media sonrisa se filtra en mis labios. —Aún queda un largo camino que recorrer.

—Lo lograrás —me sonríe cálidamente y no puedo evitar devolverle el gesto—. No dejes que Charles se meta contigo. Sácale la mierda si es necesario.

—No dejaré que se meta conmigo —sonrío, más relajado.

— ¿Cuándo es tu próxima pelea? —pregunta.

—Dentro de dos semanas. Es la semifinal.

—Quizás vaya a apoyarte —sonríe.

—No creo que sea buena idea —hago una mueca.

— ¿Tu novia va a ponerse en plan celoso contigo? —alza las cejas con condescendencia.

—No —la miro fijamente—. Hannah no es del tipo de chica que hace escenas por todo; sin embargo, no quiero que se sienta incómoda.

—Oh… —hace una mueca—, lo entiendo.

—Sin rencores, Alex —me pongo de pie, tomando mi cena—. Debo irme. Fue un gusto saludarte.

Noto la decepción en su mirada, pero dice—: El gusto fue mío, Logan.

Sin decir una palabra más, salgo del establecimiento.

Me congelo al llegar al piso de mi departamento. Hay una figura aovillada afuera de mi puerta. No hace falta que me acerque demasiado para saber de quién se trata.

—Hannah… —digo, avanzando hacia ella.

Su mirada se levanta del suelo y se posa en mi dirección. Mi corazón late con furia cuando noto las lágrimas en sus mejillas. Me arrodillo frente a ella, frunciendo el ceño. — ¿Estás bien? —susurro, estirando mi mano para alcanzarla. Cuando se retira de mi toque, sé que todo va mal. Sé que todo tiene que ver conmigo. —. ¿Quieres ir adentro?

Limpia sus lágrimas con el dorso de la mano y asiente. Busco a tientas las llaves de la puerta y abro, dejándola entrar primero. Coloco la bolsa de sushi sobre la mesa de centro, intentando lucir despreocupado y tranquilo, pero mi corazón amenaza con salirse de mi cuerpo. Me giro para encararla.

Sus brazos están cruzados sobre su pecho y sus hombros están hundidos. Luce cansada y derrotada. Jamás la había visto tan triste.

El silencio se hace presente, como la peor de la tortura.

—Te amo… —susurra y el alivio me invade. Doy un paso en su dirección, pero retrocede. El entendimiento me golpea cuando me doy cuenta de lo que está a punto de ocurrir—: pero no puedo seguir así.

—Hannah… —avanzo un poco más. La desesperación recorre mi torrente sanguíneo como un disparo de adrenalina.

—Jamás en mi vida había sentido lo que siento por ti —lágrimas corren por su rostro, pero no hay angustia en su voz. No hay ese enojo desesperado que ha habido en nuestras discusiones anteriores—. Jamás en mi vida había amado a alguien de la forma en la que te amo —limpia sus mejillas con el dorso de su mano, Su voz tiembla ligeramente y hay un destello de profundo dolor en su mirada—, pero amarte de ésta forma…—traga duro y se obliga a continuar—. Amarte de éste modo, está consumiéndome poco a poco.

—No… —digo, con la voz temblorosa y débil.

—No puedo aceptar el hecho de que desees arriesgar tu vida de ésta manera, y sé que no vas a dejar de pelear. Sé que es tu vida… —es entonces, cuando se quiebra. Cubre su boca con una mano y ahoga un sollozo. Intento abrazarla pero se aparta—. ¿Qué no se supone que el amor es aceptar a la otra persona con lo bueno y lo malo?...

—Hannah, no hagas esto… —suplico, escuchando cómo mi voz se quiebra.

—No puedo aceptarte —me mira a los ojos—. No puedo aceptarte, y tampoco quiero cambiarte. No quiero cambiarte porque fue de ti de quien me enamoré… Es enfermo, porque no quiero estar lejos, pero tampoco puedo seguir haciendo esto.

Acéptame —suplico, intentando alcanzarla. Estoy sintiéndome más miserable de lo que nunca me sentí. No quiero perderla. No quiero alejarla y al mismo tiempo siento que está más lejos que nunca, y que no voy a poder alcanzarla jamás.

—M-Me mentiste —me reprocha, negando con la cabeza—, rompiste una promesa, arriesgaste tu vida, y ni siquiera tuviste el valor de mirarme a la cara y decírmelo.

Las lágrimas pican en mis ojos, pero me obligo a mantenerlas dentro. —No volverá a suceder, Hannah. Nunca más voy a mentirte, ni a ocultarte nada, ni romper mis promesas, yo… yo… —estoy desesperado, angustiado… No quiero perderla—, dejaré el box una vez que pase el campeonato. Gane o pierda, lo dejaré. Lo juro.

Su expresión se ha relajado notablemente. Sigue llorando. Sigue luciendo derrotada, pero se ha serenado de un modo que me aterroriza. —La cosa aquí es, Logan —dice, con la voz enronquecida—, que ya no te creo.

Sus palabras son como un golpe en las costillas. Me falta el aliento, me duele el pecho, no puedo respirar y quiero gritar de la frustración. —Hannah, por favor, no me hagas esto…

—Ya no puedo más, Logan —susurra, desviando la mirada—. Ya no puedo seguir así…, pretendiendo que todo es diferente, pero sintiéndome más miserable que nunca. ¿Qué pasó con el chico de Los Ángeles y Denver?, ¿qué pasó con el chico que sabía controlarse?, ¿qué pasó con el chico que pensaba en mí primero que en nadie?...

—Aquí estoy, Hannah —susurro con desesperación—. Aquí estoy. Te amo. Te amo y pienso en ti por sobre todas las cosas.

—Siempre es así —solloza—. Estamos juntos y, por una u otra razón, todo se va a la mierda… Estamos separados y de pronto, todo funciona; y me pregunto una y otra vez qué es lo que estoy haciendo lejos de ti si te amo tanto… Nos hacemos más un daño que un bien.

—Eres lo único bueno que tengo, Hannah, no me dejes —suplico. El pánico está arraigándose en mis entrañas y sé que todo esto es por mi culpa. Me equivoqué de la peor manera posible.

—Te amo —susurra— y porque te amo, voy a dejarte ir. Consigue tus metas, Logan; y no dejes de pelear por lo que quieres.

—Te quiero a ti en mi vida —lágrimas calientes y pesadas se deslizan por mis mejillas. Sé que estoy siendo patético, pero me importa una mierda. Tenía tanto tiempo sin llorar, que se siente extraño hacerlo ahora. Se siente incorrecto y liberador al mismo tiempo.

—No quiero seguir haciéndonos daño.

Me arrodillo delante de ella, sintiéndome miserable e impotente. —Hannah, no me dejes —suplico.

—No hagas esto —solloza, intentando levantarme, pero me quedo ahí, arrodillado delante de ella. Cuando nota que no va a lograr moverme, se arrodilla conmigo.

Sus manos temblorosas limpian las lágrimas de mis mejillas. —Gracias por todo, Logan.

—No —la tomo por las muñecas, impidiendo que se levante—. No te vayas.

—Logan…

—No te vayas —la rabia y el coraje están apoderándose de mí como el peor de los venenos.

— L-Logan… —hay pánico en el tono de su voz, pero la rabia es cegadora.

—No te atrevas a dejarme —digo entre dientes, sintiéndome impotente y desesperado.

— ¡Logan, me estás lastimando!

Estoy apretando demasiado sus muñecas. Mis ojos encuentran los suyos. Veo el pánico y el horror en su mirada, pero no me importa. No puedo dejarla ir. No puedo dejar de presionar mis manos con más fuerza de la debida. Tira de sus muñecas con brusquedad y cedo mi agarre. Ella se pone de pie rápidamente, sin apartar su vista de mí.

No puedo pensar con claridad, no puedo dejar de temblar. Tomo un florero que ella misma consiguió para mí hace unos días, y lo lanzo en su dirección. Un grito ahogado brota de su garganta mientras intenta alejarse del inminente impacto. El florero estalla en la pared detrás de ella, demasiado cerca de su rostro.

Es entonces cuando la realidad me golpea. Pequeñas piezas de cristal están incrustadas en sus manos debido a que se cubrió la cara con ellas. ¿Qué mierda acabo de hacer?...

Poco a poco, aleja las manos de su rostro y me sostiene la mirada. Puedo notar el temblor de todo su cuerpo; puedo notar el terror en sus ojos. Por unos instantes, lo único que soy capaz de escuchar es el sonido de nuestras respiraciones agitadas.

Observa sus manos y me atrevo a mirar lo que he hecho. La piel de sus muñecas se ha enrojecido. Sé, de antemano, que se le harán moretones en toda esa zona. Pequeña gotas de sangre caen al suelo, debido a los cortes provocados por el cristal, y las náuseas me invaden.

Me siento enfermo; asqueado de mi mismo. ¿Acabo de lastimarla?, ¿acabo de hacerle daño?...

Su mirada se alza y me mira con miedo e incredulidad. —Vete —escupo. Estoy furioso conmigo mismo. ¿Cómo demonios pude hacerle esto?, ¿qué clase de monstruo soy?

No dice nada. Sólo me mira fijamente.

— ¡¿QUERÍAS IRTE, NO?! —Grito, porque sé que ésta es la única manera en la que va a alejarse—, ¡LARGATE, HANNAH!, ¡VETE DE AQUÍ!

Luce herida, pero asiente, abriendo la puerta; azotándola tras ella. Es entonces cuando pierdo el control.

Golpeo mis puños contra la puerta principal una y otra vez. La mesa de la sala es lanzada por la fuerza de mis brazos, estrellándose en una de las paredes. Lanzo todo lo que se interpone en mi camino y grito, frustrado y molesto conmigo mismo. Me arrodillo en el suelo, pegando mi frente en la alfombra desgastada y me dejo ir.

Las lágrimas caen por mi rostro como un torrente incontenible de frustración y odio hacia mí mismo. La perdí. La perdí y nunca voy a poder recuperarla.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro