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Capítulo 35 | Hannah

-Hannah-

— ¿Están seguros de que no quieren quedarse una semana más? —la nostalgia en la voz de mi mamá me hace sonreír un poco.

—Quisiera —hago una mueca de disculpa—. Pero es tiempo de irnos.

—Debes prometer que vendrás para tu cumpleaños —sus manos ahuecan mi rostro y me regala una sonrisa temblorosa.

—Lo prometo —sonrío de vuelta, sintiendo un nudo instalándose en mi garganta.

Un beso es depositado en mi mejilla y me abraza con fuerza, renuente a dejarme ir. Cuando sus brazos me abandonan, abraza a Logan, diciéndole que puede regresar cuando quiera.

Michael me envuelve en un abrazo apretado. —Cuida mucho a mis pequeñas —murmuro contra su oreja.

—Lo haré —asiente. Duda un momento, pero añade en un susurro—: Dile a Lerman lo que sientes, Hannie.

Me aparto un poco sólo para mirarlo a la cara. Él me guiña un ojo. Abro la boca para responder, pero no hay nada qué decir. No puedo creer que sea tan obvia. Mi abuela me envuelve en un abrazo protector, interrumpiendo la pequeña conversación que estoy teniendo con Michael. Me está costando mucho trabajo despedirme. Odio decirles adiós.

—Muchas gracias por permitirme quedar con ustedes —escucho a Logan a mis espaldas.

— ¡Tonterías! —Dice mi abuela—. Ésta es tu casa, Logan. Ven cuando gustes.

Me giro para mirarlo y la sonrisa amplia y honesta que hay en sus labios, hace que mi corazón se acelere. — ¿Lista? —pregunta, encontrando sus ojos con los míos.

—Si —le sonrío.

—Conduzcan con cuidado —dice mi mamá mientras caminamos hasta el auto. Guante, el pequeño gato de Logan, ya está dentro del auto; impaciente por sentarse en el regazo de su nuevo dueño.

Trepamos al coche sin decir una palabra. Logan insiste en ser quien maneje el primer trayecto del camino, así que me siento del lado del copiloto. Llenamos el tanque en la primera gasolinera que encontramos, y sin más, partimos hacia la carretera.

No he olvidado la petición que me hizo Logan al día siguiente de haber llegado, pero no ha mencionado nada desde esa mañana. No sé si ha cambiado de opinión acerca de llegar a casa de su hermano, pero no me atrevo a preguntarlo aún.

Son las doce del día cuando entramos a Las Vegas. Nos detenemos en un pequeño supermercado a comprar pañales de bebé. Forcejeo con Guante, para ponerle un pequeño pañal, y recibo varios rasguños en el proceso.

El pequeño animal se enfurruña en el asiento trasero, malhumorado por no tener la atención de Logan.

—Creo que me odia —digo, mirando hacia el gato.

—No lo culpo —dice Logan—. Yo también te odiaría si quisieras ponerme un pañal.

Una risita boba brota de mi garganta y fijo mi vista en la carretera. El silencio entre nosotros es cómodo. No siento la necesidad de llenar los espacios en blanco, porque con Logan no existen. He aprendido a amar sus palabras y adorar sus silencios. Dice mucho cuando está callado. Su mirada lo dice todo... Siempre. Él cree que puede esconderse detrás de esa máscara de dureza que utiliza todos los días, pero yo soy capaz de ver a través de ella.

— ¿En qué piensas? —su voz me saca de mi ensimismamiento.

Mis ojos encuentran su perfil y me deleito con el suave halo que el sol proyecta a través de la ventana. Es tan guapo, que parece imposible que esté sentado a mi lado. —En lo bien que la pasé —miento. No puedo decirle que pienso en él. No sin querer arrastrarme a un pozo y morir de la vergüenza.

Una sonrisa se dibuja en sus labios. —También la pasé muy bien. Gracias por invitarme, Hannah —me mira una fracción de segundo y vuelve a posar los ojos en la carretera.

Necesito preguntárselo. Necesito saber si iremos a buscar a su hermano. — ¿Logan?

— ¿Si?

— ¿Iremos…? , ya sabes…—mi voz suena temblorosa, vacilante—, ¿Iremos a buscar a tu hermano?

Noto cómo contiene el aliento unos segundos. Sus manos se aprietan en el volante ligeramente. Su manzana de Adán sube y baja cuando traga, y mastica su labio inferior. —No lo sé, Hannah. Es…, no lo sé. No he hablado con él en casi dos años.

— ¿Quieres verlo? —pregunto. Él asiente—. Entonces no se diga más. Vamos a verlo.

Me dedica una mirada aterrorizada y asiente. —Q-Quizás sea bueno que le llame —masculla—. Trabaja demasiado y sale de la ciudad muchas veces.

—Quizás sea bueno que lo hagas —reprimo mi sonrisa. Verlo tan nervioso y asustado me parece encantador. Es una faceta que no conocía de Logan Lerman.

—Intentaré llamarle cuando estemos cerca  —promete.

— ¿Dónde vive?

—En Denver.

—Quedan como… diez horas de camino hasta Denver, ¿no es así? —inquiero a la ligera.

—Si —asiente—. Llegaremos a su casa a las doce de la noche. Quizás a la una de la mañana... Si es que quiere recibirnos

—Va a recibirnos —lo aliento—. No seas pesimista.

Una sonrisa aterrorizada se filtra en sus labios, pero termina asintiendo.

Nos detenemos en Utah como a eso de las siete de la noche a cenar algo. Guante está  bastante inquieto, así que Logan le compra una pequeña pelota rellena de esponja para entretenerlo. Estamos cargando gasolina mientras discutimos de quién es el turno para conducir. Él no quiere dejarme hacerlo, siendo que ha estado tras el volante todo el día.

—Debes dejarme hacerlo, además, necesitas llamar a tu hermano —me cruzo de brazos, mirándolo con severidad.

El miedo se filtra en sus facciones. —No voy a llamarle —dice.

— ¿No? —mi ceño se frunce.

—No.

— ¿Por qué no, Logan?

— Porque no vamos a ir a buscarlo.

— ¡¿Qué?! —chillo. El coraje está empezando a filtrarse en mi cuerpo—, ¡No puedes hacer eso!, ¡dijiste que lo buscarías!

—No puedo hacerlo, Hannah —noto la desesperación en su mirada—. Va a mandarme a la mierda. No sabes cuántas veces me llamó por teléfono y no le respondí. Cuántos correos electrónicos tengo en mi bandeja de entrada sin leer. Cuántos mensajes de voz eliminé sin escuchar. Va a mandarme a la mierda.

Lo miro directamente a los ojos y aprieto la mandíbula. —No puedes seguir haciéndote esto —digo, tras un silencio—. Necesitas empezar a ser feliz. Necesitas empezar a perdonarte a ti mismo y aceptar tu pasado. Nunca vas a ser feliz si no lo superas. Si no dejas de arrastrar toda esa mierda que vienes arrastrando desde hace años.

—No sé cómo —sisea—. No sé cómo dejar de arrastrar con todo esto. Hannah, tengo mucho miedo de arruinarlo de nuevo.

Un nudo se instala en mi garganta cuando noto cómo su armadura se resquebraja un poco más. Me acerco a él, dando pasos vacilantes. —No vas a arruinar nada, Logan —digo, en un susurro entrecortado.

Está recargado contra el coche, con la cabeza gacha y los hombros hundidos en un gesto inseguro. No me mira, así que no puede ver lo cerca que estoy. Sin decir una palabra, envuelvo mis brazos alrededor de sus hombros. Tengo que pararme sobre mis puntas para hacerlo, pero no me importa. Tarda un segundo en reaccionar, pero termina envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura. Su cabeza se hunde en el hueco de mi cuello, y siento su respiración poniendo mi carne de gallina en esa zona.

Está temblando. Todo su cuerpo tiembla, y lo aprieto con más fuerza. Él tira de mí y de pronto, ya no estoy sosteniéndome a mí misma. Mis pies apenas tocan el suelo; mi cuerpo está inclinado sobre el suyo.

Soy capaz de sentir las ondulaciones de su abdomen firme y plano. Soy capaz de sentir todos y cada uno de los músculos de su pecho contra el mío. Necesito tenerlo más cerca. Necesito estar más cerca de él o voy a estallar.

No sé cuánto tiempo pasa antes de separarnos un poco. Su frente se une a la mía, pero no me atrevo a abrir los ojos. Su aliento caliente me golpea el rostro y me estremezco ante la familiar sensación. Su aroma inunda mis fosas nasales. Una oleada de recuerdos me golpea.

Quiero que me bese. Quiero sentir sus labios sobre los míos una vez más. Quiero volver a sentirme de la forma en la que me siento cuando está conmigo. Quiero…

—Hannah… —susurra—. Hannah, yo…

—Shhh… —mis manos ahuecan sus mejillas y me obligo a abrir los ojos—. N-No digas nada.

Su mirada es una tormenta hecha de distintas tonalidades de azul; la piel suave de sus mejillas me hace querer plantar los labios en ellas una y otra vez.

Deslizo mi toque por su cuello hasta su pecho y siento una de sus manos ahuecando un lado de mi rostro. Su pulgar traza caricias suaves en mi mejilla y todo mi cuerpo me grita que debo estar más cerca de él.

Sus ojos están clavados en mis labios entreabiertos, y no quiero detenerlo. Quiero que siga mirándolos, y al mismo tiempo quiero que deje de hacerlo para que así pueda besarme. —Hannah… —susurra. Ésta vez, no está a punto de decir nada más. Es como si quisiera asegurarse de que estoy ahí.

—L-Logan —susurro. Su nariz roza la mía.

—Hannah… —ésta vez, su voz es un gruñido desesperado—. Hannah, no quiero arruinarlo.

Trago duro, intentando poner en orden mis pensamientos, pero no puedo. Quiero esto. Quiero que me bese. Quiero lanzarme al vacío con él una vez más.

El sonido estridente de una bocina nos hace saltar lejos el uno del otro. Logan suelta una palabrota mientras me abrazo a mí misma, intentando recuperar la compostura.

— ¡Queremos recargar gasolina aquí también! —grita el malhumorado conductor de una camioneta de carga—, ¡vayan a besuquearse a otro maldito lado!

— ¡Vete a la mierda! —escupe Logan y reprimo una sonrisa.

Trepamos al auto sin decir una palabra, encaminándonos de nuevo hacia la carretera. Tras media hora de silencio tenso entre nosotros, veo cómo toma el teléfono de su bolsillo y marca un número.

Pone el altavoz y soy capaz de escuchar el timbre varias veces. Mi corazón golpea con fuerza contra mis costillas y le ruego a Dios que alguien conteste.

— ¿Si? —la voz ronca y tranquila de un hombre resuena en la bocina.

Logan aguarda un momento y dice—: Hola, Lucas.

El silencio del otro lado de la línea me hace entrar en pánico. — ¿L-Logan? —el alivio me asalta cuando escucho la voz de nuevo.

—Sí.

— ¿Estás bien?

—Sí. ¿Tú lo estás? —Logan suena aterrorizado.

— ¡Sí!, estoy bien. Es… Es bueno oírte —la voz suena tentativa y cautelosa, pero al mismo tiempo suena emocionada y feliz.

—M-Me preguntaba si… Si podríamos vernos —dice Logan. No se me escapa el ligero temblor en su voz.

El silencio del otro lado de la línea me pone los pelos de punta. —S-Si —tartamudea Lucas—. ¡Por supuesto que sí!, ¿cuándo tienes tiempo?

—Dentro de, digamos… ¿unas seis horas? —dice.

— ¿Seis horas?, ¿Pero cómo…?

—E-Estoy saliendo de Utah —explica—. Fui a Los Ángeles a pasar las fiestas con Hannah; una…, amiga. De hecho ella está aquí conmigo ahora. ¿Crees que podamos…?

— ¡Sí! —Lo interrumpe—, ¡Dios, por supuesto que sí!, ¿recuerdas dónde queda el pent-house, no es así?, ¡oh, mierda!, ¿ya cenaron algo?, ¿crees que lleguen con hambre?, ¡maldita sea!, Anita ya se fue. Tendré que preparar el cuarto de invitados por mi cuenta.

Una sonrisa se desliza por los labios de Logan y no reprimo el impulso que tengo por poner mi mano sobre la suya, la cual está sobre la palanca de velocidades, y apretarla con fuerza.

—Tranquilo, Lucas. Nos acomodamos en la sala. Sólo…

— ¡Mierda, no! —Exclama—, no te dejaré ir en unos días. Hazte a la idea, Logan.

Una pequeña risa brota de mis labios, y siento su mano volviéndose para encontrar mi palma y entrelazar nuestros dedos. Todo mi cuerpo reacciona ante la calidez de su gesto. Mi corazón golpea con fuerza contra mis costillas y apenas puedo respirar.

¿Cuánto tiempo más voy a soportar estar a su alrededor sin querer gritarle lo que siento?...

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