Capítulo 22 | Logan
-Logan-
Escucho la respiración agitada de Hannah, pero ha dejado de luchar contra mí.
Mi corazón late con fuerza contra mis costillas. No puedo creer que haya hecho eso. Jamás la había visto tan enojada. Jamás la había visto perder la compostura de esa manera.
Me encontraba al fondo de la cafetería cuando la vi entrar. Me puse de pie, dispuesto a abordarla. No estaba seguro de qué era lo que iba a decirle, pero verla fue como recibir un puñetazo en el estómago y al mismo tiempo, fue como volver a ser yo. Volver a ser el chico que me gusta ser. Ese que a ella tanto le gusta. Ese que no es capaz de lastimar a nadie. Ese que piensa en ella todo el tiempo.
— ¡Voy a matarte, perra! —grita Margaret, levantándose del suelo, intentando llegar hacia Hannah, quien forcejea con energías renovadas, intentando llegar a su víctima.
— ¡Maldita sea! —Espeto—, ¡¿quieren detenerse?!
— ¡Tu jodida zorra ha iniciado todo! —Chilla Margaret, mientras un chico la sostiene para que no se abalance sobre nosotros. Hannah masculla algo que no puedo entender, pero sé que ella no ha iniciado nada. Margaret fue quien la abordó.
— ¡Vete a la mierda! —gruñe Hannah. Está temblando. Está furiosa.
— ¡Por eso te mandaron a la mierda!, ¡Perra celosa! —grita Margaret y una oleada de calor recorre mi cuerpo. Me siento más que bien con la idea de Hannah celándome, por más enfermo y bizarro que suene.
— ¡¿Quieres cerrar la boca?! —espeto. Todas las miradas están puestas en mí y sé que debo dejar en claro lo que siento por Hannah. Sé que debo parar las habladurías. Sé que, si quiero arreglar las cosas con Hannah, lo primero que debo hacer es dejarle en claro a toda ésta bola de idiotas que estoy enamorado…
Me congelo de inmediato.
“¿Estoy enamorado?... ¡No!, ¡no lo estoy!, ¡no puedo estarlo!, ¡no…!”
—Es la única vez que voy a decirlo —me dirijo a la multitud que nos rodea. Mi voz suena firme y serena—. No me acosté con nadie en Chicago. Tengo una novia… tenía… —me corrijo—, una novia a la que respeto y quiero más de lo que he querido a nadie en mi vida. Así que dejen de inventar estupideces y consigan algo mejor que hacer.
Hannah ha dejado de forcejear. Siento su mirada clavada en mí y me obligo a mantenerme tranquilo. Margaret me mira como si fuese el ser más repugnante de la tierra, pero no me importa lo que ella piense. La única opinión que me importa es la de la pequeña morena entre mis brazos.
—Aquí no hay nada más que ver —dice la voz de Steph—, largo de aquí todo mundo.
Hannah se libera de mi agarre, alejándose de mí un par de pasos. Una oleada de decepción me asalta pero me obligo a mantener mi mirada lejos de ella. Si la miro, voy a desmoronarme. Voy a humillarme a mí mismo y voy a suplicarle que me acepte devuelta.
Ni siquiera pude mantener el teléfono celular encendido porque estaba aterrado. Aterrado de darme cuenta de que ni siquiera había intentado mandarme un texto. Aprieto la mandíbula, tragando el nudo que está formándose en mi garganta.
Bajo la cabeza y me echo encima el gorro de la sudadera que llevo puesta, antes de caminar en dirección a la puerta.
Una mano se envuelve en mi antebrazo y me detengo en seco. Mi corazón late con fuerza contra mis costillas porque puedo sentirla. Sé que es ella a pesar de no estar mirándola directamente. Mi cuerpo entero puede reconocer la presión de sus dedos..., su presencia a mi alrededor.
Miro por encima del hombro. No estoy seguro de saber qué es lo que voy a encontrarme. No quiero volver a ver esa mirada decepcionada en su rostro. Tampoco quiero ver su expresión dolida o su ceño furioso. Lo único que quiero es tener a mi pequeña Hannah de regreso. Esa que me regala sonrisas sin motivo alguno. Esa que me mira como si fuese alguien extraordinario a pesar de que soy un chico cualquiera.
Sus ojos están llenos de lágrimas y la tristeza está arraigada en sus facciones. Luce más grande de lo que es, y al mismo tiempo, luce más inocente.
—L-Lo siento —su voz es un susurro entrecortado y ronco—. Lo siento m-mucho. Por t-todo. No quise dudar. No quise…
Antes de que pueda decir algo más, envuelvo mis brazos en sus hombros. Atrayéndola con fuerza contra mí pecho. Ella tarda unos segundos en reaccionar, pero termina envolviendo sus brazos en mi cintura, pegando su cuerpo al mío, enterrando la cabeza en mi pecho. Yo hundo una de mis manos en su cabello.
—Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento —repito una y otra vez.
Siento cómo está temblando. Los espasmos suaves de su cuerpo a causa de sus sollozos silenciosos, hacen que mi pecho se contraiga del dolor. No quiero que llore. Odio verla llorar. Odio que llore por mi culpa.
—Hannah, te quiero tanto que me asusta. Me aterra la facilidad con la que pierdo el control a tu alrededor —aprieto mis puños, sintiendo el dolor punzante en mis dedos. No los quebré, pero estuve a punto. No podré entrenar en dos semanas debido a lo estúpido que fui—. No quiero perderte.
—L-Lo siento —tartamudea. El sonido de su voz es débil, debido a que no ha alzado la cara para mirarme—. Estaba tan asustada. E-Estaba tan…
—Lo sé —la interrumpo—. Lo sé. Yo habría reaccionado mucho peor. Lo sé…
Estoy consciente del número de personas que está mirándonos y a una parte de mí no le importa, pero a otra, la parte de mí que es celosa y posesiva, quiere que nadie vea a Hannah de éste modo. Hannah es mía en todas sus formas. Feliz, emocionada, eufórica, coqueta, enojada, triste, vulnerable…
La aparto un poco y la obligo a mirarme. Sus ojos están hinchados y sus mejillas mojadas por sus lágrimas. —Ven —enredo mis dedos en los suyos, ignorando el dolor de mis nudillos—. Vamos a otro lugar. Necesitamos hablar esto.
Hannah asiente, limpiando sus mejillas con el dorso de su mano.
Nos encaminamos por los pasillos atestados de gente y noto algunas miradas furtivas. Tiro de la mano de Hannah y la pego a mi costado, pasando un brazo sobre sus hombros. Estoy siendo un idiota territorial, pero no me importa. Necesito que quede bien claro que Hannah sigue siendo mía. Solo mía.
Al salir del edificio, me topo con miradas incrédulas y asombradas. Me limito a ver a todas aquellas personas con toda la frialdad que me es posible imprimir en éste momento.
No sé muy bien a dónde es que nos dirigimos, pero quiero estar a solas con ella lo antes posible.
Cuando llego al lugar donde mi auto está aparcado, sé que lo único que quiero hacer es llevarla a mi departamento y besarla el resto del día. Quizás algo más… Quizás sólo un poco más. No quiero presionarla, y tampoco quiero que ella se sienta presionada por mí. No quiero que haga algo de lo que pueda arrepentirse después. No quiero tomarla sin que ella esté segura de que es lo que quiere.
Abro la puerta del copiloto y ella se sienta sin preguntar a donde nos dirigimos.
Rodeo el auto, ansioso y nervioso. Creo que va a abrir la puerta y va a salir, arrepintiéndose en el último minuto, dejándome solo con mi miseria una vez más.
Conduzco las calles que separan el edificio donde vivo del campus y cuando bajo del auto, ella no se mueve del asiento. Aprieto la mandíbula, sintiendo el pánico apoderándose de mi cuerpo. Abro la puerta del copiloto y me acuclillo junto a ella.
Está estrujándose las manos sobre el regazo. Está nerviosa. Ni siquiera está mirándome. Aparto el cabello lejos de su hombro, sólo porque no puedo mantener mis manos apartadas de ella. Necesito asegurarme de que es real y de que está aquí.
—E-Estoy tan asustada —susurra y mi corazón da un vuelco. No está mirándome, pero noto el filo desesperado en su voz—. N-No quiero alejarte. No quiero que te vayas, pero necesito… —un suspiro entrecortado interrumpe su oración—. N-Necesito mostrarte.
Mi ceño se frunce en confusión. — ¿De qué estás hablando, Hannie?
Su mirada encuentra la mía y noto el pánico en ella. Está aterrorizada. —Estaba tan asustada cuando me dijeron acerca de la chica en tu camerino —cierra los ojos con fuerza—. Y no porque no creyera en ti, sino porque tenía miedo. Miedo de que te dieras cuenta de que…, n-nunca voy a ser como las chicas con las que acostumbras tener intimidad.
Mi corazón da un vuelco dentro de mi pecho, pero no sé a qué quiere llegar con todo esto. —Hannah…
—N-No tenía miedo de ti, engañándome, porque confío en ti —dice, y un pequeño atisbo de alivio me asalta, pero sigo alerta—. Estaba aterrada porque s-sé que nunca voy a poder darte eso que ella te ofrecía. Y-Yo… Yo no puedo... N-No me siento bien conmigo misma estando…, desnuda. Yo…
—No —la detengo de inmediato—. Ya te dije que no me importan, Han.
Sé que todo esto es acerca de sus cicatrices. Comprendo su miedo. Yo me sentiría de la misma manera en su lugar, pero necesito que entienda que puedo esperar el tiempo que sea necesario. Ella lo vale.
—T-Te mentí, Logan —lágrimas pesadas caen por sus mejillas y un nudo se forma en la boca de mi estómago—. M-Mis cicatrices son m-más aterradoras de lo que crees. S-Son…
—Shhhh... —no soporto verla así. No soporto verla tan angustiada y tan desolada—. Hannah, no importan…
— ¡Si importan! —espeta, medio frustrada y medio desesperada. Cierra los ojos con fuerza y presiona sus palmas contra su rostro. Toma una inspiración profunda y deja escapar el aire en un suspiro entrecortado. Está llorando más fuerte que antes, pero se las arregla para decir—: V-Voy a mostrártelas.
Mi corazón comienza a latir con fuerza contra mis costillas. Quiero decirle que no es necesario, pero temo que eso hiera sus sentimientos. No quiero que piense que no estoy listo para verlas. Se gira en el asiento y me levanto mientras ella pone un pie fuera del auto. Cierra la puerta e intento tomar su mano, pero ella me rechaza suavemente.
Mi corazón se estruja dentro de mi pecho, pero me obligo a guiar nuestro camino por las escaleras, manteniendo mi rostro inexpresivo. Abro la puerta principal y me aparto de su camino. Ella parece dudar. Finalmente, pongo mi mano en su espalda baja, empujándola hacia adentro con suavidad.
Camino alrededor, inseguro de qué hacer, pero ella cierra los ojos con fuerza y dice en voz baja y ronca—: ¿P-Puedo usar tu baño?
—Claro —mi voz suena débil y temerosa.
— ¿P-Podrías esperarme sentado ahí? —señala el sillón donde nos sentamos juntos a ver películas y trago duro.
—Si…
Sin decir una palabra más, se encamina al baño con pasos vacilantes. La puerta se cierra tras ella y me obligo a caminar hasta el sillón. Odio pensar que está ahí, encerrada, llorando, intentando armarse de valor para mostrarme unas cicatrices que no me importan una mierda. ¿Cómo demonios le demuestro que estoy con ella por quien es, y no por la forma en la que luce?...
No sé cuánto tiempo ha pasado, pero comienzo a impacientarme. Estoy a punto de levantarme y verificar si está bien, cuando escucho el chirriar de las bisagras de la puerta. Tomo una inspiración profunda y no comprendo por qué estoy tan nervioso. Quizás sólo esté contagiado por sus emociones. Quizás estoy nervioso porque no quiero que mi reacción la haga pensar que me importa el aspecto de su espalda.
Todo pensamiento coherente se drena de mi cabeza cuando entra en mi campo de visión. Mi boca se abre con incredulidad, y me toma todo mi autocontrol no lanzarme sobre ella.
Está completamente desnuda en mi sala.
Mi garganta se siente áspera y seca. No puedo evitarlo. Mi vista la recorre de arriba abajo con lentitud. Necesito absorber ésta visión. Necesito mantener esto dentro de mi memoria el resto de mi vida.
El color de su piel es más claro en las partes que el sol no es capaz de tocar. Sus pechos se ven llenos, y suben y bajan con su respiración agitada. Su cintura es estrecha y sus caderas anchas. Su vientre no es plano, pero no podría importarme menos. Amo la forma de su ombligo y la fuerza de sus piernas.
Es hermosa. No puedo entender porqué no puede verlo.
—Dios mío, eres tan hermosa —susurro y mi voz suena más ronca que nunca.
Cierra los ojos con fuerza, intentando mantener a raya sus lágrimas y coloca todo su cabello sobre un hombro. Su mirada encuentra la mía y dice—: N-No tengo un cuerpo bonito. Estoy segura de que has visto cuerpos hermosos y…, y sé que el mío no entra en esa categoría.
—Hannah…
Alza las manos para callarme. —N-Necesito que me veas realmente, Logan. Necesito que… Necesito que me prometas que no vas a mirarme con lástima después de esto.
—Jamás lo haría. Jamás te miraría de esa manera —mi ceño se frunce y ella vuelve a cerrar los ojos.
Un par de lágrimas se le escapan pero comienza a darse la vuelta, lentamente.
Mierda…
Toda la piel de su espalda alta está deshecha. Pliegues burdos, gruesos y largos se entretejen en su espalda. El color de la piel es rosado debido a la cicatrización y no puedo apartar la vista de las escandalosas marcas.
Noto cómo todo su cuerpo tiembla debido a los sollozos silenciosos que brotan de su garganta, y trago duro. Aprieto los puños con fuerza y me trago la bilis que está subiendo por mi tráquea. Estoy furioso. Furioso con su padre por hacerle eso a ella. ¿Cómo pudo hacerle algo así a su hija?...
No sé cuánto tiempo me he quedado inmóvil, pero no puedo apartar la vista de su espalda. Un sollozo ahogado irrumpe el silencio, y trago el nudo que está formándose en la boca de mi estómago. Me pongo de pie lentamente y avanzo hacia ella con mucho cuidado. Estoy aturdido, pero estoy seguro de qué es lo que quiero hacer ahora mismo…
Envuelvo mis brazos en su cintura, con mucho cuidado, y solloza con más fuerza. Entonces, agacho mi cabeza, y beso un pedazo de piel de su espalda. Ella se joroba, intentando alejarme, pero vuelvo a inclinarme y beso otro pedazo de piel.
Sus sollozos se vuelven desgarradores y los siento en cada parte de mi cuerpo. Los siento martillando en lo más profundo de mi ser.
Se desliza hacia el suelo y la sigo. No voy a soltarla. No voy a dejarla ir nunca.
Se hace un ovillo en el suelo, dándome la espalda y la cubro con mi cuerpo, depositando besos en su espalda. Acariciando cada ondulación en ella. Intentando reparar lo irreparable.
—Eres hermosa —me sorprendo al escuchar lo inestable que suena mi voz. No había notado el nudo de mi garganta hasta ese momento—. Eres hermosa, Hannah.
Entonces, la atraigo a mi regazo. Ella acurruca la cabeza en el hueco de mi cuello. No para de llorar. Un profundo odio se cierne sobre mí. Odio hacia su padre. Lo odio por hacerle esto. Lo odio por romperla de ésta manera. Lo odio por provocarle un dolor que no soy capaz de sanar.
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