Capítulo 12 | Logan
-Logan-
No puedo concentrarme. Estar consciente de su presencia en éste lugar, me pone la carne de gallina. Estoy asustado hasta la mierda. Me aterroriza el hecho de tenerla aquí.
Es mi lugar seguro. El único lugar donde puedo ser yo, sin tener miedo de lastimar a todo el que me rodea, ¿qué diablos está haciendo en mi lugar?...
—Logan —la voz de Colton suena a mis espaldas, pero no respondo. Sigo golpeando el saco con todas mis fuerzas—. Logan, no seas imbécil. Fue culpa mía. Yo le dije a Steph dónde quedaba el gimnasio. Hannah no tiene nada que ver.
Aprieto los dientes. Sé que no tengo ningún motivo para sentirme enfadado con ella, pero lo estoy. Estoy enfadado con ella por estar aquí, invadiendo mi espacio. Quizás sólo estoy enfadado porque no quiero que me vea realmente. No quiero que se dé cuenta de lo que soy capaz de hacer.
— De acuerdo, vete a la mierda, entonces —espeta Colton y golpeo tan fuerte, que el saco sale del gancho que los sostiene, cayendo al suelo con pesadez.
Estoy jadeando. Sé que estoy siendo un verdadero idiota, pero no puedo relajarme. No puedo estar tranquilo. No puedo dejar de sentirme invadido.
La miro de reojo. Está sentada junto a Steph, con una sonrisa suave pintada en los labios; pero, aún con todo y su sonrisa, soy capaz de notar el brillo triste en su mirada. En ese instante, me ablando completamente.
No quiero que esté aquí por el simple hecho de que, cuando entreno, no me contengo. No quiero que me tenga miedo. No quiero que se dé cuenta de que soy más peligroso de lo que aparento.
Maté a alguien a golpes. ¿Cuánto tiempo voy a ser capaz de ocultárselo?, ¿Cuándo voy a dejar de ser un cobarde y voy contárselo?...
El idiota de Josh Matthews está fanfarroneando delante de ella, golpeando la pera con movimientos torpes e imprecisos.
“No te atrevas a arruinarlo más de lo que lo has arruinado hasta ahora, Logan.” Me digo, intentando ignorar la forma en la que quiere llamar la atención de Hannah.
Paso los siguientes cuarenta minutos intentando no mirarla, pero es imposible. No puedo apartar mi vista de ella. He memorizado la manera en la que se pasa las manos por el cabello, cepillándolo hacia atrás; la manera en la que sonríe de vez en cuando, cuando Steph hace un comentario en su oído; sus miradas de soslayo en mi dirección, y su mueca triste.
Mi coraje ha mermado con el esfuerzo físico y Josh se ha mantenido a raya. Eso me tranquiliza.
Cuando termino mi entrenamiento, me dirijo directamente a las regaderas. Tomo una ducha rápida y me visto a toda velocidad. Deseo ver a Hannah antes de que se vaya. Sé que cree que soy un imbécil, pero quiero verla de todos modos.
Cuando salgo del vestidor, noto a Colton, poniéndose sus zapatillas deportivas. Su mirada se alza y me mira con cautela. — ¿Ya vas a dejar de ser un imbécil? —pregunta y me dirijo a mi taquilla, donde he guardado todas mis cosas.
—Vete a la mierda —mascullo, tomando mi maleta.
—Hannah irá sola a casa —dice a mis espaldas, y me congelo en ese instante—. Steph y yo iremos a mi departamento. Sería bueno que dejaras de ser un idiota y la acompañaras.
El corazón me da un vuelco, pero no digo ni una sola palabra. Me echo a andar rumbo a la puerta principal del gimnasio. La veo de pie, cruzada de brazos, recargada en uno de los aparatos, con la mirada fija en el suelo. Steph agita la mano en mi dirección, pero sé que es a Colton a quien se dirige. Él me pasa de un empujón y aprieto los dientes, reprimiendo mi coraje.
— ¿Nos vamos? —escucho que le dice mientras la envuelve por la cintura.
— ¿Estás segura de que no hay problema si voy con Colton? —escucho a Steph. Estoy cada vez más cerca.
—Seguro. Yo iré a casa. Será bueno dormir sin tus ronquidos, para variar —bromea y sonríe con tristeza. Su mirada se dirige de manera fugaz, en mi dirección, y se endereza apartando la vista.
— Adiós, Logan —dice Steph cuando paso a su lado. Poso mi mirada cautelosa en la pequeña rubia; mi mano está recargada en la puerta del gimnasio y asiento en forma de despedida.
En el momento en el que abro la puerta, me doy cuenta de la tormenta que está cayendo afuera. —Oh, mierda —mascullo. No quiero mojarme. Odio la lluvia. La odio con toda mi alma.
— ¡Oh, Dios! —Exclama Steph a mis espaldas—, será mejor que nos demos prisa o vamos a terminar empapados.
—Te veo mañana —dice Hannah y la miro por encima del hombro, besando la mejilla de Steph y Colton. Su vista se fija en mí y me aparto de su camino, para que así, pueda correr hacia la calle. La sigo con la mirada y me relajo al ver que no ha dejado el auto muy lejos.
Es entonces, cuando me echo a correr calle arriba, sintiendo las gotas heladas y pesadas, golpeando mi espalda con furia.
Entrar al auto es un alivio. Enciendo la calefacción y maldigo porque sé que tendré que tomar otra ducha en casa. El motor ruge antes de que lo eche a andar, girando en “u”, para salir a la avenida principal.
La música estalla en los altavoces cuando conecto mi reproductor al estéreo del auto, y comienzo a relajarme.
Mi vista viaja por la calle y me detengo en seco al mirarla. Está ahí, bajo la lluvia, con el capo abierto y la mitad del cuerpo dentro del auto. Busco con la mirada, algún indicio de Colton o Steph, pero no hay nadie en la calle.
Maldigo en voz baja, y aparco justo frente a donde se encuentra. Bajo, sintiendo la lluvia golpeándome por todos lados. La tormenta está arreciando.
—Esto está volviéndose una costumbre —digo, cuando estoy lo suficientemente cerca como para que me escuche.
Pega un salto y asoma su cabeza, mirándome con confusión. El rubor se extiende por sus mejillas y vuelve la atención al motor del auto.
—Lo tengo —dice en un gruñido y ruedo los ojos al cielo.
—Déjame ver —digo, acercándome.
— ¡No! —Espeta—, puedo hacerlo sola.
—Han, déjame hacerlo —digo, irritado.
— ¡Te dije que no!, ¡Puedo hacerlo yo!
— ¡Por el amor de Dios, quítate! —espeto, anclando mis manos a sus caderas, retirándola con brusquedad.
Ella chilla y se revuelve, pero soy más fuerte. — ¡Suéltame!, ¡Puedo hacerlo!, ¡No te necesito!
Me inclino sobre el coche, ignorando sus quejas, y lo primero que reviso es la batería. Está bien colocada. Reviso el aceite, el agua… todo está en orden. — ¿Quitaste el toma corriente? —pregunto frunciendo el ceño.
—Por supuesto que no —dice, y casi puedo verla rodando los ojos al cielo.
—Dame las llaves —estiro la mano en su dirección y ella, dudosa, me extiende el viejo llavero. Abro la puerta del piloto y bombeo un par de veces antes de intentar encenderlo. El motor está completamente muerto.
A éstas horas no podré ver nada. Si quiero hacerlo funcionar, tendría que revisarlo a plena luz del día.
Salgo y cierro, poniéndole seguro a la puerta. — ¿Lo arreglaste? —pregunta, esperanzada
—No —hago una mueca, encogiéndome de hombros—. Voy a llevarte a casa. Mañana con calma puedo revisarlo. Está muy oscuro ahora.
No responde. Sólo me mira. —Tomaré el autobús —dice y una risa carente de humor me asalta.
—Tienes que caminar casi una milla para llegar a la parada del autobús. Cuando llegues, ya ni siquiera darán pasaje.
—Entonces tomaré un taxi —resuelve.
—No digas estupideces. Voy a llevarte a casa —la irritación está filtrándose en el tono de mi voz.
—Tomaré un taxi, no necesitas llevarme a casa.
— ¡Voy a llevarte a casa, Hannah!, ¡No está a discusión! —Espeto—. Estoy cansado, adolorido y me estoy mojando hasta el culo, ¿puedes hacérmelo fácil y dejarme llevarte?
Noto cómo aprieta la mandíbula, pero termina asintiendo a desgana.
Conduzco con cuidado. La lluvia apenas me deja ver. No quiero terminar estampado en un poste de luz o algo por el estilo.
Hannah está callada. No ha dicho ni una sola palabra desde que subimos al auto y estoy ansioso. Sé que me he estado comportando como un idiota y no sé cómo disculparme. A veces, ni yo mismo me entiendo. Es como si intentara alejar de mí todo lo bueno que me pasa.
No quiero alejarla a ella.
—Lo siento, Han —digo. Mi voz suena más ronca de lo normal.
— ¿Por qué? —Su voz destila veneno—, ¿Por haberme enviado un texto horriblemente cortante, o por haberme corrido del gimnasio?
Aprieto los puños sobre el volante y tomo una inspiración profunda—: Por ambas cosas.
Una risa carente de humor brota de su garganta. —Un "lo siento" no lo arregla todo —dice y siento el coraje crepitando por todo mi cuerpo.
— ¿Qué se supone que debo decir, entonces? —digo. La frustración se filtra en el tono de mi voz.
—Se supone que debes ser la misma persona siempre. A veces siento que juegas conmigo y…
— ¡Yo no juego contigo! —la interrumpo—, ¡de ninguna manera estoy jugando contigo!
Me detengo en un semáforo y me giro para encararla. — ¿Por qué? —Pregunto con un hilo de voz. Estoy comenzando a enojarme de verdad—, ¿Por qué crees que juego contigo?
— ¡Porque todos los días tengo una versión diferente de ti! —Espeta y noto un destello de tristeza en su mirada—¸ ¡Porque no sé cómo eres realmente!... A veces eres indiferente y otras eres atento.
Abro la boca para replicar, pero el claxon de un auto detrás de mí, suena y me hace maldecir, echando a andar el coche.
—N-No sabía si debía venir —susurra y el corazón me da un vuelco—. Tenía tantas ganas de verte, que creí que… —se detiene un segundo, tragando saliva, y continúa—, creí que te daría gusto que viniera. Sólo quería verte aunque fuesen unos escasos minutos. En cambio, me siento como la más grande de las idiotas. Como una estúpida porque lo único que hice es el maldito ridículo y…
Me siento como un completo imbécil. —T-También quería verte —admito.
El silencio nos invade y reprimo el deseo urgente que tengo de estirar mi mano, y entrelazar sus dedos con los míos.
—Me hubiese gustado que lo demostraras un poco —susurra, y algo se estruja dentro de mi pecho.
— ¡Hannah, no lo entiendes! —gruño, apretando el volante con fuerza. Mi cabeza me grita que se lo diga. Que le cuente mi pasado, pero estoy tan jodidamente asustado... Estoy tan aterrorizado de que huya de mí, que no puedo ni siquiera intentarlo.
— ¡Explícamelo!, ¡Explícamelo que no te entiendo! —su voz se quiebra y acelero.
—N-No puedo —tartamudeo y siento la ansiedad invadir mi cuerpo. Estoy perdiendo la compostura.
Los recuerdos me golpean con brutalidad y, de pronto, es como si todo hubiese sucedido ayer. Los gritos de Alexandra, los gemidos adoloridos de Thomas, la policía, la delegación, la noche en prisión, el juicio, la fianza, la orden de restricción…
Orillo el auto con brusquedad y bajo de él, dando un portazo. Es entonces cuando me doy cuenta de que estamos en el puente Brooklyn. Justo donde nos conocimos.
La lluvia ha arreciado tanto, que casi es imposible ver debido a la espesa neblina que se ha formado.
Me llevo las manos a la cabeza, tirando de mi cabello. No sé qué hacer. Necesito decírselo. Necesito saber si va a huir de mí. Necesito saber si cree que soy un monstruo.
—L-Logan —tartamudea a mis espaldas y me giro bruscamente, encarándola.
— ¡Maté a alguien a golpes! —Espeto con fuerza—. ¡Te mentí!, muchas chicas me han mandado a la mierda porque he estado a punto de golpearlas. ¡Hay una orden de restricción en mi contra, porque soy un maldito psicópata!, ¡¿Entiendes?! , ¡Soy peligroso!...
Su mirada, llena de lágrimas, está fija en mí. No puedo continuar. No puedo seguir hablando. El nudo de mi garganta es tan grande que, si sigo, voy a quebrarme como una estúpida nena. No soy débil. No voy a serlo nunca.
—Y-Ya lo sabía —susurra con un hilo de voz y me siento asqueado—. Ya lo sabía y no me importa.
—Debería importarte —la amargura tiñe mi voz—. Debería importarte porque no soy bueno para ti —niego con la cabeza, riendo sin querer reír—. Una parte de mí me grita que debo alejarte. Que debo alejarme de ti, por tu propio bien, ahora que es tiempo… Pero no puedo. No quiero. Soy demasiado egoísta como para dejarte ir…, y si decides quedarte, voy a destruirte. Voy a destruirte como destruyo todo lo que toco.
Da un paso hacía mi y aprieto la mandíbula. La lluvia cae como cascada sobre nosotros, pero no podría importarme menos. —N-No me importa —susurra con resolución y cierro los ojos, negando con la cabeza.
—No lo entiendes…
—Lo entiendo, Logan —sus manos temblorosas se enredan en mi cuello y me inclino hacia adelante.
—No quiero hacerte daño —digo, torturado—. No quiero lastimarte. No quiero herirte. No quiero destruirte…
—D-Destrúyeme… —susurra y siento su aliento caliente golpeando mi barbilla.
—Hannah, no… —antes de que pueda registrarlo, sus labios encuentran los míos en un beso torpe y tímido.
Me toma unos instantes reaccionar, pero cuando lo hago, envuelvo mis brazos en su cintura, atrayéndola hacia mí, abriendo mi boca para recibirla como es debido. Sus dedos temblorosos se enredan en el cabello de mi nuca y gruño en aprobación.
Todo mi cuerpo zumba de ansiedad y euforia. Mi corazón golpea con furia contra mis costillas, mientras profundizo el beso, introduciendo mi lengua en su boca sin pedir permiso.
Ella corresponde mi caricia, encontrando su lengua con la mía y todo el mundo da vueltas a mí alrededor. Todo es correcto. y al mismo tiempo, sé que no debo arrastrarla hasta el pozo en el que estoy atascado.
No quiero hacerle daño. No quiero que sufra por mi culpa…
—H-Hannah —murmuro contra sus labios y ella se presiona contra mi cuerpo. Todos mis intentos por resistirme se van al jodido caño cuando es ella quien toma el control del beso. No puedo tener suficiente de ella.
Nunca voy a tener suficiente de ella.
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