Capítulo 7. "El guardián y el Caído" (Parte uno)
Un ligero cuchillo de cazador subía y bajaba por el aire siendo atrapado en todas esas veces por Kelso, quien la usaba sólo para matar el tiempo. Los demás guardianes que le hacían compañía trataban de rastrear señales de auxilio por los alrededores, pero no tenían mucha suerte. A la caída de la noche Kelso se ofreció a permanecer despierto y ser la vigilia de sus compañeros. Claro que ninguno de ellos confiaba en el pequeño refugio ofrecido por un Caído, ya que parecía más una trampa que un gesto desinteresado. Su espectro permaneció a su lado en todo momento para hacerle compañía nuevamente en ese corto período de soledad.
El silencio absoluto rodeaba al cazador como una llamada del mismísimo Morfeo. Estaba cansado, más que nunca. Desde que perdió la Luz había sido más que vulnerable, ya era humano; un simple mortal y un insecto más para otras razas que habitaban el universo. Tal vez esa era la vulnerabilidad que necesitaba para entender qué tan efímera puede ser la Luz. Su silencio fue interrumpido al apenas percibir otro característico zumbido a poca distancia de él.
—¿Qué haces por aquí, Lucecita? —preguntó sin interesarle si llegaba a hablar solo.
Eros reaccionó con desconcierto hasta que la otra espectro salió de la sombras tímidamente, y primeramente mostrando su ojo de un tono llamativo.
—¿Cómo supiste que estaba ahí?
Kelso atrapó por última vez su cuchillo para luego encoger los hombros.
—Tal vez por mi agudo oído acostumbrado a los leves zumbidos de su espectro —contestó ya algo adormilado.
El espectro de carcasa mal pintada lo miró de inmediato. No sabía que hacía cierto ruido. Cuando devolvió la mirada a la otra espectro se llevó un susto al tenerla a tan sólo unos cuantos centímetros lejos de él.
—¿Cómo puedo convertir a alguien en un guardián? —inquirió ansiosa por saberlo.
Eros tomó algo de distancia antes de contestarle.
—¿Convertir o encontrarlo?
—Lo que dije —reiteró la espectro.
Kelso arrugó la frente. Ya se estaba dando una idea de a quien quería convertir en un guardián, y Eros parecía que también pensaba lo mismo.
—Así no se hace esto —contestó el espectro —. Tu guardián ya espera allá afuera, en algún punto del Sistema solar. No simplemente puedes estar con un Caído y ofrecerle la Luz que no tiene.
—Y si hubiera posibilidad, igualmente no debería tener Luz —añadió el cazador en un bostezo.
Por la forma en que la espectro giró su cuerpo sus compañeros supieron que eso la había enojado, y mucho.
—Él es mi amigo, y sé que es merecedor de la Luz —aludió antes de marcharse y volver a la oscuridad de donde había provenido.
La espectro avanzó sin saber por donde iba quejándose e incluso imitando las voces de aquellos dos. Le molestaba bastante la desalentadora verdad de la que el otro espectro habló, sobre todo porque no había ni la más mínima posibilidad de contradecirlo. Su curso se vio interrumpido al chocar contra su fiel amigo. El caído la observó. La tomó tomó con una de sus manos para elevarla frente a él.
—¿Qué pasa? —preguntó en su dialecto.
Ella simuló un suspiro. Hablarle de lo que recientemente había acabado de pasar sería una estupidez, y aún más porque él aceptaba que no era un ser de Luz. Por lo tanto, optó por expresar otra de sus preocupaciones.
—¿Cómo no sabemos que al convertirte en Kell los guardianes quieran tu cabeza? —indagó —. Ellos no entienden, ni saben muchas cosas de tu especie, y tampoco están del todo interesados en saberlo.
—Que lo intenten. Eso no evitará que le regrese a mi gente todo lo que la Oscuridad le arrebató.
El Eliksni retomó su anterior actividad completamente seguro de sus planes a futuro.
—Es en serio, Hariks —cuestionó su compañera moviéndose a la par que él —. No quiero quedarme sola.
La espectro sabía perfectamente como era su compañero en combate; un letal guerrero que podría hacer más de una cosa a la vez. Pero también conocía su exceso de confianza.
—No lo estarás, pequeña amiga, pronto encontrarás a tu guardián y para ese entonces apenas me recordarás —replicó Hariks observando un viejo mapa de los túneles subterráneos en la ZME.
La espectro se puso frente a él. Por un momento más deseaba tener toda la atención de su compañero para poder decirle su razón de conversación con el guardián y su espectro, en parte no le importaba su reacción pero no quería guardarlo sólo para ella.
—P-Pero yo quiero que seas mi guardián.
Aquellas palabras dejaron sin habla a Hariks. No le extrañaba que la espectro quisiera eso, después de todo él la salvó de otros Caídos y desde entonces se habían cuidado mutuamente. Pronto negó con la cabeza.
—La gran máquina no me eligió para convertirme en un ser dotado de Luz —dijo desviando la vista.
La espectro lo siguió.
—¿Y acaso no importa si yo lo quiero así? —continuó insistiendo, negándose también a todo lo demás —. Siento que tu Luz sería casi... ¡incandescente!
—Pero no lo es. Ni lo será. No en este mundo —declaró ya dando un punto final a la conversación.
La espectro mostró desánimo en cuanto Hariks terminó de hablar. El Eliksni acarició una de las extremidades metálicas de la espectro para tratar de consolarla.
—Encontré un nombre, uno nuevo para ti.
El ojo dorado de la espectro brilló más que nunca ante su anuncio a pesar de su reciente conversación.
—¿Ah, sí? ¿Cuál es?
—Sif —dijo finalmente.
La espectro lo analizó para averiguar si le agradaba o no, una vez hecho su expresión se vio más alegre. Voló tan rápido alrededor de él para dar a conocer su opinión con el mismo entusiasmo con el que se movía.
—¡Me encanta!
Hariks rió con brevedad al ver su reacción. Sabía que así sería.
—Muy bien, Sif. Necesito que le hables al guardián, hay un trabajo que tengo para él.
Sif se fue de inmediato apenas Hariks iba por las últimas sílabas para cumplir con lo solicitado. En su regreso finalmente encontró al cazador completamente sumergido en un profundo sueño mientras que su espectro acudía a levantar otro guardián para que cubriera a su amigo. Al momento de acercarse a Kelso, este reaccionó inconscientemente desenfundando su cañón de mano y apuntar directo a ella. Sólo por suerte no disparó.
—No vuelvas a ponerte en peligro así... —reprendió el humano con bastante cansancio notorio en su voz.
Kelso devolvió su arma a su lugar para seguir con su guardia, esperando también por un descanso o algo que lo lograra estimular a la vez que luchaba por no quedar dormido en una ocasión más.
Entonces supo que aquella misión no iba a ser completada por el guardián, no en ese estado. Por lo que mejor se lanzó fuera de su zona de confort para ser de utilidad a Hariks.
.
Las noches dentro de una cueva eran horribles; todo se humedecía y se corría constantemente el riesgo de morir por la picadura de un insecto, pero esa muerte era mejor a que los Caídos los alcanzaran. Ya habían cruzando un largo tramo para llegar a la tan aclamada Última ciudad, donde también en el trayecto habían perdido a muchas buenas personas.
Una bella mujer de cabello oscuro como la noche misma se sentó a su lado. Ninguno de los dos dijo nada. Sólo se limitaron a observar el estrellado cielo desde su lugar.
—¿Realmente existe esa ciudad? —preguntó él rompiendo con el silencio.
—Yo así lo creo —respondió su compañera —. Si no, buscaremos un lugar donde podamos quedarnos. Uno tranquilo, como una villa.
Kelso asintió con una gran sonrisa presente en su rostro. Pronto su compañera le obsequió algo envuelto en papel viejo.
—Mañana iremos al lugar más peligroso que hemos cruzado, y como sé que eres un buen pistolero le darás un buen uso —mencionó.
El hombre rompió el envuelto para después ver un viejo cañón de mano, este mismo con un especial grabado hecho con un objeto puntiagudo. "Ilumina el camino", decía. Kelso de inmediato la besó. La amaba a ella y Alexei, pero también temía por sus vidas. ¿Qué tal sí no era lo mejor para guiar a tanta gente? No podría con la culpa si el día de mañana perdía más de lo que juraba proteger.
.
Despertó luego de un brusco movimiento que él no había ejercido. El caído se encontraba frente a él con una clara expresión de enojo.
—¿Dónde está Sif? —cuestionó.
Él apenas y reaccionó confundido por lo rápido que había abandonado su descanso. ¿De quién hablaba?
—¿Sif?
Hariks gruñó como siempre lo hacían los suyos al acechar una presa.
—La espectro, ¿dónde está?
El caído lo sujetó del cuello, para luego elevarlo considerablemente. Los otros guardianes tomaron sus armas y apuntaron al Caído que amenazaba con la vida de uno de los suyos. El aire escapaba poco a poco de su cuerpo sin nada que pudiera hacer para evitarlo, y a decir verdad aún no estaba listo para terminar de tal manera.
—Eros... —llamó en su auxilio ya sintiendo que pronto moriría de asfixia.
Su espectro hizo su aparición para tratar de salvar a su compañero.
—No lo sabemos. La vi salir anoche, cuando Kelso dormía —dijo con desesperación.
Hariks dejó caer al cazador antes de hablarle a unas Escorias para que le llevaran ante él las arma que le correspondían al guardián que casi asesinaba. Arrojó todo lo que le pertenecía a Kelso, mientras que este mismo agarraba grandes bocanada de aire.
—Vamos a ir a buscarla.
—Yo iré también —anunció Warlock dando una zancada al frente.
El Caído negó con la cabeza. No tenían de otra que confiar en el cazador para que hiciera bien lo pedido, de no ser así el mismo se encargaría de ejecutarlos a todos ellos con sus cuchillas y robaría sus espectros para tenerlos como un trofeo.
Kelso recuperó sus armas con lentitud, la falta de aire lo había atontado un poco. Al levantarse fue apoyado por el hechicero que en antaño había sido como un hermano.
—Vamos, cazador. Tienes trabajo por hacer —motivó.
El mencionado asintió finalmente incorporándose firme. Antes de seguir a Hariks los miró a todos ellos, recordando el par de palabras grabadas en el mango de un arma ya olvidada en el tiempo. Él era el culpable que todos estuvieran ahí, varados y sin Luz.
***
Kelso y el Caído avanzaban por la ZME en busca de cualquier señal de la espectro. La búsqueda habría sido más fácil, y no habrían caminado todo un día de camino si por lo menos la Luz estuviese de su lado para que Eros pudiera rastrearla.
—¿Qué fue a lo que la mandaste a hacer? —preguntó Kelso expresando preocupación por encontrarla.
—Le dije que les comunicara un pedido, el de ir a unos túneles para averiguar si eran seguros para nosotros. No irse por sí sola —respondió el otro igual de angustiado, pero no quería demostrarlo.
Eros se materializó sobre el hombro de su guardián al detectar unas especies de marcas de energía más adelante. Posiblemente los había dejado Sif para que pudiera volver sin problemas, como migajas de pan entre un tenebroso bosque. Su guardián lo alcanzó con una de sus manos al ver como su espectro deseaba adelantarse.
—¿Y por qué te interesa tanto traer de vuelta una espectro que no te pertenece? —Kelso volvió a preguntar colocando a su pequeño compañero a un lado de su cabeza, cubriendolo también con la capa.
—No te incumbe.
El cazador hizo una mofa bastante irritante que consiguiente logró que la postura del Caído fuese más rígida.
—En serio. Me parece tan extraño tu reacción con nosotros, los humanos. Después de todo ustedes nos declararon la guerra.
Hariks lo miró con sus cuatro ojos. Se equivocaba, ellos no habían iniciado la guerra.
—Seguimos a la Gran máquina desde nuestro moribundo planeta buscando sobrevivir —explicó con la misma rabia de tan sólo recordarlo —. Nosotros les ofrecimos paz. Ustedes nos rechazaron.
Kelso junto ambas cejas. Siempre supo que habían dos puntos de vista para todo; una siempre destacando sobre la otra sin importar si es verdad o no. Pero lo que más le llamó la atención fue el cómo mencionó que los Eliksni ya seguían al Viajero desde su planeta natal, el verdadero hogar desconocido y olvidado por las nuevas generaciones.
—¿El Viajero pisó su planeta? —preguntó completamente curioso de saber.
Hariks asintió.
—Nos concedió largas vidas y Sirvientes que atendieran en todo momento nuestras necesidades —prosiguió —. Hasta que decidió huir de aquello que ustedes llaman la Oscuridad, abandonando a nuestra gente a su suerte.
El caído gruñó de frustración.
—¿Qué tan "bueno" lo ves ahora?
El cazador había permanecido en silencio poco después de aquella pregunta, y una muy buena por cierto. Simplemente cuando se dedicó a responder, encogió los hombros.
—Lo dejé de ver así cuando me enteré que también había planeado hacer lo mismo con nosotros —admitió recordando la vez que tuvo la dicha de poder ingresar a un búnker operado por Rasputín, donde como había mencionado antes, se enteró de que el Estratega había evitado que el Viajero dejara a la Humanidad —. Así que... en cierta parte, estamos del mismo lado. Que loco.
Hariks relajó su pose un poco más. Sabía perfectamente que el humano a su lado no era como cualquier otro guardián, este se había dedicado a ver más allá de lo que muchas palabras afirmaban, y vaya que obtuvo lo que buscaba. Y en cuanto a su comentario, parecía ser así, sólo que no todos estaban enterados.
—Cuidado. Detecto enemigos más adelante —anunció el espectro —. También la señal de Sif termina ahí.
Kelso revisó rápidamente la recámara del arma antes de apuntar al frente, listo para usar cada bala.
A unos cuantos metros tuvieron contacto visual con una patrulla Cabal que trataba de alcanzar a la espectro a través de un pequeño hueco bajo la base de un antiguo edificio por el que se había escondido. Hariks fue el primero en lanzarse al ataque con sus peligrosas cuchillas, seguido del cazador que no hacía más que tener cuidado al disparar a los Cabal que necesitaban ser rematados.
Su combate fue uno de una corta duración y poca oposición departe de dos legionarios y un Psionico en la que, a pesar de ser superados en número, el disparejo par había triunfado.
—Demasiado fácil —musitó el guardián girando en su mismo lugar buscando alguna otra amenaza.
De reojo vislumbró un tenue brillo rojizo, lo cual sólo significaba una sola cosa. Corrió lo más rápido que pudo hacia el Caído y la espectro que recién salía de su escondite, y lanzó su espectro a su acompañante de cuatro brazos, ya sabiendo qué era lo que le seguía. Un disparo propiciado desde lo alto de un edificio, originalmente planeado contra Hariks como objetivo, perforó su pecho tan rápido que apenas había conseguido inhalar y mantener la respiración cuando eso pasó.
Hariks atrapó su caída, seguido de también sujetar a ambos espectros y cubrirlos con su cuerpo mientras corría dentro del complejo más cercano.
—Espectro, no lo pierdas —ordenó colocando al cazador en el suelo.
Eros se acercó a su guardián, completamente preocupado. Kelso había cometido la peor estupidez de toda su vida al haberse interpuesto entre el Psionico que disparó y el Caído al que se dirigía la bala.
—Hijo de puta, ¡sigues vivo!
La reacción del espectro hizo que el cazador sonriera con debilidad; le pareció gracioso, sobre todo porque Eros nunca fue de maldecir o de insultar... hasta ese momento.
La espectro también se acercó.
—Vaya, sí que eres difícil de matar. ¿No es así Hariks?
El Caído gruñó en respuesta. La iniciativa de Sif la pudo haber llevado a la muerte a quienes iban a buscarla y a sí misma.
—No te enojes, sólo quise ser de ayuda —se excusó Sif yendo hacia él.
—Y el guardián casi muere por eso —recriminó sin mirarla en ninguna ocasión.
—¿Y eso qué tiene? —replicó ofendida —. En algún momento de seguro querrá asesinarte.
Hariks la atrapó con uno de sus brazos y la hizo mirar en dirección al cazador herido.
—Estuviste expuesta al peligro, y también nos arrastraste a nosotros. Si yo hubiese muerto sería tu culpa.
Sif contrajo todo su cuerpo en una muy clara postura de espectro entre enojada y frustrada.
—Sólo trataba de ayudar... —susurró, escapando del agarre de su compañero y volar a la esquina más cercana.
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