Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 5. "Ocaso rojo"

Kelso acariciaba el bello rostro azul de Narah, admirando todas sus facciones como un loco enamorado. La noche anterior habían tenido más que una aventura en el cosmódromo, una que terminó en la nave del cazador para quedar a merced de las estrellas a su alrededor. La insomne abrió sus hermosos ojos ambar para después sonreír un poco sonrojada.

—Warlock estará molesto con nosotros —dijo ella tomando la manta que los cubría a ambos para tapar sus mejillas rosadas.

—Tal vez sí, o tal vez no—repuso Kelso sonriendo ante la combinación de colores en el rostro de la insomne.

La cazadora se ruborizó aún más al verlo sonreír, seguido de dedicarle un breve beso.

—No te vayas otra vez, Kelso.

Kelso acarició su rostro sin cambiar mucho aquella sonrisa.

—Si... algo pasa, prometo volver.

 
 
 
 
 
 
De pronto el cazador abrió los ojos, creyendo seguir sintiendo el tacto de Narah. Lo que tuvo no había sido una pesadilla, pero sí que eso lo había llenado de culpabilidad. Durante ocho años le mintió a la persona que más amaba hasta el momento, la hizo cargar con la culpa durante tanto tiempo, y al encontrarse no tuvo nada bueno que decir en su defensa.

—¿Otro mal sueño? — preguntó Eros.

Kelso negó con la cabeza. Para nada.

—Te dije que me despertaras en cuanto llegáramos a la Tierra —indicó tratando de evadir otro tema de conversación.

—Tu también no cumpliste con una simple indicación de Cayde —replicó el espectro para cerrarle la boca a su guardián en cuanto a eso —. Y sobre Narah, estoy seguro de que se resolverá.

—O me matará antes, quien sabe.

Eros estuvo a punto de añadir algo más hasta que la robotizada voz de Vraliks interrumpieron su acción:

—Estamos descendiendo, espero y nos sigan el paso.

El cazador se colocó su casco para ya tomar el control de la nave y adquirir estadísticas de la velocidad y tiempo de vuelo estimado.

—Si me hubieses dado la ubicación antes los estaría esperando por allá.

La hechicera rió.

—Ya quisiera verlo —se burló.

Kelso apreció cómo se acercaban a la ZME, realmente extrañado de que un espectro anduviera por ahí en un lugar habitado en su mayoría por horripilantes bichos y caídos. Luego quedó aún más impresionado cuando se acercaron más de lo normal a los fragmentos del Viajero, unos de los que se decía que, no sólo que estaban corruptos, si no que también propagaban esa misma energía por toda la zona.

—Eros, ¿recuerdas que me advertiste de acercarme a este lugar? —su espectro lo miró —. Quiero recalcar que no fue mi idea.

El espectro hizo una especie de negación moviendo su carcasa con levedad de un lado a otro. No sólo había sido por la Vanguardia que no quería que fuera, si no también por el mismísimo Orador. No tenía bien en claro que se suponía que iban a encontrar, pero podía asegurar que estar tan cerca de un fragmento del Viajero le hacía sentir una especie de... atracción.

En cuestión de minutos Eros llevó a sus pasajeros a tierra firme. Poco más adelante se encontraba la Exo y el caído, ambos mirando las anormales rocas flotantes de su alrededor. La guardiana se encaminó hasta aquellas rocas levitantes para hacer la osada acción de entrar en contacto con una de ellas. La roca simplemente giró en su mismo lugar sin siquiera ascender o descender un poco.

—El fragmento debe causar estas anomalías —concluyó.

—Gracias, no lo había adivinado antes —comentó el cazador girando en su mismo lugar para echar un vistazo a todo lo que lo rodeaba.

El caído avanzó unos pasos adelante para llamar la atención de los que le seguían.

—No está lejos.

Posterior a eso el mismo ser de cuatro brazos siguió con su curso. Los guardianes le siguieron detrás, aún admirando los alrededores. Pasearon cerca de estructuras perdidas en la Edad de oro, así como en un punto llegaron a saltar de una saliente a otra hasta finalmente llegar a lo que parecía ser una vieja residencia medio destruida. Su guía, al llegar a la entrada, hizo lo posible por abrirla con toda la fuerza que podía disponer de sus cuatro extremidades.

—Será mejor que intentemos entre tu y yo, cazador —indicó la hechicera.

Cuando estos dos se pusieron de  acuerdo, Félix se les adelantó terminando lo que ellos siquiera habían iniciado. Con una fuerza inhumana y extrañamente concedida a alguien sin Luz, empujó la puerta arrancádola de su lugar con brusquedad. Una vez que terminó su demostración de fuerza procedió a ocultar ambos brazos entre su capa.

—Interesante. Tengo que hablar de muchas cosas contigo —mencionó Vraliks pasando a un lado del titán.

El insomne mantuvo su expresión seria ante su comentario, y después optar por esperar en la puerta por si acaso.

Nuevamente el caído tomó la delantera, buscando con una angustia a la espectro que había mencionado tiempo atrás. Incluso llegó a gritar en su dialecto esperando una respuesta.

Y entonces la recibió.

Un espectro de carcasa descuidada y medio destruida, apareció frente a él con una clara expresión de felicidad siendo reflejada en su único ojo. Ambos hablaron en la lengua aún desconocida de los Eliksni hasta que la espectro se percató de la presencia de otros, después ocultándose detrás del Vándalo.

—Quieren saber si tienes la información que te envié —habló su compañero.

—¿Cómo no sé si después decidan hacer algo... horrible? —susurró de vuelta.

El caído bajó la vista por unos momentos.

—Tarde o temprano me tocará, espectro.

—¡No digas eso! —alegó la espectro saliendo un poco exaltada de su escondite.

Kelso soltó otro largo suspiro que llamó la atención de todos. No quería pasar por otro encuentro emotivo otra vez.

—Lo trajimos con vida. Ahora, Lucecita, tú danos lo que buscamos antes de que cambie de parecer —ordenó sin más paciencia.

—Qué amable —regañó la hechicera mirando hacia al cazador.

Vraliks retiró su casco para hacer un saludo al estilo insomne, intentando mostrarse lo más respetuosa posible. A la espectro le importó un bledo su saludo, lo único que hizo que perdiera su timidez fue ver la insignia de la Vanguardia bordado en el hombro de la guardiana.

—Espera, ¿qué hacen aquí? ¿No saben lo que va a pasar? —indagó preocupada.

Eros hizo su presencia en tan sólo un parpadeo.

—Me temo que no. Te buscamos para saber que amenaza a la Última ciudad —informó igual de confuso que todos los demás.

—Oh, no —la espectro voló lejos de su cobertura —. Esto es malo. Muy malo.

El caído atrapó a la espectro que daba vueltas en el aire con preocupación, con una sola extremidad para intentar hacer que su pequeña compañera se concentrara.

—Creí haber informado a la Torre... pero en lugar de eso también atraje a los Carroñeros —la espectro se tornó asustadiza —. Vienen para acá, ¿cómo los echaremos?

La hechicera se colocó su casco nuevamente, seguido de tomar de su espalda una escopeta de disparo automático.

—Podemos encargarnos.

La espectro escapó del agarre del caído para seguir volando alterada.

—¡No lo entiendes! —su histeria incrementaba poco a poco —. Ustedes... La Torre debe de saber de la Legión roja.

Kelso tensó un poco el cuerpo. Lo que temía desde hace casi una década podría hacerse realidad.

—¿No dirás que atacarán a la Tierra?

—Directamente a la Última ciudad —complementó un poco más tranquila al ver que al menos uno le seguía el hilo —. Tienen que irse y prepararse para el ataque.

Eros permaneció en un estado de reposo pequeños instantes después de que por fin encontraran la amenaza, al momento de dejar de hacerlo miró a su guardián seguido de una, y nada tranquilizante, negación. No podía contactar con la Torre. Algo debía estar interfiriendo en los canales, y los Carroñeros podrían ser una de esas razones.

Una serie de explosiones lejanas y aullidos pusieron más tensa a la espectro, lo que hizo que esta misma volviera a ocultarse detrás de su estimado caído.

—¡Ya llegaron!

El vándalo le pidió a su compañera otorgarle sus armas y munición extra para su enfrentamiento, cosa a lo que la lucecita no se negó. Un fusil apareció entre sus brazos sin demora, seguido de granadas y uno que otro cargador que su compañera almacenaba de reserva. Tras eso le habló en su idioma para darle una simple indicación antes de salir de la residencia para dar frente a los invasores.

—Sí. Yo te espero aquí —respondió la espectro recurriendo a una vieja vasija como escondite.

El cazador cruzó miradas con la otra guardiana, decidiendo así quién iría a dar la advertencia y quien se quedaba a pelear.

—Vuela rápido —Vraliks deseó toda la suerte posible para el guardián y su espectro.

Kelso asintió, pronto corriendo fuera de la estructura con Félix detrás. Apenas la nave los recogió, se puso en marcha hacia la Torre a tanta velocidad que el viento chocaba con más fuerza contra la nave.

—Eros, sigue tratando de comunicarte —ordenó Kelso totalmente enfocado en la conducción.

Eros asintió, siguiendo con un intento tras otro limitándose a no decir lo que era obvio en esos momentos. No deseaba estresar a su guardián más de lo que ya estaba. Aunque definitivamente el silencio tampoco era de ayuda.

—¿Sabes? Después de esto deberíamos dar una vuelta por el Arrecife, tal vez ver cómo Petra lo está llevando —mencionó el cazador llegando a la etapa en la que trataba de calmarse y ser positivo.

—La última vez que fuimos quisiste asesinar a las guardias —Eros le siguió el relato.

Kelso encogió los hombros.

—Olvidaba que no todos éramos inmortales —se burló.

Quedó en silencio unos momentos recordando aquel día.

—¿Recuerdas aquella escuadra con preferencia del Arrecife?

Eros asintió. Como iba a olvidar la vez que permanecieron más de veinticuatro horas tratando de entrar al Puesto de Vesta, mientras que una escuadra de guardianes entraron con simplemente mostrarse y como sólo una de los integrantes se detuvo para, como Kelso solía contar, saludar.

—Quien diría que fueron los asesinos de Crota —el cazador volvió a quedar pensativo —. Tal vez debería interactuar con ellos alguna vez y saber más de la cazadora. Katia, ¿no? Fue muy amable aquella vez, de hecho la primera que me dirigió la palabra en mucho tiempo.

—Podrías aprender de ellos —habló Félix allá atrás como un insulto, verificando la munición actual de su fusil de pulsos.

Kelso asintió sucesivamente. Había la posibilidad de que ellos también aprendieran de él. Aunque quien sabe, de vez en cuando un cambio era bueno.

—Sí, ellos serían mejor que estar con un asqueroso caído, la entrometida hechicera y... bueno, contigo no tengo mucho problema —repuso el guardián en un tono burlón.

El espectro se posicionó a un lado de su guardián. No sabía si su compañero también pretendía echarle una mano a la Insomne que ahora había quedado a cargo del Arrecife en la ausencia de la reina.

—Volviendo al tema del Arrecife, no pensarás ayudar a Petra, ¿o sí?

—No estaría mal —confesó el cazador, por una vez pensando en alguien más que no fuera él. Giró su rostro sonriente a su espectro. —. Las tomaré como vacaciones, porque realmente las necesitamos.

Félix avanzó desde su lugar hasta el asiento del cazador, mirando con preocupación lo que había frente a ellos.

—Dudo que las haya.

Eros fue el primero en voltear y poco después estremecerse. Kelso fue el último en hacerlo al ver la preocupante acción de su espectro. Una vez hecho su sonrisa desapareció.

—Llegamos tarde... —murmuró con pesadez.

La Última ciudad estaba siendo asediada por la Legión roja con más de un buque en los cielos luchando contra las naves de guardianes y defensores de la ciudad.

Sin mucho que poder hacer al respecto, dieron una vuelta rápida por la Torre, misma de la cual se encontraba destruida. Lo único que se podía ver era como naves civiles salían disparadas lejos del peligro con una que otra nave guardián escoltándolos.

—¡El Viajero! —exclamó Eros viendo como una extraña estructura Cabal se acercaba a él —. Tenemos que hacer algo.

Kelso puso en marcha los cañones y ajustó los propulsores a toda potencia. Avanzaron tan rápido por la ciudad que incluso tuvieron que navegar entre los edificios para evitar ser interceptados. En su curso se ocupó de atacar a los centuriones que hostigaban a los ciudadanos que trataban de huir.

—Ataquen la Nave insignia —ordenó un guardián por la radio. En su voz era fácil distinguir la poca distorsión que ocasionaban los canales invadidos de mensajes de ayuda o indicaciones de ataque.

—Eros, localizala —ordenó el cazador.

En el HUD de su casco dicha nave fue marcada con un contorno rojo en medio de los cielos. Era más grande de lo normal, y de seguro también era la más defendible que existía entre toda esa flota de la Legión roja.

—¡Esperen, algo le hacen al Viajero! —anunció otro guardián.

Kelso y compañía alzaron la vista al señalado. Aquella maquinaria gigante de los Cabal atrapó al Viajero con sus seis y largas extremidades haciendo que, de alguna forma, aquello que daba inmortalidad a los guardianes desapareciera. De inmediato un reflejo luminoso se desprendió del cazador, mientras que su espectro cayó al suelo de la nave en una especie de bloqueo.

—Eros... —trató de hablar el cazador con una inmensa debilidad apoderándose de su cuerpo.

La nave comenzó a descender abruptamente ante la debilidad de quien la conducía. El cazador forcejaba con el volante, e incluso realizaba un gran esfuerzo para elevarse una vez más. Pero al hacerlo, rozaron con uno de los edificios atacados por la invasión. Kelso al instante soltó un alarido de dolor ya que, una de las varillas desprendidas contra su arremetida con el edificio, traspasó el blindaje de la nave y se incrustó a un costado de su abdomen, haciendo que segundos después cayera inconsciente.

   
 
 
 
 
—No somos los primeros en tratar de llegar hasta Crota, y muchos de los que llegaron antes de nosotros yacen perdidos en este lugar —indicó Wesk, un titán que dirigía la escuadra de dos cazadores y un hechicero.

Narah observó por breves momentos al otro cazador que parecía tomar nota de la extraña plataforma de la Colmena sobre la que estaban parados.

—Entonces la idea es cruzar lo más rápido posible —agregó.

Wesk asintió.

—En teoría. Si seguimos las lámparas llegaremos a otra zona segura.

El cazador que se encontraba muy interesando en las desconocidas runas talladas en aquella plataforma comenzó a reír.

—Claro que saben que esto es una trampa, ¿verdad? —finalmente el cazador en cuclillas habló —. Crota ha de divertirse viendo como nosotros, los guardianes, intentamos cruzar por toda aquella e inmensa oscuridad y fracasamos en el intento. Para después terminar siendo alimento para Lacayos.

El hechicero entre ellos dejó salir una risita. Su compañero tenía razón.

—Hay que intentarlo —insistió Narah —. Si no somos nosotros, ¿quién detendrá a este Príncipe de la Colmena?

Kelso finalmente se alzó. No estaba tan de acuerdo con eso de lanzarse directamente hacia Crota.

—Los señores de Hierro desaparecieron por una pregunta similar a la tuya —alegó seguido de dejar salir un suspiro —. Sólo quiero que piensen bien antes de actuar. Después de aquí, ya no hay marcha atrás.

—Por eso estamos aquí. Ya lo hemos decidido —impuso Narah.

El titán y el hechiceros fueron los primeros en avanzar. Cuando Narah también comenzó a hacerlo, pronto fue sujetada del antebrazo para detenerla.

—Narah, no quiero perderte —susurró Kelso con la vista abajo.

La mencionada tomó la mano de él con cariño.

—Entonces hágamos esto juntos.

El instinto se auto-conservación de Kelso le dijo que no siguiera, pero otro más fuerte y estúpido como lo era la confianza y el afecto lo obligaron a dar un paso fuera de la zona segura.
Fue entonces que ambos siguieron a sus otros compañeros hacia los abominables seres de la Oscuridad que los esperaban con tanta ansia.
 
 
 
 
 
 
Fuertes pulsadas de dolor le hicieron despertar de otro recuerdo suyo. Con un desconocimiento de su alrededor, trató de moverse pero sólo logró que el dolor se intensificará. Soltó otro gritó, esta vez siendo ahogado mientras que él mismo apretaba su mandíbula con fuerza.

—Kelso, no te asustes —dijo Eros a un lado suyo.

El cazador se giró adolorido para poder verlo fijamente.

—Eros... estás bien —dijo apenas logrando crear una sonrisa en su rostro.

Jamás se había sentido tan aliviado de tenerlo a su lado. Después de todo era el único con el que podría hablar e incluso discutir por horas; su única compañía en los tiempos oscuros que vivían.

La expresión preocupada de Eros cambió repentinamente a una igual de alivio, volando cerca de él para hablarle como la primera vez que se conocieron.

—Sí, lo estoy —dijo más tranquilo de lo normal, cosa que inquietó un poco a su guardián.

Kelso decidió no hacer ningún otro movimiento para evitar sufrir más.

—¿A qué te referías con eso de no asustarse? —preguntó con dificultad.

El espectro volteó hacia Félix, quién también se encontraba a su lado.

—Siento que disfrutaré esto —dijo el titán aguantando una sonrisa.

El titán usó su brazo Vex para sujetar la varilla que aún permanecía hundida en el cuerpo de Kelso. Posteriormente y sin mucho esfuerzo, tiró de ella para sacarla del cazador. Su acción hizo que Kelso volviera a gritar de dolor para luego volver al estado inconsciente. A la par de los minutos volvió a despertar gracias a la curación que su espectro había hecho al instante, por esa ocasión revisandose de pies a cabeza con el temor de que aquella varilla siguiera en su cuerpo.

—¿Qué mierda pasó? —preguntó ignorando por completo que ya no se encontraban en la Última ciudad.

—Los Cabal ganaron —Félix lo puso al tanto pasando a su lugar de allá atrás.

Kelso juntó ambas cejas. Era imposible que hayan perdido ante los Cabal. Los guardianes eran seres que podrían morir una y otra vez con tal de que lograran sacar a la Legión roja de su hogar. Su pensamiento se tornó erróneo en cuanto Eros lo aclaró:

—Y nosotros perdimos nuestra Luz.

El espectro con unos raspones en su carcasa llevó su vista al suelo.

—Sabes que sin Luz un espectro no puede revivir a su guardián... —se calló por unos momentos —. Casi te pierdo.

El cazador dejó caer los hombros. No logró advertir a la Vanguardia antes de que todo ese suceso diera inicio. Si quiera sabía si la Vanguardia aún existía.

Todo permaneció en silencio por más de diez minutos. Un hecho que en todo el tiempo que Eros había compartido con guardián, nunca había ocurrido.

—¿Ahora que haremos? —preguntó Kelso con la vista perdida en los cielos despejados de la Tierra.

Eros lo miró. Tampoco tenía idea de qué hacer, usualmente eso era algo de lo que su guardián se encargaba de planificar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro