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Capítulo 4. "Renegados" (Parte uno)

En medio de la noche, Kelso fue levantado de su descanso gracias a una llamada entrante, y a juzgar por las otras diez llamadas perdidas, era urgente. Finalmente respondió algo adormilado por los días de pequeños descansos de una hora cada uno en sus viajes.

Cayde estaba al habla bastante ansioso.

—Hasta que despiertas, bella durmiente —dijo, cruzado de brazos —. ¿Recuerdas la misión que te encomendé? Necesito saber el resultado. Ikora y Zavala están un poco preocupados y quieren saber si esto es la desaparición total de nuestros desagradables y apestosos vecinos.

—Eso es un hecho, Cayde. Desaparecieron sin dejar nada atrás, sólo algo... —Kelso dudó en mencionarle de su prisionero. No quería que todo se le fuera de las manos.

—¿Y qué es ese algo? —volvió a preguntar el Exo, sonando serio y curioso.

—En la Antigua Rusia hay algo que nos puede dar el paradero de los Caídos —mintió. Las respuestas siempre estuvieron con él, sólo necesitaba una excusa para salir de la Torre. —. Pero como ya sabes estoy atrapado aquí.

—Yo me ocupo.

Trás eso, Cayde cortó la comunicación. No le había indicado al cazador que hacer, más que sólo esperar a que pudiera irse de la Torre.

—Eros, ve iniciando todo los sistemas de nuestra nave —indicó Kelso.

—Estoy en eso —replicó, apareciendo en su hombro casi al instante —. Kelso, tenemos a una persona fuera, y creo que sabe que nos queremos ir...

El guardián procedió a colocar su casco para revisar el radar integrado en el mismo. La persona fuera era identificada como un punto verde. Eso llegó a desconcertar a Kelso.

—Tengo que salir —dijo —. Prepara el teletransporte, por si acaso.

Eros hizo una especie de asentimiento, viendo cómo su guardián lo dejaba ahí.

"¿Quién podría ser?", esa pregunta resonaba tanto en su cabeza con una mitad de él deseando saberlo y otra todo lo contrario. Sin que se diera cuenta por estar distraído por sus pensamientos, llegó a estar a un metro de la guardiana que esperaba ahí.

—Me alegro de que Cayde haya dicho la verdad —mencionó esta misma.

Kelso creyó reconocer a tal guardiana frente a él gracias al distintivo casco que poseía, y gracias a su voz sí que lo hizo.

—¿Narah? —preguntó sin creer realmente lo que veía.

—No tenemos tiempo para esto —indicó la mujer —. Subamos a la nave y vámonos de aquí en cuanto antes.

Narah se acercó a la nave en otra ocasión y golpeó la superficie para llamar la atención del espectro que se encontraba ocupándolo.

—Eros, teletransportanos dentro —ordenó.

—¿Narah? —el espectro también reaccionó igual de sorprendido por su presencia, cosa que hizo que la guardiana perdiera su paciencia e hiciera que su compañero se encargará de ingresarla en la nave.

Eros trajo de vuelta a su guardián a los pocos segundos en que la cazadora lo hizo.

La guardiana se encontraba en el asiento del piloto como sí fuese la propietaria del mismo. Aún así no obtuvo oposición alguna, sólo confusión de parte de los futuros prófugos.

—Cayde —llamó Narah a su vanguardia —, ya estoy con ellos.

—¡Bien! —respondió Cayde bastante complacido —. Sé que esto está fuera de lugar, a tu forma de ver, porque creo que es una buen causa. Pero bueno, suerte guardianes —le dijo a la guardiana antes de volver a cortar la comunicación.

—Espero y realmente valga la pena... —murmuró, apunto de encender los motores para avanzar fuera del hangar a una gran velocidad.

En su transcurso, se reencontraron con otras dos naves que aparentemente también estaban bajo el mando de Cayde. Fue entonces cuando Narah marcó a la Antigua Rusia como su destino, para después dejar el piloto automático.

—¿Desde cuando tu nave es algo chica? —preguntó.

Kelso también repitió lo último, desconcertado. Dio media vuelta y observó la pared que de la nada había aparecido, así ocultando a sus otros dos pasajeros.

—Fue la mejor idea que tuve —dijo Eros, dirigiendo su respuesta a ambos.

—¿Así que decidiste darle más potencia a los motores? Nada mal. Siempre estuvieron preparados para cualquier huida... —dijo lo último con algo de resentimiento.

—¿En serio eres tú? —preguntó Kelso.

—¿Quién más tendría que hacer tu trabajo? —contestó con hostilidad.

Cuando llegaron a su destino, ambos fueron teletransportados fuera de su transporte.

—Creímos que habías muerto, Kelso —murmuró Narah con enojo. Antes de que el hombre le diera una respuesta, ella se comunicó con los otros dos guardianes que les acompañaban. —. Aterrizaron cerca. Andando.

La guardiana fue la primera en solicitar el colibrí a su compañero. Avanzando sin decir más para que sí o sí Kelso la siguiera.

Algo dentro del cazador se sentía culpable y aceptaba tal hostilidad que Narah emanaba, pero quería arreglarlo. Por primera vez en mucho tiempo quería hacer algo bien, y eso fue algo que Eros sabía muy bien.

—No puedes hacer mucho en estos momentos. Su espectro me ha dicho que desea dispararte —advirtió.

—¿Y cómo crees que reaccione si se entera de que no hay tal cosa, aquí en la Antigua Rusia, que de con los Caídos?

—No muy bien —Eros le dijo lo que ya sabía desde antes de hacer la pregunta —. ¿Algún plan?

—No te va a gustar —respondió, girando el volante de su colibrí para tomar otro rumbo y perderse de la vista de la guardiana.

En cuanto lo hizo y avanzó unos cinco metros, un disparo preciso hizo que el colibrí explotara y empujara al conductor lejos.

El cazador quedó aturdido un par de segundos antes de darse la vuelta en suelo y quedar frente a frente con el cañón de mano que apuntaba Narah a su rostro.

—Te buscamos dos años, y a pesar de que pasado ese tiempo Warlock haya desistido, yo no —habló Narah, escuchándose entre la melancolía y la ira —. Yo te esperé los siguientes ocho años. ¡Ocho malditos años para después darme cuenta que durante todo este tiempo estuviste huyendo!

El casco que emanaba un humo púrpura comenzó a ser más intenso, indicando como Narah se sentía a través. Después la cazadora cargó el siguiente disparó que sin duda alguna efectuaría en Kelso.

—¿Por qué? —preguntó.

—Lo lamento —dijo Kelso con tanta verdad en sus palabras.

—¿Eso es lo único que me dirás? ¿Lo lamento? —la mano antes firme de Narah comenzó a temblar de coraje, haciendo que esta misma se alejara de Kelso con ganas de gritar todo lo que eso la hacía sentir.

Kelso se levantó apenas olvidando el dolor causado por la caída y se retiró su casco para hablarle a Narah y demostrarle que realmente no mentía en su disculpa.

—Escúchame por un momento, por favor —pidió, avanzando de poco en poco —. Tuve que hacerlo. Y créeme, he cometido muchos errores después de ese día.

Narah lo interrumpió, también desapareciendo su casco de su cabeza para así revelar sus bellas facciones y relumbrantes ojos ámbar.

—Nunca me habría enfadado si al menos me habrías hecho saber que no habías muerto, ¡pero no fue así! —los ojos brillantes de ella comenzaron a brotar lágrimas —. ¡Me hiciste creer que fue mi culpa! Y yo lo creí todo este tiempo...

El cazador avanzó hasta ella negando sucesivamente. Eso no había sido su culpa, si era eso lo que la atormentaba. Y cuando menos lo esperó, un fuerte puñetazo fue propiciado a su cara con tanta dureza que lo hizo estremecerse de tal dolor.

—Antes no tuve la fuerza para aceptarlo, ahora sí —dedicó la Insomne, limpiando las lágrimas de su azulado rostro.

—Pero Narah... —Eros hizo su aparición para pronto ser apartado de su camino.

—A un lado espectro, esto es entre él y yo —la Insomne se arrodilló frente a Kelso, apareciendo su casco para ocultar su rostro —. Ahora, iremos por la información que Cayde tanto busca y después olvidaré que si quiera existes.

Kelso se incorporó lentamente.

—Lo lamento —repitió una vez más, haciendo que Narah volviera a estar tensa —, pero no existe tal información. No aquí.

Narah pareció enfurecerse más, con ganas de matarlo uno y otra vez en su mismo lugar, pero al parecer alguien se le adelantó. Kelso sostenía una vez más su Arma dorada, atentando con la vida de un guardián nuevamente.

—¿Ahora atacas a los tuyos? —inquirió, exigiendo una respuesta inmediata.

El casco de Kelso también ocultó su rostro.

—Atacaré a quien se interponga en mi camino —declaró, disparando una sola vez.

El disparo, en vez de pulverizarla como cualquier otro disparo de Arma dorada, sólo la hizo caer por la fuerza cinética que apenas su armadura pudo contener. Posterior a eso Kelso se fue de ahí, enfundando su cañón de mano aún flameante gracias a la ilusión holográfica que Eros había creado.

—Eros —llamó el cazador.

—¿Sí, guardián?

Kelso trató de decir algo, pero simplemente no pudo. A muchas personas les debía una disculpa, pero a Eros... Él merecía más que un par de palabras.

—Sé lo que quieres decir, Kelso —dijo el espectro —. Procuremos irnos sin ocasionar más problemas.

El espectro de la cazadora apareció sobre su guardiana, buscando averiguar qué era lo que realmente pasaba. Entendía el enojo de Narah, pero también se había dejado llevar por este mismo. Aún así no podía justificar la acción del otro cazador, simplemente había sido inaceptable.

—Sean concisos —reclamó el espectro blanco con pequeños pinchos por toda su carcasa.

Eros miró a su guardián. La decisión de darle una buena razón por lo sucedido dependía de él. Pronto este asintió, pero se limitó a decir una sola palabra. Cosa que ahora recaía en Eros. El espectro encaminó hasta el otro para intercambiar información. Una vez hecho ambos desaparecieron al ser teletransportado a su nave.
 
 
 
—¿Te encuentras bien? —preguntó Eros cuando finalmente se encontraban fuera de peligro.

Su compañero negó con la cabeza. Había visto todo el dolor que Narah estuvo guardando durante todo ese tiempo. Fue horrible para él saber qué era culpable de dicha cosa. En un pasado creyó que podía lidiar con tal culpa, pero ahora sabía que no. No podía hacerlo, y todavía no podía hacer nada para remediarlo.

—A cualquier costó debemos terminar con nuestra búsqueda —dijo Kelso con determinación.

—Sabes cómo terminan los guardianes renegados, ¿verdad? —inquirió su espectro, mostrando cierta preocupación en su forma de hablar.

Kelso suspiró. Lo sabía perfectamente. Si él fuera un Exo la cosa cambiaría, pero como no lo es seguramente lo que pasaría sería que ambos fuesen eliminados.

—Mientras llévanos a la órbita de Marte —ordenó el cazador.

Eros desapareció y puso rumbo al planeta solicitado. Si no se equivocaba, sólo les tomaría un par de horas llegar hasta la órbita.

Kelso conectó una transmisión con su Vanguardia. Cayde sí podría entender sus acciones.

—¿Ya está? —cuestionó Cayde, impresionado de la rapidez con la que se habían comunicado con él.

—No, hubo un problema —respondió Narah también uniéndose —. Y con problema me refiero a Kelso.

—¿No eras lo suficientemente fuerte como para detener una bala? —replicó el cazador en un tono burlón.

El rostro de Cayde se tornó más serio de lo normal.

—Si ustedes no se van a tomar esto en serio, entonces yo lo haré... y no les gustará —habló severo la vanguardia —. ¿Qué fue lo que pasó?

—Me he separado de esa escuadra. Conseguiré lo que tanto buscan por mi  cuenta —indicó Kelso sin antes dejar que Cayde dijera algo al respecto —. Estaré fuera de línea. No me busquen. Yo me comunicaré cuando sea necesario.

Posterior a eso destruyó toda cosa con lo que pudiera ser rastreado. Cada vez iba más y más lejos, cosa que le preocupaba un poco pero no tenía tiempo para meditar sobre ello.
Pronto enfocó su atención en el Caído que se esforzaba por liberarse cada vez que podía. Un rápido flashback cruzó frente a sus ojos; un caído sujetaba entre sus brazos al pequeño niño que cuyo nombre correspondía al nombre Alexei que tanto en uno de sus recuerdos mencionaba. Pero no lo hacía con mala intención, al contrario, parecía admirarlo.

—Kelso —interrumpió Eros.

El cazador asintió, volviendo a la actualidad. Le tomó un par de segundos repasar en su cabeza qué era lo que estaba a punto de hacer antes de que ese flashback lo interrumpiera.

—Tú, el apestoso —llamó Kelso —. Vas a llevarme hasta la Casa del invierno.

Bajo sus pies fue posible sentir como la nave se puso en movimiento directo al planeta que orbitaban.

—Samaritano de Venus, tú me ayudarás con mis búsqueda —El cazador señaló al Insomne que también se encontraba bajo custodia en la nave.

—¿Por qué lo haría? —aludió Félix.

—Porque...

—Tenemos lo que buscas —agregó Eros, mostrándose ante todos ellos y a la vez apareciendo sobre el arado cuerpo del titán un Fusil de pulsos con un diseño extraordinario —. Sí nos ayudas te dejaremos ir. No habrá oposición ni nada parecido. Te doy mi palabra.

Félix miró fijamente al espectro. En realidad sentía que podía confiar en el espectro, y lo sabía por lo poco que había interactuado por este mismo pero más que suficiente para determinar que era un ser sincero.

—Con la condición de que yo vuelva a Venus con todas mis cosas —habló Félix.

—Hecho —dictó el espectro, después liberando al Insomne.

—¿Por qué no me dijiste del arma? —cuestionó Kelso cruzándose de brazos, inconforme de la acción del propio espectro.

Sin antes recibir una respuesta, todos los pasajeros fueron teletransportados a la superficie rojiza de Marte. Eros también reapareció junto a ellos.

—Bien, aquí están los detalles: los he traído lo más cercano a las ubicaciones conocidas de los Caídos. Otro punto es que sólo Kelso puede ser curado y revivido si llega el caso, así que cuidado —informó el espectro —. Tomen sus colibrís y buena suerte.

En cuanto Eros terminó de hablar, el bien cuidado vehículo de Kelso y el otro colibrí, el cual era todo lo contrario al de Kelso, aparecieron a un lado de los dueños.

—¿En serio puedes andar en esa cosa? —preguntó Kelso, pensando que apenas y esa "cosa" podría arrancar.

—Por algo no estoy muerto —replicó Félix, subiendo a su único transporte.

—Bueno, espero que no tengas problemas con el peso —agregó el cazador empleando una fuerza casi sobrenatural al subir al Caído detrás de él.

Ambos se movilizaron a la máxima velocidad que sus vehículos podían llevarlos, evadiendo a su vez uno que otro proyectil propiciado por los Cabal que se volvían hostiles con sólo verlos.

—Esperemos y la Esquife siga por aquí —dijo Eros.

Los dos guardianes llegaron hasta un punto donde debían de dejar sus colibrís atrás para poder ingresar con cuidado dentro de túneles hechos por los mismos Caídos.

—Ahora es cuando tú, apestoso, nos dices por dónde ir para llegar a los tuyos —indicó Kelso, nuevamente posando sus ojos sobre el ser de cuatro brazos.

—¿Por qué lo haría? —cuestionó hablando con cierta dificultad al ser una lengua tan extraña con la que no creció.

Apunto de que el cazador lo amenazara ambos fueron impactados por dos tiros, uno seguido del otro, hechos por algún francotirador.

—¡Guardián, levántate! —ordenó Félix, disparando a múltiples objetivos que descendían desde varios riscos sólo para tenderles una trampa.

Eros fue curando de poco en poco el aridente disparo que había tenido lugar en el cuello de su guardián. Mientras tanto el titán les hacía frente a como podía, pero debido a que él no tenía otra oportunidad de resucitar, tuvo que tomar una larga placa de su colibrí para utilizarlo como escudo.

Kelso se alzó, después desenfundando su cañón de mano para rodearlo de las ardientes llamas solares. Disparó cuidadosamente a sólo tres objetivos para crear una reacción explosiva en cadena una vez que el caos se desatase. Una vez toda esa energía super se disipó, corrió hacia el Caído que venía con ellos para llevarlo a la cobertura más cercana.

—Eros, revísalo. No podemos perderlo —ordenó el cazador, pronto disparando fuera de la cobertura en un vano intento por hacer que retrocedieran.

El espectro se movió lo más veloz posible. Sabía que aquella emboscada hecha por los Caídos de Marte no acabaría hasta que todos estuviesen muertos. Con su único y luminoso ojo desapareció aquello que mantenía al ser como su rehén y analizó para dar con la herida inflingida. El Caído agonizaba debido a un disparo realizado poco más arriba de su torso, y por eso mismo el pequeño asistente podía asegurar que su final era inevitable. Y así iba a ser hasta que vio algo peculiar en él.

Los dos guardianes prosiguieron con su lucha, cuidando el uno del otro sabiendo que si uno caía el otro lo haría después. Así que no se trataba mucho de compañerismo si no más bien de pura sobrevivencia.

Un capitán Caído se abrió paso por medio de la teletransportación hasta estos dos, donde el primero que moriría bajo una de sus cuchillas sería Félix. Eso hasta que el cazador se colocó en su camino, también empujando al titán en un intento por salvar su vida. Kelso al ser atravesado y ser asesinado de la misma manera a como lo hizo en su vida pasada, ocasionó que un desgarrador grito emergiera desde lo más profundo de su ser para después mostrarle rápidas imágenes de quién parecía ser su esposa cargando a su pequeño hijo entre sus brazos, ambos sonriendole. Eso le hizo recordar que ellos dos eran su motivo de lucha, o lo fueron alguna vez.

—¡Kelso! —gritó Eros apenas divisando lo ocurrido.

El capitán dejó caer el cuerpo sin vida del cazador con mucho gusto. Posterior a eso se enfocó en el espectro e hizo un gesto que llegó a aterrar al diminuto ser al pasar una de sus cuchillas lentamente por su cuello, indicando así que en poco tiempo compartiría el mismo destino que su guardián. Cuando menos lo esperó, fue sujetado por el otro caído a su espalda y lo exhibió como un trofeo u ofrenda.

Ambos caídos empezaron a dialogar en su lengua natal, por supuesto que el capitán no parecía para nada amable. En un punto el líder de esa emboscada llamó a un vándalo con un rifle de pulsos que al instante apuntó al espectro y su captor. Por su postura y poca musculatura como los demás, era fácil asumir que se trataba de una hembra de su especie. El capitán gritó la orden de disparar, pero nada de eso sucedió. Simplemente la Vándalo se quedó quieta a sabiendas de que estaba por asesinar a uno de los suyos.

—Ah... Tal vez no sea buen momento para hablar, pero que te quieran asesinar también no favorece a ninguno —mencionó Eros.

El Caído que lo sujetaba apretó un poco más para que no se le ocurriera opinar algo más adelante.

El capitán se enfureció aún más, tomando la decisión de acabar con todo eso por su propia cuenta. Fue entonces que se acercó al Vándalo con nada más que la malisiosa intención de atacarlo. Este mismo logró evadirlo, lanzando a su vez al espectro en dirección a su guardián.

—¡Sucia escoria! —exclamó el capitán.

Antes de algún otro movimiento, una cegadora luz tomó lugar al momento en el que Kelso había sido resucitado, esa vez listo para acabar con todo a su paso.

Aguijones, escorias e incluso sirvientes hacían todo lo posible por devolver a ese humano a la muerte. Y como tal, estaban por lograrlo hasta la inoportuna aparición de un tercer guardián con una barracuda robada de algún lugar cercano, causando a su paso caos y destrucción. Félix aprovechó el momento y desenfundó una corta pistola para luego disparar con todo contra el capitán. El Caído, al ver los distintos puntos de ataque que ahora recibían, prefirió batirse en retirada con todos los subordinados que aún quedaban con vida.

La hechicera apuntó los cañones de la barracuda al único Caído que no se había retirado.

—¡Espera, espera! —el espectro se interpuso.

La hechicera utilizó fugacidad para pronto verse a un costado derecho del espectro, dubitativa por la acción del mismo.

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