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47. Feliz cumpleaños, Alec

Durante un largo y eufórico momento, Magnus creyó que no se separarían. No durante mucho, mucho tiempo .
—Feliz cumpleaños, Alexander —murmuró Magnus.
—Gracias por recordarlo —le contestó Alec en un susurro.
(Las crónicas de Magnus Bane)



No era la primera vez que Alec estaba en casa de Magnus para recoger a Max.

La pequeña Nadia tenía ya un mes, Max un poco más de ocho. Cada vez había más palabras y pasitos peligrosos.

Alec, que había abierto con su propia llave, dejó su portafolios en el piso y se derrumbó un momento en el sofá de Magnus. Podía escucharlos en el piso de arriba: había una música escandalosa y muchas risas.

Alec sonrió y cerró los ojos sólo un momento. Estaba tan tan cansado. Un minuto más y subiría a verlos.

Había un pedazo de serpentina de colores atorada en su suéter gris. La retiró con una risita y negó, recordando la fiesta "sorpresa" que sus alumnos le habían preparado. Cualquier otro profesor habría intentado tomar el día libre, pero no él; y ahora lo agradecía, había sido realmente conmovedor cuando sus alumnos comenzaron a cantarle apenas abrió la puerta del salón.

Algunos le habían hecho regalos, pequeños detalles como un chocolate, una agenda nueva, una pluma... Y hubo abrazos, muchos abrazos. Algunos más largos que otros, como el de Sophie: aquella alumna de grandes ojos verdes.

—¡Muchas felicidades, profesor! —ella había dicho, apretándolo demasiado fuerte para alguien de su edad y tamaño—. Que todos sus deseos se hagan realidad. Que sea muy feliz siempre.

Alec había sonreído, pensando en los dos hombres que lo esperaban en casa: su pequeño Monstruo ojiazul y su brillante novio.

—Gracias —respondió, creyendo que realmente no necesitaba nada más de lo que actualmente tenía. La vida había cumplido deseos que ni siquiera sabía que tenía.

Y después, cuando Sophie por fin lo soltó y se tambaleó un poco y luego casi tropieza, vino a su mente la escena de los primeros pasos de Max.


«—Seguro no tarda —Alec, sentado en el piso con Max, le había dicho a su hijo. En sus manos estaban dos de los pequeñas figuras con las que habían estado jugando antes de que Max empezara a hacer pucheros y preguntar otra vez “¿Magus?”.

Y, Dios, estaban ya tan malacostumbrados a la presencia diaria de Magnus. Hacía dos días que no lo veían porque tuvo que salir de la ciudad por una convención y lo extrañaban como si hicieran semanas sin verlo.

Así que cuando Magnus llamó y dijo que volvería hoy mismo y que si lo esperaban en su casa, Alec tomó a su hijo y una pañalera y ahí se dirigió sin dudar. Podía decirse que era porque Max había estado llorando sin parar durante este par de días, pero la verdad es que él también sentía el vacío.

Pero eran ya las nueve de la noche y Magnus no llegaba.

Alec suspiró, recargándose contra el sofá. Si no llegaba en la próxima media hora, tendrían que irse. Max debería estar dormido ya y él todavía tenía que calificar algunos exámenes.

Sonrió cuando Max dejó olvidados sus juguetes y gateó hasta él, acurrucándose a su lado.

—Ya tienes sueño, ¿verdad? —había abierto sus brazos y su hijo trepó y se acomodó mejor, haciendo pucheros y con ojos llorosos. “Magus” balbuceó una última vez, triste; Alec suspiró y susurró besando su cabeza: —Yo también lo extraño.

Debieron haberse quedado dormidos en esa posición.

Pero Max abrió los ojos cuanso escuchó el tintineo de las llaves. Las luces se reflejaron en el nuevo pendiente que Magnus usaba en su oreja izquierda y parpadearon, atrayendo su atención.

Magnus sonrió cuando escuchó la media risita, medio grito de Max. —Hola, Monstruo —caminó hacia él, abriendo sus brazos—, ¿me extrañaste?

Max dio saltitos, provocando algunas quejas de un Alec que empezaba a despertar.

Inesperadamente, y cuando Magnus estaba ya a un metro de ellos, Max bajó de Alec. Magnus esperaba que gateara rápidamente hacia él, pero la sorpresa lo congeló en su sitio cuando el pequeño intentó ponerse de pie, sus piernas inestables temblaban y el hecho de que estuviera aplaudiendo lo hacía perder el equilibrio, pero se veía feliz. Y Magnus miró, sin poder creerlo, cuando lo logró y dio tres pasos apresurados hacia él antes de caer.

Alec se sacudió asustado, despertando del todo, cuando Max cayó de sentón.

Los dos, él y Magnus, se movieron a la vez. Magnus se agachó y él gateó hacia Max. Pero éste no parecía herido o asustado, estaba ya ofreciendo sus brazos a Magnus, lloriqueando por su atención.

Magnus lo tomó y se estiró para besar a Alec en los labios. —Hola —suspiró, con una sonrisa, y después hizo una mueca mientras Max tiraba de su arete.

Alec tenía los ojos muy abiertos. —¿Acaba de...acaba de dar sus primeros pasos?

Magnus soltó una risita. —Si no lo había hecho antes, sí.

Y Alec suspuso que debería acostumbrarse. Parecía que Magnus sería ya parte de cada momento importante en sus vidas.»

Alec se rio y se puso de pie, otra serpentina cayó. Aparentemente había estado atorada en la costura de su pantalón. Revisó si no había más y eso lo hizo rozar su abdomen, lo que lo hizo recordar las palabras de Catarina: ¿darle un hermanito a Max?

¿Magnus querría?

Ellos no habían hablado del tema. Ni siquiera sabía si Magnus quería hijos o qué pensaba de que él pudiera llevarlos en su vientre.

Saltó cuando escuchó a Magnus, tras él, preguntar: —¿Tienes mucho aquí?

Max quiso ir con él al instante. Lo recibió  contento en sus brazos y aceptó el beso de Magnus.

—¿Por qué estás ruborizado? —Magnus se burló, acariciando su mejilla—. ¿En qué pensabas, Alexander? —su ceja alzada lo hizo sentirse todavía más avergonzado.

Tartamudeó un “Nada” y después: —¿A dónde iban?

—A la cocina. Max tiene hambre...

Esa fue su oportunidad de huir. —Yo le preparo algo. Descansa un momento —pudo escuchar que Magnus decía algo, pero no se detuvo.

* * *

—¿Algo que quieras decirme? —Magnus preguntó unos minutos después, entrando a la cocina.

En su mano había una nota, escrita en un bonito papel rosa, con tinta púrpura y corazones en los puntos de cada “i”; básicamente decía lo mucho que Alec le gustaba, que era perfecto, enumeraba sus muchas cualidades... “El abrazo de hoy, su calor, sus brazos a mi alrededor, su perfume...fue un sueño, fue perfecto” y firmaba una tal Sophie.

Alec, con Max apoyado en su cadera, comenzó a sacudir su cabello y su ropa. ¿Se había olvidado otra serpentina o algo que lo delatara?

Hizo una mueca, para terminar confesando: —¿Es mi cumpleaños?

Magnus lo miró raro. —¿Me preguntas?

Alec se rio de su expresión. —No. Te digo, es mi cumpleaños. Mis alumnos incluso me... ¿Qué? —preguntó, retrocediendo un paso, echándose para atrás cuando Magnus se acercó con una mirada completamente diferente.

—Nada, sólo quiero que me des un beso de cumpleaños...

Alec tartamudeó: —Pero el cumpleaños es mío.

Magnus sonrió ampliamente, acarició su rostro con una mano y lo inclinó un poco: —Entonces te doy el beso yo.

—Feliz cumpleaños, Alexander —Magnus suspiró al separarse—. Ni creas que te escapas de un regalo y un día especial post-cumpleaños.

Alec terminó sin aliento y ese fue definitivamente el mejor regalo de cumpleaños, no necesitaba más.

Magnus tiró la nota, ¿por accidente?, mientras tomaba a Max en sus brazos. —Dale un beso a papi Alec por su cumpleaños, Monstruo.

Max sorprendió a Alec balbuceando “be-so” antes de dejar un montón de babas en su mejilla.

Sip. Definitivamente, el mejor cumpleaños.





* * *

Hoy, 12 de septiembre, es cumple de Alec y por eso este capítulo especial (el más votado por ustedes en el grupo) que espero les haya gustado ❤

Y así sucedieron los primeros pasos de Mx, ¿qué les ha parecido? ¿Todavía quieren el extra con POVs?

¿Qué aman ustedes de Alec? 👀 Los leo, ya sea de loa libros o la serie...

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