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15. El (primer) beso

Fíjese cuando sonríe, se le forman unas comillas en cada extremo de la boca. Esa, su boca, es mi cita favorita.
(Benedetti)



—¿De qué tienes antojo? —Magnus prácticamente vibraba de felicidad. Su sonrisa, que no podía contener, era enorme y marcaba esas comillas en sus mejillas que Alec moría por tocar.

Alec tragó, sintiendo como el nudo en su garganta se iba expandiendo por todo su ser hasta inundar su estómago de esa sensación que era horrible pero que tanto había extrañado. Eso que llaman "mariposas" y que más se sienten como garras que se arrastraran dentro de ti cuando ves a la persona que las provoca; pero que, en realidad, es sólo el miedo lo que te hace sentir así porque, cuando intentas calmarte, puedes sentirlo como pequeñas burbujas explotando en tu interior, como cosquillas que te hacen reír desde adentro, desde el corazón...

Y Alec ahora mismo quería reír, quería llorar...y tuvo que morder sus labios para evitar que temblaran mientras se acercaba a él.

Mordió el interior de su mejilla, para distraerse de tantas sensaciones tan abrumadoras –porque parecía que el embarazo lo intensificaba todo– y, distraídamente, pasó una mano por su vientre, comenzó en su cadera acariciando con su pulgar y terminó en el centro. Era como si su hijo –o hija–, aquel ser que debería ser su maldición al recordarle su tragedia, fuera lo que en realidad le daba las fuerzas para seguir y ser valiente.

—¿A-alec? —uh, el tartamudeo de Magnus fue lo que regresó a Alec al mundo real, sacándolo de sus pensamientos. Y se encontró con aquellos hermosos ojos verde dorado muy abiertos, y fijos en él. Y su propia mano, ¿cuándo pasó?, acariciando una mejilla de Magnus, su pulgar deslizándose sobre ese pómulo usualmente marcado con maquillaje e iluminador que en este momento, bajo su toque, era simplemente perfecto con su piel al natural.

Alec tragó con más fuerza. Congelado, queriendo huir pero también cumplir con su "antojo".

—¿Alexander... —Magnus se veía igual o más en pánico que él. El brillo en su mirada y su rostro, debido a la emoción por su primer antojo compartido y dicho en voz alta –que no, no era el primero de su embarazo–, apagándose por el miedo—, estás b...?

Alec quería salir corriendo, sobre todo porque de repente recordó por qué no se habían besado hace meses. Sus ojos se inundaron, pero lo contuvo. Se sentía sucio, indigno y todavía bastante enojado con el mundo. Pero también vacío y ansioso, tan necesitado de amor. El amor que, detrás de todo ese miedo, todavía podía ver en los ojos de Magnus.

Una sola lágrima rodó por su mejilla y vio la mirada de Magnus romperse. Se movió contra él, muy probablemente para alejarse o para intentar calmarlo –porque una de sus manos se posó en su cadera, sus dedos tomando parte de su espalda–; sea cual sea la razón, sus cuerpos chocaron debido al movimiento.

Alec gimió y fue un sonido adolorido que resonó en sus corazones. Magnus dijo algo, quiso alejar su mano, la otra bailando insegura a un lado de su rostro se congeló. Pero Alec lo detuvo con un simple: —No.

¿No qué?

Magnus lo miró impotente. Las lágrimas manchando sus mejillas, los labios hinchados y enrojecidos por las mordidas y el increíble dolor azul en su mirada. Su corazón se partió.

Su mano, la que estaba al lado del rostro de Alec se cerró en un puño, ¿es que nunca volverían a ser felices?

Y Alec, presionando con demasiada fuerza su mejilla, lo hizo abrir los ojos que no había notado cerrar. Magnus lo miró: todo lo tenso que Alec estaba, tratando de contenerse. No creyó que le hiciera nada bien al bebé y fue por eso que afianzó su mano en su cadera, demasiado suave, apenas rozando por si el toque asustaba o hería a Alec y tenía que soltarlo; también se atrevió a acariciar su rostro por fin, esas mejillas pálidas que tan pronto y con tan poco –como ahora mismo– se encendían.

Alec lo miró, sus ojos azules enormes, las pestañas amontonadas por las lágrimas, los bordes rojizos y su ceño un poco fruncido. Tan hermoso. Magnus se atrevió, tan suavemente como pudo, a alisarlo. Y Alec suspiró.

¿Alguna vez un suspiro te ha dolido? Porque Magnus lo experimentó por primera vez en ese momento.

—Alexan... —la mano de Alec sobre sus labios lo silenció.

Alec negó, mirándolo directamente a los ojos. Y algo ardía en ese azul. Muchas cosas que Magnus podía identificar –miedo, frustración, amor, tristeza...–; pero también algo, para él, sin nombre.

Deseo. Si Alec pudiera hablar libremente le diría que era deseo. No sexual. Era su corazón añorando lo que perdió.

Aunque esperaba que no del todo perdido.

—N-no —Alec volvió a negar—. Magnus, yo... Y-yo... —su rostro se frunció con dolor ante su incapacidad para pedirlo, decirlo, hacerlo. ¡Por Dios, sólo quería un beso!

—Alexander...

¡Agh! Alec le gruñó, asustándolo. —Yo sólo, sólo... —la mano en su rostro bajó hasta su cuello y de ahí a su hombro, apretando toda su frustración—. S-sólo... —cuando los labios de Magnus se torcieron por el dolor ahí se dirigió su mirada y ambos se congelaron con reconocimiento: «Sólo quiero un beso».

—¿Un beso? —susurró, pidió, en un suspiro y esta vez dolió diferente.

Magnus asintió, pero no hizo ningún movimiento por miedo. Este sería su primer beso desde...

Fue Alec quien se acercó tan lento que dolió y aun así se mareó por lo rápido que parecía ir todo a su alrededor. Quizá eran las estúpidas mariposas por amor, o eran sólo náuseas por el embarazo; pero ahí había definitivamente algo.

Sus ojos se cerraron justo antes de que sus labios se rozaran. No fue un beso profundo, fueron tímido y primerizo. Y absolutamente perfecto porque si bien no hubo una explosión de ruidosos fuegos artificiales tras sus párpados, sí hubo una de paz blanca y brillante que se expandió por todo su ser, llenándolo. Y esa fue mejor.

Cuando Magnus suspiró –¿o gimió?–, definitivamente tembló, sus labios se abrieron un poco y Alec probó ese café que sí, sabía mejor ahí, antes de separarse. Porque Max estaba gritando algo.

¿Acababa de despertar o es que no lo habían escuchado por el beso?

Sus manos temblaban y se tambaleó un poco cuando retrocedió. No lo pudo mirar a los ojos, pero sintió sus mejillas arder cuando las manos de Magnus lo estabilizaron.

—¿Estás bien?

Alec asintió, sus labios temblando también. —S-sí... Yo voy... Voy... —otro gritó de Max. Mordió su labio inferior cuando se atrevió a mirarlo, Magnus sonreía. Mordió con más fuerza y señaló hacia cualquier lugar.

Magnus lo miró con tanto amor que dolió cuando asintió y lo soltó. —Ve.

Alec soltó una respiración profunda mientras se daba media vuelta y caminaba algo rígido porque sus piernas se sentían extrañas. Cuando se sintió seguro soltó sus labios por fin y la sonrisa se liberó lentamente hasta que sus mejillas dolieron, no dejó de sonreír todo el camino hasta su habitación.

—¿Papi? —Max, que estaba de vuelta en la cuna, de pie y aferrado a los barrotes, preguntó. Lo miró y luego su llanto se convirtió en risitas cuando Alec lo liberó de su prisión—. ¿'Eliz? —preguntó, toqueteando su cara, aplastando su sonrisa y picándole un ojo.

Alec tomó esa manita traviesa y la besó. Lo pensó mientras lo llevaba hasta su cama para cambiarlo de ropa. «Uumm, supongo que sí... A pesar de todo, todavía tengo motivos...»

—Sí —contestó, demasiado tarde cuando Max ya estaba distraído con un botón brillante en su camisa. El pequeño lo miró sin entender. Alec sonrió y dio un golpecito en la nariz de su primer hijo—. Sí, soy feliz.

—¡Magus! —Max gritó, viendo a Magnus en la puerta. Pero Alec no lo hizo, así que asintió comenzando a quitarle la pijama: —Sí, soy feliz por Magnus... Y también por ti —hizo cosquillas al pie desnudo de Max cuando lo liberó del pantalón. Y luego lo detuvo cuando empezó a patalear, acarició su propio vientre—. Y por nuestro nuevo bebé.

—¡Nito! —Max gritó, lanzándose a abrazarlo y tratar de besar su vientre. Besar a su hermanito.

Magnus también sonrió, mientras se daba media vuelta y los dejaba solos. Limpió una lágrima rebelde que escapó ante la escena.

¿Eres feliz?, se preguntó a sí mismo. Porque, ¿se puede ser feliz en medio de una tragedia?

Él suponía que sí. Porque, aunque daría todo por cambiar lo sucedido y quitar el dolor de Alec, todavía tenían razones para sonreír: tenían una familia.

Y hoy se habían dado su primer beso. Otro primer beso.








* ~ * ~ *

¡Hola! ¿Cómo están? Perdonen por tardar, no estoy en mi mejor momento como ya varios saben. Espero les haya gustado este capítulo y este "primer" beso, yo he disfrutado escribirlo...

Y, por favor, de verdad, ya paren con sus malos comentarios aquí. Por supuesto entiendo que no les gustara el rumbo que tomó la historia, no están obligados a leerla y sufrir con ella, pero tampoco yo a leer sus comentarios que sólo me hacen sentir mal. Por favor, ya basta.

Y muchas gracias a quienes no dejan de apoyarme y dejar comentarios que me animan a seguir ❤

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