10. Valiente
Si he muerto y no me he dado cuenta, ¿a quién le pregunto la hora?
(Pablo Neruda)
Sólo tenía que dar el paso. Los pasos que lo separaban de las vías...
Era triste que ese mismo lugar por el que pasó varias veces al día durante tanto tiempo, ahí donde conoció al mejor hombre del mundo, aquel que se robó su corazón y el de su hijo, el que lo hizo probar el amor –en su sentido romántico– por primera vez, el que le hizo lo amor, al que lo amó...fuera el mismo lugar donde su vida terminara. Era una línea que remarcó varias veces a lo largo de su vida, quizá estaba destinada a ser también el final, donde la línea se interrumpiera.
¿Por qué tuvo que conocer a Ella?
¿Por qué tuvo que apoyarla durante su embarazo y amarla a ella y a su hijo?
¿Por qué prometió hacerse cargo de Max?
¿Por qué ser padre fue una de las mejores cosas que le sucedió en la vida?
¿Por qué su hijo miró a Magnus y lo atrajo hacia ellos?
¿Por qué se enamoró de Magnus Bane?
¿Por qué Magnus los miró de vuelta y los amó tanto, los hizo suyos?
¿Por qué compartieron una vida y un sueño que iban a terminar demasiado pronto?
¿Por qué esa mañana salió solo y caminó por ese callejón?
¿Por qué la gente es tan mala e inhumana?
¿Por qué alguien dañaría tanto a una persona que ni siquiera conoce?
¿Por qué destrozaron su vida así?
¿Por qué ser padre se volvía hoy una de las peores cosas de su vida?
Mantenía a su lado a alguien que no llevaba su sangre y, sin embargo, lo amaba con todas sus fuerzas.
Y hoy que llevaba dentro a alguien que era realmente un pedacito de él no estaba seguro de poder darle su corazón un día.
Todo comenzó con Ella, era todo su culpa... Pero si miraba hacia atrás, si le dieran la oportunidad de cambiar algo...Alec sabía que no lo haría. Porque incluso con el infierno que era hoy su vida, no se arrepentía de haberla ayudado y de tener un hijo.
Pero hoy...
Si miraba hacia el futuro no podía ver más que oscuridad. Parecía no haber nada más para él.
Dio un paso y luego otro y otro y otro...
* * *
Magnus salió corriendo también. Gritando.
—¡¿Qué pasó?! —Etta preguntó. Se veía tan mal, la culpa la comía. Hizo lo que pudo para dar la noticia de la mejor manera. Debió prever que esto pasaría, debió llamar al psicólogo o tener un sedante a la mano...
Ya se estaba avisando a los guardias de seguridad. Había tanto movimiento y aun así Magnus necesitaba ir tras él. Tenía que decirle que si la tragedia que le sucedió –la violación– no lo había alejado de él, porque por Dios no era su culpa y lo seguía amando con todas sus fuerzas, esto tampoco lo haría; decidiera tener al bebé o no, estaría a su lado siempre. Pase lo que pase.
Magnus negó. Necesitaba ir tras él. Cada segundo contaba.
Etta lo tomó del brazo para detenerlo. —Alec no me dejó terminar. Sé que es el primero, pero...
¡Y otra vez eso! Magnus tiró de su brazo para liberarlo y negó de nuevo. —Debe haber un error, hay un error... —¡Y, oye, quizá Alec ni siquiera estaba embarazado!—, no es el primer embarazo de Alexander. Max es su hijo, tú lo conoces, ¿lo olvidaste?
Etta hizo una mueca. —No sé nada de eso, Magnus. Tendrás que preguntárselo tú mismo. Pero no hay dudas y...
—¡Tengo que irme, Etta! —Magnus la interrumpió gritando—. Alexander está por ahí solo. Ahora mismo no me importa si es su primer embarazo o no. O si Alec decide tenerlo o...
—¿Podría ser tuyo? —la pregunta de Etta lo hizo callar.
Magnus la miró horrorizado. ¡¿Pensaba acaso que fue él quien le hizo eso a Alec?!
Etta lo tranquilizó al instante. —Lo siento. Lo pregunté mal. Hay entre cuatro y cinco semanas apenas. Si tú...si tú y Alec hubieran... Si estuvieron juntos por esos días podría ser...
Una pequeña esperanza brilló. Tan tenue, pero ahí estaba. ¿Podría ser posible?
Etta calló sus pensamientos rápidamente. —No quiero que se ilusionen, Magnus. Sólo quiero saber si es posible o no, porque eso lo cambiaría todo. El aborto sigue siendo una opción, por supuesto, sobre todo porque debido a todo el daño en el cuerpo de Alec no puede hacerse una prueba de ADN hasta que nazca. Es enteramente su decisión. Yo sólo quería... —Etta suspiró y no pudo mirarlo—. Si es una posibilidad, díselo cuando lo encuentres. Y regresen aquí. Ya sea para terminar de hablar, si está en condiciones, o sólo para asegurarnos que está bien.
Magnus empezó a correr. Después de detuvo. —Max...
—Yo lo cuido —Etta se ofreció al instante—. Voy a cuidarlo personalmente. Tú sólo ve y asegúrate que está bien.
Magnus asintió y corrió. Sabía, de algún modo, exactamente dónde buscar.
* * *
Hubo un soplo frío que lo hizo abrir los ojos.
El mundo zumbaba con fuerza a su alrededor. O eran sólo los restos de conversaciones que llegaban a él y el estremecer que el tren dejaba tras su avance.
Por un momento creyó que era precisamente un tren y se asustó. Su corazón saltó. Quería morir en la caída, no sentir el dolor de ser arrollado.
Unas manos firmes y dolorosamente familiares lo tomaron por los brazos con fuerza. —¿Alec? —Alec miró sorprendido a aquellos ojos tan azules, idénticos a los de Max.
Ella sonrió con pesar. —Lo siento tanto, cariño.
Alec lloró con fuerza. Eso y el movimiento a su alrededor, había tanta gente hablando y un tren acercándose, le impidieron oír bien sus palabras: —Lo siento, corazón. Lo has hecho tan bien. Mejor de lo que yo habría podido. Eres el mejor padre, Alec. Gracias por cuidarlo, no puedes dejarlo ahora. Lo siento por meterte en esto, es todo mi culpa. Pero no puedes dejar a mi hijo. Tu hijo.
«Mi hijo», pensó Alec. Max es mi hijo, mío.
No podía dejarlo, ¿cierto?
¿Qué haría Max sin él?
Se lo prometió a ella aquel día. A él.
—Ella... —no podía escuchar ni siquiera su propia voz.
De repente la gente estaba gritando tanto que los odio.
—Ella —volvió a llamarla, dio otro paso porque ella se estaba alejando. Tenía que llegar a ella, preguntarle...
¡¿Por qué demonios la gente estaba gritando tanto?!
—Tienes que volver, cariño. Vuelve y sé fuerte, Alec; valiente, como siempre lo has sido...
Y punto de alcanzarla. Su pie en el borde. Unas manos perfectamente reales y mucho más familiares lo tomaron con fuerza. Su espalda golpeó el pecho donde latía aquel hermoso corazón. Levantó la mirada para encontrarse con aquella verde dorada, tan adolorida y preocupada. Se sentía como adormecido, no podía obligarse a alejarse, ni siquiera sentía el cuerpo suyo o de Magnus. Quiso levantar su mano hacia aquel rostro, decirle que todo estaba bien –incluso si era una vil y enorme mentira–, que dejara de sufrir, pero no pudo.
Todo se volvió negro. No era tan malo dejar de sentir.
* * *
Magnus llegó justo a tiempo.
La gente tardó en darse cuenta –cada quien en su mund, con prisa o la mirada clavada en sus teléfonos– del chico que caminaba hacia las vías a paso lento y casi como autómata.
Estaban gritándole cuando Magnus apareció corriendo.
Un tren se acercaba y Alec ni siquiera parecía notarlo. Tenía sus manos hacia adelante y estaba diciendo algo...
Magnus tiró de él con fuerza, ambos tropezaron retrocediendo y cayeron juntos. El cuerpo de Alec se sentía irreal de nuevo contra el suyo. Pero cuando lo miró, cualquier alivio desapareció: los ojos de Alec parecían sin vida, tan apagados. Magnus le habló, pero no parecía escucharlo. Alec dijo algo o quiso hacerlo. Después se desvaneció en sus brazos.
Magnus lo apretó con fuerza, buscó su corazón, su latido, y gritó por una ambulancia. Alec tenía que estar bien.
Por favor, por favor, por favor.
* ~ * ~ *
Y aquí acaba el maratón. Muchas gracias por leer, dejar sus votos y comentarios ❤
Les prometo que vendrán también buenos momentos, aunque ahorita parezca imposible. Sean pacientes y confíen en mí 🙈
¡Hasta el siguiente capítulo!
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