41. Desconocido
Me siento cerca, bueno, tal vez no lo estoy. El cielo lo sabe, es un foco atrapado en el techo. ¿Por qué estoy sintiendo esto? Hay mucho tiempo, para que yo hable, pero me quedo callado. Voy a complicar la mayor parte de lo esencial. No hay electricidad y no puedo encender el ventilador. Entonces, ¿puedo llamarte esta noche?
Can I Call You Tonight — Dayglow
Desconocido
Toda mi vida fue un desastre, fue un verdadero infierno al lado de él. Me torturaron hasta que caía inconsciente, me alejaron de mi familia cuando era un bebé, porque lo sabía, él se encargaba de recordármelo.
Lo único que me quedaba para seguir en pie eran Jane y ella.
Me amenazaba si no hacía lo que él decía, me amenazaba con ellos, con hacerles daño. Lo importante para mí eran ellas, ellas eran una parte de mí demasiado importante, no podía perderlas.
Daría mi vida por ellas sin duda, las dos eran la razón por la que seguía luchando, pero ella era mi fuerza, mi fe.
Ella era mi otra mitad, era una versión de mí en femenino, pero ella era más fuerte, más poderosa y estaba orgulloso de ella.
Tom Riddle, conocido como Voldemort, a pesar de sus torturas, nos había protegido, y nunca entendí por qué nos protegía tanto, pero ultimamente se había vuelto una persona horrible que prefería castigarme y si aún no lo hacía con Jane, es porque yo no lo permitía.
Agnes, ella había acabado Hogwarts y está loca, por no decir que también era demasiado poderosa, me preocupaba bastante el Mundo Mágico.
—El Señor quiere hablar contigo —uno de los mortífagos de Voldemort entró a mi habitación aunque no tenía pinta de serlo, era más bien como una celda, no había ventanas y solo había un colchón en el suelo.
—¿Y ahora que quiere ese idiota? —me golpeó, ni que fuera pecado decir la verdad.
—Más respeto —le escupí en la cara y salí de allí.
Camine por el largo pasillo hasta llegar a las escaleras, donde se encontraban dos mortífagos a cada lado, asegurándose seguramente de que no escapara.
—Mira el niñito huérfano —avance hacia ellos y gracias a Voldemort por dejarme la varita los desmaye.
—Imbéciles —bajé las escaleras y fui hacia el Gran Comedor de esta casa. Cuando entré vi a Voldemort sentado en el sillón viendo la Chimenea y a su lado estaba esa asquerosa serpiente.
—¿Por qué siempre debes llevarme la contraria? —porque no te soporto, será por eso que te llevó tanto la contraria— ¿Por qué no dejas de espiarla? —soltó una amarga carcajada.
—Sinceramente, no te interesa —le respondí con repugnancia, lo odiaba. Lo odiaba con cada fibra de mi ser.
—Ella es muy poderosa, debe unirse a mí —se levantó y me miró con esa sonrisa retorcida. Se mantenía demasiado bien a decir verdad, pero se notaba como poco a poco se iba muriendo y él no quería eso.
—Ella no va a unirse a ti, no voy a permitirlo —le solté con rabia, él no iba a tocarla.
—Los dos sabemos que ella lo hará, lo hará por sus seres queridos, al igual que tú —no dejaría que eso ocurriera, no dejaría que ella tuviera que recurrir a esa opción.
—No, ella no lo hará, como tú dices es demasiado poderosa, hasta podría jurar que tienes miedo de ella, tienes miedo porque sabes que ella podría destruirte por eso la quieres en tu maldito ejército de imbéciles —la serpiente se acercó a mí.
—Nagini, no —ella se dio la vuelta y volvió a su lugar.
—Aléjate de ella, te lo advierto Voldemort —entraron en la Sala dos mortífagos y se quedaron cada uno al lado de la puerta.
—No me amenaces, te recuerdo que si sigues con vida es gracias a mí —estaba enfadado, pero no creo que lo estuviera tanto como yo, él disfrutaba de esto.
—No, tú solo hiciste que quisiera morir, ella es la que me salvó —le reclamé enfadado, ya no lo aguantaba, estaba harto de él.
—¡Ella no te salvo! ¡Ella ni sabe de tu maldita existencia! —me gritó con enfado y yo solo lo miré con la cabeza bien alta, no le tenía miedo.
—Ella me salvó y me da igual todo lo que salga de tu maldita boca. Te estoy avisando Voldemort, déjala en paz.
—¿Por qué debería hacerte caso? Tú no me hiciste caso cuando te dije que te alejaras de ella.
—Jamás me alejaré de ella, seguiré protegiéndola y me da igual lo que digas —ella debía estar a salvo y de eso yo me encargaría.
—Debes hacerlo, ella no debe saber de tu existencia, pero ya que la conoces bien, ¿por qué no me dices sus poderes?
—Jamás —sacó rápidamente su varita y yo hice lo mismo.
Los dos imbéciles también alzaron sus varitas.
—Vosotros dos iros —ellos estaban confundidos.
—Pero señor... —uno de ellos habló, pero Voldemort fue más rápido.
—¡Avada Kedavra! —el hombre cayó dando por terminada su vida, él otro salió de allí rápidamente para no acabar como su compañero.
—Eres un asesino, que solo quiere tener todo el poder y tiene miedo de morir, pero ella te matará y será tu fin —él soltó una gran carcajada.
—Nadie me matará, ¿y sabes por qué? Porque estoy creando Horrocruxes —no, no, no.
—Eso es imposible.
—Si es posible William, seré invencible —me sonrió con superioridad, él creía que lo tenía ganado, pero no se daba cuenta del poder que tenía ella.
—No lo serás, ella te matará.
—No digas tonterías, nadie me matará y menos esa niñata... Ella estará en mi ejército.
—¿Crees que ella se uniría a ti? Estoy muy convencido de que ella jamás haría eso.
—Tú lo hiciste y una persona que seguro que conoces muy bien también lo ha hecho... Él muy estúpido lo hace por amor, para protegerla.
—¿De quién estás hablando?
—Es una persona muy importante para ella y también para ti —guardó su varita y se paseó por toda la sala, yo solo quería saber de quién se trataba.
—Sigo sin entender —estaba demasiado confundido, pero, por un lado, tal vez supiera la respuesta aunque muy dentro de mí quería que no fuera verdad.
—¡Adelante! —me giré hacia la puerta y lo que vi me dejó demasiado sorprendido.
—Hola hermano —lo había visto muchas veces, siempre hablábamos de ella y me contaba todo. Siempre lo había visto con una sonrisa, ahora esa sonrisa ya no existía, tenía unas enormes ojeras y un muy mal aspecto.
—No, tú no puedes estar aquí —me acerqué a él.
—Por ella haré cualquier cosa —él también, sacrificó su felicidad por ella. Eso era algo que teníamos en común Matt y yo, los dos haríamos lo que fuera por ella sin importar nada más.
—No, tú tienes que estar con ella, con papá, con mamá, Tyler, Alexander y con la pequeña Lizzie, incluso con Jane, aunque sea así ella os necesita —lágrimas amenazaban con salir.
—No, además no debes enfrentarte a esto tu solo hermano, estamos juntos en esto —le abracé, llevaba tiempo sin verlo y lo había echado de menos.
—¿Ella está bien? —le susurré.
—Está bien.
—Matthew, no puedes dejarla sola, te necesita —me separé de él.
—Ella necesita a su gemelo, porque aunque no sepa de tu existencia, ella siempre te necesitara —Lexi me necesitaba, eso era lo único que me mantenía en pie, quería que pronto acabara para verla y disfrutar con ella de los buenos momentos.
Éramos dos gemelos que nos separaron al nacer, les hicieron creer que yo había muerto, pero yo crecí con un monstruo, una persona que no le dieron amor y solo quería tener el control, el poder.
Jamás dejé que nada le pasara a mi familia, en especial a ella.
Todo pronto acabaría y ella sabría de mí.
Ayudame, es como si las paredes se estuvieran derrumbando. A veces siento como si me estuviera rindiendo, pero simplemente no puedo... No está en mi sangre. Tirado en el suelo del baño sin sentir nada. Estoy agobiado e inseguro, dame algo, que podría tomar para tranquilizar mi mente lentamente. Solo ten un trago y te sentirás mejor, solo llevala a casa y te sentirás mejor. Sigue diciéndome que mejorará, ¿alguna vez pasará?
In my blood — Shawn Mendes
NOTA DE AUTORA
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