20. Conversación importante
¿Dónde está mi mente? Tal vez está en la alcantarilla, donde dejé a mi amado, qué destino más costoso. Mi V es de Vendetta, pensé que me sentiría mejor, pero ahora me duele el estómago. Todo lo que hago, la forma en que me pongo la soga, como un collar. Quiero asustarlos, como si estuviera en todas partes, como si fuera peligrosa. Perdí mi mente, no me importa. ¿Dónde está mi mente?
Bellyache — Billie Eilish
Toda la cena estuve en silencio, no pude concentrarme en ninguna conversación a mi alrededor, Remus se había sentado a mi lado y tanto mis hermanos como él intentaron sacarme algún tema de conversación para olvidar un poco lo que me rondaba en la cabeza, pero no funcionó. Peter que también se acercó a nosotros lo intentó, pero más bien asentía a lo que decía Remus o mis hermanos.
No era algo divertido que te dijeran algo así y tal vez estaba exagerando, pero era algo raro que pudiera ser de las cuatro casas, por no decir que según el Sombrero había dicho algo sobre una Leyenda.
Tanto Sirius y James estaban demasiado ocupados hablando de otras cosas y James le decía que se había enamorado a primera vista de la pelirroja, pero está solo lo ignoraba mientras hablaba con Dorcas.
En cambio, las chicas también estaban en las suyas hablando mientras reían de cualquier cosa, en parte me alegraba por ellos, al menos ellos eran felices.
—Pero si es mi castaña favorita —mire con una sonrisa a Marlene mientras me levantaba y la abrazaba con fuerza.
—Te he echado muchísimo de menos —susurré con lágrimas en los ojos.
—Yo más Lexi, pero ahora sí que si no me separare de ti, seré una garrapata obviamente linda pegada a ti —los dos soltamos una gran carcajada y se sentó a mi otro lado.
—Si Marlene yo también te he echado de menos —soltó Matt volteando los ojos divertido.
—Calla calla, ¿no ves que estoy conversando con tu hermana? —Matt la vio ofendido.
—Me dueles Leila.
—A mí me duele que me hayas dicho Leila Gideon —Matt con cuidado le puso un pan en la boca.
—Calladita estás más guapa —Marlene se quitó el pan y lo golpeo en el brazo— ¡Auch! —todo el mundo se giró a vernos. Sirius y James dirigieron su mirada hacia mí y miré a otra parte.
—Estoy guapa de todas las formas genio, así que haznos un favor y cállate —Marlene miro a todos— ¿Es que no tenéis nada mejor que hacer? —todos los alumnos siguieron a lo suyo mientras Alexander me regala una pequeña sonrisa haciendo una cara rara para que riera. Lo consiguió porque solté una pequeña risa. Mire de reojo a James y este tenía una expresión seria al verme con Alex.
Marlene también miró en mi misma dirección y sonrió divertida.
—¿Todo bien Potter? —James la vio con una pequeña sonrisa antes de asentir. Mia que estaba cerca de él al igual que las chicas, lo vieron divertidas.
—¿Celoso Potter? —le hablo su hermana haciendo que James la mirara mal.
—Cállate Euphemia —Mia enfadada le tiro un trozo de pan.
—¡No tiréis la comida! —hablo Peter demasiado preocupado, Peter sería capaz de casarse con la comida.
—Querido Peter, la comida está bien —le soltó Sirius con una pequeña risa.
—Fleamont te conviene callarte —le dijo Mia.
—¿Y si no? —Mia cerro los ojos y empezó a murmurar cosas, sabía que estaba contando hasta diez porque a veces no era bueno tocarle las narices.
—¿Sabes una cosa? Me rindo contigo idiota —Marlene me agarro de la mano y la miré con una pequeña sonrisa.
—No sé qué habrá pasado con el sombrero, pero tanto el Profesor Dumbledore como la profesora McGonagall están muy preocupados —mire a los dos profesores y los dos compartían una mirada seria y estaban hablando de algo que no pude entender.
—Bueno...
—Lexi —Remus me abrazo por los hombros mientras los alumnos empezaban a levantarse para irse a sus Salas Comunes.
—Remus y yo nos quedaremos contigo —negué.
—No os preocupéis, ir yendo y luego os alcanzo —Remus y Marlene se miraron entre ellos y negaron—. Estaré bien lo juro —Marls suspiro levantándose.
—Ten cuidado, ¿vale? —asentí con una pequeña sonrisa. Marlene sonrió y se alejó de nosotros.
No sabía por qué me sentía así, se supone que debería estar feliz, pero, en cambio, estaba confundida y aún encima mi mejor amigo ni me prestaba atención. Quería decirle todo a James, ¿pero como sería capaz de estropearle su momento de felicidad?
—Remus... ¿Podemos hablar más tarde? Por favor —lo miré con una pequeña sonrisa.
—Claro —me regalo una sonrisa.
No toque mi plato y aunque Remus me había insistido al igual que Marls y mis hermanos en comer aunque sea un poco, al final se dieron por vencidos hace demasiado rato, pero eso no hizo que Remus no guardara un poco por si más tarde me daba hambre.
—Lex, vamos debemos irnos —negué.
—Ve tú.
—Lexi, iremos juntos —Remus se había levantado, mire hacia James y este ya estaba lejos persiguiendo a Lily, seguidos de Sirius y Peter que se reían de la insistencia de James.
—Tengo que hablar con la profesora McGonagall, pero luego iré.
—Vale, te esperaré en la Sala Común, ¿de acuerdo? —me regaló una sonrisa y yo asentí. Remus fue corriendo hacia el grupo, mientras la profesora McGonagall se acercaba a mí, con una sonrisa.
—¿Nos vamos querida? —asentí con una sonrisa tímida y me levanté para ir con la profesora Mcgonagall hacia un aula—. Este será el aula de Transformaciones, y yo soy la profesora —me explicó ella mientras nos sentábamos, ella enfrente de mí, mientras yo jugaba con mis manos.
—Yo... No sé qué decir Profesora McGonagall...
—El Sombrero dijo que podías estar en todas las casas, y que eres la elegida —¿lo habrán oído todos?—. También dijo algo de una Leyenda, ¿me equivoco? —negué viéndola.
—¿Todos escucharon esa conversación? —estaba asustada, no quería que nadie lo supiera, bueno con Remus lo hablaría más tarde al igual que con Marlene y mis hermanos. Remus se había ganado demasiado mi confianza y sabía que con él no me sentiría mal.
—No querida, solo Dumbledore y yo... Pero déjame explicarte algunas cosas... El Sombrero si te dijo todo aquello era porque es cierto... Tu hermano está en Gryffindor por ser valiente, pero tú querida eres demasiado poderosa.
—¿Por qué lo soy? —lo mire confundida.
—No soy la persona indicada para decírtelo y aún no es el momento.
—¿Y sobre la Leyenda?
—Bueno la Leyenda dice que hay tres brujas demasiado poderosas, podrían ser cuatro, pero hay tres que nadie más podría con ellas. Se dice que una de las tres es la más poderosa, capaz de destruir el mundo si toma el camino equivocado. A ella le pertenecen las Tres Reliquias de la Muerte, y aunque otros las tengan solo ella será la única dueña de ellas. Además, se dice que la Varita de Saúco aunque obedezca a su dueño, siempre obedecerá más a la dueña verdadera.
—Leí algo parecido, pero decía que ninguna bruja pudo poseerla.
—Pues querida, si puede pasar y solo la bruja Blanca tiene ese poder, ¿sabes por qué se llama la Bruja Blanca? —negué— Es la bruja más buena que puede existir, la que trae paz y tranquilidad, la que su corazón es tan bueno que perdona cualquier mal, no importa lo que haya hecho. Esa bruja suele dar oportunidades a gente que a veces no se las merece. Representa la pureza, un ser brillante que ilumina a su paso, pero tiene otro lado, un lado perverso, un lado terriblemente oscuro que podría ser capaz de desatar el Caos. Ese lado escondido que si alguna vez se desata podría traer destrucción a su paso. El Caos y la Paz están en equilibrio, pero si alguna vez el Caos predomina sobre la Paz sería muy difícil salir de esa oscuridad.
—Sigo sin entender por qué el Sombrero Seleccionador dijo eso, él se equivocó.
—No se equivoco querida.
—Yo solo soy una bruja mediocre, o eso me hizo creer mi madre hace tiempo aunque ella sabía que podría llegar a ser muy poderosa con mucho entrenamiento —la profesora me miró confundida, creo que era el momento de desahogarme.
—¿A qué te refieres cariño?
—Somos cuatro hermanos, bueno por lo que veo ahora cinco... Matthew, Elizabeth, Tyler, Alexander y yo... Matthew es el mayor seguido de Alexander y Tyler, Elizabeth es menor que yo por tres años y yo soy la mediana... Mi madre es nacida de mestiza y mi padre es de sangre pura... Pero mi madre se avergonzaba de ser lo que era y quiso cambiar todo... Ella se llamaba Roxanne, pero hace tiempo se cambió el nombre a Cordelia. Ahora todo el mundo sabe que es Roxanne, hizo creer a todo el mundo que ella era de sangre pura... Estaba obsesionada y ella quería prepararme para algo grande, ella también decía que era poderosa... Utilizó la Maldición Cruciatus conmigo, para lograr que después ya no tuviera efecto en mí... A decir verdad lo consiguió —su cara cambio a una consternada por lo que estaba escuchando, sabía que no debía decirlo, pero necesitaba soltarlo con alguien, nadie más lo sabía y estaba convencida de que la profesora McGonagall no diría nada.
—Oh por Merlín cielo...
—Ahora supongo que mi madre se ha calmado y ha dejado de ser mala, pero tengo miedo de que alguna vez vuelva a torturarme de esa forma, dice que es porque tengo algo que algún día me hará muy importante... Tengo miedo de que eso lo haga con mi hermana o a mis hermanos, yo no quiero que ellos pasen por lo mismo.
—Querida lo siento mucho, no pensé que una niña como tú pudiera sufrir eso —ella se levantó y se acercó a mí para regalarme un pequeño abrazo, justo eso es lo que necesitaba.
—Lo siento Profesora McGonagall —susurré.
—No debes disculparte por nada, a veces es bueno desahogarse con alguien y dicen que a veces es mejor hacerlo con un desconocido que con algún familiar... Pero yo ya no soy una desconocida, siempre que quieras hablar aquí estaré para ti.
—Gracias —nos separamos y ella me regaló una pequeña sonrisa.
—No agradezcas... Creo que debería llevarte a tu Sala Común, porque ya es tarde y mañana tienes clases.
—De acuerdo —las dos salimos del aula y fuimos hacia unas escaleras.
—Debes tener cuidado, estas escaleras cambian constantemente, la contraseña para entrar es Caput Draconis —llegamos a un retrato donde estaba una señora regordeta.
—Buenas noches —la señora nos prestó atención.
—Caput Draconis —el retrato se abrió como si de una puerta se tratara y antes de entrar mire a la profesora McGonagall.
—Queda entre nosotras, no te preocupes... Ahora entra querida —asentí antes de entrar.
—Buenas noches Profesora McGonagall.
—Buenas noches —entre y cuando vi la Sala Común, era preciosa había dos pasillos seguramente una diera a las habitaciones de las chicas y la otra la de los chicos, había sillones, algunas mesas, también había dos ventanas enormes donde se podía ver los alrededores de Hogwarts. Por último había una chimenea y los tonos que tenía la Sala Común obviamente era el rojo y el dorado.
En esa chimenea se encontraba enfrente un sofá y pude localizar a Remus y Marlene leyendo cada uno un libro, aunque los dos se giraron hacia mi dirección al notar mi presencia y se levantaron rápidamente para acercarse a mí.
—James me preguntó por ti, al igual que Sirius y Peter... Les he dicho que estabas, pero que fuiste a dormir antes —me dijo Remus.
—Que conste que yo quise contestarles que no les importaba —solté una pequeña sonrisa y abrace a Remus.
—Gracias —me separé de él para abrazar después a Marlene.
—Tus hermanos preguntaron por ti, no pude mentirles —hablo ella.
—No te preocupes.
—¿Qué te ocurre? Estamos muy preocupados por ti —los tres nos sentamos en el sofá cerca de la chimenea.
Ese día no solo me desahogué con la profesora McGonagall, sino que también lo había hecho con Remus y Marlene, no podía creer lo bien que se sentía hablar de esto con ellos dos.
En ningún momento dejaron de abrazarme y de decirme que todo estaría bien, ellos dos también me guardarían el secreto, aunque Marlene quería ir a contárselo a mis hermanos, pero me prometió que lo que quedara entre los tres quedaría entre los tres.
No acabaste conmigo, aún sigo luchando por la paz. Tengo la piel gruesa y un corazón elástico, pero tu hoja podría ser demasiado afilada. Soy como una banda de goma, hasta que tiras demasiado fuerte. Puedo chasquear y moverme rápido, pero no me verás desmoronarme. Porque tengo un corazón elástico, tengo un corazón elástico.
Elastic Heart — Sia
NOTA DE AUTORA
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