9, Lo que está decretado.
Con Circe obtuvo lo que le faltaba en el castillo, la amistad de otra niña. Aunque está era más joven que ella, y mucho más reservada en todo, desde hablar hasta en la magia y jugar, logro llevar bien su relación. Pues a la joven hechicera le gustaba oír cualquier idea o cuento de la bruja, y a esta le gustaba hablar hasta el cansancio.
Compartían meriendas en los atardeceres, y en algunas ocasiones era su compañera en las clases de princesa que Arabella, con el tiempo, comenzó a odiar. Le parecía un desperdicio, porque estaba segura, y convencida de que al final no le iba a servir de nada, si sería una extraordinaria bruja.
Le gustaba cuidar la belleza de Circe, peinar su cabello y brindarle algún vestido decente para evitar que se viera como Hisirdoux.
—Eres hermosa Circe —murmuraba, mientras decoraba su cabello con flores.
—No, tu eres hermosa —dijo la menor.
—Si, eso ya lo se —dijo, y se rio—, y tú también lo eres.
Circe sonrió agradecida, que tras la muerte de la reina, aún quedaba otra mujer que la tratara con la misma dulzura.
Un par de años después.
Esa mañana fue convulsa. Pues con dieciocho aún no había contraído nupcias con ningún príncipe que llegaba al reino con la intenciones políticas de unificar fuerzas.
Para la mayoría era extraño que Arabella tuviera la libertad de rechazarlos a todos. Hasta que ya no pudo más.
—Debes hacerlo —exclamo el rey Arturo—, ¿O desconoces el peso de la corona en tu cabeza?
—Esta corona es una porquería —gruño Arabella—. Se con quién quiero estar, y no es ningún principe de nada.
Arturo rodó lo ojos disgustado. Claro que sabía de quién hablaba. Pasaba demasiadas horas con él, hasta se paseaba por allí de la mano con el aprendiz como si eso estuviera bien.
—Debo recordarte que la última palabra la tengo yo, y tras el baile de la próxima semana, anunciaré a tu prometido —dijo con firmeza.
—Guinevere nunca permitiría algo así —exclamo al borde del llanto.
—Ella ya no está aquí, así que harás lo que te diga —dijo con severidad.
La rubia no dijo nada, pues encontró enojo y verdad en sus palabras. Dio un fuerte zapatazo y salió de allí, antes de dejar al descubierto las fuertes emociones y el efecto que estás tenían en su magia.
Ahora, debía encontrar a su madre y reclamarle sobre lo ocurrido. Lo debía solucionar, pues no estaba dispuesta a venderse a quien tenga el mejor ejército.
Cuando la encontró, está no parecía verse tan amistosa. Así como en los últimos días. Se marchaba para no saber nada, y al volver estaba irreconocible.
—Debes hablar con el rey, me quiere desposar con un desconocido —dijo al verla—. Nunca hablamos de eso cuando me dijiste de ser princesa.
—Solo resiste Arabella —se limito a responder.
—¿Es lo único que tienes para decir? Solo resiste —exclamo furiosa—, vengo resistiendo hace años, y estoy cansada de hacerlo.
Morgana se acercó a ella. Está vez sin sonrisa que lograrán convencerla de algo, solo la oscuridad y el cansancio tenían lugar en su rostro.
—A veces para lograr ciertas metas, hay que ceder en algunos aspectos —dijo con firmeza.
Arabella vio al lado contrario, y contuvo el grito y las lágrimas tanto como podía. Y solo dio una sonrisa de consternación.
—¿Es lo único que tienes para decirle a tu hija? —pregunto—. Que cierre los ojos, que pronto todo va a pasar.
—No dije eso —murmuro Morgana.
—Así se siente madre —dijo—, y no voy a permitirlo. Aunque deba quemar el castillo hasta sus cimientos, no dejaré que esto sucede.
Se marchó antes que pudiera decirle algo mas. Paso al lado de Circe que parecía buscarla, y alzó una mano en el aire para que guardada silencio. La joven hechicera vio en dirección a Morgana, y lento volvió de dónde salió.
—Creo que han discutido —dijo.
—Si, está mañana el rey Arturo le ordenó a la princesa que pronto debía casarse —contesto alguien.
Vio detrás de ella, y allí estaba Archie. Le sonrió y paso a su lado para poder acariciar su pelaje negro.
—Pobre Douxie, le va a doler saber de eso —dijo Circe con pena.
—Así funciona la vida dentro de un castillo, más si tienes un puesto alto.
—Oh, Douxie debería ser príncipe, sería el mejor de todo —dijo ella con ilusión.
Con ganas de ir por él para hablarle sobre eso, se apuro en salir del taller. Y del otro lado, estaba alguien que se hizo recurrente en el castillo. Chocó contra él. Quedó estática al verlo de espalda, y cuando volteó no hizo más que entrar en pánico. Tenía una sonrisa arrogante, y algún comentario que le hacía cambiar los colores de repente.
Según Arabella, no tenía respeto por nada, y Circe terminaba de confirmar lo cierto que era.
—Mi aprendiz favorita —dijo—. ¿A dónde tan apurada?
—Me han dicho que no hable contigo —dijo Circe.
Galaga lanzó una leve carcajada, y su sonrisa se transformó en una que a Circe le inquietaba ver. La había visto antes, cuando Hisirdoux coqueteaba con descaro con Arabella. Era algo que le disgustaba ver, e iba a refugiarse con su mentor que la recibía sin problemas.
«—Es la edad —dijo Merlín—, en un año estarás igual de tontos que ellos.»
Circe esperaba que el hechicero se equivocara al menos en eso, porque parecía ser que su palabra era sagrada, y lo que decía tendía a cumplirse.
—Ahora hablas conmigo —dijo Galaga—. No te preocupes, no te voy a morder, aún te falta altura.
—No se de qué hablas —gruño.
—Ya lo entenderás mocosa, ahora dime —se acercó, y ella dio un paso atrás.
Circe sintió la puerta a su espalda y los nervios bajo su piel.
—¿A dónde se ha ido la princesa?
—No lo se —exclamo, y salió corriendo despavorida.
La vio dar vuelta al final del pasillo, y se encogió de hombros.
•
Luego de preguntar, encontró a quien buscaba en la biblioteca. Guardó silencio, y la apreció de espalda tratando de alcanzar un libro.
—No puede ser —penso al verla. Comenzaba a odiar como la luz cálida le favorecía en todo momento.
Entonces se acercó, sin hacer ruido, como si fuera flotando sobre el suelo. Y tomó lo que ella buscaba.
Arabella dejó la mano en el aire, al sentir a su espalda el pecho de alguien más, su respiración tan cerca le daba escalofríos, y gracias a la acaparadora fragancia que traía supo de quien se trataba.
—Justo a quien buscaba —murmuro Galaga.
Arabella le dio un codazo en la boca del estómago, y sonrió al verlo doblarse por el golpe.
—Mi día ha mejorado un poco —dijo, y sacó el libro de su mano—. No sé para qué me quieres, y no me importa.
Se alejó para ir hasta la mesa más cercana. Se sentó donde el sol iluminaba con suavidad, y parecía hacer que el polvillo del aire brillará, al igual que su cabello ondulado y dorado, y las puntas de sus pestañas. Y Galaga la vio, como si fuera un ser etéreo sacada de algún libro, como si se hubiese escapado de algún bosque.
Por un instante pensó que la quería para todo aquello que no se podía decir en voz alta, y para lo que si se podía profesar frente a un amplio público. Luego recordó que era la princesa del castillo que le daba alojamiento, y que tenía al menos cinco años menos que él.
La pensó tan cerca, y lejos de su alcance a su vez.
—Bien, si te debe importar lo que te voy a decir —habló como pudo.
—¿Qué te tiene nervioso? —pregunto sin alzar la vista de su lectura.
—Tu —deseaba responder—. Se trata del próximo baile. Debes aceptar lo que el rey proponga, porque necesitamos…
—Lo se, unificar fuerzas en la batalla contra Gunmar —dijo ella, y lo vio—. No me casare con nadie que él diga.
—¿Harás un escándalo?
—No, llegaré a un acuerdo —respondió.
—Arturo no hará ningún trato con una niña consentida —dijo Galaga, tratando de no perder la paciencia.
—Soy la pieza más importante, estoy segura que sin mí no habrá ninguna unificación —dijo y se puso de pie.
Pasó a su lado y se detuvo.
—Creo que si hay un trato —añadió.
Antes de que se pudiera ir, Galaga la sostuvo del brazo. Trató de no hacer fuerza, lo hizo con una extraña suavidad. Y Arabella lo vio. Sus miradas se mezclaron por un instante, como si no existiera algún otro color en la vida que les causará ese cosquilleo bajo su piel.
—Solo eres una princesa caprichosa —murmuro Galaga.
—Y tu el perro del rey —gruño.
Sostuvieron sus miradas, perdiéndose la una en la otra, como si en ese pequeño y colorido espacio, hallarán una respuesta a la pregunta que no se atrevían hacer.
Hasta que entraron a la sala, dando pasos suaves.
—¿Interrumpo algo? —alguien pregunto.
Vieron a la entrada, y Arabella sonrió agradecida al ver al pelinegro. Entonces cualquier duda que tuvo al ver la mirada avellana de Galaga se disipó. Era Hisirdoux quien tenía la capacidad de hacerle cosquillear todo aún en la distancia y sin poder distinguir con claridad el color de sus ojos.
—No, —dijo como si fuera un suspiro—, nunca. Eres bienvenido en todo momento.
Se alejó de Galaga y casi corrió hasta Hisirdoux. Lo tomó de las manos, y le dio un beso en la mejilla que lo sorprendió en el acto. El mayor sintió celos y disgusto. Por verlos a ellos, y por lo que sentía al verlos.
•
De alguna forma se llegó a un acuerdo. Solo era más tiempo, no pedía otra cosa. Ella aún se consideraba una niña, y que no podía con el peso de ser la princesa que él esperaba. Y el rey encontró en la mirada, la inocencia. Tan clara que hasta el sintió pena por la idea de desposarla pronto.
El único que no se lo creyó eso, era Galaga. Este dijo que él solo se dejó manipular, y Arturo alegó que sabía lo que hacía.
Y el baile de máscaras llegó. Arabella iba a poder seguir rechazando a cualquiera que quisiera su mano, y compartir una pieza con Hisirdoux. Lucirse con un nuevo vestido rosa de mangas largas y finas, y la máscara de un gato blanco.
Ver cómo Morgana era amable con extraños, que seguro la aborrecían, y claro, recibir todo tipo de halagos.
Desde lo hermoso que lucía su cabello atado de manera elegante y sobria. Hasta la belleza de su sutil sonrisa.
—Y ningún de ellos sabe lo cansador que es tratar contigo —murmuro Galaga a su lado.
—Estas celoso porque nadie aprecia tu belleza, y por eso me molestas —contestó, sin verle, y dando una sonrisa.
—Entonces, ¿Dices que soy hermoso?
Arabella rodó los ojos, y dió un paso al frente, para verlo por encima del hombro.
—Si necesitas que te lo digan, entonces tómalo como quieras —contesto, y se alejó.
Sus charlas vacías eran lo menos importante de la noche. Porque pasar al menos unos minutos con Hisirdoux, entre tanta gente, era agradable. Lo mejor de todo según ella.
—Tu eres agradable —llego a susurrar Hisirdoux, con disimulo, en su oído.
Arabella creyó que su cuerpo completo se erizó. Su voz cambio, él lo hizo tanto que a veces le costaba ver al niño que una vez supo conocer. Y le agradaba en lo se había convertido. Más alto, con los hombros más anchos, y las manos más fuertes. Tan dulce y atento como siempre. Porque la podía notar incómoda, y decirle algo para hacerla sonreír.
Era el mago que alguna vez dijo que sería. Y así no le molestaría ser una simple princesa.
Quería huir con él, y entregarle hasta el último rincón que componía su ser. Solo quería ser de él, hasta el final de los tiempos, si eso significaba dejar el castillo y su sueño de ser la bruja más conocida del mundo.
Y mientras ellos seguían compartiendo palabras de amor infinito, Circe los veía desde un rincón.
—No puedo creer que me hayan obligado a usar eso, y venir —murmuro—, mí cabello me duele, y este vestido es muy rígido. Arabella desconoce que nuestros cuerpos son diferentes.
Estaba a punto de desaparecer con la oscuridad que parecía seguirla a donde iba, y alguien la detuvo.
—Estoy seguro que lo que se esconde bajo la máscara es algo hermoso —dijo un extrañó.
Y Circe se arrepintió de no haber sido más rápida.
—No lo se —dijo ella—, nadie alaba mí belleza. La princesa lo es más —añadió nerviosa.
Sabía que si Arabella la escuchaba decir eso, la obligaría a retractarse.
—Es linda, de verdad. Pero creo que tus ojos lo son más —dijo el extraño y extendió su mano—. ¿Te gustaría bailar?
Circe vio en dirección a Merlín, y este le hizo una seña para que aceptará. Aquel muchacho debía ser alguien importante como para que su mentor le diera permiso, pensó y tomo su mano.
Cuando llegaron con el resto de invitados, comenzaron a bailar a la par de ellos. Siguiendo el ritmo de la música. Circe tropezó con sus pies un par de veces, dejando en claro que era la primera vez que bailaba.
—Por cierto, me llamo Cillian —dijo.
—Que lindo nombre —dijo Circe, y le sonrió—, yo me llamo …
—Circe, lo se —dijo él—, la aprendiz de Merlín. Si, me han dicho que debía memorizar algunos nombres.
Circe se acercó hasta quedar cerca del él, y lo vio con confusión.
—¿Quién eres?
—Hechicero del reino vecino —dijo y le sonrió.
Agradecía que solo las mujeres llevarán las máscaras, porque en el rostro de Cillian encontró bondad. En lo azul de sus ojos, en la sonrisa, un poco más torcida de un lado, que le daba, en los hoyuelos de sus mejillas, en la pequeña cicatriz rosada de su piel pálida.
Y a punto de hablar de algo más, el pañuelo que cubría su esponjoso cabello salto. Dio un gritó de espanto, y como si se hubiese sentido demasiado humillada, huyó de allí.
Cillian fue por detrás de ella. Cuando Arabella quiso ir, la detuvieron.
—Es mí amiga —murmuro.
—Alguien más va por ella —murmuro Morgana, y señaló a Cillian con la cabeza—, recuerda las apariencias.
—Ire por ella —insistió—, no le gusta estar a sola con hombres.
•
Cillian siguió el murmuró de su llanto. Circe corrió mucho más rápido de lo que cualquiera hubiera imaginado. La encontró sentada en un ventanal, donde la luz pálida de la luna la bañaba, y transformaba su piel tan dorada como el sol, en plata resplandeciente.
Al verla, como un ángel iluminado por los cielos sagrados de los que tanto leyó, su aliento se cortó. El color anaranjado de su cabello no parecía algo que cualquier mortal pudiera llevar y le quedará tan bien. Tan revoltoso y delicado a la vez.
—Circe —la llamó.
Y lo vio. Sus ojos bicolores se iluminaron como dos piedras preciosas que difícilmente podía dejar de apreciar.
Quería decirle que era la persona más hermosa del castillo, y que esperaría por ella, que la guerra no la sacaría de su cabeza.
—Oh, Circe —se oyó detrás de él.
Por su lado pasó corriendo Arabella, quien no pretendía seguir con las normas de decoro frente a un caballero. Cillian las vio abrazarse, y notó la mirada cristalina de Circe sobre él. Hizo una reverencia, y le sonrió para así marcharse.
★★★
Hola mis soles ¿Cómo les va? Espero que bien.
Ah, vean que capitulo ¿Necesario? No lo sé, pero si lo se, y ustedes lo saben.
Acá ya se estan caldeando las cosas, porque el que sigue, mejor tener a la tía cerca 😤😤😤
En fin, sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau✨
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