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8, De vuelta en el hogar.

Con fuerza la arrojaron contra una puerta. Se sacó a la bruja atacante de encima con un hechizo, y cuando otra vez iba a ir sobre ella, una de las hechiceras tutoras las detuvo.

—Que se detengan —exclamo la joven tutora—, no puedo creer que todas las mañanas sean así.

—No la protejan —exclamo una de las involucradas.

—No me protegen a mí, estúpida —dijo burlona Arabella—. Tiene miedo a que te haga daño.

—Te voy a dejar sin cabellos —amenazó. 

Quiero verte intentarlo —contesto Arabella.

El fuerte ruido de un bastón contra el suelo hizo que todas allí vieran en dirección a quien lo hizo. Lento, como un ente, se acercó una mujer que vestía una gran túnica oscura, y cubría su cabeza con un sombrero puntiagudo que arrastraba junto a la cola del traje.

Arabella trago aire al verla. A la última persona que debía hacer enojar era a ella, al menos eso decían las cartas que recibía de su madre. Las cuales se ausentaron por un mes, y como si nada volvieron a llegar.

Pero aquello era lo último que preocupaba a Arabella. Temía que la dejarán otro año allí, rodeada de brujas de su edad, que lejos de tener una corona sobre la cabeza, eran más oscura de lo que la rubia pudo haber imaginado alguna vez.

"Las brujas son maravillosas" recordaba lo que le dijo alguna vez la reina. Allí dentro eso era tan lejano. Quizás era ella quien se acercaba más a ese concepto, por el solo hecho de hacer todo con alguna sonrisa compradora.

Deseaba volver a verla para decirle lo equivocada que estaba. O suplicarle que detuviera a su madre si tenía la osadía de mandarla de vuelta. Pues no estaba tan segura de como seguiría manteniendo su disfraz de bruja líder.

—Arabella, al estudio —ordeno la mujer, y volteó para irse.

No le quedó de otra que hacerle caso. Arabella podía romper cualquier regla, y contrariar a cualquier otra maestra, pero nunca a esta.

Allí en el estudio todo era un poco más oscuro que afuera. Los vidrios estaban teñidos de rojo oscuro, y el sol no atravesaba las pesadas cortinas. Lo único que alumbraba lo suficiente para ver a alguien del otro lado del escritorio eran algunas velas gruesas.

—Hoy por suerte te marchas —dijo la mujer.

Arabella sonrió, y se relajó.

—Menos mal, porque ya no tolero este lugar —dijo burlona—. Todas aquí creen que ...

—Guarda silencio —ordeno con seriedad—. Eres la peor alumna pero una gran joven bruja, eso es tan contradictorio que me da dolor de cabeza.

—Gracias por lo de gran bruja y dolor de cabeza —dijo sin molestarse.

—Cuando salgas de acá, solo te diré que tengas cuidado cuando manipules tu magia —dijo la mujer—. Eres de las pocas que pueden hacer lo que haces, y aún no llegas a tener el potencial necesario para absorber magia como se debe.

La mujer se puso de pie, y se acercó a un ventanal. Corrió la cortina y vio a través del vidrio rojo.

—Necesitas más ...

—Necesita volver a su hogar, Evanora —dijo alguien más.

La nombrada dio la vuelta apurada, y se encontró con Morgana y Arabella abrazándose. Tomo aire, y guardo silencio. Porque ella podía ser la hechicera suprema de allí dentro, pero fuera de esos muros era distinto. Con aquella mujer cualquiera se quedaba lejos de ser una gran portadora de magia.

—Morgana —dijo y sonrió—. Arabella es impresionante, solo necesita un poco más de esfuerzo en sus estudios. Si sabes a lo que me refiero.

Morgana le señaló a Arabella para que se fuera, y ambas mujeres quedaron solas.

—Un año más, y ella será tan magnífica como deseas. Cómo sus padres —dijo—. Hasta mucho más, y así evitaría cualquier tragedia como ellos no pudieron.

Morgan se acerca a ella, y paso una mano por la solapa del traje, para poder plancharla.

—Evanora, antes que nada no vuelvas a nombrar a sus padres, menos en vano—murmuro—. A partir de hoy me hago cargo yo —añadió y sonrió.

—Pero, ella puede ...

—Se lo que puede ser, y no será un problema —dijo, y puso una mano en su hombro—. Solo confía en mí. Se lo que hago.

Arabella trato de aguantar las ganas de correr dentro del castillo. Morgana le había dicho, que lo ideal era mantener ciertas apariencias. Apariencias bien aceptadas por el rey.

Bajo del carruaje, y con una amplia sonrisa en sus labios saludo a todos aquellos que la recibían con una reverencia. Con casi dieciséis años, y recién haber puesto un pie en el castillo, se llevo todo tipo de halagos. Algo de lo cual no se quejaba. Tenía bien en claro el grado de su belleza, y estaba dispuesta a ver hasta dónde llegaban sus límites.

—Ah, lady Arabella —dijo un hombre detrás de ella.

Esta giro sobre sus talones, y chillo de alegría al verlo. Corrió, y de un salto lo abrazó.

—Oh, Lancelot, te extrañe mucho —exclamo sin soltarlo.

—Corre un rumor de que me hará trabajar más que en otras ocasiones.

Arabella se apartó, y con una sonrisa burlona se encogió de hombros.

—Hay que ver que tanto de eso es cierto —dijo y continuó su camino.

Iba tranquila a su cuarto, cuando percibió una extraña magia. Un hilo, algo débil, y muy oscuro, atravesar el aire. Era una sensación que sintió antes, en el castillo donde estuvo hospedada. Lo siguió, y por dentro rezaba para no volver a verle la cara a ninguna de esas brujas.

Solo se llevo bien con una, que de un día para el otro desapareció. Y estaba segura que se encontraba allí contra su voluntad, al igual que ella, y que había logrado huir sin siquiera decirle adiós.

Siguiendo el hilo, se detuvo frente a la puerta del taller de Merlín. Allí se sentía más intenso, sin llegar a molestarle. Tomo aire, y continuó con su rezo.

Abrió la puerta, asomó con cuidado la cabeza, y cuando logró ver la fuente de esa magia, su respiración se corto.

Hisirdoux despertó primero. Cuando fue por Circe, está estaba dormida muy profundo. Se veía tan tranquila, y aún sin abrir los ojos parecía que brillaba más que en otras ocasiones.

—Cir, es hora —susurro—. Hay mucho que hacer hoy.

La de cabellos anaranjados se removió en su lugar, sin intenciones de abrir los ojos.

—Vamos, se que tienes hambre —dijo alegré—. Hable con la mujer de la cocina y nos darán un buen desayuno.

Con eso último, la niña a abrió los ojos. Pestañeó un par de veces, y descubrió la parte de su rostro que estaba bajo las colchas.

—Tengo hambre —dijo.

Desde el día en que Merlín la tomo bajo su protección, ella mejoro bastante. Aunque no hablaba tanto como Hisirdoux, sonreír mucho más, y no daba muestras de miedo cada vez que veía a alguien con armadura.

—Bien, vístete. Te espero afuera —dijo sonriente.

A los minutos apareció dando saltos mientras trataba de ponerse el zapato que le faltaba.

—Que bueno que estés alegre, porque hoy Merlín —dijo con entusiasmo—, nos dará mucho que leer.

—No me gusta leer —bufo Circe.

Hisirdoux paso un brazo por sus hombros, y comenzó a caminar a su lado, sonriendo frente a la desazón de la más joven.

—A mí tampoco, pero luego de eso podemos practicar —dijo.

—Tampoco me gusta eso —murmuro Circe.

—Recuerda que aquí es diferente —dijo Hisirdoux, y sonrió con tranquilidad—. Así que vamos a desayunar y comenzar el día.

Tras pasar por la cocina, e ir comiendo por el camino, Hisirdoux recordó que se olvidaba algo en su habitación. Le pido a Circe que se adelantará hasta el taller, mientras él iba por eso.

Y ella lo hizo. No se apuro, no le gustaba estar sola por mucho tiempo rodeada de elementos mágicos. Aún sabiendo que nada malo le pasaría, no dejaba de pensar que existía algo malo con la magia. Al menos con la suya.

Llegó, y entró con cuidado. Fue directo a su lugar, y se quedó viendo a su alrededor. Estaba más iluminado que en otras ocasiones, lo que le permitía ver mejor el desorden.

Le dio la espalda a la puerta, y reparo en todo eso que más tarde tendría que ordenar junto con Hisirdoux, cuando oyó a alguien detrás suyo.  Pudo sentir su magia, sin embargo no reconocerla. Estaba segura que no se trataba de Merlín o Hisirdoux, y quedaba una más, quien no se atrevía a conocer.

—Date la vuelta —le ordenaron.

Lejos de hacer resistencia, lento fue girando. Y se encontró con quién parecía ser un personaje de cuento. Con el cabello rubio y suelto, un vestido vaporoso y rosa, una mirada cálida, y la misma duda que ella.

—¿Quién eres? —pregunto Arabella, y dio un paso al frente.

Circe se alejó un poco.

—No no, espera —dijo la rubia—. No te haré nada, no podría.

Cuando sonrió, Circe se relajó. La magia que las rodeaba se hizo menos densa, y otra vez la luz volvió a ser clara entre ellas.

—Soy, soy Circe —murmuro.

Arabella se apuro en llegar a ella, y la tomo de las manos, pudo notar, en el borde de la manga, una sutil marca de color rosa en su piel oscura.

—Me llamo Arabella —dijo y le sonrió—. Oh, eres tan pequeña, y vistes como ...

Alguien más entro, y ambas giraron en su dirección.

—Douxie —dijeron al unisono.

—¿Arabella? —murmuro el nombrado.

Ella sonrió, y se acercó a él, sin soltarle la mano a Circe.

—¿Me puedes explicar porque a una niña la han vestido como tú? —pregunto, y sonrío.

Le dio un beso en la mejilla, que lo tomo por sorpresa, y pronto el rostro del joven mago se fue tiñendo de rojo.

—Te has puesto colorado —señalo Circe.

—No, claro que no —dijo apurado Hisirdoux.

—¿Qué ocurre acá? —pregunto alguien llamando la atención de los tres.

Hisirdoux volteó, y fue al lado de Circe al ver a Merlín junto con Archie en la entrada del taller.

—Hola a ti también —dijo Arabella—. Solo quiero saber porque una niña se viste como, como, como un niño. No sé supone que deba ser así.

Jalo la mano en dirección a la salida, para irse las dos juntas.

—Ella vendrá conmigo a ser una niña —dijo.

—Ella no irá a ningún lado —exclamo Merlín.

Cómo si de algo frágil se trata, tomo a Circe de los brazos, y la sentó con ese cuidado en la mesada. Ella le sonrió, e Hisirdoux también lo hizo.

—¿Me perdí de algo importante? Porque Merlín trato bien a alguien —señalo.

—Si quieres pasar tiempo con ella, tendré que hablar con Morgana —dijo Merlín—. Ambas son igual de peligrosas, y el único que parece no tener problemas con sus magias es él —señalo a Hisirdoux.

Otra vez puso a Circe en el suelo, y le ofreció la mano, la cual ella tomo con gusto.

—Sabrás más tarde de la decisión tomada —dijo, y se marchó.

Se quedaron solos, en silencio, viendo a la puerta, hasta que decidieron verse a ellos. Fue allí que no tuvieron más palabras que decirse, porque no les alcanzaban o no les salía.

—Has crecido mucho en este año —dijo Arabella, y dio una sonrisa de pena.

—¿Un año? Sentí que fueron más —contesto Hisirdoux.


Caminaron hasta quedar a un paso de distancia, y no tardaron en darse un fuerte abrazo. Uno lleno de calor, lleno de sentimientos.

—Te extrañe todo este tiempo —murmuro Hisirdoux.

El corazón de Arabella golpeó fuerte contra su pecho. Oírlo y sentirlo entre sus brazos le provocó cosquillas en lo profundo de su estómago, y alivió el malestar que le produjo estar en un lugar tan oscuro.

Se llenó con aquella luz que nacía cuando estaba a su lado, y la magia que brotaba con han solo tocarlo transformó esas cosquillas, en cientos de mariposas revoloteando en su interior.

Se apartó, y lo tomo de las mejillas. Noto lo mucho que creció, más alto de lo que alguna vez de imaginó. Con una mirada más brillante de la que alguna vez soño. Y la cual no pensó que extrañaria tanto hasta que la volvió a encontrar.

—También te extrañe, todo este tiempo —dijo ella sin poder dejar de sonreír.

Dejo a Hisirdoux, luego de casi ponerse al día. Ambos estaban emocionados, y no podían hablar con fluidez por eso. Fue en busca de su madre, y de ser posible ver a la reina. A ella también la extrañaba, y quería saber porque no le mando ni una carta.

Quería hablar con ella primero. Porque sabía que tendría problemas sin el rey se enteraba antes que cualquiera que ella, la princesa del reinado de Camelot, estaba profundamente enamorada del un simple aprendiz. Arabella sabia que con Guinevere de su lado, Arturo no tendría tantas posibilidades de llevarle la contra.

De tanto dar vueltas, termino en el salón Real. Allí donde el rey Arturo daba sus asambleas aburridas, y ella debía asistir por ser la princesa.

No encontró a Morgana pero si a él. Al Rey, y un aura oscura que lo cubría. Nunca antes lo vio de esa manera, en su trono tan triste y vacío. Parecía que algo faltaba, y no lograba comprender que.

Se acerco a él, y este alzó la vista. Allí, Arabella vio una sonrisa cargada de pena.

—Lady Arabella —dijo, y le extendió una mano—. Qué gusto verla después de tanto tiempo.

—El gusto es todo mio, majestad —dijo e hizo una reverencia impecable.

Ella guardo silencio, y tomo su mano para dar unos pasos más cerca de él. Cuando notó las flores en el trono de Guinevere. Su pecho se inflo, y su mirada se llenó de lágrimas, con preguntas que se clavaban en su garganta.

—Lo siento —murmuro.

Se sentó a sus pies, y cerró los ojos, mientras oía el lamento silencio del rey. Entonces supo porque por un mes, su madre no le escribió ni una sola carta. El amor de su vida se perdió, y temía preguntar la razón.

★★★

Buenas ¿Cómo les va? Espero que bien.

Ah, que lindo capítulo, que sirve pero tampoco es como la gran cosa. O sea, que sé yo 😂

No hay mucho que decir, Salvo que el próximo capítulo va a ser 👀 y no sé si subirlo el viernes como parte del festejo de que me fue bien en mi parcial de pintura 😎

Sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨

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