6, La niña de ojos extraños.
El viaje a Francia fue más rápido de lo imaginado. No porque la marcha haya sido la ideal para llegar en menos horas de las esperadas, sino porque unas mujeres mágicas hicieron ese trabajo.
Así, de mala forma, descubrió a las mensajeras. Brujas que abrían portales, y que mandaban quien sea a donde se deseaba. Un tipo de magia, por lo visto, incompatible con el sistema de Arabella. Porque a penas puso un pie en Francia vomito lo que comió en el día.
—Madre, esto es terrible —dijo tras la descompostura.
Morgana le ayudo a ponerse de pie, y se aseguró que la magia de mensajería no haya ocasionado más problemas que algunas náuseas.
—Lo siento hija, pero es la única forma —hablo con cierta pena—. Un viaje por horas hubiese sido peor.
—Si, lo se —dijo Arabella.
Cuando se enderezó, y tomo algo de aire, noto el lugar en donde estaban. Parecía un castillo, por completo diferente a los que conocía. Hasta se atrevía a pensar que era más lúgubre, con una gran nube oscura por encima de este, y un bosque tan espeso como negro a su alrededor.
—¿Dónde estamos? —insistió en saber.
Era una imagen que de verdad le preocupaba.
—No te preocupes por el aspecto —dijo Morgana.
—Seguro me deberé preocupar por quienes ocupan este lugar —murmuro Arabella.
Morgana rodó lo ojos, y comenzó a caminar. Arabella fue detrás de ella, mientras que veía de frente quienes se acercaba. Un muchacho siguió de largo hasta el equipaje, y una mujer se detuvo a unos metros de ellas.
—Morgana, que gusto verte de nuevo —dijo la desconocida.
Al menos lo era para Arabella. Era la primera vez que veía a una mujer con una cabellera tan gris y larga. Llevaba un elegante vestido negro, y una tiara que estiraba con delicadeza las delgadas facciones de su rostro alargado.
Tras un caluroso saludo a la hechicera, la mujer paso a un lado de esta, y quedó de frente a Arabella. La joven bruja trago aire, delatando sus nervios. Era más alta que ella, y esa nube que decoraba la torre del castillo quedaba justo sobre su cabeza, como una corona oscura. Dotándola de una tenebrosa imágen.
—Tu debes ser Arabella —dijo, y sonrió.
La rubia solo pudo asentir.
—No debes tener miedo, aquí no te pasará nada —dijo—. Sino lo provocas, claro.
Arabella sintió eso como un reto. Cómo un desafío impuesto por el propio Merlín.
—Entonces creo que estoy en problemas —dijo, y ladeó la cabeza a un lado, dando una sonrisa de disgusto.
—Agradable chiquilla —dijo, y apretó la mejilla de Arabella—. Por cierto, mí nombre es Stelle, y seré tu tutora por el tiempo que estés aquí.
Arabella se cruzó de brazos, y le entrego a su madre una mirada de fastidio. No le agradaba para nada la idea, llegando a sentir que la dejaba a su suerte.
Otra vez, la dejaban a la suerte del destino, que por momentos lograba ser el peor juez y verdugo para ella.
—¿Qué? ¿Me abandonaras acá madre? ¿Soy solo un capricho o que ocurre? —cuestionó, y se acercó hasta Morgana—. Dime ¿Ya te aburriste de mí?
—No hija, tu eres —dijo, y se pauso.
La tomo de los hombros, y alzó su mentón con su suave toque.
—Dijiste que prefieres ser bruja, antes que princesa —hablo con pena—. Ser bruja, es tener este tipo entrenamiento, porque hay cosas que no puedo enseñarte, y el castillo no es seguro para eso.
—Entonces, no quiero ser bruja, quiero estar a tu lado —balbuceo.
Morgana la abrazó con fuerza, y respiro con profundidad. Estaban haciendo lo peor que le podía hacer, a la persona que más amaba y menos lo merecía. Con el tiempo, el castillo había dejado de ser un lugar seguro para la joven bruja. Porque su magia era difícil de ocultar, los espacios le quedaban pequeños, y parecía que no había los ingredientes necesarios para sus lecciones.
—Vendré a visitarte seguido, hasta el día que vuelvas al castillo —dijo Morgana—. Aquí estarás a salvo Arabella, y cuando vuelvas a Camelot, todo será como mereces que sea. El hogar que mereces.
Arabella se apartó de ella, y trato de sonreír.
—¿Lo juras?
—Si hija, lo juro —sonrió.
Pensó que si lo juraba entonces debía ser cierto todo. Desde su temor hasta la última opción.
—¿Cuidarás a Hisirdoux por mí?
Morgana rodó los ojos, a la par que hacía un gesto de disgusto.
—Madre.
—Bien, pero no te prometo que Merlín no haga nada —dijo.
Arabella sonrió, sin terminar de estar de acuerdo con la desición. La abrazo una vez más, y aguanto hasta donde más pudo las lágrimas. Era la primera vez en lo que iba viviendo con aquella mujer que se apartaba de su lado, que ya no la iba a ver en las mañanas, ni leería en las tardes los antiguos escritos de magia en su compañía.
—Te voy a extrañar mucho, hija mía —murmuro una vez más.
•
Pasaron unos días, en que el joven aprendiz de Merlín no obtuvo noticias de su amiga. Solo esperaba que volviera pronto para poder decirle lo que iba escribiendo, y los nuevos trucos de magia que practicaba.
En su lugar solo recibió silencio cuando vio llegar a Morgana sin nadie que la acompañara. Merlín no le dijo nada al respecto, pero tenía la sospecha de que el mago sabía de ella.
Sus tardes eran más silenciosas, y hasta, podía asegurar, grises. Era el único de su edad que rondaba por ahí sin hacer nada emocionante realmente.
—Vamos Arch, quiero un poco de aire —dijo una tarde.
—Esta a punto de llover, ¿Crees que sea prudente salir? —pregunto el gato.
—Si llueve, volvemos, y listo —dijo Hisirdoux—. Por favor, hace una semana que estamos entre libros, y polvos, y nada más.
Archie no dijo más nada, y fue detrás del joven aprendiz. Lograron salir del castillo sin ser vistos, y sin una gota de apuro caminaron en dirección al bosque.
Por allí no había nada que no hayan visto antes. Con Arabella iban algunas tardes, y se internaban unos metros en su interior. Pero sin ella, no le veía la gracia de hacerlo solo.
A unos metros se detuvo, porque el cielo comenzó a sonar y brillar, y también lo hizo al ver algo salir del interior oscuro. Era una delgada figura, con una intensa cabellera color anaranjada.
Y esta se desplomó frente a él, justo con fuerte golpe de un rayo.
—¿Qué es eso? —pregunto Archie.
—Una niña, creo.
Apurado se acercó a ella. Cuando estuvo de pie frente a la enigmática figura, noto que lo que vio era cierto. Una jovencita desmayada a sus pies, con una cuerda rota atada a su delgada muñeca.
—Hay que llevarla al castillo —dijo.
—Douxie ten cuidado, no creo que sea cualquier niña —dijo el gato.
—No importa, vamos, Merlín sabrá que hacer.
Pronto comenzó a llover.
—A demás mira —señalo al cielo—, llueve.
Sin esperar un poco más, la alzó en brazos. No tuvo que hacer mucho esfuerzo, era liviana, y en su pómulos hundidos se notaba que había pasado días de hambre. Pero lo que más le sorprendió era que siendo una niña, estaba llena de tatuajes.
Corrió tan rápido como pudo, con Archie volando a un lado. Tuvo la suerte de ver a Merlín sin dar tantas vueltas con ella en brazos, lo cuales iban perdiendo la fuerza.
El hechicero la vio horrorizado, pero no dudó ni un segundo en tomarla.
—Ayuda —escucho como un murmullo.
Al agachar la mirada, se encontró con la suplicante mirada bicolor de la niña. Azul y verde, rodeada de oscuridad, que no se apreciaba con la vista, pero se sentía en la piel. No estaba seguro que fue, si la inocencia dibujada en su hambriento rostro, o las pecas que invadían sus delgadas mejillas, pero aquella criatura logro conmoverlo.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, y un nudo se formó en su garganta.
—Es solo una niña —logro decir.
•
La llevaron a su taller. Con cuidado la recostaron en la mesada, y pusieron una almohada bajo la cabeza.
Merlín la inspeccionó. Contó al rededor de dieciocho tatuaje rosados que como líneas rodeaban muñecas, hombros, muslos y cintura.
—Pero luce más joven que yo —dijo Hisirdoux—. ¿Qué significan esos tatuajes?
—Debe tener trece años, y le hicieron las dieciocho marcas del sacrificio antes de tiempo —dedujo el mago.
—¿La iban a matar?
—Si, debe ser que expreso algo que les causó temor, y por eso querían hacerlo mucho antes —respondió Merlín.
La niña se dobló, arqueando la espalda y dando un grito de agonía. Merlín se puso delante de Hisirdoux, apartandolo de la magia que ella emanaba. Y otra vez cayó dormida.
El silencio se apoderó del lugar, y la claridad del día otra vez paso por las ventanas del taller.
—¿Que acaba de pasar? ¿Vio eso? Fue magia oscura —exclamo tan sorprendido como espantando Hisirdoux.
Merlín lo soltó, y se acercó a la niña. Noto que de sus ojos pululaban partículas brillante de color violeta, y escurrieran lágrimas negras, y espesas.
—Tiene conexión con la muerte —dijo intrigado—. ¿De dónde salió?
—Del bosque.
—Ya veo —dijo y rasco su barbilla—. Ve a buscarle ropa, y comida. Veremos qué hacer con ella cuando esté mejor.
•
Despertó a las horas. Se encontraba en un cuarto ajeno a ella. Cálido y oscuro. Lo que la confundió. Pues estaba segura que dónde había oscuridad solo podía existir el frío.
Hizo todo lo posible para no recordar lo que pasó momentos atrás, y la cacería en la que se convirtió su huida. Pero le era imposible. Las imágenes eran vividas en su cabeza, terminando por hacerle doler.
No existía recuerdo donde el dolor no le pesará pese a su corta edad.
Se sentó, y escucho a dos personas murmurar. No podía verlas, y eso le dio miedo. Cómo todo allí, desde lo desconocido que la cubría como un manto de oscuridad, hasta esas voces masculinas.
—Tranquila —dijo Merlín, y dio un paso al frente—. No te haremos nada, pero necesito saber a quién le doy refugio.
La niña, de apenas trece años, tomo aire y contuvo un grito al verlo. Los hombres de armadura le daban miedo, más aún si podía percibir la magia de los mismos.
Por detrás de él, salió Hisirdoux con Archie en su hombro. Una sonrisa amistosa decoraba su rostro, y agitaba una mano en el aire.
—Perdonalo, él no sabe tratar con gente pequeña —dijo—. Me llamo Hisirdoux, y él es mí familiar Archibaldo.
—Puedes decirme Archie —dijo el gato.
—Oh, y a mí Douxie —añadió el pelinegro—. Ah, y claro, Merlín. Pero estoy seguro que sabes de él.
Merlín rodó los ojos, y se acercó a ella. La examinó, noto un poco más de brillo en su mirada bicolor, al igual que el tono en sus mejillas. Tomo una rodaja de pan y se la ofreció.
—¿Me dirás cómo te llamas? —le pregunto.
—No creo que debas …
—Cir Circe —hablo la niña, y tomo la rodaja de pan—. Circe Hestigio.
—Un gusto —dijo el hechicero, y le sonrió.
Paso una mano por su cabellera anaranjada, y se alejó de ella, llevándose a Hisirdoux. Guardó silencio por un momento, analizando la situación. Ahora tenía en su taller una niña desconocida, repleta de tatuajes para un próximo sacrificio, y que no dejaba de emanar una extraña magia oscura. A demás, no se equivocaba al pensar que era una prófuga de algún clan.
—Tendré que hablar con el rey para que se quede con nosotros —dijo.
—¿Dices que será mí compañera?
Giro para verla, y no hizo más que sentir ternura y compasión por ella. Parecía una pequeña muñeca descuidada, de ojos saltones, y cabello esponjoso.
—Quiero que se quede con nosotros —murmuro—. Ella nos necesita.
—Hare lo que pueda —dijo el hechicero.
Salió de allí, y los dejo solos. Hisirdoux se acercó a ella, y Circe no dejaba de verlo con intriga, mientras masticaba con cuidado la rodaja de pan.
Tomo una manzana, y se la ofreció.
—¿Te gustaría que seamos amigos?
—¿Qué?
—Si, ya sabes, que nos llevemos bien —sonrió el muchacho—. Nos divertimos, y a demás te cuidaría.
—¿De la oscuridad también? —pregunto ella con intriga. Estaba segura que alguien más le supo decir así en algún momento de su vida.
—Si, de la oscuridad también —respondió el joven aprendiz.
Circe tomo la manzana que le ofreció, e Hisirdoux noto la pequeña sonrisa que se le dibujó.
—Si, me gustaría —dijo ella.
★★★
Na na na season of the witch, na na na *entra cantando* ¿Cómo les va? Espero que bien.
Gente le decimos hola a la primavera y otoño, mis estaciones preferidas 😤 Como amo estas estaciones.
Ah, y también amo este capítulo. Arabella se toma unas vacaciones en el peor lugar para un ser que se crío siendo delicado xd ya lo van a ver en el próximo capítulo.
Esta forma de introducir a Circe es, lo que llamó ✨una joya✨ porque es lo mismo pero más 😭
No diré mucho más de ella en el castillo, porque ya lo van a leer.
En fin, sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨
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