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24, Viaje el en tiempo.

Camelot, XII

Aquella mañana despertó con una gran necesidad de salir del castillo. Con la desaparición de Morgana, estar allí día a día, leyendo algo que no entendía y no tenía a quien preguntarle, le agobiada.

Tras buscar a Lancelot, salieron juntos. Ella se adelantó, siendo regañada por el caballero que se quedaba atrás, pese a ir a caball. A pasos del bosque salvaje, noto una extraña energía flotando alrededor.

Se apuro, pues era algo emocionante. Hacia días que aquella adrenalina se perdió a causa del estado del castillo. Todos estaban enloquecidos, se hablaba de una guerra, del control de la magia, y muchas miradas recaían sobre ella.

Le causaba miedo, pero no lo demostraba. Una enseñanza de Morgana, no demostrar debilidades, menos aquella de las cuales fueran fácil de aprovecharse.

Al llegar al lugar de la fuente, se encontró con, nada más que Hisirdoux. Estaba de espalda, aún así se notaba que vestía inusual, al igual que el color de su cabello. Un poco más colorido.

—¿Douxie? —pregunto con suavidad.

Y aquel muchacho se tensiono frente al sonido de su voz.

No tuvieron mucho tiempo de descanso. No pasó ni dos meses en que el mundo fue puesto en peligro por un dictador intergaláctico. Hisirdoux no se vio involucrado de forma directa, pero cuando Merlín lo invoco, solo pasaron algunos días del ataque y la salvación.

Y tras eso, con emoción de al fin ser útil, se embarcó en un castillo flotante, Camelot. Con cientos de recuerdos a flor de piel, lo creyó tan emocionante como nostálgico. Hasta que hubo un ataque. Lo que llevo a un accidente temporal. Algo que no creyó posible, hasta esa noche.

Cuando cayeron en medio del bosque salvaje, no hizo más que pensar en todo los posibles problemas que eso traería. Estaba afligido, pues sin una guía, no sabía que hacer.

Hasta que escucho su voz, y lo distrajo de todo malestar.

Tan suave y melódica como alguna vez fue. Cargada de dulzura y una extraña inocencia, manchada con múltiples reglas rotas.

—¿Qué haces aquí? —pregunto.

Con cuidado volteo, y se encontró, con quien creyó que era, la princesa más hermosa que sus ojos pudieron presenciar alguna vez. Con el cabello largo, y lleno de ondas, el delicado vestido rosa, y su cálida mirada marrón confundida con lo que veía.

—Arabella —dijo, y dió un paso al frente.

Con seguridad, y sin importarle más nada, sabiendo que podía ser la ilusión más cruel de todas, se acerco hasta tomar sus manos.

—Yo, te he extrañado todo este tiempo —hablo con voz temblorosa.

—Nos vimos hace un momento —contesto ella, dando una pequeña sonrisa.

—Aun así, no he dejado de hacerlo —dijo, y sonrió.

—Uhm, chicos —llamo Jim—, ¿Qué está ocurriendo?

Arabella vio a un costado, y se encontró con un joven troll azul, una jovencita de armadura morada, y un rubio que estaba espantado.

Se vio encantada con la presencia mágica de aquella jovencita, sobretodo la del troll.

—Oh, hola —se acerco a ellos—, ¿Se encuentran bien? —se dirigió a Jim—, ¿Tú estás bien?

Y cuando alguno le iba a responder, tomaron de la cintura a la rubia, para alejarla, y así subirla a un caballo.

No le dejaron explicar nada, y solo los llevaron al castillo como si fueran criminales, a excepción de Hisirdoux, quien iba a un costado del caballero que llevaba a la princesa.

Arabela quiso agilizar todo. Necesitaba hablar con Hisirdoux a solas, y exprimirle cada cosa que supiera, del troll, y la pequeña bruja.

Con la influencia que tenía sobre el rey, logro hacer que a Jim troll lo encarcelaran, y que a Clara no la culparán de brujería por haber movido las sombras. La convirtió en su doncella, con la excusa que necesitaba una nueva, pues Circe ya no podía cumplir con aquel papel siendo la protegida y aprendiz de Merlín.

Cuando al fin, se encontró a Hisirdoux solo, lo tomo de la mano, y lo llevo lejos de la vista de cualquiera.

—Debemos hablar, porque algo raro está sucediendo —dijo ella, tratando de no sonar nerviosa.

Y es que, a pesar de que se veía como Hisirdoux, algo le indicaba que no era él.

Hisirdoux, sabía que ella no era la bruja del futuro. Aún estaba lejos de ser la temida mujer capaz de robarle la magia a alguien que suplicaba misericordia, o maldecir a quien sea sin pensarlo dos veces.

Sin embargo, faltaban un par de días, para que lo fuera. Para que se convierta en aquella temible bruja que se puso contra sus amigos, y alzó la magia sobre ellos.

Y olvidándose de todo por un momento, cuando estuvo cerca de ella, tanto para sentir aquella antigua fragancia a vainilla y flores, la beso. Sin la culpa de estar rompiendo la línea del tiempo, o que tenía novecientos años menos que él. Estaba seguro que si, ello lo recordara en un futuro, no dejaría de molestarlo por hacerlo.

Lo hizo recordando que ella lo haría al día siguiente, y que tras su primer beso, todo lo lindo que te tuvieron hasta ese momento, se fue en picada.

—Tu no eres él —murmuro Arabella, apenas apartándose de sus labios.

—¿Cómo lo sabes? —pregunto, aún sabiendo la respuesta.

—Porque nunca me besarías de esta forma —sonrió, y se apoyo contra su pecho—. Los latidos de tu corazón.

La abrazo, buscando fundirse con ella.

—¿Qué ocurre con eso?

—Son tan calmos —respondió ella—. En serio, no eres el.

—Lo se, siento que me han faltado agallas —murmuro—. No me puedo culpar por eso, es que tú sonrisa me desarma.

Arabella dió una risilla.

—¿Cómo es que cada día entiendo menos tu poesía?

Se aparto, y lo vio confundida. Porque ahora no necesitaba más besos, o muestras de un amor evidente a futuro.

—¿Qué ocurre? ¿Por qué no eres él? —pregunto nerviosa.

—Bien —dijo Hisirdoux.

Se detuvo a pensar un respuesta, que a ella no la volviera loca. Porque decirle que en realidad venia de nueve siglos en adelante, la haría perder los estribos.

Dió un soplido.

—Digamos que estoy un poco adelantado en el tiempo —hablo con inseguridad—, y se algunas cosas.

—¿Cómo qué? —pregunto con diversión Hisirdoux.

—No voy a jugar contigo, y te contaré algo que me traerá problemas con mi maestro —dijo.

Arabella sonrió, y se acerco los pasos que él se alejó.

—Eso no es novedad, ¿Qué podrías decir que pusiera aún más loco a Merlín?

—Lo que te va a suceder si no te vas antes de la batalla que tú madre y el rey van a desatar.

La sonrisa de la joven princesa se borró de inmediato, y con miedo se fue alejando del mago.

—Solo, no entres en pánico —exclamo Hisirdoux.

—¿Qué no que? —pregunto al borde de un colapso.

Hisirdoux se acerco a ella, y la tomo de los brazos, esperando a que Arabella lo viera.

—Respira, debes calmarte, o todo será mucho peor y lo sabes —dijo con calma, y le sonrió de la misma manera.

—¿Por qué debo ser yo la que se debe ir? —pregunto.

No estaba creyendo nada de lo que escuchaba. O más bien, quería no creerlo. Algo, entre sus sueños, le decía que pronto su vida daría un gran cambio, que sería aquello para lo cual se la fue formando por años.

Hisirdoux le contó, ya sin pensar en el problema que le traería eso. Lo único que deseaba era que ella se marchara, y así tener un futuro diferente. Quería que estuviera bien, alejarla lo más posible de las sombras.

Entonces, con un gran pesar en su corazón, y confiando en él, como si tuviera la verdad absoluta, Arabella se marchó esa misma noche. Llorando porque la estaban arrancado de una vida que por años, siendo una niña, soño, se hizo realidad, y lento se iba desarmando.

Otra vez sola. Está vez, con ganas de continuar..

Todos hicieron preguntas, haciendo aún más caótico el castillo, y él solo guardo silencio. Con la incertidumbre de saber qué tan bien funciono el haber abierto la boca.


La actualidad, antes de la noche eterna.

Aquella mañana despertó sola, con la voz de Hisirdoux de fondo, y un malestar que la acompañaba desde el momento en que tomo una decisión.

Salió de la cama, y se puso la remera del pelinegro. Ahora solo debía dar una actuación convincente. Que todos supieran de lo que ella era capaz. Tomar su corazón y romperlo para evitar que corra detrás de ella.

Una vez más.

Se acerco al balcón, y se detuvo a verlo. Hablaba entre lo alegre y fastidiado. El sol lo acariciaba con sus suaves rayos, y lo hacían ver cómo todo lo que ella siempre deseo.

Era la paz que le daba verlo bien, a causa de ella. Entonces supo que no estaba lista para perderla, una vez más. Lo puso a él por sobre la decisión, y eligió tener algo diferente.

—Douxie —lo llamo.

Él volteó, algo aterrado de que haya oído todo.

—Hablamos luego —dijo, y corto la llamada—, Bella, por favor.

—Quiero que hablemos —dijo ella—, me debes detener.

El pelinegro se acerco apurado, y asustado. Ella se veía aterrada, y a él se le hacía doloroso cada latido por verla así.

—Dime que pasa —dijo, y tomo su mano.

—Yo, yo quiero, no no quiero, pero debo hacerlo —dijo, al borde del llanto.

—¿Qué debes hacer? —al notar un leve temblor, le sonrió—. Respira, debes calmarte.

No iba a fingir que se sentía curado de sus engaños, aún sabiendo que no paso el tiempo suficiente, y que todavía le faltaba mucho por sanar. Pero verla así, le preocupaba perderla, y lo que su corazón sufriría si Arabella seguía rompiéndolo.

—Despertar a Morgana, para poder matarla —conto, y se largo a llorar.

Se abrazo a Hisirdoux, que atónito, no tenía fuerzas para alzar los brazos y poder consolarla.

—Si ustedes me odian por eso, no importa porque se que puedo detenerla, y que esten a salvo —continuo entre lágrimas—, pero no sé si pueda hacerlo. No quiero que me odies. No quiero volver a perderte.

Fue con eso, que recupero las fuerzas que perdió, y la abrazo, buscando detener sus lágrimas, y el dolor que nacía de oírla. Por primera vez en muchos años, sentia su dolor como propio.

—No lo hagas —murmuro—, buscaremos otra solución. No hagas esto sola.

—No quiero —sollozo—, y tengo miedo. Temo a lo que Morgana pueda hacer si no estoy de su lado.

Hisirdoux la aparto, sin soltarla, y noto la tristeza en su mirada marrón.

—¿De que hablas?

—Ella, cuando era joven, no me dió opción —respondió—, si me negaba les podía hacer algo. A Circe, a ti.

—Bien, estamos en el presente, y tu no estás sola —le sonrió, y tomo de las mejillas—, está vez, todo será diferente.

Le dió un beso, que Arabella lo sintió como el sello necesario, para poder darle un fin, un cierre, a la agonica sensación causada por su madre.

—No quiero perder está oportunidad —dijo ella—, por si nos quedamos sin tiempo …

—No —Hisirdoux la detuvo con otro beso—, siempre habrá tiempo.

—Te amo —dijo ella apurada—, siempre te ame. A pesar de todo, y por sobre todo, siempre fuiste tu.

Hisirdoux dió un suspiro, aguantando las lágrimas de felicidad que nacían de oírla.

—Cuando todo esto termine, te dire todo lo que siento por ti. Desde los dolores de cabeza, hasta la forma en que mi corazón palpita cada vez que te veo.

—Bien, confío en ti —ella sonrió, y le dió un corto beso—, confío en que cuando todo esto termine, podremos vivir una vida mejor, y me dirás todo lo que me tengas que decir.

★★★

Ah, hola mis soles, un capítulo lindo para ustedes ✨✨✨

¿Cómo están? Mejor porque les día algo no tan doloroso ¿Cierto?

Sepan que ... Aunque quiero dejar de escribir puras desgracias, tengo algo en mente que solo es pura desgracia. Ah, no se. Tengo tanto, que quedará como un veremos.

En fin, sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨

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