19, Una cara bonita.
Se oyeron gritos. Estaba prohibida la entrada cuando se encerraban en el cuarto, y mas aun cuando alzaban las voces durante una discusión que se hacia eco por fuera.
—No podrás ir muy lejos sin mi —exclamo Desdemona.
Arabella rio por eso, y la sangre de la hechicera hirvió bajo su piel pálida.
—¿Cómo crees que llegue hasta acá? —pregunto desafiante—. ¿Piensas que eres la única en decirme esto? Mejor mira un poco fuera de tu burbuja, porque ya lo hice.
Se acerco a ella, y la vio fijo a esos ojos azules, que ahora ardían de enojo.
La historia de ellas comenzó cuando Arabella se vio vulnerable luego de lo de Starael, y Desdemona solo la quería a su lado, para demostrar que era capaz de retener a la bruja mas buscada de Inglaterra y mas. La llevaba de un lado a otra, mostrándole un mundo que a Arabella se le hizo frívolo a su lado. Porque por mas que amara los bailes, las reuniones sociales, y lucir los vestidos mas lindo de todo un salón, había días que solo quería silencio y la hechicera se negaba a oírla.
Se dio cuenta que se convirtió en su muñeca, y que la usaba a su antojo mas de lo que creía. Desdemona solo la quería para ella, y nadie mas que ella se decía ser capaz de darle lo que necesitaba.
Cuando comenzó a extrañar a sus amigos, sobre todo a Hisirdoux, y noto que sin Desdemona no podía ir a ningún lado sola, supo que debía marcharse antes que la hechicera hiciera alguna locura contra ella.
—Espera —la detuvo antes que diera un paso fuera del cuarto—. Hablemos de esto, con un té. Por favor, se que lo podemos solucionar.
Sirvió dos tazas, y le ofreció una a la bruja.
—Lo hablemos —insistió.
A punto de darle un sorbo, el aroma de la bebida se le hizo tan extraño para un té, y familiar para una pócima. Lo alejo de su boca, y derramo sobre la alfombra.
—Ya no hay nada que hablar —gruño, y dejo caer la taza.
En cuanto cruzo la puerta, Desdemona perdió cualquier control que tenía sobre su ira. Arabella se marcho de ahí, con los gritos de la hechicera de fondo, y lo desconocido al frente.
Londres, 1635
Llevaba una vida que antes no. Por estar cansada de ir detrás de alguien, por cuidarse de que no la atrapen. No iba a negar que con el paso del tiempo, sus escondites no lo eran tanto, y aunque debía tener una mejor capacidad de ocultamiento, era lo único que no le salía hacer a la perfección. Le gustaba ser vista, y hacerse ver, a demás de servir como distracción durante las cacerías, porque según ella huir de problemas se le daba mejor.
Es que sin notarlo, estaba dando una mano en la red de ayuda mágica. Mientras un par liberaban a mujeres a punto de ir a ser quemadas por brujería, ella distraía a los que apresaban a las victimas.
Lejos de estar en la lista de las mas buscadas, lideraba el ranking. Por eso ahora se ocultaba mejor, y andaba mas callada. Le encargaba a White que llevara las cartas a la red de ayuda, y no salía de ser muy necesario. Esperaba a que haya una gran numero de mujeres presa, que solo un par. Sabiendo que nos las iban a sacrificara a todas juntas, se daban esos tiempos de extraña calma.
•
Casi no tenia noticias de Galaga, y se mantenía en una relación algo conflictiva con Hisirdoux. Él le insistía en que debía dejar Inglaterra, por su propio bien, y ella le insistía en que él no estaba entendiendo la situación en la que se encontraba, no solo ella sino varias otras mujeres.
Fuera de eso, lo que sentían el uno por el otro, iba mas allá del momento histórico en el que se encontraban. Podían estar lejos por meses, esquivando sus presencias, negando que ya no podían seguir haciendo caso a los desenfrenados latidos de sus corazones, buscando la cientos de formas de ofenderse para desprenderse de sus mentes, y almas, sin embargo, contra todo eso, se volvían a encontrar. Sus defensas se debilitaban, y claudicaban frente a los incontrolables latidos de sus corazones, y los frescos recuerdos albergados en sus mentes.
—¿Cómo te sientes? —pregunto Hisirdoux.
Ella lanzo un suspiro, y lento fue abriendo los ojos. Estaba muy agotada. Venía de una semana tormentosa en torno a las cacerías de brujas.
—Algo cansada —respondió—, me duele la cabeza todavía.
—Si el hechizo de ilusión que hiciste fue demasiado —dijo Hisirdoux, y le dio un beso en la sien—. Nunca creí que fueras capaz de hacer esas replicas.
—Bueno, vivir con Desdemona me ha servido de algo —dijo, y con lentitud se fue sentando.
Estiro los brazos, y dio un bostezo. Hisirdoux aprovecho aquella rutina felina, para darle un abrazo. Se quedaron allí, sintiendo sus corazones, y como la mañana se iba haciendo cada vez mas cálida.
Era la clase de paz, que aprendió a disfrutar a su lado. Era la primera vez en tanto tiempo, que estaba en el mismo lugar que él. Casi un año de estar juntos, que ya pensaba que iba a vivir junto a él por lo que restara de sus vidas. Y eso, le agradaba demasiado.
—También tuve miedo —murmuro la rubia—. Por un momento pensé que ninguna iba a salir viva de allí.
—Creo que has hecho mucho.
Hisirdoux se aparto, y la vio fijo a los ojos. Noto su mirada mas cansada, y como aun no volvía a su cálido color marrón. Seguían teñidos de rosa, algo apagado en comparación con otras ocasiones.
—No puedo ceder mi lugar —dijo y lo tomo de las mejillas—, soy la bruja mas antigua, y los cazadores saben de quien soy hija, y quienes trabajan para mi. Es una ventaja.
—Si, lo se —dijo, y puso sus manos sobre las de ella—, pero que tal si un día ya no les importa eso.
Ella sonrió, y le dio un corto beso en los labios.
—El día que eso pase, hare algo para recordarles con quien no meterse —murmuro sin apartarse demasiado.
Odiaba las peleas sin sentidos que llegaban a tener, pero amaba cada mañana que despertaba a su lado, y lograba a recordar que una parte de su corazón le pertenecía.
•
Durante el desayuno, Circe fue junto con Zoe de visita. Con esta ultima habían logrado hacer las pases, ahora eran buenas amigas, que como todas sus amistades, tenían sus persecuciones.
Mientras que Zoe ayudaba a plantear las rutas de escape, Circe se encargaba de las curaciones. Disfrutaba dar una mano, más aún sabiendo que podía usar su propia magia sin problemas, pues parecía ser que nadie la buscaba, y su vida se hizo más relajada.
Cada tanto viajaba junto a su esposo, buscando ingredientes, hechizos, maneras de hacer magia más poderosa y que fuera capaz de ayudar en casos de emergencia.
No le temia a su propia naturaleza, y siempre buscaba la manera de usarla al favor de todos.
—Por cierto, alguien quiere hablar contigo —dijo Hisirdoux.
Arabella lo vio desde su lugar, y formulo una pregunta a través de la mirada.
—No te preocupes es de confianza —respondió.
—¿Cómo sabes? —pregunto Zoe.
—Si, la comisión mágica no están siendo de mucha ayuda con la red —hablo Circe.
—Trabajamos juntos —dijo, y se fue a sentar al lado de la rubia—, claro, no le dirás la ubicación de la red. Es mas que nada para saber que se puede facilitar.
—Ja, claro que sí —murmuro la peliroja.
—Doux —dijo Arabella con cierta duda en la voz.
—Es mago, por eso confió en él —dijo y le sonrió—, y para que estés mas tranquila, Thomas ira. Sera tu respaldo.
—Porque Thomas me ama tanto —dijo Arabella burlona.
—Él tiene a su hermana en la red, así que deberán dejar sus diferencias de lado.
Aun sin estar del todo convencida, decidió ir. No tanto por ella para lavar su imagen, sino por las mujeres que necesitaban de los recursos de los cuales carecían.
•
Se junto con Thomas a media noche. Era cierto que no se llevaban bien, la primera razón era porque el mago tuvo una relación sentimental con Hisirdoux, y la segunda fue que Arabella le tendió una emboscada de muy joven.
—Pericles —dijo al verla.
—Señor Brown —Arabella le sonrió—, ¿Dónde esta el compañero de Douxie? No quiero estar al aire libre tanto tiempo.
Thomas busco con la mirada a su compañero, y saco el reloj para ver la hora.
—Debería estar llegando —respondió—. Que raro, se paso la hora por algunos minutos.
—¿Qué tiene de raro? —pregunto la rubia.
—Estamos hablando de alguien puntual —respondió con extrañeza.
White salto al hombro de la bruja, y olisqueo el aire.
—Debemos irnos, algo no anda bien —murmuro la gata.
—Confió en mi familiar, nos vamos —ordeno Arabella con seriedad.
Al darse la vuelta, se quedo quieta al ver quien estaba detrás. Ninguna emoción atravesó su rostro, y el enojo se vio reflejado en sus ojos.
—Nadie ira a ningún lado —dijo Desdemona, y sonrió.
Fuera de la circunstancia, no podía dejar de pensar que la hechicera rusa tenía el gesto más bello que alguna vez pudo era. Era una sonrisa perfecta, siempre de color rojo, mostrando una dentadura brillante.
—Te dije que vendría —dijo un rubio a su lado—, le mandare saludos a Hisirdoux cuando lo vea.
Thomas se puso delante de Arabella, y vio con seriedad tanto a la hechicera como al mago.
—Nadie ira a ningún lado —dijo—, la señorita de Pericles esta bajo mi jurisdicción.
—Señor Brown, pensé que lo haría mas fácil —dijo Desdemona.
De un chasquido lo hizo dormir, y a White también. Ambos cayeron al suelo. Arabella no hizo ningún movimiento, solo alzo las manos al frente. Estaba cansada, tanto que no estaba lista para hacer algún otro hechizo sin desmayarse en el intento.
Fue esposada por el compañero de trabajo de Hisirdoux.
—Le debemos agradecer al señor Casperan por esto, nos facilito el trabajo —murmuro tras ponerle las esposas.
Arabella sintió que su magia se iba apagando, hasta terminar de robarle las fuerzas. La bloquearon con magia antigua. Le arrancaron el collar, y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Andando, nos espera un largo viaje —dijo el hombre.
—Te vas a arrepentir de esto —murmuro al pasar al lado de Desdemona.
—Te dije que no irías muy lejos —sonrió con malicia.
•
Tras la primera semana, dejo de contar el tiempo que pasaba. Se hizo a la idea de que en cualquier momento la iban a colgar, quemar o cortar la cabeza. Cual fuera su destino, lo tenía asumido.
Donde estaba no podía ver el sol, ni sentir el aire correr. Era la única en aquel calabozo oscuro y húmedo. Después de unos días, las condiciones dejaron de ser humanas. No cruzaba palabras con nadie, y las comidas cada vez se iban alejado mas y mas. Estaba segura de que la habían puesto en en el pozo mas oscuro y alejado de la sociedad inglesa.
No podía hacer ningún hechizo ni nada, a causa de los barrotes hechizados, y el grillete en el tobillo que le robaba cualquier vestigio de esperanza cada vez que sentía la magia volver. La debilidad no le permitía levantarse, y cuando lo hacía volví a caer tras dar unos pasos.
No quería echarle la culpa a nadie, mas que a ella misma. Algunas veces pensaba en lo que Morgana le solía decir acerca del aprendiz de Merlín. Era una distracción, y tras esas rejas creyó que si. Se dejo convencer, aun cuando no podía confiar en nadie de las personas con las que él trabajaba. La comisión aun quería su cabeza, sin importar nada, y ella se entrego en la una charola de plata.
Quizás un mes, o medio año, era de día o de noche, llovía o estaban en plena primavera, pero apareció ella. Brillando con todos sus colores pálidos, sonriendo victoriosa de al fin tenerla de alguna manera cruel.
—Creo que te hace falta un poco de sol —dijo Desdemona.
—Que suerte tienes —murmuro Arabella—, patearía tu huesudo trasero con la mitad de magia que tienes.
—Si, pero no lo vas hacer —contesto la hechicera—, porque tu estas ahí, dejando que tu hermoso rostro se pudra.
Se agacho, para estar a la misma altura de Arabella, y logro tomarla del rostro. La bruja no puso resistencia, pues no tenía la energía para nada.
—Aun así, sigue siendo tan hermosa —dijo con disgusto—. No hay nada que te lo pueda quitar.
Hizo una pausa, y sonrió con malicia.
—Bueno, hasta ahora no existía nada —dijo, y ladeo la cabeza a un lado—. Espero que no te moleste que probemos algo nuevo contigo.
Se puso de pie, e indico con la mano que alguien mas se acercara. Un hombre llego, y Arabella tembló al verlo. Era muy grande, con una mirada verde escalofriante. Y su sonrisa, aquella vacía de cualquier buena intensión le hizo temblar.
—Los dejare para que se conozcan —dijo Desdemona.
•
Lo que ocurrió fue demasiado rápido. Sabía que no iba a poder huir a ningún lado. Lo que también desconocía era lo que iba a suceder en cuanto las rejas se cerraran detrás de él. Estaba segura que iba a poder aguantar cualquier tortura, porque con el tiempo estas solo serían una marca en su memoria.
—Eres hermosa, demasiado —dijo y la tomo del rostro con fuerza—, la debilidad de cualquiera que te vea.
—Por favor no —suplico—, puedo ofrecerte algo mejor.
El hombre sonrió, y desenfundo una daga. Con el filo brillante y frio, Arabella se vio reflejada en el, después de mucho tiempo sin verse el rostro. Aquel que pese a la falta de limpieza, y comida, seguía viéndose bello.
Tan pálido y delgado. Con ojeras, y los pómulos que sobresalían. Bañado en lágrimas que arrastraban la desesperación que vio reflejada.
—Una bruja como tu, no tiene nada que a mi me interese —contesto.
Sin esperar, ni oír sus suplicas y lamentos, paso el filo de la daga por el rostro lleno de pavor, y bañado en lagrimas. Arabella grito, no por el dolor físico, sino por aquello que nacía con las defensa bajas. Sin poder defenderse de ninguna forma, vulnerable como alguna vez supo estar.
El filo corto la delgadez de su piel, y está se baño con el único color que brillaba bajo tal palidez. Ardía, y quemaba. Y la cortadura no se cerraba.
Se desmayo, y el mundo se olvido de ella. Se hundió en la oscuridad más profunda que nunca supo como hizo un día para salir de ahí.
•
Un día despertó. Con los suaves rayos del sol acariciando su pie, oyendo las olas romper en el fondo. Seguía sin fuerzas, o no recordaba haberlas tenido alguna vez.
—¿Dónde estoy? —logro preguntar.
—Portugal —respondieron.
Su voz, la de una mujer, la pudo reconocer.
—¿Nomura?
—¿Quién mas sino? —pregunto.
La ayudo a sentarse, y le ofreció agua. Con los minutos, le dio algo para comer, que con lentitud lo fue masticando. Cualquier movimiento que hacía le dolía, así como las lagrimas que de pronto comenzaron a caer.
—Lo que te han hecho, merece una venganza —dijo la cambiante, y le acerco el collar.
Arabella creía aquella pieza perdida. Pudo sentir algo de magia correr de sus manos hasta el centro de su cuerpo.
—No se si podre —murmuro la bruja, observando el collar con atención—, no soy tan fuerte como pensaba.
Nomura le paso un espejo, y la obligo a verse en el. Aquello le significo un antes y un después. Tomo aire, y de pronto sintió su magia arder bajo su piel dañada, explotando desde el centro hacia todos lados. Aquella marca le atravesaba casi toda la cara, desde la ceja, hasta la mejilla, se abría como una cicatriz que estaba segura que nunca se la iba a poder sacar.
Que agrietaba todo aún más de lo que estaba.
—Se donde esta ella —dijo Nomura, y le sonrió.
—Y yo se que hechizo usar —murmuro Arabella.
★★★
Hola mis soles ¿Cómo les va? Espero que bien ✨✨✨
O mejor que a la brujis. Perdón por traerles capítulos tan adversos, ah, y el que sigue no es mejor que este, y el otro tampoco.
Igual no se preocupen, no tendrá más lesiones físicas, y tendrá su luz, a la larga, la tendrá 😤
Bueno, sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨
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