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18, Preguntas sin responder.

1457, Londres.

Entro a esa pequeña habitación que era su oficina. No se podía quejar por el tamaño del lugar, porque era lo que le tocaba por ser el nuevo. La realidad es que no se quejaba de nada de lo que le tocaba por ser el nuevo en un puesto bajo dentro de la comisión mágica.

Zoe le ayudo a entrar, y su historial a quedarse allí. Solo esperaba que el lugar no fuera una gran decepción, porque ver el mundo mágico desde otro lugar por mucho tiempo le llamo la atención.

Y como en todas las oficinas de ese lugar, un dibujo que no podía dejar de ver, sin suspirar porque merecía algo mejor que ser una cara de las más buscada, estaba en la mesa.

—Es un buen ángulo —dijo alguien.

Alterado por su voz allí, la busco. Volteó y ahí estaba. Tan sonriente como la última vez que la vio, o sea días atrás. Ese era un secreto, que si salía a la luz le traería graves problemas.

—¿Perdiste la cabeza? —susurro.

Se acerco a la puerta y puso un hechizo. Que alguien entrara en la oficina con la bruja que cazaba a otras brujas provocaría el peor caos.

—Un poco, pero lo que tengo que decir —dijo, y se acerco a él—, no puede esperar.

—Creo que aún me espían para saber si te veo —murmuro Hisirdoux—. El hechizo de Baltimore no va a funcionar por mucho tiempo, deberíamos vernos en ...

—Estoy embaraza Casperan —le interrumpió.

—Francia.

Quedó mudo, esa sonrisa le quitaba todas las palabras, y su noticia lo estremeció por completo. Lo creyó de inmediato, pero no se hizo a la idea tan rápido. Dejándolo tan atónito como corto de cualquier oración que pudiera decir. 

—Felicidades, serás papá —exclamo Arabella.

—¿Si? ¿Yo? ¿Papá?

Ella asintió, y una lágrima resbaló por su mejilla como confirmación. Hisirdoux la abrazo de inmediato, y soltó todo el aire que se había quedado en sus pulmones, acompañado con una risa, y varias lágrimas.

La soltó para verla mejor. En esa sonrisa radiante, en su mirada café más iluminada que cualquier otra mañana, encontró la verdad de sus palabras.

—Ven, ven —dijo, y la tomo de la mano.

Fueron hasta el pequeño escritorio. Él se sentó, y ella sobre su regazo. Mientras Hisirdoux hablaba de algo en relación a un futuro hijo, Arabella paseaba su mirada por los archivos que allí había.

La última bruja como ella que cazo, sucedió diez años atrás. No tenía nada de especial, al igual que las tres anteriores. Eran todas pobres mujer que se escondían en las sombras por temor a lo que otros le podrían hacer, y sin pensar que alguien con su propia magia les hiciera daño.

Era la cazadora, y la mensajera. Una sonrisa que nadie creía ser capaz de hacer alguna maldad, hasta que la luz se iba y su mirada se iluminaba. El cuervo rosa que posaba en la rama de algún árbol, y solo significa desdicha. La hija de Morgana que le da las órdenes a los cambiantes. El rostro bonito que no tenía miedo a ensuciarse las manos de ser necesario.

Ahora quería ser un poco más, antes de ser madre. Y un nombre entre tanto papeles le llamo la atención.

—Y luego de tanto tiempo, te capturo. Ahora sí no tienes escapatoria —dijo Hisirdoux.

Ella sonrió, olvidándose por un momento de sus propios pensamientos.

—Lograste lo que nadie pudo, cariño —contesto, y le dio un suave beso en los labios—. Debo salir de aquí, e ir a decirle a tu hermana.

—Va amar la noticia —dijo emocionado.

Llamo a la puerta, y esperaba a que la atiendan de inmediato. Los términos de su relación quedaron en verse con desprecio cada vez que sucedía. Desde el momento en que adquirió magia, parecía haberse hecho aún más arrogante de lo que era.

Además se le sumaba, que Galaga no terminaba de aceptar que los sentimientos que ella tenía por Hisirdoux iban más allá de lo que él o cualquiera podía imaginar.

—¿Qué quieres? —pregunto irritado al abrir la puerta.

—Hola a ti también —respondió con disgusto.

Lo vio de arriba a abajo, y luego llevo la vista a sus ojos.

—Cierra tu bata cariño, no querrás resfriarte —dijo, y paso.

Galaga vivía en Berlín. Una ciudad que a Arabella le disgustaba demasiado, sin embargo allí encontraba la verdadera personalidad del mago.

—¿Qué quieres tan temprano? —pregunto yendo detrás de ella.

—Es casi medio día —contesto—. Galaga, has perdido ...

—¿Todo?

—Iba a decir la noción del tiempo, pero veo que todo también.

—Así funcionan las partidas de poker —dijo, dando una sonrisa socorrona.

Galaga se apresuró a llegar al centro de aquel departamento en que vivía, y se sentó esperando a que Arabella actuara. Porque verla a ella solo podía significar que le iba a pedir algo.

La relación amorosa que tuvieron, se fue perdiendo con el tiempo, más aún cuando ella tenía mucho más claro los sentimientos hacia Hisirdoux que hacía él. Y Galaga parecía ser que los sentimientos hacia cualquiera se iban desdibujando hasta no ser nada, y que las personas sean de solo uso.

Algo que surgió a causa de tener magia. Porque Arabella no lo recordaba tan alejado de lo que las personas le causaban, o lo que ella le podía provocar.

—Necesito tu ayuda —hablo—. Digo, si aún te queda algo, me puedas dar una mano.

Él sonrió, y ella trato de no suspirar al verlo.

—Si, ¿Qué más podría hacer por ti? —se cuestiono.

La rubia rodó los ojos, y le pasó un archivo. El sello que tenía sobre la tapa, Galaga lo reconoció de inmediato.

—¿Vienes de ver a tu novio? —indago—, ¿Sabe que le robas archivos?

—Uno menos, no le hace daño a nadie —respondió—, mientras que a mí esto me ayuda.

Comenzó a caminar, viendo el lugar en donde estaba viviendo su ex. Sombrío como él lo era, pensó al ver la oscuridad a su alrededor. Y no negaba que ella también tenía algo de esa sombra, sin embargo no se notaba en su entorno.

—Ya van cuatro — dijo, y se puso de pie—. ¿Qué más quieres? Después de la primer bruja, las demás supieron que no debían usar magia de absorción.

—Y quedan seis, no me importa lo que ellas hagan, siguen quedando, conmigo, siete brujas de vasija.

Volteó en cuanto lo sintió detrás suyo, y le sonrió con malicia.

—¿Y sabes? Mi número favorito es el uno —añadió—. Búscame sobre este tipo, y estaré más cerca de eso.

—¿Qué ocurrirá cuando llegues a ser la única?

Aún siendo que ella no lo amaría como deseaba, no dejaba de preocuparse cuando, cada día que pasaba, Arabella se perdía más y más. Aunque dudaba que quedará algo de ella.

 —No lo se, por eso sigo haciendo esto ¿No es divertido? —preguntó graciosa—. Ahora has tu trabajo, que después de este brujo no sabrás mas de mi. 

—No tengo tanta suerte —dijo, y se aparto de su lado—. Veré que puedo hacer. 

Fue esa misma tarde que recibió la dirección del brujo misterioso. Francia, en un pueblo muy pequeño, con pocos habitantes a causa de una peste que los azoto hasta reducir el numero.

 Espero a que el sol cayera, y las calles fueran a penas iluminadas por las velas de los hogares. White iba con ella, aun mas atenta que en cualquier otra ocasión. La gata fue la primera en recibir la noticia, e hizo hasta lo imposible para detenerla. La única opción que le quedo, era ir para evitar que se lastimara con lo que sea. 

—No me gusta nada esto —dijo la gata, al ver que se metían al bosque. 

 La luz era la misma, solo que la luna lo ambientaba todo un poco mas tenebroso. Los arboles delgados, los animales ocultos que no dejaban de moverse, haciendo ruido, la neblina que se alzaba, obstruyendo la vista . Todo ayudaba a que el lugar sea una sentencia asegurada. 

—Lo voy a volver a repetir, esto es una mala idea en tu nueva condición —susurro White. 

—Estoy segura que será una niña, y desde ya le voy a enseñar como se hacen algunas cosas —dijo Arabella, sonriendo con dulzura.

—No puedo creer que le quieras enseñara a tu hija, que aun sigue dentro tuyo, como se una ladrona —dijo tratando de no sonar espantada. 

 Arabella solo rio, y siguió el camino hasta perderse en el interior de aquel bosque. 

 Cuando llegaron del otro lado, se encontraron con una cabaña. No había una luz, y el sitio parecía abandonado de hacía mucho tiempo. 

—Esto se siente raro —dijo la rubia. 

—Bien, nos vamos —contesto White. 

—No, hay que ver que mas hay. 

—Diosas, Arabella, ¿Puedes pensar un poco en tu futuro? —pregunto preocupada—. Ya no estás sola.

Ya no estas sola, repitió en su mente. Estaba segura que alguna vez Morgana le dijo eso, cuando era muy pequeña, o para quitarle de encima el enojo que le provocaba no verla por algunos días. Sin embargo, ahora tenía un significado diferente, porque de verdad ya no era ella sola, quitando que su familiar la acompañaba a todos lado. 

—Tienes razón —murmuro—, hay que irnos de acá. 

 Dio la vuelta, y al dar un paso en dirección al bosque, algo golpeo con fuerza su cabeza.

—Es cierto —oyó antes de cerrar los ojos—, no estás sola.

Todo a su alrededor se torno aun mas oscuro. 

Despertó estando atada a una silla. Un fuerte dolor nacía en la parte de atrás de la cabeza, y en sus ojos. Veía borroso, a la par que no veía nada mas que una sala vacía. 

—Gracias por venir —dijo un hombre—, me ahorraste muchas molestias. 

—¿Qué? —balbuceo, y enfoco la vista al frente—. Tu, ¿Eres el brujo?

—Si, un gusto, Starael para servirte —dijo, y dio una sonrisa espantosa para la bruja—. Sabes quien soy. Me alegra que mis pistas llegaran a ti. 

—¿De que pistas hablas? Solo robe un archivo suelto —dijo de mala ganas Arabella. 

—Y fue lo suficiente para que llegaras a mi —dijo con cierta alegría—. Iba darte una sorpresa en Londres, pero te vi rodeada de gente. Para ser la bruja mas buscada, no estas tan oculta. 

 Arabella rodo los ojos, y dio una corta risa. 

—Prefiero ser vista, la gente teme mas cuando me ven pasar —contesto. 

 A punto de hacer un hechizo para soltarse, un fuerte dolor de cabeza, le hizo retorcerse en el lugar. Fue algo de unos minutos, que pronto se sintió como la descarga eléctrica de Zoe. Le quitaba el aliento, y le provocaba fuertes latidos que le hacía pensar que el corazón se le iba a reventar. 

—Si, no intentes nada bonita —dijo cuando Arabella volvió a estar tranquila. 

 Se acerco a ella, y le alzo el rostro tomándola del mentón. Sus ojos estaba de un tenue color rosa que se mezclaba con la magia que enloquecida saltaba dando chispas. 

—¿Que es esto? —logro preguntar.

—Un truco —dijo sin dejar de sonreír—. Algo que veo que no sabes usar, mezclar magias.

Paso el pulgar por la mejilla de la bruja, para secar la lágrima que iba cayendo.

—Se que vienes por mi, una tontería dada tu condición —murmuro. 

 Arabella noto en sus ojos verde una extraña maldad. Algo que muy pocos hombres de poder tenían cuando la veían tan vulnerable. 

Tan vulnerable. No dejaba de pensarse de esa manera. Le daba impotencia sentirse así, mas cuando tenía a alguien a quien proteger. 

¿A quién estaba protegiendo? Dudo por un momento, y dejo escapar mas lagrimas. Estaba segura que no protegía mas nada. La magia usada en ella, era su propia magia, aun mas extraña. Porque estaba replicando algo mas. 

—Déjame, y juro que no me volverás a ver —murmuro. 

 Otra descarga le arrebato un grito de dolor, que reboto contra todo muro, y estaba segura que se llego a oír en el pueblo. Su espalda se arqueo hasta el limite, y el corazón golpeo con fuerza, amenazando con romper sus costillas. 

Cualquier esperanza murió.

—¿Cuántas de tus victimas habrán dicho lo mismo, y tu solo te reíste en sus caras? —pregunto—. No puedo permitirme cabos sueltos ¿Eso te es familiar?

Claro que le era familiar, y le enojaba que estuviera usando sus líneas en ella. Le enojaba la situación en si, y el estar donde estaba por codicia propia.  

—Muy familiar —murmuro. 

Con rapidez, hizo la cabeza hacia atrás, para volver y darle un cabezazo. Starael se fue hacía atrás por el impacto, empujándola, haciendo que cayera al suelo. Con algunos movimientos logro zafarse de las sogas mágicas que la apresaban, y se puso de pie. 

 De pronto sintió que la magia corría bajo su piel, dándole un poco mas de fuerza, un poco mas de furia, tiñendo sus ojos de rojos, haciendo que las lagrimas cayeran hirviendo.

—Te arrepentirás por hacerme esto —exclamo.

Sus manos se iluminaron de un fuerte color rosa. Aquella luz escalo por sus brazos, hasta mezclarse con las lágrimas que no dejaban de caer. De pronto la magia del lugar se movía en su dirección, adentrándose bajo su piel.

Se convirtió en un caudaloso rio descontrolado, a punto de llevarse todo a su alrededor.

 Starael la vio acercarse lento y amenazante, trayendo con ella una energía pesada. Se arrodillo, y le suplico. 

—Te equivocaste conmigo —hablo—. Todos se equivocan conmigo. 

—Es cierto —dijo apurado—. Por eso ruego tu perdón, y pido que hagamos una alianza. 

—Eso me suena familiar —murmuro.

 Arabella lo vio con atención, y tras unos segundos de silencio, rio con fuerza. Desatando la magia que tenía retenía, haciendo que el lugar sea mas denso, hasta no poder respirar con normalidad.

—No, no, no —se inclino, y lo tomo del mentón—, trabajo sola, ahora mas que nunca.

 Si le preguntaban que paso entre que tomo a White desmayada, y salió de la casa, y antes de eso, Arabella sería incapaz de responder con seguridad. No era capaz de responder con seguridad a nada. Ni como llego a Londres, ni la reacción de Hisirdoux al verla como un ente en la entrada de la casa. 

Con el cabello teñido de rosa, la mirada apagada, y el rostro marcado por las lágrimas de momentos atrás.

—¿Qué, qué ocurrió? —pregunto, y no obtuvo una respuesta.

 Tampoco pudo responder como hizo para recordar el hechizo que uso en él para borrarle un día entero de la cabeza, o porque no lo hizo con su propia memoria del todo; ni como se fue, o como es que desapareció por largos y silencios meses.

 Ese día lo enterró junto con las pruebas de que algo crecía en ella. Se quemo junto a sus memorias. Se murió frente a la esperanza de que era capaz de llevar una vida ordinaria, o tan solo de formar algo que proteger de un mundo que no hacía mas que temerle.  



★★★

Ah, por favor, bajen las antorchas.

¿Cómo les va? Espero que de alguna forma compresible.

Este capítulo es totalmente abierto, no digo nada con seguridad, pero a la vez si.

Yo advertí que está vida de Arabella era mucho más turbia o perturbada que la canon.

Y hasta el siglo XX no van a haber muchas cosas lindas 🥺

En fin, sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨

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