Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

16, Estragos mágicos.

No pensaba mucho en lo que lo diferenciaba de ese mundo en el cuál se vio involucrado, casi de inmediato. Era feliz viendo a Arabella usar magia, que Circe pudiera controlar la suya sin problemas, y reírse cuando a Hisirdoux parecía no salirle algún hechizo.

Lo veía a lo lejos, y no por eso se sentía lejos. Lo contrario, creía estar más cerca que nunca. Hasta que la conoció a ella. Otra conocida más de la bruja que le arrebato el corazón. Otra más que traía intenciones difíciles de descifrar. Alguien que ponía en dudas lo que sentía con respeto a la magia.

Desdemona no era de esas hechiceras a la cual le caía bien la gente sin magia. Está les sonreía, porque ellos sabían que era una diplomática que abría puertas. Cuando los humanos le daban la mano, ella tomaba hasta los hombros, y tenía el gran poder de convencer a cualquiera de hacer lo que sea.

Era está doble cara lo que a veces le dificultaba conseguir ciertas oportunidades. Porque, por muy hermosa que era su sonrisa, su mirada azul, tan fría como un témpano, no era de fiar en un principio.

—Luces muy fría —dijo alguien detrás suyo.

No era la primera vez que escuchaba eso. Rodó los ojos, y volteó a ver de quién se trataba.

Fue allí que ambos se conocieron. Hacia un par de semana que cumplió cien años, y seguía tan joven como la noche en que una flecha oscura atravesó su pecho. Y una joven hechicera de magia muerta llegaba a su corazón para evitar irse a las tinieblas.

Ella oyó hablar de él; él oyó hablar de ella. Se vieron una vez, y fue suficiente para buscarse una vez más.

—Si, ví como te retorcías frente a toda esa gente —continuo Galaga—, aún así no dejabas de sonreír.

—No se de qué hablas —dijo ella y pasó a un lado—. No te metas en mi camino.

Le sonrió, y siguió, con Galaga por detrás. La detuvo antes que saliera del pequeño salón, y ambos se vieron. De una forma tan intensa, que el mismo aire que respiraban se tornó pesado.

—Ah, veo que no soy la única que no puede conseguir algo —dijo, y amplió un poco más su sonrisa—. Acaso tú gatita no te da la atención que mereces.

—Mi gatita —dijo Galaga, e hizo un leve mueca—, se está ganando a tu gente. Aprendí con el tiempo …

—¿Qué?

—No te va a gustar saber —dijo, y dio una risilla.

—Continúa, muero por saber que aprendió un simple humano que vive por encima del resto.

Galaga sonrió coqueto, y bajó la vista. La tomó del mentón, y rompió cualquier distancia que hubo. La besó con lentitud, sin el miedo que Desdemona ocasionaba, menos por recibir un golpe de ella.

—La realidad es que, ya no quiero hablar de ella —murmuro en sus labios.

—Tampoco pretendo seguir haciéndolo —dijo ella por lo bajo.

—Bueno, ahora tenemos algo en común —respondió Galaga y la volvió a besar.

Se cuestionaba frente al espejo si quel vestido era lo suficientemente llamativo. Esperaba que fuera así, necesitaba que así funcionará. Ajusto un poco más un lazo grueso que sujetaba una delicada pieza de tela sobre la cintura; e hizo lo mismo con la parte inferior.

—Mataras a todos allí —dijo alguien.

Ella negó un par de veces, y volteó para verlo. Con los brazos abiertos, para dejar lucir las amplias mangas del vestido rosa.

—Algo así debe suceder —contesto—. Ven, ayúdame, quiero ajustar un poco más esto.

Galaga se acercó ella. Tomó uno de los lazos, y tiró con suavidad. Tenía más miedo a romper el vestido que a dejarla sin aire.

—Una semana ¿Debo preocuparme de algo? —pregunto Arabella.

—¿Debo preocuparme por esta pregunta? —pregunto Galaga.

Ella sonrió, sabía a lo que se refería.

—No realmente, tu y yo no tenemos nada —respondió—, solo compartimos está casa, un punto medio, y a veces, debes en cuando…

—No, no debes hacerlo —interrumpió Galaga —. He desaparecido por más tiempo, y hecho menos desastre del que tú podrías hacer en esta noche.

Arabella se alejó y fue para ponerse alguna de las tantas joyas que iba guardando. No recordaba con exactitud dónde estaba su botín, pues la mayoría de este estaba desparramado por gran parte Europa.

—¿Con quién irás a este baile?

—Con Vanessa, y Circe —respondió sin verlo—, solo porque Vanessa no va a lograr ni la mitad de lo que Circe provocaría.

—¿Su esposo sabe que te llevas a su joya más preciosa para ser la carnada en una de tus fechorías? —pregunto, mientras la veía a través del espejo.

Ella negó, y giro para verlo.

—Su joya más preciosa —repitió—, si sigues hablando así de ella, me enamorare.

Se acercó a él, y acomodó el cuello de su camiseta.

—Tendré que hallar la manera de sacarte del camino —continuo.

—¿Baltimore sabe a lo que va Circe? —insistió en saber—, ¿Y su hermano?

—Ella se quiere divertir, lo demás son detalles —respondió con una sonrisa.

Galaga alzó las manos en señal de rendición. No iba a seguir insistiendo en querer saber algo. La conocía lo suficiente como para hacerle cambiar de opinión.

Antes de irse a su cuarto se detuvo, y la observó una vez más. Frente al espejo, viéndose como si nada más que su belleza le importará.

—¿Qué ocurrió con la princesa que conocí?

—Esta enterrada en el jardín de alguna casa que dejamos atrás —respondió sin verle.

Circe se veía feliz. Entre todo lo que le podía gustar, que no era mucho, aún se mantenía como la joven reservada que supo ser alguna vez, era ir bailes. Al menos era un gusto que agarro de más grande, cuando la ropa que comenzó a usar era de su agrado, y tamaño.

Era cierto, ella llamaba mucho la atención. Y era eso la parte que menos le agradaba de tener que salir a hacer sociales sin su esposo. Con él no solo se sentía protegida, sino que nadie se le acercaba con segundas intenciones.

Ahora que estaba con Arabella y la amiga, era difícil que nadie las viera.

—Solo relájate —dijo Arabella—, no dejaré que te pase nada. Vayan y coman algo, ustedes que no tienen esta cosa al rededor de su estómago.

Circe se acerco a ella, y la tomo con cuidado del brazo.

—¿Si alguien lo nota? —pregunto un poco nerviosa.

Pues desde el día en que Baltimore la ayudo a enlazar su magia, esta parecía haber tomado una energía diferente, y las voces en la oscuridad aún seguían allí. Nadie la busco, con nadie se cruzó en medio de su camino que le pudiera arrebatar la libertad que tenía y apreciaba.

—No te preocupes —dijo y la tomo con suavidad de la mejilla.

Le sonrió con la misma calma de cuando eran jóvenes, y Circe temblaba por nervios que una boda le ocasionaba.

—Diviértete —dijo.

Circe asintió, y se alejó junto con Vanessa. Mientras tanto, Arabella seguia buscando entre las personas a quien debía ser flechado. Era alguien difícil de localizar, o es que aún no llegaba. Sentía magia, pero no del tipo que le habían indicado.

—Luces fantástica —dijo alguien detrás suyo.

Ella sonrió al oír su voz. Le agradaba oírlo más que cualquiera otra persona. Le pedía que le hablara de todo lo nuevo, hasta que caía rendida por el suave sonido que salía de su boca.

—Y no me has visto de frente —dijo ella, y volteo—. Tu luces fantástico.

Se acerco a él, viendo a todos lado, para luego solo poner su atención en el pelinegro. En su camisa pulcra abierta, en el cinturón que rodeaba su cadera, y la fina capa que colgaba con elegancia del hombro.

Hisirdoux había adoptado la capacidad de no verse como un niño más. Destacaba por encima de cualquiera del cual su edad aparentaba. Con su sonrisa coqueta, y el suave brillo en su mirada ámbar.

—Se que no debo estar acá —dijo cuando la tuvo cerca.

Paso las manos por su cintura, hasta llegar al centro de su espalda. Allí nadie los conocía, y se deleitó cuando Arabella lo tomo con cuidado del cuello, y el frío de su piel le recorrió como un salvaje escalofrío.

—Te mandaron, lo se —dijo ella—. Espero que no te hayan enviado para distraerme.

—La realidad, es que si quiero distraerte —murmuro, y se acerco a su oído—, es solo una idea mía.

Hisirdoux tenía esa capacidad, por encima de cualquier otra persona, hasta del mismo Galaga, quien parecía llevaras todos los títulos de sobre conquistas, de hacerla delirar sin mucho esfuerzo.

—Un poco de distracción no me hará mal —dijo Arabella, con el aire entrecortado, y una sonrisa nerviosa.

Mientras ellos desaparecían en algún rincón, Circe ya no sentía que era buena idea estar allí. El lugar le parecía aburrido, y Vanessa no era la mejor conversadora. O al menos a ella no le hablaba tanto como a Arabella.

—¿Cómo fue tu boda? —pregunto.

Los ojos de Circe se iluminaron al oír esa pregunta. No iba a negar que amaba hablar de su boda.

—Fue hermosa, fue …

—Me alegro —le interrumpió—. Te has casado con un brujo, no cualquiera tiene las agallas de hacerlo.

—Las agallas nacen cuando quieres descubrir a la persona detrás de los rumores —dijo Circe con voz temblorosa.

Ahora recordaba porque no le gustaba quedarse a solas con ella. Siempre tenía algo que decir, y la mayoría de las veces se trataba de su amado esposo. Al cual iba a defender hasta el cansancio de ser necesario, para que el mundo viera lo que ella veía.

Queria dejar de hablar con Vanessa de su vida, y no sabía como cambiar el tema. Porque ella tampoco era la mejor conversadora. Con sus pacientes hablaba de lo más bien, pero allí, en medio de una multitud que parecía divertirse, ninguna palabra salía.

A punto de decir algo más. Se armó un revuelo. Buscaron la fuente del caos, y en medio del salón la vieron. Haciendo eso debía hacer, y Circe se negaba a ver.

Galaga estaba a punto de irse a dormir, o la menos intentarlo, cuando llamaron a la puerta. Era un sonido desesperado, y solo le indico algo.

Abrió tan rápido como pudo, y a esa velocidad entro Hisirdoux, con Arabella en sus brazos. Estaba desmayada, o eso era lo que esperaba. Por detrás llegó Circe y Vanessa.

—¿Qué …?

—La magia que tomo, creo que estaba envenenada —hablo Circe apurada.

—¿Eso es posible? —pregunto atónito.

Circe vio con nervios detrás de él, dónde en una esquina se pintaba de negro como las sombras.

—Circe, hablame a mi —ordeno.

—Si, si puede pasar —respondió—. Puede estar manchada, y ser un peligro para brujas como ella.

Dió un paso, y retrocedió.

—Ire por Baltimore —dijo, y trago saliva—, creo que él puede hacer algo.

Desapareció, y Galaga rezó porque encontrara con facilidad a una bruja mensajera que quiera darle una mano a esa hora.

Se acercó a Hisirdoux que sostenía la mano enrojecida de Arabella. Algunas venas negras, y manchas oscuras decoraba la delicadeza de su piel, y se extendía por todos lados.

—¿Por qué su collar no hizo nada? —pregunto—, se supone que la debe proteger de algo así.

—No lo se —murmuro Hisirdoux—. ¿Qué sabes del tipo que atacó?

—Nada, recién hoy la encontré. Luego del baile de la otra vez —respondió.

Intentó tomar la mano libre, pero algo se lo impidió. No era el temor que le hiciera algo, sino la lejanía que nació en el momento. Vio como Hisirdoux hacia brillar con una tenue luz azul, que si servía para algo o no, no le importaba. Él estaba allí, Circe estaría allí. Todos parecían estar allí, menos él.

Y no entendía como es que se sentía así. Incapaz de hacer algo, solo por no tener lo que tanto admiraba sin problemas.

Una voz resonó en su cabeza.

—Debo hacer algo —dijo, y salió de allí.

Hisirdoux lo detuvo.

—No hagas una idiotez —dijo, y volvió la vista a la bruja dormida.

Estando de salida se encontró con Circe y Baltimore. Era una pareja que admiraba, y a quien de frente nunca molestaría. Más que nada por respeto a su propia vida, y miedo a que Baltimore sea capaz de reaccionar en su contra por cualquier palabra que dijera. Aunque hasta el momento, se ha mostrado sereno, no quería tentar a la suerte.

—¿A dónde vas? —pregunto Circe.

—Aqui estoy sobrando —respondió—, y lo voy a resolver.

Dió un paso afuera, y Baltimore lo detuvo del brazo. Galaga se freno en seco, el brujo lo intimidaba, no de la misma forma que al resto, y así comprendía porque Circe le gustaba tanto.

—No hay vuelta atrás para lo que vas hacer —habló serio.

—Lo se, y ya no importa. Tengo más de cien años, y sigo siendo … —se frenó, y recordó lo que una vez escuchó —. Me cansé de ser el humano que solo vive más que el resto.

Se soltó del agarre, y se marchó. Circe quedó allí viendo, tratando de entender lo que estaba ocurriendo.

—Tu ve a ver a Arabella, yo me cambiaré de vestido —ordenó, y le sonrió al brujo.

Él también le sonrió, aunque muchos decían que esa mueca no era una sonrisa. Se acercó a ella, y le dió un beso en la mejilla antes de irse.

No tardó mucho en volver por su esposa. Porque no tuvo que ver demasiado para saber que él no iba a poder curar a la bruja.

—¿Por qué no? —pregunto Circe angustiada.

Era la primera vez que escuchaba a su esposo decir que no era indicado para una tarea.

—Es tarea de limpieza —respondió, mientras le ayudaba con los lazos del vestido.

—Pero, ¿No has hecho eso algo vez?

Baltimore retiró la parte del vestido que más se ajustaba al cuerpo de su esposa, y ella respiró aliviada.

—Si, pero no dentro del cuerpo de alguien más —respondió—. ¿Cómo te sientes?

Ella giró, y para quedar frente a él, y darle una sonrisa cansada.

—No esperaba terminar la noche así —respondió.

Lo abrazó, y Baltimore no tardó en envolverla con los brazos.

—Mereces cientos de noches dónde el final no sea como este —murmuro el brujo.

—Noches que consigo solo contigo —dijo, y se aparto—. Creo saber quién puede ayudar a Arabella.

—¿Es una buena idea?

—Es una pésima idea, pero es la única —dijo, y lo volvió a abrazar.

Galaga llamó a la puerta de un cuarto, en un palacio, en mitad de una noche helada. Estaba seguro que si un guardia lo encontraba allí, lo mandarían al calabozo.

La puerta se abrió, y vio a la persona del otro lado sonreír con sorna.

—Esperaba a que fueras tu —dijo, y se hizo a un costado—. Supongo que vienes porque has pensado mi propuesta.

Galaga entró al cuarto, y se quedó parado en el centro. Dándole la espalda, dió un suspiro, aún no había dicho que si, y ya se arrepentía de estar allí.

Desdemona se acercó, lo abrazó por la espalda, y le sonrió.

—Haré todo lo que está a mi alcance para que no te duela —murmuro—, pero no te lo prometo. Una ritual de magia es muy, muy doloroso.

—Lo disfrutas, ¿Cierto?

—Disfrutare de los resultados, querido —respondió y besó su cuello—, alguien con tu capacidad de vivir años, merece el don de la magia.

La razón por lo cual lo hacía, estaba lejos de relacionarse con ella. No le diría, al menos en ese momento, que no tenía nada que ver con su decisión, sabiendo de lo que era capaz de hacer estando enojada.

Giró sobre si, y quedó frente a ella. Le sonrió, para luego besarla.

—Lo hagamos —murmuro en sus labios.

Arabella volvió a abrir los ojos, y se encontró con una joven. O al menos eso aparentaba. Sentía su magia, algo electrizante en comparación con otras.

—Que bueno que hayas despertado —hablo la mujer.

—¿Quién eres?

Ella sonrió, y Arabella supo al instante que le daría problemas en algún momento.

—Por momentos la única capaz de curarte —respondió.

—Ya veo —murmuro Arabella, y giró la cabeza al lado contrario—. No creas que eres la única en pensar que puede atraparme.

—Cuando estés curada, veremos qué tan buena eres para correr de mi —dijo, y le sonrió con dulzura.

—Zoe, ¿Cierto?

—Un gusto poder verte al fin, Arabella.

★★★

Hola mis soles oscuros ¿Cómo les va? Espero que bien. Acá llovió, y calmo algo la sequía del momento.

Entramos a un nuevo arco, uno que viene medio oscuro 👀

Que cosa con Desdemona, ella viene para encarnar el mal. Porque Arabella solo quiere divertirse, ah. Bueno, yo no puedo dar una opinión objetiva. Ustedes dirán que han malas son 👀

En defensa de la rubia, no es odiosa, Desdemona si.

Sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro