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14, Her sweet kiss.

Pasaron un par de años. Arabella iba y venía de un pueblo a otro. Por dónde pasaba dejaba su sello, y corazones que anhelaban verla otra vez. Aunque a ella solo le interesaba uno, con el cual tenía muchos conflictos.

El suyo.

Lo sentía dividido en dos partes. A una la entendía de maravilla, porque estaba segura que sería así por siempre. Que sus caminos se encontraban porque se buscaban sin saber que lo hacían. Pese a la forma que tenían de amarse, lograban dar con un motivo para jurar que no se amaban, y otro para cerciorarse de lo contrario.

Hisirdoux insistía en que ella se quedará con él, y así forma esa pequeña familia que estaba compuesta por Circe y su reciente esposó, Baltimore.

Arabella insistía con su propósito de ser adorada por todo el mundo. No de la forma en que su madre le enseñó, pero si de la manera en que ella lo creía correcto. Siendo la joven a la que le daban todas las joyas para poder apreciar su belleza.

Ella estaba ahí siendo adorada, y él insistiendo que no le hacía falta más adoración.

—Otra vez lo mismo ¿Cierto? —pregunto Galaga cuando la vio llegar.

Era media tarde, y traía el ceño fruncido. Para él significaba una cosa. Que los tiempo de calma con su novio, o lo que sea, se terminaron.

—Hisirdoux es aburrido —respondió—. No creo que sea el momento de hacer una familia.

—Si, no te imagino siendo madre —dijo Galaga.

 Ella tampoco lo hacía. 

—No hablo de eso, y lo sabes —contesto.

Se sentó a su lado, y apoyo la cabeza en su hombro. Galaga paso una mano por detrás de su espalda, dejando que se acomodé mejor. Arabella trataba de respirar de manera fluida, y no dejar al descubierto que él lograba desbaratar sus funciones mas básicas.  

Y era allí donde la otra parte del corazón de Arabella parecía cobrar sentido. Uno por completo distinto. 

Galaga era la cara contraria a Hisirdoux. Tenía una extraña estabilidad que a ella la llevaba a todos lados. Era él quien la acercaba a ese mundo que buscaba gastar sus joyas en una cara bonita. Cantaba, y lo hacía diferente. Escribía y lo hacía diferente. Convencía al mundo de lo que sea, y lo hacía diferente. 

 Además, su atractivo la alejaba de cualquier pensamiento inocente. Porque sus labios la incitaban a querer besarlo, morderlo. Su mirada le hacía desear que solo sea hacía ella, y ser la única a quien deba ver. 

Porque uno trataba de conducirla por un camino lleno de dulzura y calidez, de bondad y unión. En donde existía la posibilidad de empezar de cero y mejor. El otro tan solo la mandaban hacia un lado que muchas veces le hacía delirar por todo lo nuevo. No era la clase de influencia que se esperaba que una jovencita como ella recibiera.

Tenía veintiséis años, y lograba meterse en problemas que nunca pensó que se metería. Llamar la atención de hombres aún mas poderosos de los que supo conocer. Hasta se creía capaz de detener una cruzada con solo una sonrisa, y que los soldados se rindieran a sus pies.

—Tengo una noticia —hablo, y la trajo a la realidad.

—¿Qué?

—Mas bien, un pequeño trabajo para alguien con tus habilidades —respondió—, y me refiero a habilidades mágicas.

Se enderezó en su lugar, y lo vio con atención. Sabía a lo que se refería.

—Hay un tipo que, digamos, se quiere deshacerse de otro. No matarlo, más bien ...

—¿Neutralizarlo?

Galaga asintió con una sonrisa marcada en su boca. Arabella se detuvo a analizarlo. No solo a él, sino a su propuesta.

¿Era una locura? Estaba segura que si. En todo lo que hacía, sentía que le faltaba algo. Sabía más que nadie de que al mundo lo podía conquistar con solo una sonrisa. Cualquier, troll, humano, brujo, no se resistía a su encanto. Le rendían pleitesía, sin embargo, nadie parecía temerle. Nadie decía que era la mas poderosa, ni temblaban como una vez supo pasar.

Solo era una cara bonita, que quitaba suspiros y monedas, y ella deseaba mucho más.

—Bien, lo hagamos —dijo decidida—. Hay algo que quiero corroborar.

—¿Qué es?

—Ya lo verás —dijo, y le sonrió con cierta malicia.

Frente al espejo, se cuestiono si estaba lo suficientemente bien como hacer para que aquel extraño cayera ante su presencia.

—¿Qué piensas? —pregunto al ver Galaga detrás de ella.

Él se acerco, y la vio. Tanto que Arabella creyó que veía más allá de su piel. A veces encontraba en su mirada avellana un extraño refugio, uno del cual le costaba entrar aún más, porque Galaga la apartaba.

—No te ves tan asustada, ni inocente como se vería una damisela en medio de la noche —dijo, y le sonrió.

Paso una mano por su hombro, y con cuidado tiro del lazo que ataba su cabello. La respiración de la joven bruja se entre corto al sentir como era liberada de aquel trozo de tela rosa, y sintió las mejillas arder.

—Mejor —dijo Galaga y le sonrió—. Si pasas tu mano por el cabello, como si hubieses corrido bajo la lluvia, será mas creíble. 

Arabella rodó los ojos, y se aparto para verse otra vez al espejo, y se acomodo mejor el escote del vestido.

—Falta esto —dijo.

Y paso un delicado collar color rosa que iba a juego con el vestido. Tenía pequeñas piedras verdes incrustadas que combinaban con el collar de Avalon. El fuego de su piel contra la de ella ardió hasta en lo más profundo del alma. Aquello que descubrió leyendo un escrito de filosofía y pensaba que de allí surgía la magia. Y ahora sabía que ocultaba hasta los deseos más pesados.

Se aclaró la garganta, y logro apartarse del suave toque.

—Te puedo asegurar que las mujeres inocentes no usan esto —logro decir.

—Ahora no busco que te veas inocente —dijo sin dejar de sonreír.

 No dijo nada, no podía hacerlo. No le alcanzaban las palabras, o mas bien sobraban, y causaban un revuelo en su cabeza que le impedía formular alguna respuesta.

Estaba molesta consigo misma, con su corazón partido en dos, y por no amar como le decían que debía hacer. Lo que mas le enfurecía, era que Galaga sea parte de la esa ecuación. Él, quien la acusó de traidora, y mando al rey para que le cortaran la cabeza.

 Agito la cabeza, buscando despejarse, y termino de arreglarse. 

 "Que suceda a media noche. Que quede vivo. Que solo haya terror en su rostro. Que el mensaje se note". Repaso un par de veces en su cabeza. La ultima vez que causo terror fue en le batalla junto a su madre, tenía diecinueve años, y una gran sed de venganza. 

 Aunque también, mucho miedo. Ahora, algunos de esos sentimientos se mezclaban con nervios, y el frio de estar esperando a que el hombre en cuestión hiciera su aparición. 

—No hace falta que lo hagas —murmuro Galaga a su lado. 

 Gran parte de él se arrepentía de haberle dicho. Ahora que la veía tan pequeña y tiritando, se sentía responsable. 

—Quiero hacerlo —dijo ella, convencida—, necesito hacerlo. 

 Entonces vio al hombre llegar. A lo lejos se lo notaba asustado. ¿Quién no lo estaría? Se cuestiono Arabella. Se puso de pie, y salió del escondite. Comenzó a respirara agitada, debía ser creíble. 

—Es hora —murmuro con la voz temblorosa. 

 Corrió hasta llegar a él. Se freno a unos paso, y noto la iglesia austera que se alzaba al frente. Oscura por la falta de la luna, y con una extraña energía proviniendo del interior. 

—Ayuda —exclamo agitada. 

 Dio un paso mas, y se tiro al suelo. 

—Ayúdeme — repitió.    

El hombre dudo unos segundos en ir a darle una mano, y cuando oyó el llanto crecer, se acerco a ella. La ayudo a ponerse de pie con mucho cuidado, como si tratara con el cristal más delicado.

—Me han perseguido por el bosque, quemado mi pueblo —mintió.

—¿Los hombres de las cruzadas?

Ella asintió, y él, extrañamente convencido, la hizo entrar a la iglesia.

—Quedate aquí —indico—, te traeré un abrigo.

Dió unos pasos, alejándose se Arabella, sin dejar de verla. Entonces, ella se dió cuenta que el la descubrio, casi al instante de verla.

Ella de verdad creyó que por un momento lo engaño. Ese estúpido collar, pensó.


El hombre saco algo del bolsillo, y la rocío, tomándola por sorpresa. Quedó estática, hasta que noto que nada paso.

—Eres idiota —hablo enojada—, también eres mago, el agua bendita no hace nada.

—¿Qué quieres bruja? —pregunto enojado.

Con un leve temblor en su voz, en su mirada nerviosa, en lo errático de su cuerpo, Arabella sonrió.

—No es personal —dijo, y sus manos brillaron—, o bueno, tal vez si.

Fue rápida en hacer el arco y una flecha, y disparar. Le erro, hacía mucho que no practicaba.

—Maldicion —gruño.

Por un instante se sintió débil, por no haberlo hecho perfecto. Se imagino a Morgana regañandola por eso. Lo ignoro por completo, y otra vez lanzó la flecha, cuando esté le dió la espalda pata huir. Ahora sí en un blanco perfecto.

El hombre cayó de bruces al suelo, y volteo para verla. Arabella se acerco lento, con una sonrisa que no hacia más que crecer. Cuando el cielo trono, y todo se torno aún más oscuro, la víctima vio dos rubíes rosas brillar con una luz siniestra.

—¿Quién eres? —pregunto con voz temblorosa.

Arabella se agachó, y otro relámpago ilumino el interior de la iglesia. Paso una mano por el rostro asustado, y lo sintió como una caricia indebido, cargada de horror.

—Solo soy la mensajera —respondió.

No le arrancó la flecha, sino que tomo la magia con las manos, hasta que se desvaneció por completo. El hombre se desmayo, y ella sintió una corriente recorrer a lo largo de sus brazos, hasta golpear dónde creía que andaba el alma.

Sentada en la pequeña sala de Galaga, trataba de invocar la magia robada. Debía sacarla cuánto antes, porque ya sentia los estragos de lo desconocido. Tenía unos frascos encantados que se los dió una amiga de Circe. Sin embargo, el ritual no parecía efectivo.

—Creo debes calmarte —dijo Galaga, y se sentó a su lado.

La lluvia de fondo la aturdía, y él también, aún así, quería hacerle caso, porque tenía razón. Debía calmarse.

Galaga la tomo de la mano, enrojecida por la magia, y la analizo. Era algo extraño de ver, parecía aún más mágica de lo que parecía. Tan delicada como los pétalos de una flor que fueron bañados con el rocío de la mañana*

—¿Por qué lo hiciste de esa forma? —pregunto sin soltarla—, ¿Qué querías lograr, arriesgandote de esa forma?

—¿Qué te preocupas? El trabajo está hecho. Hice lo que debía —contesto de manera ruda.

Quiso quitar la mano de su suave agarre, y Galaga lo impidió.

—Eres mi, mi amiga —dijo, tratando de no sonar nervioso—, claro que me voy a preocupar. ¿Quién me va a defender del resto sino tengo magia? Nunca más te daré esos servicios. Se que hay otras brujas.

Otras brujas como tú, termino de formular en su cabeza Arabella. No quería que hubiesen más como ella. No quería que nadie mas pensara en otro nombre que no fuera el de ella cuando dijeran bruja de vasija.

—¿Me dirás si encuentras a otra como yo? —pregunto.

Y pronto la magia del desconocido salió para meterse en el frasco encantado. Era de color verde hoja, aún así no brillaba con tanta intensidad. Era un mago de clase muy baja, al menos eso entendía Arabella.

Galaga sonrió frente a ese truco de magia, y luego la vio a ella. ¿Qué le podía responder?

—No podría, porque no existe otra como tú —dijo.

—Me dijiste que si hace un momento —murmuro.

—Sabes que no me refiero a eso —contesto, y le sonrió.

No era una sonrisa coqueta, era una cargada de pena. No podía evitarlo, porque sabía a lo que se arriesgaba. Aún así, estaba dispuesto a probar sus límites, romperlos, e ir más allá. Sin importarle lo mal que le hiciera al día siguiente.

Arabella agitó la cabeza, y su sonrisa, la cual no dejaba de morder, era de agobió. Por la magia, por Hisirdoux que buscaba algo que ella no tenía, y por Galaga que parecía tener lo que ella buscaba.

—¿Por qué no me has besado aún? —pregunto sin importarle lo desafortunado de la situación.

Porque se lo preguntaba cada vez que se acercaba tanto que podía oler su fragancia, y ver el brillo de alegría en sus ojos.

Galaga paso una mano por su mejilla, y observó sus labios, luego sus ojos.

—Lo deseo más que a nada —murmuro, acercándose a su labios—, tanto que si lo hago voy a querer más, y temo no detenerme. No me puede arriesgar.

—¿Qué tal si deseo que no te detengas? —pregunto con hilo en voz.

Y no se detuvo. Porque en sus labios encontro la cura a sus noches de insomnio, en dónde cada pensamiento desembocaba en lo profundo de su mirada marrón. En su agitada respiración hallo la más dulce poesía, y en su piel la calma que alguna vez le fue arrebatada.

Envidiaba a Hisirdoux y con justa razón. Ahora solo la deseaba para él, y no le importaba ser egoísta por eso. Enfrento el miedo que por un momento lo empujó a abandonar su lado en medio de la tormenta, y decidió que peleará por ella de ser necesario.

Sin saber que el corazón de Arabella estaba partido en dos.


★★★

*Esto es muy cursi hasta para mi.

Hola mis soles ¿Cómo les va? Espero que mejor que a mí.

Ah, si, esto debía suceder.

Bueno, a partir de acá la relación de Arabella con los wachos es así :

✨ Novios

✨No novios

✨Puro calentón

✨Ni se pueden ver a las caras.

Está historia quizás se ponga media lenta, porque ando trabajando en otra. Veremos a futuro que onda.

En fin, sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨

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