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14, Hasta que la muerte nos una.

Abrió los ojos, y la vio. Con su cabello dorado que caía rebelde sobre su rostro, lleno de paz, y uno que otro hilo de saliva. Apreciaba cada vez que compartía la mañana, y no podía evitar desear que siempre fuera así.

—Deja de verme así —murmuro Arabella—, ya se que te gusto.

Hisirdoux sonrió, y se acerco para dejar un suave beso en sus labios.

—Debo aprovechar cuando logro hacer que te quedes —dijo sin alejarse lo suficiente.

Arabella abrió los ojos, y noto la pena con la que hablaba en su mirada ámbar. A veces no lograba comprender que fue aquello que hizo que su relación se hiciera tan dulce y dolorosa a la vez.

La realidad es que si lo sabía, y lo confirmaba cada vez que se veía en el espejo, y notaba esa sombra a su alrededor. Una que solo ella parecía ver, y que le afectaba en su interior que terminaba por manchar a todos a su alrededor.

Agitó con cuidado la cabeza, y sonrió, quitando, o tratando de calmar el dolor de esa espina en su interior.

—¿Desayunamos?

—No quiero salir de la cama —murmuro y recostó la cabeza en su pecho.

Se dejó llevar por lo suave de aquel camisón, y los latidos de su corazón.

—¿Por qué no? —pregunto, mientras acariciaba su cabello negro.

Antes de responder, de fondo se oyó a alguien cantar, e Hisirdoux dió un soplido. Se sentó y señaló la puerta con ambas manos.

—¿Por qué tiene que estar acá? —pregunto, y salió de la cama—. No, ¿Por qué sigues con él? Déjalo que se pierda en el bosque. Ni siquiera canta tan bien.

Arabella, quien se había sentado, y no le quitaba los ojos de encima, rio al oírlo. Fue detrás de él, y lo detuvo para darle un beso. Uno que se prólogo, y se hizo más intenso.

—No puedo abandonarlo, sabe el camino de vuelta a casa —murmuro en su labios.

Se aparto, haciendo que las manos del pelinegro se soltarán con desazón, y una sonrisa boda invadiera su rostro.

—Ah, te gusta matar los momentos —gruño, y fue detrás de ella.

La atrapo por la espalda, y comenzó a darle besos en el cuello, haciéndola reír.

Ahora eran ellos tres sentados dónde Circe iba a lavar la ropa. Era algo que ninguno terminaba de comprender. Ella era capaz de gritar del miedo por la araña más pequeña, pero entraba en paz allí, dónde el bosque comenzaba a ponerse frío, y lo único que se oía era el correr del agua.

—Digamos que siempre tuvo gustos extraños —comento Hisirdoux.

—Si, hay algo en los colores oscuro que la hace brillar —dijo Arabella.

—Ustedes sigan hablando de la única persona que no está ¿No sé supone que debía llegar antes que este lugar nos mate? —pregunto Galaga.

Ambos voltearon en dirección al camino que los metio allí, y no vieron más que lo frondoso de aquel bosque.

—¿La vieron en la mañana? —pregunto Arabella.

—Yo no —respondió Hisirdoux.

—Yo tampoco —repitió Galaga—. Y al brujo tampoco.

Se vieron con cierta extrañeza, y otra vez llevaron la vista al calmo arroyo.
Guardaron silencio, siendo solo interrumpidos por los ruidos del lugar.

—Si da miedo este lugar —comento por lo bajo Galaga.

Circe iba tan rápido como podía. A diferencia de Baltimore, el vestido que usaba esa mañana era estorboso. Hacia un par de horas que habían comenzado la caminata, y ella no tenía idea alguna a dónde iban.

—Creo que es algo grosero habernos ido sin decirle al resto —hablo cuando estuvo a su lado.

Baltimore dió una pequeña mueca, que Circe concideraba una sonrisa. Una de la cual se podría acostumbrar a ver. Al igual que cabello recogido en una torpe coleta, o su mirada atenta al camino. Se cuestionaba que se sentiría que la viera con la misma atención, lo cual le produjo un leve sonrojo de solo pensarlo.

—Ellos esperaban un espectáculo, y no se los voy a dar —hablo Baltimore—. Además necesito que estés tranquila, y con tantos ojos encima lo dudo mucho.

—Entonces si te preocupas —dijo, y sonrió.

—¿Disculpa?

Circe noto el peso de sus palabras, y que fue capaz de decirlo sin detenerse a analizarlo un momento.

—Yo, yo lo siento —dijo nerviosa—. Claro que lo haces, esto no solo me afectaría a mi, sino al resto, a ti. Tienes razones para preocuparte.

Baltimore no dijo nada, y Circe agradeció aquel silencio, aunque deseaba, que de verdad se preocupara únicamente por ella. Se decía a si misma sobre no ilusionarse, sin embargo, desde hacia una semana, cada vez que pasaba sus días en la cabaña, no dejaba de pensar en lo que sería una vida con él.

Cayó en cuanto de lo mucho que le gustaba pasar ratos en silencio con él, o leer pese a odiar hacerlo. Le agradaba a su oscuro familiar, y salir en las frías mañana para conjurar hechizos, para hacer el hechizo mayor.

Al final, cuando la noche de un nuevo día llevaba, no podía evitar pensar que todo eso que estaba viviendo, lo dejaría de hacer cuando solucionarán el tema de hablar con las sombras.

Entonces, como si fuera invocado por sus pensamientos, o los alterados latidos de su corazón, algo comenzó a jalar de su vestido, impidiendo los pasos.

—Bal Baltimore —balbuceo.

No podía seguir caminando sin sentir que algo tiraba al lado contrario. Que la quería llevar lejos de donde estaba.

—¡Baltimore! —grito desesperada.

El brujo volteo de inmediato, y lo que vio le quitó el aliento. Desenfundo la espada, y la arrastró por el suelo, dibujando un semicírculo que comenzó a brillar tras recitar un hechizo. Haciendo desaparecer lo que jalaba de su vestido.

Tomo la mano libre de Circe, y la hizo correr. Aún así, lo que brotaba del suelo, se sujetaba de vestido, haciendo más pesado su andar.

—¿Qué son esas manos? —pregunto aturdida.

—Creo que la oscuridad trata de detenerte —respondió apurado.

Volvió a repetir el movimiento de espada, haciendo desaparecer las manos.

—Debo hacer una barrera —dijo—. Corre hasta el fondo, no te detengas. Yo te alcanzo.

—Pero …

—Ve —exclamo—. Alack irá contigo.

Circe lanzó un corto gruñido, y salió corriendo con el lobo a su lado.

—Creo que ellos no nos querían ahí —hablo Arabella—. Es culpa de ustedes, son muy ruidosos.

Ambos la vieron, y está no hacia más que verse las uñas, como si allí encontrara algo interesante.

—Él no lo dice, pero se nota que lo aturdes —dijo Galaga—, tu voz suele ser bastante molesta.

Arabella lo vio y abrió la boca con sorpresa. Luego llevo la vista a Hisirdoux, y este no hizo más ver al lado contrario y silbar.

—Yo hablo, pero tú lo obligas a hablar —se defendió, y dió una sonrisa socarrona—. Baltimore no quiere hablar de sus aventuras, para que tú la conviertas en baladas.

—Es cierto —exclamo burlon Hisirdoux—. A él no le gusta hablar, y tú lo quieres exprimir.

—No le gusta hablar conmigo, pero lo he oído hablar fluido, largo y extendido con tu pequeña protegida —dijo Galaga—. No lo sabes pero han pasado noches hablando entre ellos.

Hisirdoux se cubrió los oídos de inmediato, negando en voz alta aquello que Galaga le contaba. Aunque a él le parecía gracioso ver al aprendiz de Merlín sufrir por la inocencia de su compañera, a Arabella no le hacía nada de gracia.

Nunca vio como una posible que dos nigromantes pudieran tener algo. Le impacientaba saber que Circe quisiera más que una simple amistad con el brujo.

Baltimore llegó unos minutos después que Circe y el lobo. Se veía exhausto. Los tres lo estaban.

—Perdon por eso —dijo Circe—. No sé cómo ha sucedido.

—Yo si —hablo.

Circe trago aire nerviosa, y solo esperaba que la relación que tenían, no se hiciera más rara de lo que era.

—Al parecer las sombras se han encariñado contigo —dijo.

Hubo silencio, y Baltimore bajo la vista. No podía verla a los ojos sin pensar que las sombras al igual que él, sentían algo por la hechicera.

—Bien, hagamos esto —dijo y extendió una mano.

Circe dudo en tomarla. Eso podía significar una cosa, y no estaba segura.

—Terminemos con esto —murmuro y tomo su mano con inseguridad.

Se sentaron en el frío suelo, y cerraron los ojos a la par. Enlazar la magia se suponía algo rápido y fácil, bajo buenas condiciones. Lo cual parecía no haber.

Baltimore recito un hechizo, y un pentaculo se iluminó bajo ellos, encerrandolos en un círculo.

—Toma aire por la nariz y la por la boca —ordeno con suavidad—. A medida que lo repitas, toma tanto aire hasta que tú pecho se infle, y suéltalo con cuidado.

Circe hizo aquella tarea, tratando de despejar todos lo pensamientos que nacían, y se hacían cada vez más grades, y pesados.

—¿Qué tal si yo soy la culpable? —murmuro.

—¿De que hablas? —pregunto Baltimore, preocupado.

Abrió los ojos, y se encontró con su mirada, tan única, brillando con un mismo color violeta, y sus mejillas pecosas bañadas en lágrimas negras.

—¿Qué tal si no me suelta, porque tampoco lo hago yo?

Tomo aire por la nariz.

Baltimore se acerco a ella, y la tomo de los hombros. De cerca pudo notar que el color de sus aún seguía siendo diferente, uno un poco más oscuro que el otro. Paso el pulgar por la mejilla empapada, y le sonrió.

No era una mueca, era más que eso. Circe noto la tensión de sus comisuras. Era una sonrisa hermosa, al menos ante sus ojos, y solo pensó que ella la provocó.

—No me iré —dijo Baltimore—. Después de esto seguiré aquí.

—¿Por qué? No soy, no somos tu responsabilidad —cuestiono—. Antes de nosotros, tenías una vida …

—Si, y ahora quiero otra —dijo, sin dejar de sonreír con suavidad—. Hisirdoux, Galaga y Arabella serán ruidosos y molestos, pero …

—¿Pero?

—Si elijo quedarme no es por ellos —continuo.

Se sentó otra vez en su lugar, y dió un suspiro.

—Circe, hay algo en ti —dijo, sin poder verla—. Siempre que he vuelto, lo he hecho para saber cómo estabas.

—¿Lo dices en serio? —pregunto insegura.

Baltimore asintió, y ella no pudo evitar sonreír.

—¿Podemos terminar con esto?

—Si, necesitamos volver. No confío en esos tres —dijo y rio—. Se pueden matar por saber a dónde nos fuimos.

Otra vez se tomaron de las manos, y calmaron sus respiraciones, haciendo que fuera al mismo compas. Baltimore no tardó en recitar un hechizo, que Circe pudo repetir sin problema alguno.

Frente a ellos surgió una pequeña bola de luz, que bailo alrededor de los brazos de la joven hechicera, formando lazos oscuro sobre sus tatuajes.

  Pronto ella comenzó a sentir que su piel ardía, aún más en la zona de los tatuajes. Con miedo, abrió los ojos y se encontró con las marcas del sacrificio brillando con intensidad. Así también noto como del suelo negro, raíces aún más oscuras brotaron hasta enredarse en su cuerpo.

—No creo que este funcionando —exclamo asustada.

Baltimore guardo silencio, y apretó con aún mas fuerza sus manos, tratando de que Circe se quedará quieta. Al escuchar otro quejido, abrió los ojos y se encontró con sus lágrimas negras brotando con fluidez.

—Solo aguarda —dijo, y lleno un frasco con sus lágrimas.

Las derramó sobre la pequeña bola de luz que ahora flotaba entre los dos, la cual su luz oscilaba entre violeta y blanco. Las raíces se tranquilizaron, y las manos oscuras se espaciaron a lo largo del suelo, hasta desaparecer. Dejando a su paso, pequeños brotes verdes, que parecían haber nacido de la muerte misma.

—Puedes abrir los ojos —murmuro con suavidad.

Al hacerlo, noto la pequeña luz tratando de encontrar alguna forma. Brillos bailaban a su alrededor, y Circe no creyó haber visto algo tan bello y mágico como eso. Era la primera vez que no sentía temor de algo que surgía a causa de su magia.

—Debes decidir qué será —dijo, y sonrió con calma.

—¿De que hablas? —pregunto sin salir del asombro.

—Es tu familiar, cuando esté listo, tu magia estará enlazada —dijo—. Así podrás usar tu magia, entrenarla.

Circe asintió, y tomo la pequeña luz entre sus manos. Está se hizo más intensa, y cuando seso, al abrir los ojos, tenía una suave conejo color canela en su regazo.

—¿Un conejo?

—¿Tierno, no? De algo tan horrible como mi magia, debe nacer algo lindo —dijo.

Vio al brujo, y este le sonrió. Entonces en ese momento supo que no solo se refiere al pequeño animal que reposaba en sus piernas, sino a eso que sentía cada vez que lo veía. Porque Baltimore no solo era un cazador, sino un nigromante, al igual que ella. Algo de lo cual quería mantenerse alejada.

Sin embargo, ya no quería que fuera así.

Oyeron pasos a su espalda. Estaban en el patio de la cabaña, aburridos de solo verse la cara durante toda la mañana, y parte de la tarde. Voltearon al mismo, tiempo, y la confusión les broto a la par.

Hisirdoux corrió hasta Circe, quien venía entre los brazos del brujo.

—¿Qué pasó? —pregunto.

No quería sonar espantando, pero cada día que pasaba, le costaba aceptar que Circe ya no era la niña que encontro a los límites de la muerte.

—Bueno, necesitaba un familiar, y el precio puede ser algo alto —respondió Circe—. Tan pronto recupere mis fuerzas comenzare a practicar magia, contigo.

—¿Lo dices en serio? —pregunto ilusionado.

Ella asintió, y bajo de los brazos del brujo, con cuidado, y ayudada por Hisirdoux, se puso de pie. Entraron a la cabaña, y tras ellos fue Galaga, quejándose de algo.

Arabella se quedó allí afuera, viéndolos. Había algo que no la dejaba en paz, lo relacionaba con Baltimore y Circe.

Salió, y se fue al arroyo. Necesitaba silencio. Estuvo sola por un rato, sin que esa sensación de malestar la dejara. Hasta que Circe se sentó a su lado.

—¿Qué ocurre? —le pregunto a Arabella.

—Nada —respondió y le sonrió—. No, de hecho si.

Circe le sonrió, porque era la primera vez que la veía actuar así con ella.

—Se trata de Baltimore —dijo la rubia.

—¿Qué hay con él? ¿Es porque estuvimos solo en el bosque? —indago—. No pasó nada, y dudo que alguna vez pase. La realidad es que todo es muy confuso.

—¿De que hablas? —pregunto extrañada Arabella.

—Es que, soy yo —respondió, y vio al arroyo—. Le tengo miedo a todo, y por años me aleje de algo creyendo que así estaría a salvó, poniéndome aún más en peligro.

Dió un soplido de cansancio.

—Aun sigo siendo esa niña —añadió—. La que no ve más que oscuridad y rareza frente al espejo.

Arabella rodó los ojos, y le dió un corto golpe en la cabeza. Sabía lo que eso significaba, y solo esperaba que su mejor amiga se viera como todo el mundo, o al menos el pequeño mundo que la rodeaba, lo hacía.

—Eres tu, eres asombrosa, y lograrás grandes cosas con tu magia, y sin esta tambié —dijo—. Por cierto, eres muy joven. Por eso no puedes tener nada con el brujo.

—Arabella —exclamo con gracia.

Circe rio, aunque trataba de verse ofendida.

—Solo tengo un poco de miedo, que te pase algo. Sus magias, no lo se. Que estén juntos me aterra un poco —murmuro—. Quiero que estés bien.

Circe tomo su mano, y vio en dirección al arroyo. Ella también tenía miedo, y no tenía idea alguna sobre lo que sería de su futuro. Pero de algo estaba segura, que quería que tanto Arabella como Baltimore estuviera allí.

Circe despertó en medio de la noche. Con ella dormia Cáliz, su pequeño familiar. No hacia tanto frío, lo cual le agradaba.

—Me gusta la primavera —murmuro—. Aún sigues acá.

Dió un soplido, salió de la cama, y se dirigió al patio, allí encontro a Baltimore, sentado viendo el cielo oscuro repleto de estrellas.

—Hay algo que debes saber —dijo y se sentó a su lado.

Él le sonrió, y a ella se le derritió un poco más el corazón.

—Las sombras —dijo, y vio al cielo—, no se han ido. Lo que hay en la oscuridad, sigue allí.

Baltimore la vio preocupada.

—Pero …

—Creo que se trata de mi madre —murmuro—. Es ella quien me habla desde la oscuridad.

★★★

Hola mis cielos, ¿Cómo les va? Espero que bien.

Hoy es el día de los muertos, y es una fecha que me gusta, aunque acá en Argentina no se festeja.

Creo que Circe con el tiempo deja de hablar con las sombras, porque deja de necesitar que la ayuden, o la protejan. Es que nueva dije que le podía hacer daño, solo Baltimore lo dijo, según él es algo que puede pasar.

Después de esto, al los dos años, creo, se casan 😤 si, y apartir de allí, ellos son ✨✨✨

Sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨

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