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13, Hablando con las sombras.

Pasaron algunos años desde que tuvieron que dejar Camelot por fuerzas mayores. De los dos, a Circe le costaba más que a Hisirdoux el mundo lejos de quien llamo padre, de su mentor, quien le dio una segunda oportunidad. Porque ya estuvo en ese mundo lejos del castillo y no le gusto. Era oscuro, y podía ser muy malo con los diferentes.

Y ella era muy diferente. No solo por su aspecto, sino por lo que escondía, por lo que no se podía ver.

Aún con veintidós años esperaba que Merlín se haya equivocado una vez en la vida, y despierte. Porque lo extrañaba, y a veces se sentía pérdida sin él, pese a tener a Hisirdoux a su lado que la alentaba a no tenerle miedo al mundo. Y ella lo seguía, aunque su ritmo y entusiasmo fuera diferente, daba lo mejor de si para estar a su lado.

Esa tarde, hacía una semana que Hisirdoux se fue por algo que lo requería, y ella se quedó en la cabaña que usaban cuando no tenían que andar de una punta de Inglaterra a otra.

Ella se había hecho algo conocida entre los aldeanos por su forma de hacer pasar el dolor. En la mañana se iba a atender a los pueblerinos, quienes la recibían con los brazos abiertos. Nadie decía nada «—Porque esa jovencita tiene manos mágicas. Es capaz de curar un dolor de cabeza con las hierbas, o las articulaciones ruidosas. »

Usaba lo que aprendió de los libros de Merlín. Podía clasificar las plantas por su uso, aroma y color. Sabía como usar el barro para las inflamaciones, y que hierba hervir para las infusiones contra la fiebre.

Y así como nadie decía nada, también dejaban tranquila su belleza, una que se evidencio con el tiempo. Ningún hombre le decía nada, porque la mayoría eran ancianos que iban para curar sus dolencias. Era consciente del cambio de su cuerpo, que no era más la niña sin forma que supo ser, y agradecía esos límites que puso sin decirlo en voz alta.

—En la mañana encontre una nueva planta —dijo, mientras limpiaba la ropa en el arroyo.

Cambio la cara a disgusto al notar que no podía sacar la mancha de una camisa de Hisirdoux.

—Que hombre más —gruño—, increíble que manche esta camiseta nueva. La hice yo, y me costó mucho.

Siguió con su labor, y comenzó a cantar. Lo hacia cuando nadie la veía, se sentía cómoda, y sin miedo en la soledad de aquel arroyuelo. Recordó una canción que oyó de Galaga un mes atrás. Porque a veces, lo acompañaba, y ella parecía cómoda oyendo lo que tenía para decir.

—For the witcher, heartless, cold;
Paid in coin of gold —canto con una sonrisa en sus labios (Para el brujo, frío y sin corazón. Pagado en brillante oro)

Siguió tarareando, continuando con la melodía, mientras pensaba en la noche que escuchó por primera vez esa balada. Galaga lo hacía sonar tenebroso, y ella estaba segura que exageraba solo para atraer al público.

—He comes he'll go; leave naught behind. But heartache and woe; deep, deep woe —continuo (Él viene y se va, sin dejar nada atrás; excepto desgracia y agonía. Tanta, tanta agonía)

El sonido del agua acompañaba su voz, y sus pensamientos también. Se imaginaba que estaba haciendo Hisirdoux, y porque lo llamaron esa mañana hace ya una semana.

—Claro que va a volver —murmuro—, siempre lo hace. Es, es como un hermano.

Hubo silencio, y ella lo interpretó.

—Merlín no me abandono, el se está recuperando —dijo—, e Hisirdoux no lo haría.

Otra vez el silencio, interrumpido por una suave brisa.

—Él no es como ella —murmuro y vio a un costado.

Sintió el peso de las lágrimas en los ojos, y la respiración entrecortada.

Unos años atrás.

Días después de que Arabella haya desaparecido, Circe no dejaba de dar vueltas nerviosa. Hisirdoux casi no hablaba, y Merlín trataba de tranquilizar al rey. Quién deseaba desatar de inmediato la guerra contra las criaturas del bosque.

Y Galaga no era una opción con la cual podía contar.

Salió al jardín, pues creía que si se quedaba entre los muros del castillo perdería la cabeza. Entonces lo vio en el establo, junto con un caballo negro. Era un gran corcel, pero el animal era lo que menos le llama a la atención.

Se apuro a llegar a su lado, con un extraño valor. No sabía de dónde salía, pues aseguraba que lo mejor para si misma era estar lejos de cualquier hombre. Sin embargo, aquel extraño tenía algo que le llamaba la atención.

Su cabello blanco.

Su mirada amarilla.

El porte de su espada.

El collar de piedra negra que colgaba de su cuello.

Su magia, idéntica a la suya. Tanto que se cuestionaba porque no sentía miedo de ver a otro igual a ella.

—Es cierto, no me busca a mí —murmuro.

Giro, y busco. Entonces encontro una pequeña sombra en alguna esquina, y frunció el ceño.

—No lo hace —exclamo—, ya nadie lo hace.

—¿A quién le hablas? —le preguntaron.

Volteó con rapidez, y dejo de respirar por unos segundos. No lo había escuchado acercarse, y ahora estaba a unos pasos.

—A nadie —dijo—, a nadie.

—Con alguien hablas —insistió.

—Conmigo, por si quieres alguna respuesta —contesto—. ¿Ya te vas?

—Si, nadie escucha, y prefiero no estar cuando la guerra se desate —contesto y vio a un costado.

Justo a la pequeña sombra en la esquina.

—Los de mí tipo no estamos bien visto, por nadie —añadió—, ¿No estás enlazada con tu magia, cierto? Por eso hablas con la oscuridad.

Circe dio un paso atrás, sin ver la piedra que sobresalía como una trampa que esperaba a ser pisada, y cayó al suelo.

—No se, no se de que hablas —dijo ella, con claros nervios.

El hombre de cabello blanco le extendió la mano, y Circe noto bajo la manga una marca negra. Cuando lo tomo para ponerse de pie, él jalo, y ella se levantó de inmediato.

—Si sabes de qué hablo —dijo, y le subió la manga del vestido—, Circe.

Hisirdoux fue rápido en acercarse a ellos, con los nervios a flor de piel, y a punto de poner el grito en el cielo.

—¿Qué, qué sucede? —pregunto histérico.

El hombre lo vio, y luego a ella. La soltó, y sin decir más nada, camino en dirección al cabello.

—¿Te hizo algo? ¿Estás bien? —pregunto.

—¿Tu estas bien? —respondió con una pregunta.

A Hisirdoux le molestaba esa manera que tenía para no decir nada sin guardar silencio. Entonces prefiero hacerlo él.

—Vamos Cir, Merlín nos necesita —dijo Hisirdoux.

—Si —susurro, sin dejar de ver al hombre de cabello blanco.

—¿Sabes que nada de esa canción es cierto? —pregunto alguien detrás suyo.

—¿Tampoco la parte que habla sobre un brujo? —pregunto Circe.

Se puso de pie, y camino en su dirección. No quería verse sorprendida porque no lo oyó, pues siempre lograba hacerlo, y ya se cansaba de poner la misma cara.

Paso a su lado y le sonrió. Era al único hombre que le sonreían como si lo conociera y amara de toda la vida, lejos de estar cierto. Y la única verdad es que desde los diecisiete años no dejaba pasar un solo día en que no lo viera en sus sueños, en sus memorias.

No terminaba de entender porque le nació un sentimiento tan intenso, sino lo veía casi nunca, y sus charlas siempre iban a lo mismo.

«—¿Pasarás la noche acá?

—¿Conectaras con tu magia?

No y no. Fin.»

Ella no lo iba a hacer, y él no pasaría ni una sola noche a su lado. O era lo que Circe entendía cada vez que le rechazaba los sentimientos, y no entendía la razón de eso. Ya tenía veintidós años, y no lo veía como algo por completo inapropiado.

—Tengo una duda —dijo él.

—Dime —dijo, y continuo caminando.

—Temes hacer conexión con tu magia, pero no tienes miedo de hablar con la oscuridad ¿Por qué? —pregunto, y la detuvo del brazo.

Circe giro sobre sus talones, está vez con una expresión de sorpresa invadiendo su rostro. Era la primera vez que estaba tan cerca. Tanto que aprecio el sutil color de su mirada, alguna cicatriz en su cuello y …

—Hueles a caballo —dijo sin pensarlo dos veces.

—¿Por qué?

—No lo se, eres tú el que anda montado en ese animal todo el día —respondió con una sonrisa socarrona.

—Aprendes rápido de tu hermano —dijo exasperado—, y cuando lo veas, dile que no sea tan molesto frente tuyo, y que lo estuve buscando.

Cuando la soltó para irse, Circe se impaciento buscando alguna otra razón para que se quede al menos unos minutos más. Le gustaba su compañía, aunque está no sea la más fructífera de todas. Porque él no hablaba mucho, y ella quería saber de su vida, hasta lo más insignificante, sin saber cómo preguntarle.

—Espera, Baltimore —exclamo.

El brujo se detuvo y giro la cabeza para verla. La encontro con una mano en el aire, y la otra en la boca a punto de arrancarse una uña.

—¿Cenas conmigo hoy? —pregunto con vergüenza en su voz.

Le costó mas de lo que él podía ver por fuera.

—¿Por qué? Está claro que mí presencia te molesta —pregunto, y se cruzó de brazos.

Circe se mordió el labio, y frunció el ceño. Sabía que estaba siendo odiosa, pero no se daba cuenta de cuan notorio era.

—No es cierto —dijo al fin—, solo me molesta que te quieras meter con mí magia.

—No, no —dio un soplido—, solo me preocupo. He visto lo que pasa cuando el tiempo pasa y nuestra magia no se enlaza con nosotros.

—No puede ser tan terrible. Tengo veintidós años, y no me ha pasado nada.

Baltimore lanzó un leve carcajada. Y Circe creyó que era el sonido menos irritable de todo, aún cuando lo hizo para que se enoja.

—¿Qué? —pregunto irritada—. Estoy bien, ¿Por qué no me crees?

—Porque hablas y discutes con lo que se esconde en las sombras —respondió gracioso—. Un día, o una noche, no lo podrás manejar y no habrá magia que te ayude a salir de ese problema.

Se acercó a ella, y la tomo de los brazos, la vio fijo a los ojos. Aquellos de colores diferentes, y brillantes, a punto de quebrar por las lágrimas.

—¿Por qué le temes a lo que pueda ocurrir? —pregunto preocupado.

Ella trago aire, y lo contuvo. Hasta que lo largo, y cerró los ojos.

—Porque si mí magia se hace evidente me pueden hallar —murmuro—. Ya era un peligro sin estar enlazada a mí, imaginate que se haga presente. Les daré más razones para que me maten en nombre de las diosas.

Logro soltarse de su agarre y se encaminó a la orilla del arroyo. Se sentó, y puso sus pies en el agua. Se perdió en las ondas, y como estás se iban abriendo hasta desvanecerse con el resto del espacio. Y solo podía pensar en ella e ir abriéndose hasta desaparecer.

Baltimore se sentó al lado, y se tiró hacía atrás. Por un momento, guardaron silencio, apreciando el sonido de su alrededor.

—Huir no va hacer que se detengan —hablo—, y si ellos se hacen presentes, enfrentarlos es la solución. Darles un fin.

—Son más fuertes que yo, y solo soy una curandera. La poca magia que hago es débil —dijo Circe, y se apoyó la cara en sus manos—, sería ir directo a la horca.

—No cuelgan a los sacrificios —dijo Baltimore.

—Me dejas más tranquila —sonrió, y lo vio—. Tienen ventaja sobre mí, saben cómo hacer para que me detenga. Mí padre, él, él sería capaz de cualquier cosa, con tal de tener a su pequeña muerte.

—Te voy a ayudar —dijo.

Circe se reincorporo y lo vio con sorpresa. No quería sonreír, y dejar al descubierto que siempre tenía una forma de hacerlo. Con sus silencios, esa pequeñas muecas, creyéndose gracioso. La sorprendía, y le agradaba. 

—Enfrenta tu magia, tendrás un familiar leal, y te ensañarse lo que se —continuo hablando—, y cuando debas enfrentar a quien sea, no estarás sola.

—¿No?

—No, en ningún sentido —respondió.

Sonrió, y así accedió. Baltimore se quedó para la cena, justo cuando Hisirdoux volvió. Tan callado y sin ganas de decir una sola palabra. Emanando aquel aroma que era tan fácil de reconocer.

★★★

Muy buenas mis soles de halloween 🎃 ¿Cómo les va?

Así es, este capítulo es muy para hoy, y por eso se los subo (y mañana subo otro 👀)

Este Baltimore es más, no se, ¿Abierto? O al menos refunfuña tanto con ayudar a Circe.

Y aquí el secreto revelado de Circe, si, parece que habla sola, pero la realidad es que habla con lo que no se ve 👀

¿Qué pasará en el capítulo de mañana? Pues mañana veremos 😤

Sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨

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