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1, Una bruja se crea.


Tenía seis años cuando la dejaron a su suerte. Y estaba al límite de la muerte cuando la hallaron.

Antes de eso, Arabella no recordaba casi nada. Solo algunos vestigios de lo fue su vida antes de ser rescatada. Sus pensamientos asociaban ese pequeño e insulso fragmento con el color gris. Y se iba oscureciendo a medida que se acercaba al presente de vagar por la noche en busca de refugio.

Pero la noche fue día otra vez, y luego noche de nuevo. Y así, hasta que ese gris, termino por ser negro. Cómo la noche sin estrellas y sin un rastro de la luna.

Cuando al fin sus ojos alcanzaron la paz del suave frío primaveral, sintió una extraña calma, más rara aún, al ser anhelada por alguien tan joven. Deseaba mas que nunca no volver a ver la luz, porque eso implicaba seguir buscando, y sufriendo. 

Despertó creyendo que se iba a encontrar a un lado del camino. Con la gente pasando por encima suyo, o haciendo la vista hacia otro lado. Sin embargo se encontró con algo que le era poco familiar, o mas bien muy lejano. 

 Estaba en una cama, mucho mas suave que alguna otra cama en la que durmió. Noto, con la mirada apenas abierta, la claridad que inundaba el cuarto en el que estaba. Rodeada de un muro, y cubierta por un amplio acolchado. 

 No entendía nada. Ese lugar era desconocido. Aun siendo que el frio no atravesaba su piel hasta llegar a los huesos, podía sentirlo a su al rededor. En la cálida luz, en la cama, en la frazada gris, en la inmensidad de un cuarto vacío. 

—Al fin despiertas —oyó a alguien. 

 Se sentó, y giro en dirección a la voz. Encontró con la mirada, parada cerca de la robusta puerta, a una mujer, también desconocida. Sin embargo, ella no le transmitía el frio de todo lo que la rodeaba. Era mas bien un pequeño fuego en la lejanía, aun así, el calor llegaba hasta su piel. Como una caricia. 

—Si, ahora esto puede ser grande e insulso —dijo—. Gris y vacío.

 Lento, se acerco a ella. Arabella pudo ver que se movía como una sombra, dándole la sensación que flotaba sobre el suelo, de lo sutil que era su andar. Y cuando se sentó al borde de la cama, la niña quedo estática. 

—Pero . . .

 Quiso acariciar su mejilla, pero la niña se hizo hacia atrás, dejando colgada la mano a centímetros de ella.  

—Lo siento niña —dijo, y dio una sonrisa—. Me llamo Morgana, y debes saber que conmigo no debes de temer. 

—No, no recuerdo que hice —hablo por lo bajo, casi audible. 

—Por ahora no debes hacerlo —dijo Morgana—. Tu deber ahora será sanar.

 Se levanto de la cama, y le entrego una flor de color rosa que saco de un bolsillo. Lo dejo al borde, y en silencio se marcho, dejándola sola. Arabella se quedo allí, viendo los pétalos un tanto arrugados, y decidió tomarlo. 

—Arabella —murmuro—. Me llamo Arabella. 

Un mes después, el cuarto no le parecía tan inmenso y gris. Ya no era una sola frazada gruesa, sino muchas de varios colores suaves. De los gruesos muros colgaban algunos pergamino pintados por ella, y por otros artistas. Había una mesa grande repleta de diferentes materiales para dibujar, algunos trozos de tela para bordar y muchas flores. También un armario, pintado a mano por un artesano, lleno de vestidos, que la misma niña nunca llego a imaginar que tendría. 

 Y lo que mas le gustaba era ese mueble al cual llamaba sillón, donde se sentaba por las noches con Morgana para que esta le contara cuentos que luego le ayudaría a tener los mejor sueños cuando al fin lograra descansar.

 Lento se fue olvidando lo que una vez fue, o al menos lo que lograba recordar. No lloraba todas las noches. Cuando era atacada por el miedo, y este era tan intenso que no la dejaba soportar las lagrimas, tenia a alguien que fuera por ella, y así podía hacerlo en paz hasta que estas dejaban de caer. 

 Era Morgana quien estuvo cada noche, y cada mañana, cuidando que la oscuridad no la azotara hasta dejarla sin aire. Fue ella quien, con el paso del tiempo, tomo un lugar importante en su corta vida. Una madre, la primera en su memoria. 

 Unos años después.   

Morgana podía jurar que antes de la llegada de Arabella al castillo, este parecía una cárcel. Gris y falto de luz. Sus pasillos eran silenciosos, y fríos. Hasta tenía la leve sensación de que cualquier planta se marchitaría estando allí dentro.  

 Y a cuatro años de la llegada de Arabella, el lugar dio un vuelco de 180 grados. Se había llenado de sonrisas, y risas. De encanto y alegría. Arabella llego para dotar de una extraña sensación que tanto Morgana como Arturo y Guinevere no vivían desde sus juventudes. La niña era creativa a tal punto de llevarse la atención del rey con sus cuentos, y enérgica para lograr cansar a la reina de tanto jugar. 

Pero una mañana, ese hermoso entorno que se formaba al rededor de la pequeña rubia, se diluyó. Arabella padecía de un severo ataque de histeria, lejos de poder controlarse. Morgana no podía hacer nada para que se tranquilizara, y tampoco lograba entender que fue lo que lo desato. 

 Y así, una nueva persona se introdujo en la vida de Arabella. 

 Este parecía haberla esquivado durante los cuatro años, verla a lo lejos, interactuar de lo más poco. Y esa mañana fue el único capaz de no temer en usar algo que Arabella no vivencio antes. 

—¿Qué has hecho? Es solo una niña —exclamo furiosa Morgana. 

 Observo a Arabella dormir en sus brazos tras un conjuro de sueño. 

—Merlín ¿Acaso perdiste la cabeza? ¿Sabes el daño que algo así le puede ocasionar? —le cuestiono. 

 El hombre de cabello gris, que portaba una brillante armadura plateada y un báculo con una gran piedra verde en su centro, se acerco a ellas. Miro con atención, y se puso en cuclillas frente a Morgana y Arabella. Corrió un  mechón de cabello rubio que se colaba en su rostro apaciguado, y luego alzo la vista.  

—¿Sabes lo peligroso que es tenerla aquí?

—¿Peligrosa? Dios, Merlín, desvarías —gruño—. El único peligro aquí eres tu. 

—Esta niña es una bruja —hablo ignorándola. 

—Esta niña, tiene nombre, se llama Arabella, y te pediré que te dirijas así, o no lo hagas —dijo Morgana. 

 Se puso de pie, y decidida a salir de la vista del mago, este dijo algo que la detuvo. 

—Se que estas al tanto de su condición mágica, el tipo que maneja —hablo—. Nunca das pasos sin estudiarlos, y esta niña no es la excepción.

—Merlín —dijo, y lo vio por encima del hombro—. Arabella es mí asunto, no te metas. 

Arabella despertó unas horas después, y Morgana le rezaba a cualquier deidad para que evitara que ese ataque mágico no le haya hecho nada a su memoria.

—Mamá —murmuro. 

 Morgana se apuro, y se sentó a un lado de ella. Tomo una de sus manos, y le sonrió con suavidad. Que le dijera mamá era algo que nunca se imagino ser, pero que la llamara de esa manera lo disfrutaba, hasta llegar a acostumbrarse de ese termino. 

—Bella, aquí estoy —dijo. 

—Lo recordé —dijo con voz temblorosa. 

—¿Qué recordaste Bellita?

 Arabella giro la cabeza en dirección a su madre, y la tomo de la mejilla, como cuando aun era muy niña. 

—Recordé porque dejaron de quererme —dijo, y rompió en llanto. 

 Morgana trago aire, y se contuvo. Mas bien no sabía como actuar al respecto. Lo único que logro hacer en ese momento fue abrazarla, para evitar que se siguiera rompiendo en parte por un cruel pasado, que parecía estar mas presente que nunca. 

 Se recostó a su lado, y paso toda la tarde junto a ella, secando cada lagrima que caía, y pensado como remediar el daño que le hicieron a su corazón. El daño que hicieron a ella, y que cada día parecía ser mas frágil pese a lo alegre y soñadora que llegaba a ser. 

—Juro —susurro. 

 La noche había llegado, y con ello el fin del malestar, bajo una promesa fuerte. 

—Que nunca mas, nadie volverá hacerte daño —continuo, en un volumen bajo, solo para ella misma—. Serás la mas poderosa de todas, y no podrán llegar a ti salvo que sea de rodillas. 

 Días después del caos se confirmo un miedo de Morgana, Arabella no recordaba con claridad lo sucedido. Cuando se le preguntaba, no sabía que decir. Pero ella tenía una pregunta que no la dejaba estar del todo tranquila, y la mantenía distraída de sus lecturas y tareas. A veces solo se quedaba pensado en esa palabra en especifico en medio del aseo a su cuarto, o cuando estaba almorzado. 

—Madre —dijo llamando la atención de Morgana. 

—Dime corderito. 

 Arabella aclaro la garganta, y revoloteo los ojos tratando de juntar valor. 

—Vamos hija, no tengas miedo . . .

—¿Qué significa ser una bruja? —pregunto apurada. 

 Morgana la vio con atención, y puso esa cara que Arabella reconocía para tener que volver a repetir la pregunta. 

—¿Soy una, eso, bruja?

 La mujer dejo su lugar, y se sentó a su lado. Tomo una mano, y le sonrió con suavidad. Arabella logro relajarse, intuyo que eso era una buena señal. 

—Ser una bruja, significa ser magnifica —dijo. 

—Entonces, ¿Por qué siento que es algo malo? 

—Porque aun es algo desconocido, y lo desconocido causa temor en aquellos que no lo quieren ver —respondió con cierta pena en su voz. 

 A punto de seguir con la explicación, alguien entro en el comedor. Y la mirada de Morgana se ilumino al igual que todo el salón.

—No puedo creer que no me hayan esperado para el almuerzo —exclamo Guinevere. 

—Teníamos mucha hambre su majestad —dijo Arabella con una sonrisa que parecía cerrar sus ojos. 

 La mujer se acerco a ella, y la tomo de las mejillas, para darle muchos besos al rededor de la cara. 

—Eres una niña traviesa Bella —dijo—. ¿Cómo te sientes? ¿Cómo se siente? —pregunto dirigiéndose a Morgana.

—Mucho mejor —respondió dando una sonrisa. 

—Me decía que es ser una bruja —hablo apurada Arabella. 

 La reina actuó sorprendida, esbozando una alegre sonrisa. 

—¿Te dijo que son seres maravillosos? La magia, mí niña, es maravillosa—dijo, y despeino su cabellera—. No hay que tenerle miedo, ni ser un cascarrabias como el rey. Hay que abrazarla y amarla. 

Guinevere siguió hablando, dando una discurso brillante sobre la magia, y Arabella noto la atención con la que su madre veía a la reina, y sintió eso de lo que hablaba a su al rededor. Por ese día, se olvido del temor que le causaba la palabra bruja.  

Esa misma noche alguien más se hizo presente en el cuarto de Morgana. Ella no dudó ni un segundo en alzar las manos al frente para poder defenderse de quien sea. Y cuando la luz dorada de la magia alcanzó al espía, se relajó.

—¿Qué haces? Tu presencia es solo para malas noticias, igual que ...

—Tuve una premonición —hablo—. No pensé que fuera cierto, hasta que la vi.

Morgana salió de la cama, e hizo aparecer una vela frente a ella. La calida luz llegó hasta el, y también la baño a ella. Entonces el presente noto la cara de disgusto de la mujer.

—¿Te metiste en su habitación? ¿Acaso los hombre Ambrosius no tienen respeto por nada que ...

—Ella traerá caos —interrumpió—. Pero estoy seguro que lo sabes. Sabes que es una nueva bruja de Vasija.

—No me digas que le tienes miedo a esas pobres mujeres. Bueno, Arabella es una niña —sonrió con sorna—. No hay nada que te pueda hacer. Zafiro, tente un poco de respeto, y no me molestes más.

Rodó los ojos, e hizo un paso adelante, acortando la distancia entre ambos, lo cual tomo por sorpresa a la hechicera. Soplo la débil llama de la vela, y otra vez la oscuridad se apoderó del cuarto.

—Se lo que vi, Morgana. Tu también lo sabes —murmuro.

★★★

Ahhhhh, hola ¿Cómo les va? Capitulo 1 de, solo Dios sabrá.

Vamos a hacer esto una vez más. Retomo lo que una vez fue la idea original de Arabella, así es. Vamos a ver porque es como es, y uf, vamos a ver motivos xd

Si, este inicio es un poco más trágico. Aunque sigue la misma línea, mami Morgana es la salvadora.

Sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨

  

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